La presión de los países petroleros lleva la COP30 al fracaso y su texto final omite los combustibles fósiles

La presidencia brasileña no consigue sacar adelante un acuerdo ambicioso ni lanzar una hoja de ruta para el fin abandono de los combustibles fósiles. La creación del Mecanismo de Belém para la Transición Justa, cuyo funcionamiento está aún por concretar, único logro reseñable del encuentro.
Plenario de la COP30
Plenario de la COP30.

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

22 nov 2025 21:44

A veces la propia realidad se convierte en una metáfora de sí misma, y eso es exactamente lo que ocurrió en el penúltimo día de la 30ª Cumbre del Clima de las Naciones Unidas (COP30), en plena vorágine para el acuerdo final: un incendio devoraba parte del recinto de la zona azul –el área destinada a las delegaciones oficiales–, y obligaba a frenar las negociaciones. No hubo que lamentar heridos, aunque las consecuencias de lo finalmente pactado en Belém –de eso no hay duda razonable– sí los provocarán, incrementadas por la ausencia en la cita de pesos pesados en lo referente a la emisión de gases de efecto invernadero como Estados Unidos.

La COP30 estaba llamada a ser un encuentro clave. No solo por las efemérides que se cumplían —diez años del Acuerdo de París, veinte de la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto, 80 de la creación de la ONU—, sino por la urgencia del momento. Un planeta enrabietado de fenómenos extremos que ya está sobrepasando el límite que se autoimpusieron las naciones en 2015 —no rebasar la frontera de los 1,5ºC de calentamiento global medio frente a los niveles preindustriales— imponía urgencia.

No ha sido así. La declaración política final de la Cumbre y sus textos aledaños, si bien recogen algunos avances no demasiado concretados, como la puesta en marcha del Mecanismo de Belém para la Transición Justa, queda muy lejos de las expectativas de una presidencia brasileña que había puesto el listón mucho más alto, pero que ha sido frenada por una unión de países petroleros y naciones en manos de gobiernos partidarios de retrasar –cuando no torpedear– la lucha contra la crisis climática.

Sin hoja de ruta para el fin de los combustibles ni un plan concreto para detener la deforestación –las dos apuestas iniciales de la presidencia–, el acuerdo final, pese a haber sido firmado por los asistentes, supone un triunfo de las posiciones más retardistas

El principal fallo es que la apuesta de la presidencia en materia de mitigación ha fracasado y no hay mención a la publicitada hoja de ruta para el fin de los combustibles fósiles, algo que sí aparecía en el primer borrador de texto final presentado el martes 18. En el segundo, publicado en la madrugada del viernes, día oficial del fin de la COP, la mencionada hoja de ruta desaparecía, así como toda mención a los combustibles fósiles, algo que se había conseguido por primera vez en la COP28 de Dubai hace dos años. Tampoco se apostaba por otro de los objetivos de Lula da Silva: aumentar la lucha contra la deforestación para preservar los grandes sumideros de carbono vegetales del planeta.

Ante un fracaso total y la falta de avances, y a menos de 24 horas del fin de la COP, 37 países –entre ellos España– se movilizaban, para restablecer “el equilibrio, la ambición y la credibilidad del proceso”, tal como señalaba una carta enviada desde el Gobierno español a la presidencia de la COP. La denuncia, que recogía el sentir general, rechazaba el último borrador presentado antes del texto oficial por no cumplir “las condiciones mínimas requeridas para un resultado creíble de la COP”. La vicepresidenta española, Sara Aagesen, participaba el viernes en una rueda de prensa conjunta de varios países y promovida por Colombia –país que ha anunciado una conferencia paralela a las Cumbre del Clima de las Naciones Unidas para buscar el fin de los combustibles fósiles– con el fin de presionar hacia una mayor ambición. “No es suficiente”, decía respecto al texto. “Vinimos con una meta clara: no sobrepasar el límite de los 1,5ºC”, añadía, mientras señalaba que “tenemos que trabajar, y tenemos tiempo para hacerlo mejor”. 

En el mismo sentido, desde las organizaciones ecologistas rechazaban en bloque la propuesta. “El texto supone una patada para adelante de manual”, sentenciaba Javier Andaluz, responsable de Energía y Clima de Ecologistas en Acción, desde Belém. “No logra en ningún caso aumentar la ambición, proteger los bosques, ni aumentar la financiación climática necesaria. Este no es el Mutirão que nos habían prometido”, añadía Eva Saldaña, directora ejecutiva de Greenpeace España, haciendo referencia a la palabra que en guaraní-tupí significa “esfuerzo colectivo” y que ha esgrimido Lula da Silva para referirse al texto final de Belém.

Andaluz denunciaba asimismo la forma de hacer de la presidencia durante el transcurso del encuentro. “Las negociaciones han sido las más oscuras de la historia”, decía respecto a la publicación de los borradores de los acuerdos, “con una presidencia brasileña que no ha reportado fuera mediante textos para ser evaluados por parte de las organizaciones de la sociedad civil y de la prensa presente en la COP30”. 

La tensión subió de nivel este sábado, en tiempo de descuento de una COP que debía cerrarse el viernes, con el último intento de la presidencia brasileña de sacar un acuerdo que, si bien pretendía que la Cumbre no se cerrase sin un texto firmado por los participantes, daba su brazo a torcer con las naciones más beligerantes con el abandono del petróleo, el gas y el carbón. Ante el enésimo atropello tras 30 años de cumbres del clima, Colombia y Panamá vetaban el texto cuyo apoyo pretendía forzar la presidencia. La primera lo hacía por la falta de la mención específica a los causantes de la crisis climática: los combustibles fósiles. La segunda por la falta de coherencia en los indicadores acordados para medir los progresos en materia de adaptación al cambio climático, una opinión compartida por varios países.

No pudo ser. Países petroleros como Arabia Saudí o Rusia, junto a afines entre los países en desarrollo, como el grupo LMDC (Like-Minded Developing Countries), una coalición de naciones para las negociaciones climáticas entre cuyos miembros se encuentran China, Argelia, Egipto, Pakistán, India, Irán o Venezuela, no dieron su brazos a torcer y la COP que pretendía dar un giro en la política climática de los últimos años se cierra con un fracaso estrepitoso.

Lo que mal empieza, mal acaba

La Cumbre ya comenzó mal. Pensada inicialmente como una COP centrada en la mitigación y en ampliar la ambición climática –es decir, decidida a aumentar los porcentajes de descarbonización global–, no contó con la apuesta y la seriedad necesaria de los países del planeta, pues la mayoría no presentaron a tiempo sus planes de descarbonización nacionales. Falló hasta la Unión Europea, hasta hace poco el faro al que mirar dentro de los limitados avances de las COP. Si bien esos planes, conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), debían haber estado listos meses antes de la Cumbre del Clima, solo 79, un tercio de los firmantes del Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), los presentaron antes de la COP, lo que no permitió hacer un buen trabajo de análisis y síntesis por parte de la comunidad científica de cara a su trabajo en la Cumbre. 

1.600 delegados oficiales participantes en las COP tienen lazos directos con la industria petrolera, lo que da una idea del poder del lobby fósil en el encuentro

Aunque durante las dos semanas de la Cumbre la cifra ascendió a 118 (que representan el 73% de las emisiones globales), el trabajo de mitigación de la crisis climática quedó muy tocado, y el fracaso respecto a la implementación de la hoja de ruta para el fin de los combustibles fósiles certificaba lo que desde el inicio no pintó bien. “Los objetivos de reducción de emisiones están muy lejos de los necesarios y estos textos no ayudan a salvar la brecha de ambición del 1,5ºC global o a impulsar a los países a pasar a la acción”, lamentaba Eva Saldaña desde Greenpeace.

Lo que sí parecía un buen impulso inicial fueron las palabras del presidente anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva, y el hacer inicial de la presidencia brasileña. Esta venía decidida a cambiar el rumbo de las últimas cumbres del clima, celebradas en países petroleros y poco amigos de la sociedad civil organizada, y consiguió cerrar la agenda de la cumbre el primer día de ésta, algo que no tiene precedentes. Asimismo, fomentó la presencia de poblaciones indígenas y pueblos originarios con la Aldea COP30, y apoyó la presencia de movimientos sociales y sociedad civil en una Cumbre de los Pueblos que, si bien no ha tenido una alfombra roja para entrar en la zona azul de las negociaciones, han disfrutado de la primera COP sin represión desde la celebrada en Glasgow en 2021.

Pero las zancadillas de una comunidad internacional que no ha querido mirar de frente al problema, han acabado con las aspiraciones cariocas. Hay que recordar que 1.600 delegados oficiales participantes en las COP tienen lazos directos con la industria petrolera, como denunciaba la coalición Kick Big Polluters Out (KBPO, Echemos a los grandes contaminadores), lo que da una idea del poder del lobby de las energías causantes de la crisis climática en las Cumbres del Clima.

El Mecanismos de Acción de Belém (BAM) o Mecanismo de Belém para la Transición Justa parece el principal logro que ha conseguido rascar Luiz Inácio Lula da Silva. Se trata de un instrumento para facilitar y promover una transición energética en los países del sur facilitando tecnología y financiación a los países con menos recursos sin contraprestaciones en forma de deuda y eliminando trabas como posibles demandas de inversores, falta de fondos o disputas fronterizas.

La financiación climática, especialmente la dedicada a la dedicada a adaptación y mitigación del cambio climático en los países del Sur global, ha sido otra de las grandes perdedoras

Desde los movimientos ecologistas han celebrado la noticia. “Es algo fundamental para unir la reducción de emisiones con la financiación que sería necesaria”, señalaba Javier Andaluz. No obstante, este activista y experto en las negociaciones climáticas lamentaba que “el texto lo único que hace aprobar meramente el mecanismo sin dotarle de características, funciones u objeto”. Eso significa que será en siguientes citas donde se concretará en un nueva ralentización de los procesos relativos a paliar la crisis climática y sus impactos. Para que esto haya acabado así ha sido clave el bloqueo al BAM realizado por la UE, que no veía el nuevo mecanismo con buenos ojos. “Ha impedido definir un mandato más claro del mecanismo para que pudiese iniciar su trabajo inmediatamente; se necesitarán al menos dos años más de diálogo para que esto sea posible”, denuncian desde la Alianza por el Clima, la mayor coalición de organizaciones en pro de la lucha climática del Estado español.

A pesar de que el BAM implica algo al respecto –que habrá que esperar a ver cómo se concreta–, la financiación climática, especialmente la dedicada a la dedicada a adaptación y mitigación del cambio climático en los países del Sur global, ha sido otra de las grandes perdedoras, como ya venían avisando las organizaciones de la Cumbre de los Pueblos a lo largo de la semana. Si en Bakú el acuerdo de mínimos alcanzado quedó muy lejos de las necesidades reales –con solo 300.000 millones de dólares de fondos públicos comprometidos a 2035 y una propuesta sin concretar para sumar 1,3 billones mediante financiación privada que fue un brindis al sol alejada de los 10 billones que se estiman necesarios– el grupo dedicado discutir la llamada Hoja de ruda de Bakú a Belém (B2B) para aumentar esa financiación no ha conseguido mucho avance concreto. El texto pide a las Partes triplicar la financiación para adaptación climática del Sur global en los próximos diez años, lo que supone un retroceso respecto al primer borrador presentado, que hablaba de 2030 y no de 2035.

Con todo, sin hoja de ruta para el fin de los combustibles ni un plan concreto para detener la deforestación –las dos apuestas iniciales de la presidencia–, el acuerdo final, pese a haber sido firmado por los asistentes, supone un triunfo de las posiciones más retardistas y un fracaso para la acción para frenar el cambio climático. Como ha señalado Luca Bergamaschi, cofundador del think tank italiano Ecco Climate, tras el fin del encuentro, “esta ha sido la COP de las duras verdades: la acción climática multilateral sigue viva, pero a un ritmo demasiado lento para cerrar la brecha hacia la seguridad climática”.

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