Desindustrialización
Roy Cobby: “El Estado debe disciplinar al capital”

El economista defiende que debemos volver a una política industrial donde la direccionalidad del cambio, de la innovación y la inversión la tiene que aportar el Estado.
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Roy Cobby, investigador en economía y política digital en el King's College London y Junior Fellow en el Future Policy Lab David F. Sabadell

@EconoCabreado

Coordinador de la sección de economía

8 jul 2023 07:00

“La mejor política industrial es la que no existe”, dijo el ministro socialista Carlos Solchaga bajo la presidencia de Felipe González hace ya más de 30 años. Eran años donde entrar en la OTAN y en la Unión Europea marcaba lo cool que eras. Cuando la socialdemocracia se olvidaba ya del todo de sus viejos postulados socialistas, mirando a Tony Blair como el que mira al guay de la clase mientras Margareth Thatcher se partía de risa satisfecha por el trabajo bien hecho. Arrancaron las liberalizaciones y privatizaciones de las grandes empresas públicas, donde los propios barones del PSOE se aseguraron puestos de lujo en las juntas directivas de lo que poco después se empezó a llamar Ibex 35.

Ahí empezó el principio del fin. La desindustrialización del país dejó paso a los monocultivos económicos del turismo y el ladrillo. El oligopolio energético tomó el control del país y el financiero se concentraría tras la dolorosa explosión de la burbuja inmobiliaria. Pero llegó la pandemia y nos dimos cuenta de que no podemos fabricar ni mascarillas, para gusto de algunos liberales y sus familiares comisionistas. También llegaron los aires europeos de digitalización y de una economía verde que más que una oportunidad es una necesidad ante la crisis climática. Y llegó China. Los otros bloques de poder se apretaron los machos y se han empezado a dar cuenta de que la globalización y el libre mercado que asoló nuestros polígonos industriales no fue tan buena idea.

La política industrial debe volver a estar en el centro. Ese podría ser el resumen del informe El retorno de la política industrial, publicado por el think tank Future Policy Lab realizado por Roy William Cobby, Clara García y Rafael Fernández. Aunque Cobby tenga un nombre que parece que ha salido de una obra de Shakespeare, es un economista valenciano insultantemente joven. Es investigador en economía y política digital en el King's College London y Junior Fellow en el Future Policy Lab, donde coordinó el informe. Cobby lleva tiempo ya, tanto en sus papers académicos como en sus hilos de Twitter, defendiendo la necesidad de la vuelta a una política industrial donde “la direccionalidad del cambio, de la innovación y la inversión la tiene que aportar el Estado”.

Siempre se nos ha vendido esa imagen de que los países desarrollados deben invertir en el sector servicios para que sea el motor del país, y dejar eso de fabricar cosas para los países del sur desde los que luego importamos. Tú defiendes lo contrario. ¿Qué le dirías a alguien que defiende esa posición?
Tenemos que diferenciar entre lo que señalan los estudios económicos que son más descriptivos, que hacen esta observación de que cuando hay un cierto nivel de desarrollo, cuando se cruza un cierto nivel de PIB per cápita, el sector predominante en la economía es el terciario, los servicios. Si miramos los datos, por ejemplo del Banco Mundial, se puede encontrar esta relación casi como si fuera una ley económica general. Pero lo que después observamos, y que abre más el debate, es si realmente cuando se hace esa transición a servicios tiene un efecto positivo en otros factores que nosotros citamos en el informe, como la estabilidad laboral, los salarios medios, la inversión, la innovación, la productividad, etc.

Nosotros entramos más en este segundo enfoque. Hay estudios empíricos muy grandes, como los de Dani Rodrik, que señala un concepto que desde hace como una década se llama desindustrialización prematura. Algo que se está observando en muchos países a día de hoy, no solo en España, sino también países en vías de desarrollo y otras economías. Países que están perdiendo capacidad industrial mucho antes de lo que lo empezaron a perder otros países desarrollados. Ha ocurrido en India o en otros países de Asia Oriental como Malasia, donde se han desindustrializado sin encontrar una sustitución de calidad, algo que ofrezca empleo de calidad. Se pasa a un sector servicios al tiempo que se desindustrializa, el trabajo en la agricultura ya no aporta empleo y lo que queda es subempleo en zonas urbanas. De ahí salen muchos problemas, tal y como estamos viendo en grandes capitales del sur global como puede ser Delhi o Nairobi. Ciudades con un formato de favela donde la gente es expulsada del sector secundario pero el terciario no les proporciona empleo de calidad. Pensamos en el sector servicios como personas desarrollando videojuegos o en bufetes de abogados, pero también hay que incluir a la persona que simplemente está llevando mercancías en una bicicleta o que está llevando un tuk tuk. Servicios de bajo valor añadido.

Esa es la primera diferenciación que tenemos que hacer. En España, sin ser lo mismo que en el sur global, sí que podemos observar una precariedad en el sector hostelero y el turismo. Sectores donde todavía hay espacio para la innovación, pero no es el típico sector servicios que nos imaginamos cuando nos referimos a la I+D+I. En cambio, la industria sí que tiene una mayor capacidad y en esto es en lo que nos centramos en el informe. Por ejemplo, una industria de cualquier tipo tiene un conjunto de características que pueden contribuir a equilibrar nuestra balanza comercial, porque todos los bienes tangibles se pueden exportar. Otra ventaja es que la capacidad de generar innovaciones productivas, o sea hacer más con menos, en la industria es mucho más elevada que en el sector primario, que tiene ese límite medioambiental del suelo o el clima, o que en el sector servicios. La contribución de la industria a los cambios tecnológicos es mucho mayor.

 En países como Alemania o Corea del Sur, donde hay una mayor presencia de la industria, hay una mayor estabilidad laboral

Y luego está la capacidad de arrastre. Si piensas en cualquier industria, fábrica o un polígono puedes ver cómo arrastra tanto a servicios de un alto valor como a otros de bajo. Si piensas por ejemplo en Apple, su gran negocio no es la fabricación en sí, en producir el iPhone, sino en los servicios que están vinculados a la manufactura. Y aunque la manufactura se realice en otro lugar, los servicios tanto de investigación y desarrollo por un lado, como al final de la cadena los de marketing, venta y diseño son dependientes de la producción de un bien fijo. Luego tenemos otros servicios de bajo valor como la limpieza, logística, transporte, etc., que por sí mismo es difícil que surjan si no hay una industria que las arrastre. Además, en países como Alemania o Corea del Sur, donde hay una mayor presencia de la industria, hay una mayor estabilidad laboral.

En la pandemia nos dimos cuenta de que nos faltaban componentes básicos, como las mascarillas o respiradores, que se producen normalmente en Asia y no llegaban. ¿Crees que ha cambiado algo en la mentalidad de la gente con este tema? ¿Puede que ahora la gente haya pensado que producir todo en China puede ser peligroso?
Esto es muy importante vincularlo a dos sentidos en los que se dirige la política industrial que, al final, se trata de la transformación estructural de un sector, lo que también se llama cambio de modelo productivo. Es un esfuerzo combinado del sector público, sector privado, de los trabajadores para, por ejemplo, producir más con menos, producir de manera más ecológica o cambiar la manera en la que organizamos una cadena para entrar en nuevos sectores, producir bienes medioambientales, etc. Y también en la pregunta que me has hecho, en si hizo pensar a la gente durante la pandemia sobre ese acceso a bienes esenciales, está la naturaleza de dos objetivos fundamentales de este cambio de modelo productivo. Son los indicadores económicos de los que estaba hablando antes, pero también otros objetivos que son socioambientales y que siempre han estado vinculados a la política industrial. 

Ahora estamos yendo a un sistema productivo en el que vamos a producir en sitios o en países que sean nuestros aliados militares

Has citado el acceso a los insumos sanitarios, tanto las vacunas como productos muy básicos como mascarillas. Algo que además ha contribuido en la inflación. El auge de precios tiene mucho que ver con la organización de nuestras cadenas de valor.

Los famosos cuellos de botella.
Exacto, no es solo una cuestión cuantitativa monetaria. Tiene que ver con cómo está organizado nuestro modelo productivo. Pero claro, antes no nos hacíamos esas preguntas. Pero es que además hay otros objetivos que a lo mejor no son tan sociales, pero que también existen en la política industrial, como puede ser lo que está muy de moda ahora en Europa, la autonomía estratégica. Desde los 90 hemos organizado nuestro comercio mundial en base a producir donde sea más barato, aunque esta sea una afirmación con la que yo no estoy del todo de acuerdo, pero ahora estamos yendo a un sistema productivo en el que vamos a producir en sitios o en países que sean nuestros aliados militares.

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Esta reconfiguración del comercio mundial y esa autonómica estratégica va en contra de la globalización y los mantras del libre mercado que nos han estado vendiendo hasta ahora.
Va en contra de lo que es el discurso. Yo soy partidario de ser un poco más cínico con los giros discursivos que había en los años 80 y 90. Yo tengo otro trabajo publicado donde hablo de la creación de los microchips en los años 80, donde vemos claramente cómo incluso en los Estados Unidos de Ronald Reagan, que proclamaba que era muy liberal y que el mercado debía ser libre, todos los proyectos del Pentágono con dinero público sirvieron para que Estados Unidos siguiera compitiendo en la carrera por producir microchip. Lo mismo que Japón, por ejemplo, que es una economía muy liberalizada en muchos sentidos, pero siempre ha tenido el Ministerio de Industria y Comercio un control muy exagerado sobre, por ejemplo, el crédito bancario privado y otros elementos muy importantes para la política industrial. 

Dicho esto, si tenemos en cuenta que por lo menos en las facultades y en los discursos públicos, lo que triunfaba antes era esta idea de la globalización, una integración económica progresiva, lo que se ve ahora, obviamente, sí es un desafío, es un cambio absoluto de coordenadas. Además en Estados Unidos cada vez está siendo más escuchado el discurso de los halcones contra China, que defienden esta idea de que China no estaba siguiendo las reglas del comercio global y que después de 20 años no se ha integrado. No ha aceptado ni adoptado un sistema similar al americano o al europeo, y estos han decidido empezar a usar sus propias armas. Aunque insisto en que tanto Europa como EEUU siempre han estado interviniendo en favor de sus productores, como podemos ver claramente con los agricultores en la Unión Europea.

Ahora, sí nos interesa qué se produce, dónde se produce y cómo lo producimos. Y a esto responde la política industrial

Pero sí que nos vendían ese mundo globalizado y ese discurso actual lo contradice.
Sí. Lo que estamos viendo ahora, efectivamente, es un reajuste de las cadenas globales en el que se contradicen estos principios en los que se defendía que simplemente lo que había que hacer era abrir fronteras y producir donde fuera más barato. Ahora, sí nos interesa qué se produce, dónde se produce y cómo lo producimos. Y a esto responde la política industrial, a estas tres cosas. ¿El qué? ¿El cómo? ¿Y dónde? 

Hay una frase en tu informe, muy al estilo Marianna Mazzucato, donde afirmas que “el Estado no puede limitarse a corregir fallos de mercado, sino que debe asumir el riesgo de tratar de crearlos”. ¿A qué te refieres con estos riesgos y por qué el Estado? Porque esa afirmación a mucha gente, tanto liberales como de izquierda, les puede sonar muy rara.
Hemos vivido una época muy curiosa en la que incluso se afirmaba lo contrario, que los mercados se autorregulan. Esto lo vimos con la crisis financiera, en la que se defendía que no se tenía que intervenir la economía. Tenías a economistas diciendo eso y seis meses después los bancos estaban pasando la gorra para que los rescataran. Lo que estamos viendo con esto es que es verdad que ahora se ha empezado a aceptar un poco más que el Estado tiene que intervenir en la economía.

Ahora se ha empezado a aceptar un poco más que el Estado tiene que intervenir en la economía

Lo podemos ver, por ejemplo, con un fallo de mercado evidente como el cambio climático. Porque es verdad que si no nos coordinamos, cada empresa va a ir a su bola y va a contaminar lo más que pueda. Pero la biosfera y sus recursos son finitos y ahora se entiende mejor que los Estados intervengan y se coordinen. El problema que vemos es que con esta postura, en realidad, cuando tú solo estás atajando fallos de mercado, el Estado está yendo detrás de las empresas. Lo que necesitamos es exactamente lo contrario. La direccionalidad del cambio, de la innovación y la inversión la tiene que aportar el Estado. 

Por eso Mazzucato habla de crear mercado, porque históricamente es el Estado el que ha estado siempre a la vanguardia eliminando el riesgo. Ella aporta el ejemplo de la llegada del hombre a la luna. La inversión privada va a ir donde obtenga mayor rendimiento y de lo que se debe encargar el Estado es de señalar al sector privado dónde puede acabar obteniendo un buen retorno. Sin la misión a la luna del Apolo y la llegada del hombre a la luna no tendríamos innovaciones tan importantes como Internet o un montón de innovaciones que se dieron, por ejemplo, en el sector de la nutrición para alimentar a los astronautas. Todos los suplementos que se dan para bebés en la infancia vienen de los desarrollos en la alimentación de aquella época. Entonces tenemos que partir de esa base. La de reconocer que el Estado no solo va a arreglar los estropicios del mercado, como vimos en la crisis financiera, sino que el Estado ya a priori debe fijar una dirección de cambio, una dirección de transformación económica. 

Ahora mismo, como estamos en España, en un niveles de desempleo que todavía son altos pero bajos comparado con sus máximos históricos. ¿Qué mercado crearías tú si fueras ese Estado?
Aquí creo que es importante explicar que la política industrial no es una cuestión de qué hacer, sino que también tiene la responsabilidad de coordinar. El primer paso real es que esté todo el mundo sentado en la mesa. El problema es que en España, y no solo aquí, debido a las fuertes desigualdades al final es un pequeño grupo de gente el que elige cuáles son las prioridades de la inversión y la innovación. Eso es lo primero. Necesitamos un debate público.

La política industrial no es una cuestión de qué hacer, sino que también tiene la responsabilidad de coordinar

Si me preguntas a nivel personal, pues hay algunos sectores que son obvios. Y de hecho el Gobierno de coalición ya los destacaba en el PERTE. El esfuerzo en el hidrógeno, en intentar producir vehículos eléctricos. Sectores en los que podemos tener ya cierta ventaja porque ya estamos ensamblando vehículos en muchas partes del país. 

Justo te quería preguntar sobre ese PERTE y esa condición donde al final lo público va a remolque de lo que quiera hacer el sector privado. Ese PERTE quedó casi desierto cuando tenían a su disposición un montón de millones. Como el sector privado tiene el poder de la ejecución, por mucha pasta que haya encima de la mesa, siempre pueden, digamos, sobornar a lo público alegando que no es suficiente. Pedir más porque el sector público no puede ejecutar los fondos sin el privado.
Claramente hay un concepto fundamental que lo podemos llamar quid pro quo, condicionalidad o direccionalidad. Todo esto realmente refleja una cuestión que es imprescindible, que el Estado debe disciplinar al capital. Yo sé que esto suena muy agresivo.

Suena muy comunista, pero las y los lectores de El Salto no se van a asustar.
Suena muy comunista, sí. Pero hay un ejemplo muy bueno de un país muy anticomunista, Taiwán. No es la principal productora de chips del mundo porque dejó que las fuerzas del mercado se pusieran libremente a ello. Taiwán fue muy agresiva, de hecho, con sus capitalistas locales. Para producir los microchips especializados, que es donde es donde había pasta, porque Taiwán estaba especializada en un tipo de microchip masivo donde había mucha competencia, el Estado le dijo a esos capitalistas que no iban a invertir en ellos, sino que iba a atraer inversores extranjeros. Y a los que queráis colaborar, ojo, porque vais a recibir pasta del Estado pero también direcciones. Eso es superimportante.

Con los PERTE lo que pasa es que se ha dado un paso hacia adelante, sobre todo si lo comparamos con la reacción tras la crisis financiera, pero se ha quedado a medias

Con los PERTE lo que pasa es que se ha dado un paso hacia adelante, sobre todo si lo comparamos con la reacción tras la crisis financiera, pero se ha quedado a medias. Porque se ha actuado sobre el empleo y la inversión y de una manera rápida para tener una administración pública tan esquilmada tras años de austeridad. Pero es que además no se han diseñado bien los mecanismos de contrapartida. Los PERTE se han desarrollado algunos como temporales, otros ministeriales, se depende mucho de las grandes empresas, muchas de ellas extranjeras. Y, sobre todo, hemos ido a sectores que ya existen y donde tenemos ya cierta fuerza, cuando realmente lo que se necesita es selectividad.

Todos estos problemas tienen que ver con el diseño inadecuado de los palos y las zanahorias, que son muy importantes a la hora de dar dinero público. Yo sé que esto suena extraño cuando viene de la izquierda, exigir más eficiencia con el dinero público, pero esto es importante en la política industrial. Ahora con los PERTE se dice ‘yo te doy el dinero si cumples el objetivo’. Vale, hemos avanzado algo. Pero es mucho más interesante si el Estado actuara como accionista del mercado. Si aporta dinero, por qué no puede recibir una participación accionarial. Ya ocurre con Indra. Lo que proponemos en el informe es la vuelta a los holdings estatales. Lo que te permite es que pase lo que pase ya tienes esa participación y esos asientos en la mesa de dirección. 

También comentas en el informe que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia sí que ha sido repartido de varias formas, entre distintos sectores y ha llegado a pymes. Pero que le falta coherencia. Vuelvo a lo de antes sobre el libre mercado. ¿Cómo se consigue esta coherencia en un supuesto libre mercado donde el Estado parece que su única función es poner el dinero encima de la mesa para que la aproveche el sector privado? ¿Tiene herramientas el Estado para conseguir y diseñar esa coherencia en dicha transformación?
A día de hoy yo creo que se nos olvida muchas veces el papel que el Estado sigue jugando en la economía. Nos han dicho mucho eso del neoliberalismo monolítico que simplemente ha arrasado con todo. Y tenemos que recordar que el Estado en todos sus niveles, desde la administración local a la Unión Europea, sigue siendo súper importante. Tienes un montón de palancas con las que actuar. Con una reforma de la administración con voluntad política, donde las instituciones puedan actuar de verdad. Por ejemplo, si en vez del pequeñito ICO que tenemos, tuviéramos una banca pública de desarrollo más parecida a la alemana, el impacto sería mayor. 

La política industrial es un conjunto de políticas que actúan tanto en la oferta como en la demanda de manera sostenida en el tiempo y que generan interconexiones

El problema con la coherencia de las políticas en España también pasa porque la política industrial no es solo un proyecto de ley y una competencia concreta del Ministerio de Industria. La política industrial es un conjunto de políticas que actúan tanto en la oferta como en la demanda de manera sostenida en el tiempo y que generan interconexiones. Y eso a veces cuesta entenderlo. 

Se ha visto claro con el Gobierno de coalición, donde cada ministro tiene su espacio y se siente cómodo en él y manda en su competencia. Si vas a un ejemplo histórico como Japón, su ministro de Industria es una especie de súper ministro que tenía esa capacidad de supervisar y entrar. Si pensamos en los desafíos que tenemos hoy, como el cambio climático, cómo vamos a pensar que sólo se afronta desde un Ministerio de Transición Ecológica. Eso falla en España porque no hay ningún nivel de coordinación. Tenemos fallos muy básicos porque no tenemos mecanismos ni organismos de coordinación. Y con todo esto estamos perdiendo oportunidades de adelantarnos, como podríamos hacer con la revolución energética que tenemos en ciernes.

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El actual gobierno tampoco es que haya puesto un gran foco en el tema de la industrialización o la política industrial, más allá de lo que en cierto modo les vienen encauzados con las líneas marcadas por Europa con los fondos Next Generation EU. Pero, ¿cómo crees que puede cambiar según lo que ocurra en las próximas elecciones? ¿Qué desafíos tenemos en los próximos años y cómo puede que nos enfrentemos a ellos según quien gobierne?
En el lado progresista, el adjetivo que usaría para definirlo es muy complaciente. Yo creo que, como tú bien has dicho, se ha confiado demasiado en ese efecto de los fondos europeos y no se ha pensado en absoluto en cómo estos planes pueden traducirse en permanencia. Se ha visto en grandes titulares estos millones que, no voy a negar el efecto positivo que han tenido ciertas partes del país, pero no hay un reconocimiento real de que somos un país mediano que no podemos abarcarlo todo. Los PERTE tenían desde satélites a digitalización de la gestión del agua. Tenías algoritmos para la lengua española, un montón de cosas que, sinceramente, una agencia seria de estrategia industrial no se centraría necesariamente en todas, porque si España pudiera hacerlo todo, ya estaríamos ahí. No podemos competir en todos los ámbitos. En la izquierda no se está considerando la necesidad de una transformación institucional grande para acometer estos temas de política industrial. No se habla nada de esto en campaña y hay muchos deberes que hacer en esta materia.

Tanto Feijóo como Vox tienen un nivel bajísimo de discurso económico, una concepción económica ingenua anclada en el pasado

En el lado conservador, la impresión es simplemente muy pobre. Tanto Feijóo como Vox tienen un nivel bajísimo de discurso económico, una concepción económica ingenua anclada en el pasado. Ya me pongas a Ayuso o al más moderado, entre comillas, del Partido Popular, es igual. Piensan que con una competición a la baja en costes laborales y en impuestos, simplemente con garantizar la inversión extranjera, ya van a venir aquí y se va a solucionar todo. Cuando ya sabemos empíricamente que esa estrategia no funciona. Primero, no puedes competir con el coste laboral y las pocas regulaciones de otros países del mundo. Realmente lo que estás provocando es un empobrecimiento de tu consumo y destruyendo tu mercado interno.

Y luego el segundo problema son los objetivos que ponen en sus programas pero que son irreales. Rajoy, por ejemplo, después de la crisis financiera, repitió discursivamente, porque estaba de moda en Europa, lo de hablar de alcanzar 20% del PIB en industria. Ahora lo he vuelto a ver en el programa electoral del Partido Popular, que es muy convencional, y que realmente marca esos mismos objetivos absolutamente irreales. El Ministerio de Industria que tuvo Rajoy con el ministro José Manuel Soria era básicamente nulo. Encargaron un informe a una consultora externa, Boston Consulting Group, que hemos analizado y era todo medidas de unificación de mercados, liberalización que tienen muy poquito que ver con la política industrial.

¿Crees que el PP volvería a presentar un ministerio que hiciera exactamente lo mismo que Soria? Simplemente liberación de mercados y esperar a que caiga el dinero de otros países.
Me sorprendería mucho si existiera una vocación de cambio. En la política industrial muchas veces parece que estamos hablando de dar un soporte al sector privado, y eso es algo que resulta un poco tóxico para el votante progresista. Pero el votante progresista debe entender que estamos hablando de desafiar al sector privado. Estamos hablando de que el Estado tenga realmente una estrategia, que podemos llamarla incluso empresarial o de inversión, que pueda imponerse a lo que son las tendencias existentes en el mercado. 

Y a lo que no creo que se atreva a hacer el Partido Popular es a desafiar esas tendencias que en nuestro país las conocemos perfectamente. Son lo que estábamos hablando al principio. Este monocultivo del turismo.

Los oligopolios energéticos y bancarios.
También. Nosotros defendemos en el informe que se debe desarrollar un brazo financiero público precisamente porque el sector privado no está cumpliendo con su responsabilidad, no está actuando como prestamista necesario para estas nuevas industrias. Cuando hablamos de cuestiones fundamentales. E insisto, todo esto no es una cuestión revolucionaria, es por una cuestión de competitividad pura y dura.

El problema con el programa económico de la derecha no es solo que sea injusto y clasista, es que es utópico

El problema con el programa económico de la derecha no es solo que sea injusto y clasista, es que es utópico. Es que si todos los países europeos aplicaran la doctrina Ayuso, no existirían ni los servicios públicos ni existiría capacidad estatal para hacer nada. La única ventaja que tiene hacer esta práctica a la baja es si eres el único que lo hace. Pero si lo hacemos todos, no sirve. Y, además de esa posición continuista, luego hay unos ramalazos de utopías liberales que ya vimos su estrepitoso fracaso con Liz Truss que no van a ningún lado y van a restar capacidad estatal para lo que queremos, que es organizar la inversión, el trabajo y la innovación para superar desafíos medioambientales, de salud, de desigualdad, etc.

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Asanuma
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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
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Que bien artículo, como deja desnudas todo el arsenal liberal capitalista de la derecha política. Bajando impuestos y derechos laborales no solo dejas a los consumidores (trabajadores) sin capacidad de consumo, esque el estado se queda sin dinero para apoyar al sector privado.
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