Residencias de mayores
La lucha de las trabajadoras de las residencias de ancianos de Vizcaya

Organizadas en el sindicato ELA (Solidaridad de los Trabajadores Vascos), son un ejemplo a seguir por varias razones.
Residencias convenio - 1
A la espera de la firma del quinto convenio, pero ya celebrándolo a las puertas del Consejo de Relaciones Laborales Gessamí Forner


Miembro del colectivo Cuadernos de Trabajo y activista del sindicato Trabajadores en Red La Paz - Área Norte
3 jul 2023 07:00

La lucha de las trabajadoras de las residencias de ancianos de Vizcaya, organizadas en el sindicato ELA (Solidaridad de los Trabajadores Vascos), es un ejemplo a seguir por varias razones.

En primer lugar, por sus espectaculares resultados: aumento del salario de 600 a 1800€, disminución de la jornada laboral anual de 1800 a 1520 horas (un 12% menos, lo que supone trabajar aproximadamente dos días menos al mes), sueldo íntegro durante las bajas, calendario laboral anual (en el Servicio Madrileño de Salud raramente se publica con tres meses) y pluses que antes no tenían por antigüedad, noches, fines de semana, festivos…

En segundo lugar, por la forma en que se ha llevado a cabo: empoderando a las propias trabajadoras, luchando mediante concentraciones, acampadas y huelgas, y apoyándose económicamente en la caja de resistencia. Desde las luchas por el primer convenio en 2002 y 2003, además de concentraciones y manifestaciones, han llevado a cabo huelgas en varios centros y también en todo el sector (24 días de huelga en 2012, y una histórica huelga de 378 días en 2016). En el año 2022 acumulan ya nueve jornadas de paros mientras luchan por su sexto convenio. A lo largo de todos estos años han conseguido que las trabajadoras y delegadas, que inicialmente dependían del liderazgo de los liberados sindicales, hayan ganado experiencia y criterio. Y como ellas mismas explican en el libro “No eran trabajadoras, sólo mujeres” de Onintza Irureta (publicado en febrero de 2019 por la Fundación Manu Robles-Arangiz), pudieron ganar sus huelgas gracias a la caja de resistencia de ELA, a la que se destina el 25% de los 22€ que aporta mensualmente cada persona afiliada.

Finalmente, esta es una lucha en el sector de los cuidados, feminizado y muy precarizado con unas 5000 trabajadoras, el 89% de ellas mujeres.

Empezando por abajo

Desde los años 80, el sector de las residencias de ancianos vivió un fuerte crecimiento con el desarrollo del estado del bienestar. Pero en lugar de ser gestionado directamente por el sector público como la sanidad, se generalizó un sistema de conciertos con empresas y fundaciones, muchas de ellas ligadas al PNV, con peores condiciones laborales y una menor sindicalización que las escasas residencias públicas. A pesar de ello, ELA fue formando una base de afiliadas y delegadas sindicales. En 2002, desde el sindicato tomaron la decisión de apostar por este sector que consideran estratégico por varias razones: está en expansión debido al envejecimiento de la población, fuertemente feminizado, precarizado y privatizado. Las condiciones del convenio colectivo estatal eran penosas: un sueldo base que apenas superaba los 600€ al mes, una jornada anual de 1800 horas, sin pluses por trabajar noches, fines de semana ni festivos. Ni siquiera tenían derecho a 20 minutos de descanso durante el turno de trabajo.

Primer convenio: abriendo brecha

A partir de 2002 se asignó a varios liberados para formar y apoyar a las delegadas sindicales para conseguir el primer convenio colectivo del sector a nivel provincial. En esta primera lucha llevaron a cabo concentraciones e incluso huelgas en algunas residencias, inicialmente en Kirikiño y más tarde en Aspaldiko, la residencia más grande de Vizcaya. Ya desde la lucha por el primer convenio, las trabajadoras estuvieron informando por escrito a los residentes de sus malas condiciones laborales. De esta forma, muchos de ellos entendieron su lucha y las apoyaron. El esfuerzo dio sus frutos. El 14 de abril de 2003 se firmaba el primer convenio colectivo de residencias de ancianos de la provincia de Vizcaya (2002-2005). Incluía un aumento de sueldo a lo largo de tres años, pasando de unos 600 a cerca de 900 euros. La jornada anual se redujo en más de 100 horas al año, se implantó un plus de noches y otro de fines de semana, el calendario laboral anual y el descanso pagado de 20 minutos.

Segundo convenio: superando el miedo

Para preparar las reivindicaciones del segundo convenio (2006-2008), se organizaron reuniones de todas las delegadas del sector en las que estudiaron el convenio previo y concretaron sus propuestas de mejora. Antes, durante y después de la negociación del convenio se hizo un trabajo constante en los centros con las compañeras de trabajo para superar el miedo y dejar claro que “si no nos movemos, nadie nos regalará nada”. Hicieron paros de varias horas durante 60 días, y así consiguieron que este segundo convenio incluyese mejoras en jornada y salario. En residencias como Larramendi, donde estaban más fuertes, consiguieron tener su propio convenio.

Tercer convenio: huelga indefinida en Igurco

La patronal no quería un tercer convenio, consideraban que las demandas de las trabajadoras eran completamente desproporcionadas. Por eso fue necesario ir a la huelga indefinida en los centros de día gestionados por la empresa Igurco. El centro Nafarroa de Zornotza también se sumó a los paros. Igurco se vio forzada a presionar a la patronal del sector para que se firmase el convenio, de forma que las condiciones laborales mejorasen en todas las residencias y no solamente en las suyas, aumentando los costes por igual para no perder competitividad. Así fue como las trabajadoras conquistaron su tercer convenio (2009-2011), que incluía un aumento salarial del 12,24%, un plus de antigüedad y mejoras en los pluses por domingos y festivos.

Cuarto convenio: defendiéndose de la reforma laboral

El cuarto convenio (2012-2015) fue una batalla para defenderse de la reforma laboral de 2012. Entre otras cosas, esta reforma suponía que pasados dos años de la caducidad del convenio se aplica el convenio de ámbito superior. En este caso se pasaría al convenio estatal, con condiciones mucho peores. Esta vez se les propuso a las trabajadoras que la lucha no fuera por el salario o la jornada, sino para evitar sufrir esta reforma laboral, introduciendo en el convenio cláusulas antirreforma. Tuvieron que hacer un total de 24 jornadas de huelga, pero lo consiguieron, junto con un aumento de los salarios ligado al IPC y una mejora en las reducciones de jornada y las excedencias por cuidado de hijos.

Quinto convenio: las trabajadoras son quienes tiran de la lucha

El quinto convenio (2016-2020) supuso un salto cualitativo. Los objetivos de las trabajadoras eran un aumento de 140€ anuales, reducir la jornada laboral 106 horas hasta las 1592 al año, cobrar el sueldo íntegro durante las bajas y un aumento de los pluses de festivos y noches. La patronal se negó, e incluso les hizo una oferta de muy mal gusto: reducir la jornada en 20 segundos al día. Las trabajadoras se levantaron de la mesa de negociación y fueron a una huelga que haría historia: 378 días en total. Aguantando más de un año de huelga con manifestaciones constantes, una acampada frente al teatro Arriaga y el apoyo de Babestu, la asociación de familiares de residentes, conquistaron todas aquellas demandas. Tras años de aprendizaje y empoderamiento, en lugar de que sindicatos y delegadas tiren de las trabajadoras para salir a la calle, fueron ellas quienes tiraban y el sindicato quien tenía que calmarlas. Estaban enfadadas y eran plenamente conscientes de dónde se estaban metiendo.

Sexto convenio: dos años de conflicto

Tras dos años de conflicto y 68 días de huelga, el sexto convenio, firmado en mayo de 2023, elevará gradualmente el salario bruto de las gerocultoras de 1460 € anuales a 1800€ en el año 2025. Han conquistado también la semana laboral de 35 horas, la obligatoriedad de cubrir las bajas desde el primer día, que al menos el 85% tengan contrato fijo, planes de igualdad y de fomento de uso del euskera.

Txomin Lasa, responsable de ELA del sector sociosanitario, explica que su sindicato apuesta por cambiar su mirada de un sindicalismo “clásico” con rostro de varón del sector del metal. “La gente precaria sobre todo tiene rostro de mujer, y de migrante.” Han hecho una apuesta estratégica en los sectores feminizados como limpieza, textil y sociosanitario, que sufren una clara brecha salarial.


A la vista están los resultados que logra este sindicalismo de base combativo, empoderante y apoyado por una caja de resistencia robusta. Años de movilizaciones y huelgas han puesto a las trabajadoras al frente de su propia lucha. Ahora disfrutan las condiciones laborales que se han ganado. Como dicen ellas mismas, “si no nos movemos, nadie nos va a regalar nada”. Cada vez están más cerca de tener las mismas condiciones que las residencias de ancianos públicas. Tienen claro que en el futuro todas las plazas del sistema público deben ser de gestión pública, hasta el punto de que en 2021 hicieron cuatro días de huelga en todo el País Vasco y Navarra exigiendo acabar con los conciertos y que todas las residencias sean públicas. Tomemos nota y sigamos su ejemplo.

Si quieres saber más, o compartir alguna experiencia de sindicalismo de base, escríbenos a cuadernosdetrabajo@outlook.com

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En las luchas sociales en la que vivimos, la desorganización es sinónimo de fracaso. Y, el fracaso, es sinónimo de pérdida de derechos. De calidad de vida. De dignidad. Este blog explora, a través de las experiencias y reflexiones de distintos colectivos y sindicatos, alternativas a la mera canalización del descontento social y distintas metodologías para organizar realmente a las personas y construir poder popular.
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