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Coronavirus
Prioridades, control y presupuestos
Mientras no lleguen tests ni vacunas, pensar en hacer aplicaciones de móvil para atacar la epidemia parece más efectista que efectivo. Entonces, ¿por qué se sigue insistiendo en sistemas de control de la población con mecanismos basados en sus teléfonos móviles?
Ahora que entramos en la séptima semana de confinamiento, puede ser bueno recapitular y pensar un poco qué sabemos, de todo lo que está pasando. Sabemos que somos vulnerables. Sabemos que sabemos muy poco —un estudio del CEBM de Oxford decía hace pocos días que solo se puede afirmar que el número de gente asintomática se encuentra entre un 8% y un 80%—.
Sabemos que no entendemos la pandemia. Los curados, ¿quedan inmunizados para siempre? ¿Por qué los niños no se contagian?. Sabemos que hay tests, excepto el PCR, que tienen falsos negativos y que dan por sana a mucha gente que está contagiada. Sabemos que los controles de población son sesgados, limitados e incompletos, porque muchos contagios se hacen antes de los síntomas —como explica el artículo de Xi He y otros, publicado en Nature el 15 de abril—, cuando aún no se pueden detectar con sistemas basados en los teléfonos móviles de la gente. Sabemos que no sabemos cuánta gente se ha contagiado, ni en el mundo ni por regiones, y que no sabemos generar mapas de color fiables sobre el estado real de la pandemia. Sabemos que funciona mantener una distancia prudencial y que funciona lavarse las manos, porque el jabón se lleva la cobertura de grasa del virus. Sabemos que todo nos ha cogido por sorpresa. Sabemos que tenemos que convivir con el riesgo.
Hace pocos días, Liliana Arroyo decía que mientras no lleguen tests ni vacunas, pensar en hacer aplicaciones de móvil para atacar la epidemia parece más efectista que efectivo. Y afirmaba que estas aplicaciones de poco servirán, si solo terminan siendo utilizadas de manera voluntaria por una tercera parte de la población, por muy sofisticadas que sean. Recordemos que la guía que la Comisión Europea ha publicado el 16 de abril dice que es indispensable que estas aplicaciones no sean de uso obligatorio y que es necesario que los usuarios se las instalen solo de manera voluntaria. Y es que, como bien decía Liliana Arroyo, el propósito grandilocuente de estos sistemas de control cae precisamente por una cuestión de tamaño muestral.
El mundo del negocio privado que quiere lucrarse vendiendo sistemas de control y negociando con nuestros datos
¿Por qué se sigue insistiendo en sistemas de control de la población con mecanismos basados en sus teléfonos móviles? Yo diría que hay, al menos, tres razones. La primera viene del ámbito tecnológico, y sería un poco aquello de “tengo un martillo; ahora necesito clavos”. Tenemos herramientas de inteligencia artificial y aprendizaje profundo, las encontramos maravillosas, creemos que las podemos aplicar a todo, y ahora nos acaba de caer del cielo un maravilloso problema; lo resolveremos, sin duda, con esta herramienta que ya teníamos.
La segunda, nos llega de la mano de los empresarios y financieros. Es el mundo del negocio privado que quiere lucrarse vendiendo sistemas de control y negociando con nuestros datos. Pero, como decía hace poco Edin Omanovic, el uso de sistemas de vigilancia para rastrear los individuos en la lucha contra el covid-19 es un síntoma vergonzoso de las décadas que hemos perdido preparándonos para problemas equivocados. Y la tercera razón es la del ensayo de control político de la sociedad. ¿Qué mejor que una ocasión como la que estamos sufriendo para probar estrategias para una posible futura sociedad de la vigilancia?
El problema de los sistemas de control es su poca fiabilidad estadística. ¿Por qué se habla tanto de control y tan poco de estadística? ¿Por qué no se hacen tests a muestras aleatorias de la población? ¿Por qué cuesta tanto disponer de tests fiables y en cambio, mucha gente habla de sistemas de vigilancia? ¿Por qué se habla, además del GPS y de la geolocalización, de Bluetooth, que es una herramienta inadecuada (debido a su rango de distancias)? ¿Por qué no se nos informa de los graves problemas de privacidad que puede conllevar llevar siempre activado el Bluetooth? Nadie imagina que, en periodo electoral, se acceda a la información de los teléfonos móviles en lugar de hacer sondeos aleatorios de opinión a la población. Si se quiere disponer de información fiable, hay que escuchar a los estadísticos y no a los controladores.
China ya está vendiendo su modelo de control social y policial como un éxito en su lucha contra el coronavirus
Hay que estar muy atentos. China ya está vendiendo su modelo de control social y policial como un éxito en su lucha contra el coronavirus. Pero cuando los gobernantes no respetan la esfera de lo privado, llega el totalitarismo. Necesitamos un enfoque profundamente democrático, con control por parte de todas las personas, y con control a los gobernantes y los grandes poderes no democráticos. El control debe ir de abajo hacia arriba.
Por otra parte, hay que recordar una vez más la gran paradoja de una situación de emergencia sanitaria y de cuidados, producida por un microorganismo que ni siquiera puede considerarse vivo, que está desquiciando todo un sistema económico y político neoliberal basado en la codicia y en la protección militar de las fronteras de los estados-nación. Las grandes crisis que nos venden, pandemias y cambio climático, son consecuencia directa de un modo de vida depredador que deberíamos dejar atrás y de una violencia social que no podemos admitir.
Cada vez hay más voces a nivel internacional que piden rehacer los presupuestos estatales, reduciendo el gasto militar y pasando el dinero a los sistemas de salud y los servicios públicos. Porque los grandes problemas son globales, y defender las fronteras no los resolverá. Por ello, el International Peace Bureau está haciendo, un año más, la campaña GDAMS para la reducción del gasto militar global, que este año pide que este gasto se traslade a los ámbitos de salud y seguridad humana. Para que las soluciones no vengan del control y del militarismo, sino del respeto al planeta y a la dignidad ya los derechos de todas las personas.
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¿Que qué sabemos?. Que el virus no afecta a todos por igual. Que nadie con la responsabilidad de hacerlo avisó para proteger a las personas de riesgo antes de que llegara el virus. Que el sistema público de salud está en precario y no ha podido hacer frente con garantías al pico de la infección. Que cuando el virus ya estaba aquí, no había mascarillas para la población, tampoco EPIs para los sanitarios. Que cuando todo pase el sistema público de salud y las residencias de mayores estará en condiciones parecidas, y que la desigualdad será mucho mayor. En definitiva, que el sistema capitalista es una es una perversión que favorece a muy pocos...y que la mayoría bastante hace con sobrevivir,...aunque espero que algo pase para que la masa despierte y se pueda empezar a pesar en cómo construir otra casa común.