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Coronavirus
‘Walkability’, espacio público y covid-19: mirando a Barcelona como referente de un nuevo urbanismo
El parámetro de la salud se ha incorporado por sorpresa a los planes urbanísticos y lleva a una nueva concepción donde la relación del ser humano con su entorno requiere de una dimensión más ancha.
Que la crisis del covid-19 lo está cambiando todo es una verdad indiscutible. El confinamiento general producto del estado de alarma nos está haciendo reflexionar, lo que es normal en situaciones de paréntesis o reseteo, sobre qué cosas teníamos en nuestra vida pasada que podríamos cambiar en la futura, en la que vendrá tras el desconfinamiento y, especialmente a largo plazo, la auténtica nueva realidad que llegará cuando el mundo cuente con una vacuna o tratamiento terapéutico contra el virus.
En este lapso de tiempo, varios ayuntamientos, y hago hincapié en el de Barcelona por ser referente nacional, han tomado medidas fugaces para transformar radicalmente la concepción de sus ciudades. Han sabido sacar jugo de la situación siendo altamente conscientes de la oportunidad única que representa este momento para cambiar, lo que todos llevamos diciendo muchos años que tenemos que cambiar, pero que nunca llegamos a hacerlo del todo. Porque para construir un urbanismo y una ciudad diferentes lo primero que se necesita es creer en ello. Creer que un reparto más justo del espacio público y una mejora de la calidad del aire, no solo son posibles, sino justos con el grueso de la ciudadanía, especialmente con las personas más vulnerables, víctimas del urbanismo hostil propio de otro tiempo, y que aún pervive en nuestras urbes.
El plan de Barcelona es un plan de altura que cuenta con un historial que avala su trayectoria. Primero llegó el sistema de supermanzanas, una concepción diferente al modelo Madrid Central, pero que persigue los mismos objetivos. Un sistema que, de hecho, empieza a extrapolarse como opción urbanística en otras ciudades, como Valencia, aprovechando la composición de ensanche que caracteriza a las urbes españolas. Después, vino la Zona de Bajas Emisiones, cuya incorporación es reciente y aún está en fases iniciales.
Y ahora, un paso más hacia la ciudad del futuro en donde los espacios públicos son más justos, equitativos y sostenibles. Porque la batalla que se libra en el urbanismo tiene dos vertientes. Sacando el coche de las ciudades conseguimos un aire más limpio y el reparto deseado de suelo del que hablamos. Suena atractivo y nos solemos llevar las manos a la cabeza cuando vemos que los gobiernos locales no avanzan en esa dirección al ritmo que todos querríamos.
Ahora, que el parámetro de la salud se incorpora casi por sorpresa a la planificación urbana, surge la oportunidad perfecta para que los planes de sostenibilidad urbana aceleren en su ejecución
Ahora, que el parámetro de la salud se incorpora casi por sorpresa a la planificación urbana, surge la oportunidad perfecta para que los planes de sostenibilidad urbana aceleren en su ejecución y adaptabilidad al escenario futuro. “Hemos de poder adaptar la ciudad al máximo posible para que los requerimientos de seguridad y distancia se cumplan”, decía Janet Sanz, concejala de Urbanismo de Barcelona, en un medio digital hace escasos días. El plan de la ciudad condal en estos momentos ha supuesto la creación de 21 nuevos kilómetros de carril bici y 30.000 m2 nuevos de espacios peatonales, eliminando el tráfico rodado de hasta 44 calles de la capital. ¿Es un proyecto desmesurado económicamente? No, porque el urbanismo táctico permite precisamente la rápida transformación de espacios públicos mediante el uso de materiales volátiles y dinámicos —bolardos, macetones, etc.— Permite a su vez redefinir o readaptar programas urbanísticos ya instaurados para llevar a cabo acciones de forma económicamente más ágil, sin necesidad de una partida presupuestaria propia.
La vicepresidenta Teresa Ribera ya ha declarado que la necesidad de instalar carriles bici en las arterias de la ciudad se puede ejecutar de forma rápida, adaptándonos en poco tiempo a un modelo de movilidad caracterizado por la distancia social de dos metros impuesta por las autoridades sanitarias. Entramos en una concepción diferente, donde la relación del ser humano con su entorno requiere de una dimensión más ancha. Es precisamente esta idea la que suscita el problema en las ciudades, al ser espacios compactos donde cada metro cuadrado deberá ser escrutado con el fin de hacerlo más eficiente en términos de salud y sostenibilidad.
Las ciudades tienen capacidad de sobra para diseñar una estrategia rápida en torno al urbanismo y la movilidad que se adapte a las circunstancias actuales. La walkability se ha de poner en el centro de estas estrategias asegurando completamente la universalidad y la sostenibilidad de los espacios públicos. Los beneficios que aporta en lo social, económico y medioambiental son notables. Esta unidad de medida que fija cuán amigable es un entorno para caminar, no tiene tanto que ver con un concepto diferente de movilidad urbana y de aprovechamiento de espacios antes no ocupados.
Movilidad
Movilidad Operación malos humos: ¿146 nuevas zonas de bajas emisiones en España?
El anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica contempla la obligatoriedad de crear zonas de bajas emisiones en todas las ciudades de más de 50.000 habitantes. A pesar de que la ley se presentará en el Congreso en marzo, algunas urbes ya se están preparando.
Es importante, por tanto, tener claras las prioridades en este tema. El ministro José Luis Ábalos realizó unas declaraciones en las que proponía abrir un paréntesis en la tendencia de los últimos años hacia una movilidad sostenible. Apostaba, en un comunicado no ajeno a la polémica, por un retorno al coche como solución a la derrota del transporte público de masas frente al nuevo coronavirus. Horas después, salía la ministra Ribera con un discurso antagónico, posicionándose junto a las políticas de movilidad de las principales capitales europeas y otras importantes urbes del mundo. Berlín, París, Londres, Auckland, Bogotá, son solo algunos ejemplos de ciudades en las que la conquista del espacio público que venía ocupando el coche ha sido firme.
Volver al modelo del siglo XX cuando falla el transporte público es, en un momento de emergencia climática que no podemos permitirnos el lujo de olvidar, de una irresponsabilidad enorme que no puede volver a repetirse. La gestión de la movilidad no es eso; es convertir crisis como la actual en oportunidades para conseguir los objetivos de desarrollo sostenible que, recuerdo, impone la Agenda 2030 bajo la vicepresidencia de Pablo Iglesias.
Espacios que no eran eficientes dentro de la trama urbana, y cuyo origen estaba en la concepción urbanística de todo para el coche, están llamados a cambiar. Catapultar las ciudades a un panorama radicalmente diferente en pro de la sostenibilidad y la eficiencia, es deber de nuestros gobernantes en un mundo que camina hacia la compactación social en torno a las mismas. Es ahora cuando las decisiones que se toman van a definir el futuro, el mundo postpandemia que vendrá para quedarse.
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Que dijera la segunda de la Colau, que todo el sistema automovilístico debía desaparecer, y reconvertirse a la bicicleta es la burrada mas grande que he oído en mi vida. Pero son los comuns. Igual de "cuqui" que el concierto ( un desastre) en los balcones. Y que vaya con cuidado por donde desvía el tráfico, que puede que lo paguen en las urnas.
Muy útil el artículo!! La ciudad debe adaptarse a la vida y la salud