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Diccionario de la Posverdad
Propaganda de guerra
La propaganda de guerra es aquella que pretende justificar, ética y jurídicamente, el conflicto armado, así como mantener alto el ánimo y la unidad de combatientes y la retaguardia mientras, al mismo tiempo, construye (atacando) al enemigo y fomenta la división en bandos enfrentados, aparentemente irreconciliables.
Métodos
Para ello, divide, simplifica y confronta, apelando a las emociones para conseguirlo. Al mismo tiempo, la propaganda de guerra recurre a nuestros miedos para hacernos más vulnerables y manipulables, así como para provocar rabia u odio, siempre con el objetivo de atender las metas que el propagandista se ha fijado. No obstante, la propaganda puede, también en tiempos de guerra, ser utilizada para impulsar la solidaridad entre los miembros del grupo (de “los nuestros”) y apelar a la empatía y a todo tipo de emociones “positivas” para ello.
La primera máxima de la propaganda de guerra es “nosotros no queremos la guerra”
Al igual que nadie reconoce estar llevando a cabo una campaña propagandística (siempre es algo que hacen… los demás), tampoco se admite querer o haber provocado la guerra; más aún, como apunta Anne Morelli, la primera máxima de la propaganda de guerra parece ser el axioma “nosotros no queremos la guerra”, que frecuentemente va acompañado de algunas matizaciones del tipo “pero nos hemos visto obligados”, “no podemos permitir que nos humillen” o “hemos actuado el legítima defensa”.
Objetivos
En esta línea, los mensajes en blanco y negro propios de la propaganda se suelen utilizar en tiempos de conflicto armado para movilizar y dirigir el odio al enemigo, así como mantener alta la moral de “los nuestros” y baja la del adversario. La propaganda de guerra puede adoptar formatos diferentes y, también, ser utilizada en tiempos de paz. Así, se ha empleado históricamente para denunciar las atrocidades del enemigo, oponer el valor, coraje y solidaridad de los nuestros a la mezquindad y la cobardía como cualidades del adversario-enemigo o para apelar al patriotismo y la unidad nacional: “ahora, más que nunca, debemos permanecer unidos” es un mensaje recurrente en guerra, repetido en los últimos tiempos tras cada atentado terrorista, pero también utilizado para convocar contra el partido o la ideología de turno, así como para defendernos del coronavirus. Quien cuestiona dicha unidad, quien pone en duda la propaganda hegemónica, suele ser, en esta misma lógica dicotómica, tildado de traidor o quintacolumnista.
La censura es intrínseca a la guerra y elemento esencial de su propaganda
No hay guerra sin propaganda. Todo gobierno, ejército o grupo insurgente intenta controlar la información que del conflicto se desprende. De esta forma, la censura es intrínseca a la guerra y elemento esencial de su propaganda. Por tanto, las “noticias” que recibimos son, a menudo, el resultado de una información tamizada por múltiples filtros, que van desde la censura militar a las modas y la corrección política del momento. La propaganda de guerra es, así, histórica, y se adapta a lo que el propagandista entiende que puede resultar más convincente en cada momento. Todo parece indicar, digámoslo todo, que la propaganda de guerra está aquí para quedarse.