Decrecimiento
Tiempo y responsabilidad para el cambio

En el libro ‘Decrecimiento, del qué al cómo: Propuestas para el Estado español’ (Icaria, 2023), Luis González Reyes y Adrián Almazán dan ideas para actuar frente a la crisis climática y civilizatoria en marcha.
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7 oct 2023 06:00

Habitualmente resulta bastante complicado hablar de decrecimiento, ya que hablamos de una cosmovisión muy distinta a la hegemónica, que representa cambios profundos en nuestros imaginarios y en nuestra forma de pensar, sentir y actuar en todos los ámbitos y escalas.

Comprenderlo y/o explicarlo, requiere básicamente de tiempo para buscar respuestas a el qué, el por qué, el cómo, en una sociedad dónde ese es uno de los bienes más escasos.

El por qué seguramente resulte, dentro de su complejidad, la parte más sencilla de responder, ya que nos podemos agarrar a la ciencia. Tanto a los miles de estudios científicos como a los informes o artículos realizados por los mismos científicos, activistas y/o divulgadores que nos ahorran largas horas de lectura de tediosos, interminables y muchas de las veces incomprensibles textos sobre clima, biodiversidad, recursos, desigualdades y un largo etcétera, que nos llevan a la conclusión de que estamos cruzando los límites biogeofísicos y sociales, así que “necesitamos dejar atrás una civilización basada en la dominación de la naturaleza y de las personas”, como comentan Luis González Reyes y Adrián Almazán, autores de Decrecimiento, del qué al cómo: propuestas para el Estado español (Icaria, 2023).

Pensamiento
Crisis sistémica Antifragilidad
Los sistemas pueden ser frágiles, resilientes o antifrágiles. Los sistemas frágiles son los que colapsan ante variaciones del entorno. Y los antifrágiles son... el futuro.

La pregunta por el qué trasciende con creces la crítica al paradigma del crecimiento económico con sus implicaciones extractivistas y colonialistas y una propuesta política, económica y social. Se trataría antes, más bien y también, de una revolución cognitiva, de una metanoia colectiva.

El miedo a lo nuevo juega en contra de un cambio de paradigma frente a la comodidad y seguridad de mantenerse en una cosmovisión y en unas prácticas ya conocidas

Requiere pues de un cambio fundamental en las creencias y prácticas, en los valores culturales y filosóficos, en la manera en la que miramos al mundo, de un enfoque holístico, integral, interdisciplinar contrario al reduccionismo, la compartimentación y la especialización. Sin duda, un proceso nada sencillo, como nos muestra la historia, y que en este caso implicaría la renuncia voluntaria (o no) de quienes ostentamos muchos de los privilegios causantes de los problemas civilizatorios que hemos de afrontar, de la hibris que promueven los valores basados en el egoísmo, la ambición y la ostentación del capitaloceno.

En ese sentido, lo perturbador del cambio, el miedo a lo nuevo, a lo extraño, juegan en contra de un cambio de paradigma frente a la comodidad y seguridad de mantenerse en una cosmovisión y en unas prácticas ya conocidas. Además de los conflictos de intereses y de poder que ello conllevaría, tal y como dice Thomas S. Kuhn.

El cómo suele ser el quid de la cuestión y la pregunta recurrente que suele quedar en el aire en el turno de preguntas de cualquier charla sobre decrecimiento, la que pareciera que se responde con inconcreciones y/o generalizaciones. Quizá eso se debe a que no hay una única respuesta posible.

El cómo suele ser el quid de la cuestión y la pregunta recurrente que suele quedar en el aire en el turno de preguntas de cualquier charla sobre decrecimiento

El decrecimiento como propuesta intenta dar respuesta a un problema global siendo factible (dentro de los límites), justo y deseable (tanto emocional como racionalmente). Postula el traslado de la acción, en la mayoría de los casos a lo micro en “comunalismos” y/o “eco-regiones” autónomas, autosuficientes y auto-gestionadas con sus diversas idiosincrasias sociales, culturales y ecológicas y en algún caso a lo meso (confederaciones en lugar de Estados).

Es decir, que para responder al cómo hay que conocer el qué y el por qué, pero también los contextos locales o regionales (en cuanto a metabolismo, externalidades disponibilidad de recursos…) y a partir de ahí, sería responsabilidad de cada comunidad responder a la pregunta (siempre en términos de justicia social y ecológica).

Dejando esa ventana de definición final por la comunidad abierta por coherencia, el libro de González Reyes y Almazán, Decrecimiento: del qué al cómo, consigue ir respondiendo a esas preguntas siempre dejando claro que se trata de ideas para el debate. 

En la primera parte del texto, los autores responden al por qué exponiendo la situación actual en cuanto a temas tan diversos como entrelazados como el clima, los recursos, la biodiversidad, o lo social y en como el capitalismo industrial global colisiona con los límites ecológicos y sociales, lo que nos llevaría al desmoronamiento del orden político, económico y cultural. Un escenario en el que las formas de organización social que pudieran surgir irían desde sociedades justas, autónomas, autogestionarias, igualitarias y sostenibles hasta sociedades autoritarias, ecofascistas, que podrían encontrar la solución en derivaciones de las tesis malthusianas. 

El libro de González Reyes y Almazán entra de cabeza en el cómo del decrecimiento con propuestas para una transición ecosocial y ejemplos que están en marcha y que pueden servir de inspiración

En este contexto, el por qué surge por necesidad, por urgencia, por consciencia, solidaridad, empatía o, como comentan los autores, “por responsabilidad”. Todas ellas y muchas otras razones son necesarias y suficientes.

A continuación, los autores abordan el qué, exponiendo las ideas fuerza del decrecimiento, como la relocalización y diversificación de la economía, su inserción dentro de los límites, pero de forma justa, es decir, con una fuerte redistribución o la integración de la producción y la reproducción.

La tercera parte realiza un análisis sectorial del metabolismo del Estado, entrando de cabeza en el cómo con propuestas para una transición ecosocial en dichos sectores y ejemplos a pequeña escala que están en marcha y que pueden servir de inspiración. 

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Junto con la primera parte, esta sección conforma las aportaciones duras del análisis. Un análisis fundamental teniendo en cuenta que “el nivel de incomprensión acerca de la gravedad del colapso ecológico en marcha es inmenso” (añadiría también social). Si no comprendemos la complejidad del problema ni su magnitud, resulta complicado encontrar las estrategias o medidas adecuadas y es sencillo abrazar otras falsas soluciones más fáciles de digerir por no poner en entredicho nuestro sistema de valores basados en los mitos del progreso y el tecno-optimismo. 

Dicho análisis sectorial representa un gran esfuerzo en esa tarea titánica que supone ir aterrizando las propuestas del decrecimiento teniendo en cuenta que solo la tarea de esbozar una aproximación de las externalidades por sector representa una cantidad de datos inconmensurable y dificilísima de rastrear.

En esta parte es troncal la diferenciación entre los ámbitos económicos del mercado, el Estado, los hogares y la comunidad, entrando en las fortalezas, debilidades y vicisitudes de cada una de ellas en particular y en cada sector con una clara apuesta por las economías del hogar y la comunidad.

La cuarta y última parte del libro, también trata del cómo, pero en este caso pasamos de un toque más “materialista” a uno mas “constructivista”. En ella se abordan posibles estrategias para una transición decrecentista, reflexionando sobre, por ejemplo, los sentimientos que nos motivan a la acción, sobre qué es necesario para una transformación cultural y política en el contexto en el que vivimos o sobre cómo promover imaginarios donde no se vea el decrecimiento como un retorno a las cavernas sino como algo necesario y deseable.

En definitiva, González Reyes y Almazán (como tantos otros activistas, científicos y divulgadores), por responsabilidad, se han tomado ese tiempo del que hablábamos al principio (sin pompa ni pretensiones) y nos lo han ahorrado (¿hay algo más valioso?), comprimiendo en forma casi de manual la base sobre la que construir una sociedad justa y sostenible aterrizada en un territorio concreto (el nuestro). Una tarea de investigación e imaginación muy necesaria, repleta de reflexiones y referencias, a las que habrá que volver asiduamente y que habrá que ir completando con tomos (del “manual”) cada vez más acotados a territorios o ecoregiones más pequeños. Una tarea que tendríamos que abordar entre todas y que los autores ya han empezado en Euskadi y Navarra y que en breve se va a extender a Catalunya.

Solo me queda agradecerles el esfuerzo y la esperanza de que nos tomemos una fracción diminuta del tiempo que les ha tomado esta enorme tarea en nuestras ajetreadas vidas para leer el libro, reflexionar, debatir y actuar.

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