El peor accidente nuclear del que nunca has oído hablar

El llamado accidente de Khystym de 1957, en la Unión Soviética, es el primero en la larga lista de la nuclear comercial. A día de hoy sigue provocando problemas de salud para las poblaciones más afectadas, y contaminando el medioambiente más cercano, todo bajo un estricto secretismo de Estado. La Unión Soviética solo admitió la existencia de este accidente en 1986, aún desconocemos su alcance y, para mayor lío, ni siquiera ocurrió en Khystym.

Mayak desde el río Techa, contaminado desde hace décadas. Fuente: Beyond Nuclear International
Beyond Nuclear Mayak desde el río Techa, contaminado desde hace décadas. Fuente: Beyond Nuclear International
Periodista
27 sep 2021 03:13

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

Todo comenzó con una explosión radioactiva en los Urales en 1957

En la historia de los desastres nucleares, es fácil olvidar que todo comenzó con una explosión radioactiva en 1957 en un pueblecito de nombre impronunciable en los Urales. Y mientras que, para lidiar con otras catástrofes, se ha construido un sarcófago en Chernóbil, y los robots campan por Fukushima, varias fuentes afirman que esta sigue emitiendo una gran radioactividad, haciendo enfermar a la población más cercana, sin control alguno. Ni siquiera se suponía que llegaríamos a saber algo sobre todo esto y, de no haber sido por una serie de valientes revelaciones, aún no lo haríamos.

Se trata del desastre de Kyshtym. Antes de los 80, este pueblo ni siquiera aparecía en los mapas. Solo los vientos enfermizos dirigidos al norte proveyeron de la más mínima pista de lo que estaba pasando.

Temprano por la mañana del 29 de septiembre de 1957, explotó un depósito de residuos de armas nucleares en la fábrica química de Mayak, el principal centro de reprocesamiento de residuos nucleares de la Unión Soviética por aquella época. Los efectos se extendieron por 200 pueblos y ciudades, exponiendo a 272.000 personas a la radiación. Solo se evacuó a un número muy limitado durante los dos años siguientes.

Los datos del gobierno indican que 400.000 personas siguen conviviendo con la contaminación fruto del accidente, que ha ido a peor debido a una gestión inadecuada de los residuos y a una persistente negligencia oficial.

Desde entonces, las personas que viven cerca de Mayak “se han convertido en un tipo de residuos radioactivos en sí mismas”, declaró Nadezhda Kutepova, veterana abogada representante de las personas afectadas, a a Greenpeace.

Temprano por la mañana del 29 de septiembre de 1957, explotó un depósito de residuos de armas nucleares en la fábrica química de Mayak, el principal centro de reprocesamiento de residuos nucleares de la Unión Soviética por aquella época.

Como los otros dos grandes accidentes nucleares, la explosión de Kyshtym estuvo envuelta en secretismo que se aprovechó de la gente. Moscú evitó la divulgación de cualquier detalle sobre el accidente durante casi 30 años. La primera vez que se supo algo fue en 1976, cuando un científico disidente llamado Zhores Medvedev se convirtió en el primero en publicar sus sospechas de que el gobierno estaba ocultando algo. No sentaron bien estas palabras, le echaron del país.

Más adelante, surgió una versión oficial del accidente prácticamente de casualidad. El gobierno soviético informó de la situación por primera vez en un informe sobre Chernóbil que entregó a las Naciones Unidas en 1986.

La versión de Moscú en su día nos puede sonar ahora a algo gastado. Un fallo en el sistema de refrigeración y una reacción incontrolada en una mezcla de uranio y plutonio provocó que todo se recalentara y finalomente estallara. Tratándose de los inicios de la era atómica, casi podría perdonarse a los científicos del centro por no saber más.

Incluso se informó de la limpieza de Kyshtym a la población local con eufemismos y mentiras. A la población, de posguerra, conformada principalmente por mujeres y niños, se les entregó trapos y fregonas para limpiar lo que pensaban se trataba solo de la explosión de una caldera de carbón en el pueblo de Kyshtym. En realidad el accidente tuvo lugar a unos pocos kilómetros de la ciudad de Ozersk.

Pero la gente se quedó con el nombre que dio la URSS. Y mientras tanto el peligro solo ha aumentado. Después de que se fundara Mayak para producir plutonio para las bombas atómicas, lanzaron los residuos directamente al río Techa durante décadas.

Los reguladores rusos aseguran que dejaron de verter sus residuos en 2004, cuando una demanda y varios cargos penales obligaron a dimitir al director de la central, asediado por los escándalos. Pero varias organizaciones medioambientales dudan de estas afirmaciones.

Rosatom, la empresa estatal nuclear de Rusia, sigue negándose a responder a las acusaciones de vertidos actuales. Se limita a declarar generalidades, como que Mayak opera dentro de la “legalidad medioambiental” y que el Techa sigue los “estándares higiénicos” delimitados. De hecho, el río está tan contaminado que cuesta imaginarlo aún peor.

Seguir el recorrido norteño del río nos permite dibujar un mapa de mortalidad y enfermedad: récords de anormalidades cromosómicas, de defectos congénitos y mayores tasas de cáncer que la media rusa. En todos y cada uno de los pueblos que encontramos.

No fue hasta 2008, más de medio siglo después, que Rosatom comenzó a evacuar algunos de los pueblos afectados por la radiación, pero solo parcialmente y a desgana. La población de la Reserva Estatal de los Urales Orientales Muslyumovo (VUGZ por sus siglas en ruso), establecida en 1966, después del accidente de Kyshtym y que había sufrido la radiación como ninguna, solo fue desplazada dos kilómetros río arriba. A las personas del pueblo se les entregaron cartas que les identificaban como residentes de una zona contaminada, con derecho a los beneficios menos esplendorosos que se pueda imaginar.

Pero no por ello se silenció a la población local. Kutepova, que se ha opuesto durante años a los oficiales de Chelyabinsk en nombre de las víctimas de Mayak, es toda una rival. En 2015, el Ministerio de Justicia declaró su agrupación de asistencia jurídica, Planeta Nadezh, como agente extranjero. A los pocos meses, la televisión pública rusa desperdigó rumores de que era una espía. Ella abandonó el país para asentarse en París ese mismo año. Pero la mayoría de residentes de Muslyumovo y otros pueblos afectados no puede ir a ningún lugar. Con cualquier excusa, el Estado ruso les prohíbe mudarse.

Para muchas personas, lo que Rosatom ofrecía era un acuerdo injusto. Abandonar sus hogares familiares para mudarse a poca distancia, con poco dinero, a apartamentos abarrotados les parecía bastante poco. Sin importar dónde se encuentren, sigue habiendo médicos para inspeccionar su salud.

Quienes viven junto al río parecen ser 3,6 veces más susceptibles de padecer cáncer que la media nacional, y son 25 veces más probables de padecer defectos congénitos que otras zonas del país. Los abortos siguen siendo frecuentes, así como que los bebés nazcan con extremidades y órganos malformados. Muchos adultos sufren de una inflamación de los ganglios linfáticos tan severa que los médicos que les visitan no pueden entenderles al hablar. El estroncio-90 que fluye por el río ha llegado a los huesos de estas personas, según dictaminan los médicos.

Incluso con esta realidad tan dantesca, Mayak tiene que gestionar gran parte del legado nuclear soviético. Casi todo el combustible gastado de la flota de submarinos nucleares soviéticos ya retirado ha terminado en Mayak. Ahora amenazan esa zona en vez del norte de Rusia y el oeste europeo con el riesgo de una catástrofe.

Más recientemente, parte del combustible nuclear de la marina soviética, que se había abandonado para su descomposición en la Bahía Andreyeva se ha destinado a Mayak para su reprocesamiento. Parece que la central no puede descansar.

Pero aún hoy gran parte de la historia de Mayak, plagada de enfermedades y deformidades, solo ha sido revelada por accidente o casualidad. Si el país quiere avanzar después de tanta tragedia, Rosatom debe proceder con la mayor transparencia imaginable.

¿Está a la altura? Está por verse.

Beyond Nuclear
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International. Traducción de Rafael Sánchez Saura.
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