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¿Se imaginan un titular así? Más cuando somos un país productor de alimentos. Pues bien, eso es la realidad en muchos países en este momento de crisis en los precios de los alimentos que con tanta crudeza estamos viviendo, y que alcanza a millones de personas en todo en mundo, y especialmente afectados son los países más empobrecidos. Antes de la guerra de Ucrania ya estábamos inmersos en una subida de precios de los combustibles y fertilizantes, que no ha hecho más que empeorar durante el pasado año y que está empujando por tanto a miles de personas al hambre y a la malnutrición. Esta crisis, ya hemos comprobado, no va camino de solucionarse rápidamente, sino que sigue escalando y profundizándose, abocando a muchos países a una situación crítica. A la crisis alimentaria se ha unido una enorme crisis de deuda, pues están dedicando buena parte de los recursos a la importación de fertilizantes, energía y alimentos, y si a esto le suman la abrupta subida de tipos de interés en todo el mundo, la situación amenaza las cuentas públicas de muchos países.
Inseguridad alimentaria
No vas a comer sano en tu puñetera vida
El último informe del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES Food), alerta de que el 60 % de los países de ingresos bajos y el 30 % de los países de ingresos medios corren un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentran en él; mientras que unos 21 países se acercan a niveles catastróficos tanto de deuda como de inseguridad alimentaria. Zambia, Sri Lanka o Surinam ya han dejado de pagar sus deudas.
Es por tanto necesario recordar que esta crisis alimentaria no viene determinada sólo por la guerra en Ucrania, sino que la causa es la extrema fragilidad del actual sistema globalizado de alimentación. Un sistema alimentario que es insostenible, creador de la crisis alimentaria y que conlleva, ahora, la consiguiente crisis de deuda asociada.
Unos 21 países se acercan a niveles catastróficos tanto de deuda como de inseguridad alimentaria
Desde el 2008 para acá nos encontramos en un permanente vaivén de crisis alimentarias cíclicas y aumento de personas que pasan hambre en el mundo. Por el camino, las últimas décadas hemos ido acabando con los sistemas alimentarios locales, las capacidades de resiliencia de los cultivos, provocando el abandono y éxodo rural, y la exclusión de cada vez más personas de una alimentación sana. Eso sí, como siempre, hay ganadores, no hay más que ver la cuenta de resultados de las entidades financieras y grandes operadores alimentarios.
Frente a esto necesitamos reaccionar a nivel internacional pero también obviamente a nivel local, para la transformación de este sistema alimentario fracasado. Necesitamos salir del paradigma neoliberal de alimentación que nos ha llevado a un callejón sin salida, a un sistema lleno de contradicciones inasumible y tan absurdo como que las cifras del hambre y deuda en el mundo crezcan a la misma velocidad que el beneficio de los grandes oligopolios alimentarios.
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Qué bonito sistema económico tenemos. Los que trabajan se olvidan de los parados, los que están libres de los encarcelados, los que tienen casa de los desahuciados y los que comen de los hambrientos.
El FMI llega a acuerdos con dictadores que endeudan los paises y les obliga a producir lo que a ellos les interesa para que exporten y según ellos modernizar sus economías, con lo que los paises pobres dejan de producir los alimentos que necesita su población. Eso le pasó a Sri Lanka. Es un plan para obtener infinitos beneficios económicos por parte de los paises ricos y a la vez hacer dependientes a los paises pobres y que nunca se puedan llegar a desarrollar.