Las mujeres argentinas empujan en la calle la reforma para despenalizar el aborto

“Me metí en casa de un médico, no sabía ni quién era: ni pensé que me podía haber muerto”. “Sucio, maloliente, viejo, desgastado… no llevaría a mi perro al lugar donde me hicieron ese aborto”. Los abortos clandestinos ponen en riesgo la salud de las mujeres en un país que debate hasta junio su despenalización. Las mujeres argentinas volvieron a mostrar su apoyo a la reforma en una movilización multitudinaria el pasado 4 de junio.

Pañuelazo Argentina Aborto 4 de Junio 2
Alejandro Rodríguez El pañuelo verde se ha convertido en un símbolo de la movilización para despenalizar el aborto en Argentina.
6 jun 2018 06:00

“Estamos emocionadísimas las viejas de ver a tanta chica joven con el pañuelo verde. Hace pocos años éramos apenas diez las locas que lo llevábamos. Hoy seguimos todas con él, aun si la protesta es por otra cosa”. Valeria es de Bahía Blanca, una ciudad a 600 kilómetros de Buenos Aires. Valeria pasó por la experiencia un aborto a los 16, y ahora tiene 61. “Te estoy hablando de hace muchos años, no había Misoprostol ni nada parecido”.

Los pañuelos verdes simbolizan el apoyo al derecho a decidir de la Campaña Nacional por el aborto legal, seguro y gratuito, una marea de color esperanza que inunda las calles de Buenos Aires desde febrero, cuando el gobierno de Mauricio Macri, del partido Cambiemos y en el poder desde 2015, diera el sí al debate en Congreso sobre el derecho al aborto. La marea verde salió de nuevo a la calle el pasado 4 de junio, cuando una marcha masiva volvió a mostrar en Buenos Aires que la reforma cuenta con el apoyo de las mujeres, que marcharon bajo la consigna de Ni una menos por abortos inseguros

En Argentina, la interrupción voluntaria del embarazo solamente es legal si la salud de la mujer gestante corre peligro y en casos de violación, sin necesidad de realizar una denuncia, según la ley de 1987 y el fallo FAL de 2012. Desde abril y hasta junio de este año, se debate en el Congreso la propuesta de ley para eliminar las condiciones hasta la semana catorce, que garantizaría la interrupción del embarazo legal, segura y gratuita en todos los casos.

Lo cierto es que la penalización actual no disuade a las mujeres, y que se producen miles de abortos al año en Argentina, al igual que en otros países donde está criminalizado. “El debate no es ‘aborto sí, o aborto no’, sino ‘clandestinidad sí o clandestinidad no’”, comenta Silvia Alejandra Martínez, diputada argentina por el partido político Unión Cívica Radical (UCR) y jefa de la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia. “El aborto sí sucede, es sacarlo de la clandestinidad lo que nos puede llevar a reducir este índice que tanto nos duele”, continúa.

Según CELS, el Centro de Estudios Legales y Sociales, basado en Buenos Aires y que realiza estudios sobre derechos humanos en Argentina, “la legalización del aborto es un tema de derechos humanos”. El CELS se posiciona a favor del derecho a decidir, argumentando que obstaculizar el aborto legal viola derechos fundamentales de las personas con capacidad de gestar. El aborto inseguro es un problema de salud pública, comenta Edurne Cárdenas, abogada en CELS. Las complicaciones derivadas de abortos realizados en condiciones de riesgo presentan la mayor causa de mortalidad materna en Argentina y son efectos injustos de su penalización, según datos recogidos en los últimos treinta años por el organismo.

Estos datos no son únicamente cifras: detrás de ellos hay personas cuyo derecho a decidir sobre su propio cuerpo ha sido obstaculizado. “Recuerdo la sensación de estar escondiéndome”, continúa Valeria. “Mis padres nunca se enteraron. Yo salí de aquel consultorio y me quedé en casa de una amiga un par de días. En retrospectiva, me doy cuenta de la inconsciencia. Me metí en casa de un médico, no sabía ni quién era. Ni pensé que me podía haber muerto”.

“Las ricas abortan, las pobres mueren”

No todas las mujeres y cuerpos gestantes sufren las consecuencias de la ley argentina de la misma manera. Línea Simona es un colectivo feminista que, de forma gratuita, realiza acompañamientos en abortos seguros con Misoprostol, un componente abortivo presente en un medicamento destinado a aliviar dolores de artritis y comercializado como Oxaprost. “Las Simonas entendemos la causal salud como salud integral, y derivamos a toda mujer en situación de vulnerabilidad al servicio público”, explica Alma, militante en Simona desde hace dos años y medio. En casos de vulnerabilidad económica o social, el aborto entra dentro del marco legal actual.

Es crucial precisar que abortar presenta un esfuerzo económico que no todas las personas pueden realizar. Mariela acudió a una clínica, pero le supuso una deuda grandísima. “Mis padres me ayudaron, pero les debí plata durante mucho tiempo”. Mientras una parte de la población puede pagar un aborto seguro en una clínica privada en el centro de Buenos Aires, muchas personas en situación de vulnerabilidad recurren a métodos que conllevan muchísimos riesgos: con lejía, utilizando una percha, saltando de una escalera.

Además, un coste elevado no garantiza una intervención sin riesgos. “Sucio, maloliente, viejo, desgastado… Tan triste. No llevaría a mi perro al lugar donde me hicieron ese aborto”, dice Flor, una mujer de 38 años que sufrió serias complicaciones a raíz de una interrupción insegura del embarazo cuando tenía 18. “Hoy lucho por el aborto legal, seguro y gratuito para que otras mujeres no lo tengan que pagar tan caro. Nadie debería pasar por lo mismo”.

Al contrario que un aborto quirúrgico, el aborto con pastillas es más asequible y se puede realizar en casa sin personal médico. Aun así, es caro: el precio de una caja de doce pastillas (las necesarias para un aborto) en una farmacia ronda los tres mil pesos argentinos, equivalente a algo más de cien euros en mayo de 2018. Eso cuando se consigue receta médica, porque fuera de la farmacia, “solo cuatro pastillas pueden llegar a costar tres mil pesos”, puntualiza Alma.

Un pasaporte lo cambia todo. A Lara, de Bélgica, su propio médico de cabecera le gestionó la cita para interrumpir su embarazo en el país vecino, Holanda, porque estaba embarazada de trece semanas, una más de lo permitido en su estado. “Yo misma conduje un par de horas hasta Ámsterdam, donde ya me esperaban y me hicieron la intervención sin ningún obstáculo”. Aunque lo cierto es que una ley no garantiza que la sociedad esté bien informada. En el caso de España, el aborto es legal hasta las 12 semanas, aunque un alto porcentaje de mujeres desconocen su derecho a abortar gratuitamente por voluntad propia.

El tabú del aborto es ubicuo, síntoma de una sociedad patriarcal. “Yo escuché el ‘abriste las piernas, ahora hacete cargo’ más de una vez cuando buscaba información sobre cómo abortar”, recuerda Irene, argentina residente en Luján, a 75 kilómetros de la capital. “La situación es muy compleja”, lamenta la diputada Martínez, “también la influencia de la Iglesia es terriblemente importante en este caso, y no ayuda”.

Aunque los integrantes de la iglesia católica en Argentina está en su mayoría abiertamente en contra al derecho a decidir, existen agrupaciones de personas religiosas a favor. Católicas por el Derecho a Decidir es una de ellas, y tiene como objetivo impulsar políticas públicas que garanticen el derecho a la salud sexual y reproductiva. Además, el debate existe en otras iglesias: Gabriela Guerreros, pastora pentecostal, también habló un martes de abril en Congreso. “Como militantes del Evangelio, defendemos el derecho al aborto legal. La realidad nos toca de cerca, ya que la mayoría de las comunidades pentecostales históricamente ha hecho base en los sectores más pobres y olvidados de nuestra sociedad”.

¿Y si el aborto fuera legal?

Para empezar, las cifras de abortos siempre tienden a bajar en los países donde el estado garantiza la interrupción del embarazo de forma legal, segura y gratuita. “Los datos de países cuyas leyes utilizamos como modelo son contundentes. Son un gran respaldo para nuestra posición a favor de esta propuesta”, explica la diputada. “La mirada siempre está puesta al norte, en Europa y Estados Unidos. Pero también en América Latina: Uruguay [una de las pocas excepciones en Latinoamérica] es un gran referente en este tema”.

Sea donde sea, el aborto legal, seguro y gratuito no funciona por sí mismo. Esta es la razón por la que la Campaña Nacional no aboga solo por el aborto. Según Patricia López, integrante del colectivo feminista y socialista Las Rojas, parte de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, “son tres pilares, y los tres son fundamentales: se reclama educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, y por último, aborto legal para no morir”.

Además, las mujeres que han abortado tienen claro que si el aborto fuera legal existirían redes de apoyo accesibles. Colectivos como Línea Simona, que proporcionan información y apoyo en abortos seguros, cubren una carencia estatal. Así, las Simonas sirven también como ‘recursero’: proporcionan listas de ‘centros de salud amigos’ que recetan Misoprostol, informan sobre qué farmacias lo dispensan sin prescripción médica, cómo acceder a ecografías a precios económicos, y ofrecen consejerías pre y postaborto.

Sin embargo, el contexto de clandestinidad lo envuelve todo, y es precisamente eso lo que se intenta eliminar. “Yo pensaba: ¿soy víctima o soy culpable?”, cuenta Mariela, de San Isidro, un barrio acomodado al norte de Buenos Aires.

Cada caso es un mundo. Para Valeria, interrumpir un embarazo no fue una experiencia traumática, y habla de ello sin reservas. “Para mí no supuso una experiencia traumática, pero sí tengo muchas amigas que, tras un aborto, tardaron en poder vivir su sexualidad con normalidad, sin culpas. Pienso que si el aborto fuera legal sería una práctica muy simple, se trataría con más naturalidad”, cuenta Valeria mientras toma mate. “Es importante puntualizar que nadie es proaborto, sino que estamos a favor del derecho a decidir”, continúa.

Cuestión de vida

Los argumentos de aquellas y aquellos que están en contra del la legalización de la interrupción del embarazo destacan la importancia de ‘fomentar la vida’. “Sí es una cuestión de vida, pero de quienes estamos vivos”, puntualiza Valeria. Patricia López, entre risas, habla de la falta de rigurosidad al otro lado del debate. “Casi hasta me alegro de que estén recurriendo a argumentos tan ridículos como el de que no habrá niños por la calle. Demuestra que están perdidos”, comenta durante un ‘martes verde’ frente al Congreso en Buenos Aires.

En este debate, el activismo argentino cobra mucha importancia. “Toda expresión pública significa presión, tiene un impacto y puede determinar qué ocurre con esta ley”, argumenta esperanzada la diputada Martínez. Las Rojas marchan para evitar que el debate quede ahí dentro [en el Congreso]. “Es lo que intentamos, que la movilización social sea cada vez más fuerte”.

“El aborto es el derecho que falta, la deuda de la democracia argentina con todas las mujeres y personas con capacidad de gestar”, precisa Silvia Alejandra Martínez. En los últimos meses, las publicaciones, eventos, y charlas sobre el aborto se han multiplicado. Colectivos de artistas y trabajadoras se reúnen con frecuencia, los ‘pañuelazos’ (concentraciones por el derecho a decidir con actuaciones, radio abierta y muchos, muchos pañuelos verdes) frente al Congreso de los martes continúan cada semana, les adolescentes debaten en el instituto. “Solo el debate ya es una victoria”, concluye la diputada.

Sin embargo, no todos los colectivos están de acuerdo. “Desde Las Rojas opinamos que esto no es más que una estrategia para alargar el debate y que nunca acabe. El gobierno de Macri ha perdido muchos apoyos en los últimos meses, y permitir el debate sobre la propuesta del aborto parece una manera de intentar recuperar simpatía”, comenta López. Unos días más tarde, Alma, de Línea Simona, expresa una opinión similar al preguntarle si cree que saldrá la ley: “tengo mis dudas: ojala sí salga, pero sinceramente no creo que este gobierno la apruebe”.

El debate es un logro y tiene sin duda muchas consecuencias positivas con respecto al feminismo y a los derechos de personas con capacidad de gestar en Argentina. Sin embargo, la sociedad argentina quiere más. En mi vuelo Buenos Aires-Londres, llevo un pañuelo verde atado en el equipaje de mano. “Que gane el pañuelo”, susurra el pasajero a mi lado a modo de saludo. Ojalá.

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