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Cuerpo
La tendré pequeña y otros miedos de verano
El impulso a las prácticas naturistas puede ser un paso en la mejora de la calidad de vida de las personas debido a los trastornos psicológicos y alimentarios que provoca la presión estética. Promovamos un nuestras piscinas municipales días ‘sin bañador’ para este verano. ¡Allí nos veremos!
No parece que los vascos hayamos sido nunca demasiado propensos al nudismo. Aunque caigo en una generalización, algunes mujeres haciendo topless… y poco más. De hecho, es más fácil ver una mujer vasca tomando el sol sin la pieza superior del bikini en una playa del Mediterráneo que no en aguas del Cantábrico.
Yo también era así. No me hubiera quitado nunca el bañador cuando iba con mis amigos de la kuadrilla a pillar olas en la playa de Zarautz. Pero la vida no es inmóvil. Y un día marché a vivir a Palma. Todavía recuerdo el primer día que fuimos a hacer una zambullida con los que se convertirían en la pandilla de amigos mallorquines. Fuera camiseta, fuera menorquinas, fuera calzoncillos… Y ale. Ya estaban desnudos y dispuestos a entrar mar adentro. Y yo, cual pato negro, entré en el agua con mi bañador y mis miedos. ¿La tendré pequeña? ¿Estoy bueno? En fin, no era yo, eran siglos de educación patriarcal sobre mis espaldas.
No pasaron más de dos o tres tardes de ir a la playa hasta que me zafé del bañador, en medio de las aguas d’Es Cargol, en la costa mallorquina. Y estirando del cordón, me lo ligué al tobillo. Cuerpos desnudos en unas tardes donde no había más vida que la que cabía en lo que mida una toalla sobre la arena. Tornar con la ventana bajada, Antònia Font en el radiocassete, la saladina cubriendo la piel ya seca. Y quizás, también, unas pequeñas algas de posidònia pegadas al muslo.
Mira por dónde, todavía hoy en día me baño en pelotas en aquellas playas donde está permitido o no hay nadie. Pero probablemente no lo haría a Zarautz, con mi kuadrilla. Todavía me da cosa. Y es que todo se reduce a una cuestión de aprendizaje social. No hay ninguna duda de que el cuerpo humano (o mejor dicho, el desnudo), es uno de los grandes tabúes sociales existentes. Por eso, la mayoría de la población no es nudista en la playa ni tampoco practica el naturismo en otra actividad de la vida, como una piscina. Promover días sin bañador en las piscinas públicas de nuestras ciudades es una pequeña (gran) gesta.
Aun así, que constatarmos esta realidad no equivale a aceptar qué sea una conducta fortuita y natural. Más bien al contrario, desmitificar la importancia del cuerpo humano es, a mi parecer, uno de los grandes retos del progreso de nuestra sociedad.
Más allá de ruborizarnos cuando nos imaginamos desnudos en un espacio público concurrido, los resultados de hacerlo a menudo apuntan hacia un reconocimiento de nuestro cuerpo y su aceptación tal como es. O sea, nos ayuda a perder la vergüenza de mostrar un cuerpo que —también en una inmensa mayoría de los casos—, no se ajusta al 100% al estereotipo de belleza que hemos aceptado como sociedad. Y de paso, combatimos la presión estética. Además, cuando desviamos la mirada hacia las otras personas, ejercemos la capacidad de ver la belleza de cualquier cuerpo, con sus imperfecciones y perfecciones.
Por eso creo que el impulso a las prácticas naturistas puede ser un paso en la mejora de la calidad de vida de las personas. Son más que evidentes, de hecho, los trastornos psicológicos y alimentarios que provoca la presión estética. ¿Y qué significa eso de la presión? Pues la omnipresente reivindicación publicitaria de cuerpos sometidos a los cánones de belleza actuales: estar delgado hasta el punto de enfermar, no tener arrugas, teñirte las canas, sin duda estar depilado, etc... Vaya, intentan que escondamos nuestra propia naturaleza humana. Pero la mejora también creo que es sexual. No es que la tenga pequeña o grande (que es mi miedo), sino que tenemos lo que (nos) proyectamos.
Así que no se trata de obligar nadie a practicar el naturismo, si no de posibilitar que lo puedan hacer aquellas personas que lo deseen. Y cómo que la playa d’Es Cargol nos queda un pelín fuera de la ciudad... hagámoslo posible en nuestras piscinas municipales. Promovamos días ‘sin bañador’ para este verano. ¡Allí nos veremos!
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