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Culturas
Rodillo, agencia de publicidad anticapitalista
El dependiente de una tintorería con un sospechoso parecido al humorista Eugenio tiene que limpiar la gabardina de Montserrat Tura, exdiputada socialista en el Parlament de Catalunya. Por ese trabajo pide 420 euros y para sufragar el gasto se pone en marcha un crowdfunding, un proceso de microfinanciación colectiva. La prenda se ensució en la acción de protesta Aturem el Parlament en Barcelona el 15 de junio de 2011 por la que en 2015 ocho personas fueron condenadas a tres años de prisión. Las manchas de la gabardina siguen esperando hoy que el mecenazgo popular consiga reunir esa ridícula cantidad para ser limpiadas.
Todo esto pasó y no pasó, en realidad. Desvelemos las cartas. “Hicimos un cortometraje de ficción de humor acompañado de una estrategia en redes para una campaña antirrepresiva en lugar de recurrir al típico cartel de denuncia”, explican los responsables de esta iniciativa comunicativa que en 2016 pretendía volver a situar el asunto en la agenda: montar ruido, que se hablara otra vez de Aturem el Parlament y de la solicitud de indulto de las personas condenadas que se iba a presentar al Ministerio de Justicia. Y hacerlo con carcajadas, aunque el tema fuese serio. Ambos objetivos se alcanzaron.
Los autores de esa acción se presentan ahora como Rodillo, agencia de publicidad anticapitalista. Según dicen, lo suyo, lo que les gusta, es hacer chistes malos, montarse películas, trolear a la ultraderecha, hackear plataformas y hacer memes. Palabras clave para los siguientes párrafos: publicidad, trolear, memes.
“Hacemos constantemente campañas gráficas para movimientos sociales con un lenguaje más directo: desde cartelería a clips de vídeo”, empiezan a detallar desde Rodillo sobre su actividad, polifacética, sin firma y desmarcada voluntariamente de la etiqueta de arte político. “Somos conscientes de que son necesarios diferentes tonos para diferentes objetivos y consideramos que no son excluyentes y que pueden —y deben— coexistir en una izquierda diversa y con targets distintos. Aunque en la web están recogidos algunos de ellos —como carteles para charlas, convocatorias o los gráficos que hemos hecho para La Directa—, generalmente no solemos atribuirles una autoría porque ni tiene mucho sentido ni es algo que nos apetezca potenciar ya que, en efecto, nos va más lo de la confusión”.
Lo que más les interesa, aseguran, son modelos de comunicación enrevesados, más “arriesgados pero a su vez más disruptivos y con mayor potencial comunicativo”. Apuntemos ya otro concepto clave en este reportaje: guerrilla de la comunicación.
“Una de las características de la guerrilla —describen entrando en materia— es utilizar los códigos pop, las imágenes del propio capitalismo alteradas para atravesar esas esferas. Habitualmente, de hecho, trabajamos con referencias absolutamente populares como Pantomima Full para el spot del Sindicat de Llogateres o la serie Mad Men para la campaña Adéu Bcn!, impulsada por sindicatos de barrio y de vivienda”.
Este colectivo de guerrilleros comunicativos señala que también busca ese choque de mundos en las intervenciones que desarrolla en redes sociales, “pensadas para que atraviesen y expandan las propias burbujas: la idea es que el público sea partícipe de las acciones e interactúe con ellas, no necesariamente a favor, hasta que esas burbujas estallan abriendo líneas de fuga”. Como ejemplo exitoso citan el fake que realizaron junto a la productora audiovisual Metromuster sobre la valla publicitaria de la película Ciutat Morta en el festival de San Sebastián, que se fue expandiendo desde la complicidad de cuentas de Twitter cercanas hasta provocar un ruido que llegó a oídos de los medios y de los responsables de TV3, “logrando que la película se emitiera en este canal tras meses dando largas a la productora por cuestiones puramente políticas”. Otras veces, reconocen, “no eres capaz de romper esa burbuja pero siempre te echas unas risas y eso también siempre es salud para la resistencia”. Y así hemos llegado a otros dos protagonistas importantes en esta historia: los fakes y las risas.
“Darle la vuelta al lenguaje del poder es un giro en la creación que es muy potente, es una manera de responder desde la ironía, un proceso de afirmación que requiere de pocos recursos”, sostienen desde Rodillo
Las primeras experiencias en la comunicación política de quienes participan en Rodillo estaban relacionadas con la contracultura, el punk, la okupación, sus canales y modos de hacer: los collages, los fanzines, las radios libres, el hazlo tú mismo. Fueron su escuela, luego se matricularon en las técnicas de la guerrilla comunicativa y el culture jamming —sabotaje cultural— de los años 90 y primera década del siglo XXI, atraídos por las dinámicas de la comunicación que utilizaba el movimiento antiglobalización, la apropiación de los signos que hacían los zapatistas y los discursos de otros colectivos que empleaban recursos como la exageración, la simulación, la sobreidentificación, la subversión de los códigos o invenciones muy creíbles para criticar el consumismo, los partidos políticos y los mensajes de los medios de comunicación. Con sus diferencias, en esa liga de las prácticas que provocaban el despiste —y que a menudo eran infravaloradas como broma sin importancia política— jugaban nombres como los de la Fiambrera Obrera, los Yes Men, Luther Blissett/Wu Ming o la revista Adbusters, analizados en ese indispensable título de cabecera que fue el Manual de guerrilla de la comunicación, publicado por Virus en el año 2000.
“Darle la vuelta al lenguaje del poder es un giro en la creación que es muy potente, es una manera de responder desde la ironía, un proceso de afirmación que requiere de pocos recursos. Ese fue un momento de eclosión y se da un giro, al menos en el Estado español, en el que esas influencias generan fenómenos como los colectivos de guerrilla Las Agencias o Yomango. Hemos pasado por estos colectivos y también por otros como Metromuster, surgidos del 15M y enfocados en el vídeo-activismo y el cine documental, y también colaboramos puntualmente con muchas personas que igual no tienen esta trayectoria pero nos hemos ido encontrando en el camino”, hacen recuento desde Rodillo.
Pero en sus intervenciones han recogido todos esos aprendizajes y actualizado sus estrategias, teniendo en cuenta las mutaciones del entorno comunicativo y los movimientos del gran capital: “Pensando en lo rápido que hemos de reaccionar en la resistencia cultural frente a la velocidad a la que van las cosas, nos paramos un momento y decidimos que si hay tácticas que han quedado obsoletas, por ejemplo todos los fakes activistas que se hicieron en Twitter justo después del 15M recogidos en el vídeo The Troll Face —porque ahora serían inocuos o directamente contraproducentes entre tanta fake news—, nos pueden servir para proponer o elaborar nuevos enfoques comunicativos”.
“Las imágenes son ahora fantasmas que aparecen y desaparecen y quizá por eso hacer memoria a través del archivo de las luchas culturales es más necesario que nunca”, plantean desde Rodillo
En Rodillo hacen pero también conservan, y quieren constituir una suerte de archivo de las prácticas comunicativas desarrolladas durante la última década, más allá de sus propias acciones, ya que muchas se desarrollaron de manera colectiva y anónima. “Desde la aparición de las redes sociales, la comunicación se ha acelerado tendiendo prácticamente al directo, al presente. Las imágenes son ahora fantasmas que aparecen y desaparecen y quizá por eso hacer memoria a través del archivo de las luchas culturales es más necesario que nunca. Estas acciones no van a formar parte de ninguna memoria oficial así que sentimos la necesidad de recopilar algunos de los trabajos que hemos hecho o en los que hemos colaborado”, resumen.
El día en que murió la contracultura
En septiembre de 2003, la revista Adbusters empezó a vender Black Spot, las zapatillas deportivas diseñadas y comercializadas por estos activistas de la antipublicidad. Es el momento en el que, según Joseph Heath y Andrew Potter, autores de Rebelarse vende (Taurus, 2005), quedó claro que la rebeldía cultural, tal y como la plantea Adbusters, no supone una amenaza para el sistema sino que es el propio sistema. ¿Cómo va a ser transgresor vender calzado deportivo?, se preguntaban los dos investigadores en modo retórico en un ejemplo que venía a resumir la polémica tesis principal del libro: que nunca hubo un enfrentamiento entre la contracultura y la ideología del sistema capitalista y que, desde el momento en que nació, la contracultura siempre tuvo un espíritu empresarial. Las intervenciones sobre lo simbólico, denunciaban Heath y Potter, no parecen tener capacidad de transformación en un sentido progresista. En los últimos años se ha comprobado, incluso, que la gramática contracultural puede ser una herramienta válida y efectiva para la difusión de ideas conservadoras y reaccionarias. La nueva derecha ha descubierto la semiótica, se lee en Leia, Rihanna & Trump (Descontrol, 2019), un ensayo firmado por Proyecto UNA que desbroza los movimientos culturales más relevantes del último lustro y analiza los entornos que propiciaron la llegada al poder de dirigentes autoritarios como Trump o Bolsonaro. En sus páginas señalan que la estrategia más efectiva de la alt-right —la derecha alternativa, el término para designar a la extrema derecha del siglo XXI en Estados Unidos— sigue siendo la reapropiación de símbolos aparentemente pacíficos, estéticas infantiles que resultan comunes (dibujos animados, videojuegos, cómics,...) y resignificar esa cultura popular para conseguir hacer pasar su ideología reaccionaria como algo inofensivo. “Propagar ideas racistas y machistas por medio de memes en redes sociales y mensajería informática se vuelve mucho más efectivo que cualquier otro medio de adoctrinamiento”, afirman mientras subrayan que conviene no olvidar que detrás de todo esto “existen intereses políticos, corporaciones transnacionales y empresas publicitarias que se lucran con la circulación masiva de estas ideas”.
“El fascismo nunca ha conseguido crear cosas nuevas, sino que se ha dedicado a robar o reinterpretar mitos y símbolos del pasado y de la cultura popular”, afirma el colectivo Proyecto UNA
Preguntadas por las razones por las que la extrema derecha actual ha utilizado prácticas comunicativas desarrolladas por la izquierda contracultural, desde Proyecto UNA, que se define como colectividad millennial cuyo objetivo es desenmascarar las nuevas formas de fascismo, aluden al carácter parasitario de este: “Nunca ha conseguido crear cosas nuevas, sino que se ha dedicado a robar o reinterpretar mitos y símbolos del pasado y de la cultura popular. La estética fascista siempre ha ido a remolque de las izquierdas, como se puede ver claramente analizando la propaganda de ambos bandos durante la guerra civil, o en la actual estética fashwave, que no es más que la apropiación del movimiento artístico del vaporwave”.
En 2018, Angela Nagle publicó Muerte a los normies, un libro traducido al español por Orciny Press en el que indicaba los nombres propios y las dinámicas por las que una subcultura extremista y confinada en los márgenes terminó calando en grandes capas de la población estadounidense, en algunos medios de comunicación e incluso en el propio Despacho Oval. “La idea de que la vanguardia o lo radical son necesariamente de izquierdas proviene de los modos en que entendemos las subculturas”, decía Nagle entonces a El Salto, apoyándose en el hecho de que, en su opinión, ser provocador es una idea que ha vivido mejores días. “Ya es hora de desterrarla, desde el mundo del arte a la cultura pop. La vanguardia ha acabado. El deseo de ser un individuo único y diferente a la norma es una idea muy sobada”. Nagle también expresaba una cierta autocrítica sobre la creencia en la capacidad emancipatoria de internet: “Nuestra ciberutopía a menudo nos hace asumir que los movimientos online siempre van a ser de liberación”.
Machismo
Y el meme salió rana
En su propagación, la nueva extrema derecha estadounidense forjada en internet ha empleado lenguajes, herramientas y conceptos que parecían coto privado de la izquierda. Un breve ensayo de Angela Nagle ofrece pistas para desentrañar este cambio de paradigma.
Desde Rodillo confirman que en los últimos tiempos ha habido una apropiación de códigos y metodologías usadas tradicionalmente por la izquierda, como los memes o los fakes, pero apuntan también diferencias significativas: “El fake se ha usado desde la izquierda como táctica para atravesar la esfera pública y los medios de comunicación dominantes, especialmente antes de internet o en sus inicios y hasta la eclosión de los primeros años de Twitter, el 15M y la primavera árabe. Ahora la ultraderecha llena las redes de fake news, pero hay una diferencia. A la izquierda antagonista le interesa que el fake se desvele porque arroja luz sobre los hechos y pone en jaque a los propios medios. A la ultraderecha le da igual que se desvele. Otra diferencia es que las fake news están realizadas por agencias y hay mucho dinero de por medio, hay lobbies”.
Proyecto UNA sitúa el giro en torno a 2010, cuando se empezó a hablar de “manosfera” (del inglés “hombre” y “esfera”) en internet, y menciona la importancia en ese proceso de 4Chan, un foro anónimo que, pese a su potencial transformador, acabó convertido en una ciénaga de odio en la que la extrema derecha pescó. El todo por las risas que caracterizaba sus interacciones terminó siendo una puerta de entrada al machismo y al racismo más descarnados. En Leia, Rihanna & Trump lo dejan claro: “4Chan, yendo a contracorriente, consiguió precisamente penetrar en nuestra forma de ver el mundo como pocas creaciones digitales lo han conseguido. Dado que los participantes de este foro se veían a sí mismos como perdedores ajenos a un mundo que los rechazaba por su forma de ser y sus aficiones, decidieron tomar el papel de agitadores sin nada que perder. Consiguieron redefinir y fijar el concepto de trolear: inventaron la mitad de las bromas y el tipo de comunicación que aún hoy utilizamos, los memes. Finalmente, fueron la cuna de Anonymous, entre otros movimientos de corte comunitario. Hoy en día, resulta imposible hablar de internet sin hablar de la influencia de 4Chan”. En Proyecto UNA recuerdan que en los inicios de ese foro había elementos subversivos, y en cierto modo vanguardistas, en su acercamiento a los modos de producir cultura —autoría compartida, gusto por la remezcla y el collage, aparente antiautoritarismo y rechazo al liderazgo visible—, pero lamentan que el resentimiento, la envidia y la desconfianza terminaran imponiéndose para construir un monstruo.
“Una estética antisistema que esté vacía de contenido y propuestas es peligrosa, buen ejemplo de ello es la lucha contra el cambio climático, en la que toca pelear y meter discurso para que no se convierta en capitalismo o hasta en fascismo verde”, advierten desde Proyecto UNA
De cara al futuro más inmediato, estas activistas consideran que hay que crear imaginario y tener referentes en la ficción, pero también invertir tiempo y recursos para comprender “cómo operan las grandes plataformas de vídeo y streaming y decidir conscientemente si queremos estar allí y de qué forma”. En este sentido, en Rodillo se proponen investigarlas “no solo para saber usarlas sino para hackearlas en la medida de lo posible, es decir, si los fakes que se hacían en Twitter en 2011 hackeaban al propio Twitter para poder crear cuentas falsas, ahora hay que buscar otras formas de burlar estas plataformas”.
Desde Proyecto UNA recomiendan huir de dogmatismos y experimentar con canales y formatos nuevos, para lo que entienden imprescindible la observación de “lo que está haciendo la chavalada, porque hay gente muy joven haciendo un contenido de muchísima calidad con discurso anticapitalista y feminista. La brecha existente entre alguna de esta gente y los movimientos sociales de su barrio es algo que en algún momento hay que solventar”. Y advierten, a modo de resumen y conclusión, sobre los riesgos de fiar la iniciativa política a mera cuestión de imagen: “Una estética antisistema que esté vacía de contenido y propuestas es peligrosa, buen ejemplo de ello es la lucha contra el cambio climático, en la que toca pelear y meter discurso para que no se convierta en capitalismo o hasta en fascismo verde”.
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Os dejo por aqui en descarga el Manual de guerrilla de la comunicación. Un libro que repasa formas, acciones y colectivos de contrapublicidad etc. https://www.viruseditorial.net/paginas/pdf.php?pdf=luther_blisset_manual_guerrilla_comunicacion_baja.pdf
El surgimiento de nuevos movimientos sociales en la última década se ha visto acompañado de nuevas formas de ocupación del espacio público y de entender la (contra)información. Sin embargo, muchas de estas formas no son nuevas. En el manual se hace un exhaustivo repaso histórico y conceptual de los grupos, ideas y formas de actuación que podemos asociar a la práctica de la guerrilla de la comunicación.
Uhmm..
Pues se ha quedado un bonito día para hacer un publireportaje ¿no?
Tratar de “documental” a ciutat morta es un insulto ni contracultura ni nada
Diselo al Festival de Málaga de Cine Español :
"Ciuat Morta" Premio al mejor documental. 2014
Asi esta el nivel, a no ser que fuera el premio de ciencia ficcion
Debes ser más de Asimov...
pero hombre, no ves que la peli da para hablar de un poder transversal al catalanismo y el PSOE y enquistado en el Ayuntamiento BCN? No te motiva?