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Energía nuclear
La irrelevancia de la energía nuclear
“El debate ha terminado. A la energía nuclear la han eclipsado el sol y el viento”,
Dave Freeman, prefacio del World Nuclear Industry Status Report 2017.
En 2020, a la edad de 94 años, murió un pensador al que un día el New York Times había definido como “un profeta de la energía”. Había visto la llegada y la retirada de la energía nuclear. Carter le nombró director de la única empresa eléctrica pública a nivel federal en los EEUU, la Autoridad del Valle del Tennessee (TVA por sus siglas en inglés), en 1977. Cinco años atrás se había comenzado la construcción de dos reactores, pero se tuvo que esperar hasta 1996 para que se completara uno, y hasta 2016 para el otro. Casi 44 años desde el inicio de construcción, todo un récord mundial. Esas fueron las dos últimas unidades añadidas a la red estadounidense.
En 2013 se empezaron a construir otras cuatro unidades, pero en 2017 la constructora, Westinghouse, se declaró en bancarrota. En consecuencia, el proyecto V.C. Summer, en Carolina del Sur, se cerró. Steve Byrne, ex-vicepresidente de la compañía que destinó más de 10 mil millones de dólares a este proyecto fallido y subió el precio de la luz nueve veces, termina declarándose culpable de estafa ante un juez federal.
El fiscal de Carolina del Sur declaró ante el juez que Byrne se había “unido a una conspiración. [...] para defraudar a los clientes, tomar su dinero y propiedad, por medio de [...] declaraciones y omisiones tanto falsas como falaces”.
La estimación sobre los costes de construcción sobre los otros proyectos en los EEUU, como Vogtle, en Georgia, se han multiplicado casi por cinco, de 6,1 mil millones en 2009 a 28 mil millones en 2018. Aun así, un informe de 2020 descubrió que “el porcentaje de fallos ante los tests se encuentra en un porcentaje inaceptablemente alto de casi 80%”. El inicio de operación se sigue atrasando.
La estimación sobre los costes de construcción sobre los otros proyectos en los EEUU, como Vogtle, en Georgia, se han multiplicado casi por cinco de 6,1 mil millones en 2009 a 28 mil millones en 2018. Aun así, un informe de 2020 descubrió que “el porcentaje de fallos ante los tests se encuentra en un porcentaje inaceptablemente alto de casi 80%”. El inicio de operación se sigue atrasando.
Mientras tanto, la flota nuclear estadounidense sigue envejeciendo y los 94 reactores en operación exceden, de media, la edad de 40 años. Aunque la industria asegura que han reducido los costes de operación y mantenimiento desde 2012 (el único país que lo habría hecho), les sigue costando horrores competir con el sector de las renovables.
Las plantas de solar fotovoltaica han visto sus costes de generación reducidos en un 90% a lo largo de la última década, y la eólica en un 70%, mientras que el precio del kilovatio-hora nuclear ha subido un 33%. Esto ha conducido a algunas instalaciones nucleares a adoptar medidas innovadoras a veces. Otras, ilegales.
En varios estados, han presionado para que se concediesen ayudas a reactores no económicos con la excusa de “cero emisiones”. En Ohio tuvo lugar una conspiración sin precedentes que implicaba al Congreso estatal y que fue desmantelada por el FBI en verano de 2020. El grupo había creado un fondo ilícito de 60 millones para sobornar a los congresistas. El objetivo, que aprobaran una ley que permitiría un rescate de 1,3 mil millones a dos centrales nucleares y a varias de carbón. El sistema era “seguramente, la mayor trama de sobornos y lavado de dinero jamás perpetrada contra el pueblo y el estado de Ohio”, de acuerdo con el fiscal del Distrito Sur de Ohio.
La industria nuclear mundial sigue perdiendo peso. Empezaron a operar cinco reactores en 2020. Cerraron seis. Mientras que hubo un aumento de la capacidad nuclear neta de 0,4 GW, las renovables aumentaron en 200 GW. China, el único país con un programa pronuclear robusto, añadió 2 GW de nuclear frente a los 150 GW de solar y eólica.
Como dijo Freeman, “Las energías renovables ya no son un sueño o una proyección. Son una realidad que está reemplazando a la nuclear como fuente energética favorita para las nuevas centrales en todo el mundo”. No sorprende que cunda el pánico entre los jerifaltes nucleares. 11 años después de Fukushima, la nuclear no deja de perder influencia en todo el mundo, una realidad industrial que los políticos japoneses deben asumir.
Traducción de Raúl Sánchez Saura