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El Tarajal
Crónica de la VI Marcha a la Frontera de El Tarajal (Ceuta)
La frontera, más allá de un límite definido entre países, es un espacio intermedio que emerge de la tensión entre el control y la libertad; y en consecuencia no está solamente configurada por el poder, sino también por las resistencias ejercidas por quienes la habitan
Hace unas semanas estuve en Ceuta, nuestra ciudad-frontera por antonomasia junto con Mellila. El desconocimiento sobre la historia de esta peculiar ciudad española en el norte de África siempre ha sido bastante grande. Hasta el punto de que su inmediata cercanía con el reino de Marruecos hace pensar a muchos que se trata de uno de los últimos reductos del colonialismo español en el Magreb. Lo cierto es que Ceuta tiene una historia que se remonta a los fenicios y a lo largo de toda ella jamás ha pertenecido al reino Alauita. Es más, su existencia es muy anterior a la fundación de dicho reino, y ha estado siempre ligada primero al Reino de Portugal y luego a la Corona de Castilla. De hecho la bandera de Ceuta es igual que la de la ciudad de Lisboa y su escudo idéntico al de la República de Portugal, con la diferencia de que se le añade una corona marquesal.
Hechas las precisiones históricas, que sé que mis amigos caballas agradecen, no podemos dejar de señalar que, como cualquier ciudad fronteriza, Ceuta tiene sus peculiaridades, tal vez una de las más destacable en este caso, y en todos, sea la fuerte presencia militar y de fuerzas de seguridad del Estado.
Este año se volvía a celebrar en la ciudad autónoma una marcha hasta la frontera del Tarajal. Esa línea divisoria entre Marruecos y España donde se extiende la famosa “valla” y sobre la que hace ya 5 años murieron ahogadas 15 personas que intentaban alcanzar a nado las costas de soberanía europea. No sabían nadar y nadie le lanzó un salvavidas, pero si balas de goma. Al parecer, según la jueza que instruye el caso, era necesario que la Guardia Civil usara material antidisturbios puesto que según afirmó en su auto de archivo de la investigación [1] estaban “obligados a emplearlo en el ejercicio de su función de protección de la frontera española”. Santiago y cierra España.
Todavía nadie ha explicado por qué se usó material antidisturbios cuando no existía disturbio de ningún tipo o por qué no intervinieron las embarcaciones de salvamento marítimo.
En la manifestación participamos más de 500 personas venidas de distintos puntos de la península, y algunas, pocas, de la propia ciudad autónoma. El recorrido transcurrió con tranquilidad bajo un cielo soleado y la mirada de algunos ceutíes que mascullaban cosas como: no se porque no van a hacer esto a Marruecos. Parecía que les molestase el que se pudiera disfrutar allí de una libertad de manifestación de la que se carecía a apenas un kilometro más allá. Aunque intuyo que la crítica iba más al objeto de la manifestación que al propio hecho de que se celebrase. No está bien visto cuestionar la actuación de la Guardia Civil en una ciudad como Ceuta. Pero bueno, en realidad las miradas eran más de curiosidad y mucho de indiferencia, antes que de censura ante el paso de la comitiva.
Al finalizar la marcha se leyó un pequeño manifiesto en recuerdo de las víctimas del Tarajal y se encendieron velas con sus nombre que se iban depositando a las los pies de una pancarta que rezaba: “Ni en caliente, ni exprés. Las devoluciones son ilegales”.
Cuando ya estaba a punto de irme se me acercó una chica, de treinta y pocos años, acompañada de tres chavales marroquíes y me tendieron un sobre. La chica me explicó que el sobre contenía una foto realizada por los propios chavales sobre su día a día y que era parte de un proyecto que pretendía, a través de talleres de fotografía, mejorar la imagen que se tenía de “los chavales del puerto”, integrarles en la sociedad y dar a conocer su situación. Detrás de la foto había escrito en castellano y en árabe: “la vida dura, queremos una vida feliz y dormir en casa”. Me pidieron que no difundiera la foto pero me dieron un correo electrónico por si quería mandarles algún mensaje. Les dí una abrazo de agradecimiento a cada uno y desparecieron entre la multitud.
“Los chavales del puerto” es un colectivo de jóvenes, muchos MENAS pero no todos, que deambulan por la ciudad y especialmente por la zona del puerto a la espera de algún descuido que les permita meterse en alguno de los barcos que cada hora cruzan los 14 kilómetros que separan África de Europa. Tuvimos la oportunidad de hablar con uno de ellos mayor de edad, que además accedió a que grabáramos su testimonio, donde resalta su llamada a ser tratados con humanidad al tiempo que denunciaba el trato vejatorio con el que suelen ser tratados por la policía y el despreció que reciben de parte de la población de la ciudad. Están terriblemente solos.
La desprotección que sufren en la frontera muchos niños no acompañados es sangrante y la falta de empatía con estos niños, repito lo de niños (además que curiosamente son todos varones), por parte de la sociedad es todavía más dolorosa. Parece pesar más su condición de extranjeros o la situación que les empuja a cometer pequeños delitos para sobrevivir, que el hecho de que sean menores que deberían gozar de especial y superior protección frente al desamparo tal y como impone no solo la normativa española sino todos los tratados internacionales sobre protección de la infancia.
La casualidad (la mala) ha querido que mientras escribía estas líneas uno de estos chavales, Ilias, de apenas 15 años moría aplastado por un camión en el puerto de Ceuta. Habrá más muertes, no os quepa duda.
También la casualidad (la buena) ha decidido que sepamos que hace un par de días el Comité de los Derechos del Niño, el órgano de las Naciones Unidas que supervisa que los estados firmantes garanticen los derechos de la infancia, ha condenado a España por la devolución en caliente de un menor que saltó la valla de Melilla en 2014.
En el sobre, junto a la foto que me dieron “los chavales del puerto”, venía también un papelito con un texto titulado “Nepantla. La place de la frontèire” y que comenzaba así: Nepantla es una palabra de la lengua Náhualt que significa lugar intermedio. Este concepto ha sido asociado a las creaciones artísticas en torno a la frontera. Habitar la frontera es vivir en una zona de contacto y de encuentro. La frontera, más allá de un límite definido entre países, es un espacio intermedio que emerge de la tensión entre el control y la libertad; y en consecuencia no está solamente configurada por el poder, sino también por las resistencias ejercidas por quienes la habitan.
Creo que es la mejor definición de frontera que he encontrado hasta la fecha.
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[1] La Audiencia Provincial de Cádiz ha ordenado hace no mucho reabrir el caso.