Encuentro en la segunda fase

“Encuentro en la segunda fase” ha sido uno de los relatos finalistas del II Certamen de Relatos Ecotópicos de Ecologistas en Acción
setas
Foto de Tarikul Raana: https://www.pexels.com/es-es/foto/hongos-crecimiento-hongo-seta-salvaje-9959279/
20 mar 2025 06:00

Otra vez salía media mosca de la asamblea de los lunes. Sigo sin creer que nadie más sea capaz de oponerse a las propuestas de Juan o, al menos, debatirlas. Tenemos que caminar muchos kilómetros y es evidente que nos tocan pocos alimentos de la despensa común; todas lo saben. Es la persona con más experiencia del equipo de Restauración Ecosistémica, pero eso no le da derecho a pasar por alto a las más jóvenes. Tiene vía libre porque las otras voces expertas andan en la Junta Regional, parece que últimamente los comités de crisis se han vuelto algo habitual. De todos modos, en la escuela libre nos enseñaron herramientas para la comunicación en colectivo y en las experiencias de campo las pudimos poner en práctica. ¿Dónde quedaron, pues, esas enseñanzas

Qué buenos recuerdos me traen las temporadas en la escuela de campo. Me tocó ir a la zona este de la bioregión a trabajar con el rebaño municipal de ovejas de Villadearriba. Ellas, las más simpáticas del lugar, felices por pastar el día entero, descansando para digerir a ratos bajo robles o algún frutal suelto. Sin preocuparse del pasado o del futuro, auténticas maestras del ahora. Creo que esa alegría ovejuna se contagiaba al personal de trabajo, capaz de organizarse en reuniones que contaban con risas, alguna bronca de José para espabilar a estudiantes holgazanes y siempre un queso fresco en el medio de la mesa. Ese queso podía saber a puro establo cuando lo hacían manos novatas, pero Mayte, la coordinadora, nunca dejaba que sobrara nada. Parecía una más del rebaño, pequeñita pero robusta y con pelo rizado al estilo Angela Davis. Encontró un libro suyo en la biblioteca y desde entonces lee pasajes a las ovejas cuando le toca pastorearlas. Gracias a Mayte hemos conseguido recuperar y mantener la especie autóctona del lugar, de piel negra y lana oscura. “¡¡Black sheep power!!”, les grita. ¿Qué pensarán las ovejas cuando oyen hablar de emancipación y autonomía? ¿Qué pienso yo? A veces siento que no encajo en este rebaño.

Ese día me tocó de nuevo el sendero de la dehesa sur, dentro del área recuperada. Eso me relajó un poco, es una zona que me conozco bien. Es una área más insegura, pero nunca he tenido incidentes y su cantidad de frutas hace que se me pase la tensión. Cuando emprendo el sendero, soy incapaz de mantenerme en el camino, siento el impulso de buscar en los bordes de las veredas, entre el sotobosque, fuera de los caminos marcados, donde encuentro auténticos tesoros gastronómicos. Por eso me gusta este lugar, creo que tenemos una relación más íntima. Compartimos secretos que nadie más sabe.

Nuestro trabajo es supervisar el crecimiento de los bosques comestibles en las zonas limítrofes de nuestra bioregión centro-oeste. Nosotras, las del equipo más joven, nos encargamos de los agroecosistemas con más edad, lo que llamamos la fase 2, siendo equipos especializados los que se encargan de reforestar las zonas de transición al paisaje árido, la fase 1. En la fase 3 hay cultivos biointensivos. Durante la transición a la Nueva República nuestros antepasados consiguieron la gestión integral de este enorme territorio, en aquel momento amenazado por el avance de la desertificación, aunque aún con potencial para actuar de frontera.

El auge de los conflictos armados en Europa y las consecuencias de la crisis climática hizo saltar por los aires muchas democracias y los movimientos extremistas, en el entonces reino de España, espantaron a las clases altas y aristócratas, que huyeron por patas a refugios del norte del continente. De ese período de transición nació la república actual, no sin conflictos ni desavenencias y, de hecho, aún arrastra un territorio desmembrado con muchos claros y oscuros.

En nuestra familia pequeña, la de sangre, se enorgullecen de haber participado en el desarrollo del nuevo movimiento rural. De procedencia urbana, salieron de las universidades y fundaron una ecoaldea para repoblar un medio rural menguado. Mi aldea se llama Nueva Demetria, inspirada en corrientes antroposóficas, nació con unas fuertes bases comunitarias que fueron deshaciendose por el camino. Gracias a sus vínculos con las compañeras que apoyaron la república consiguieron que la articulación rural consiguiera la protección del territorio. A menudo oigo críticas, dicen que nuestra aldea se tiñó de tintes elitistas al ser uno de los centros de enlace directo con el gobierno.

Junto a otros movimientos que florecían entre los restos de pueblos y campos en resistencia, trabajaron por construir articulaciones descentralizadas y con mayor autonomía. La gran desaceleración les obligó a entenderse, pues venían las alternativas ecofascistas apretando las tuercas. Al fin y al cabo, el movimiento que se hizo llamar Revuelta al Rural era diverso, variado y venía arrastrando una herencia individualista y egocéntrica propias de inicio del siglo XXI. Aún tenían mucha tela por remendar y hoy en día hemos conseguido recuperar dinámicas colectivas.

De todos modos, mi familia siempre estuvo a favor de la Reforma Agraria Radical que se gestó con un enorme proceso participativo y a la cual el gobierno no pudo negarse. Radical por volver a la raíz. Es decir, al suelo, a los ritmos que manda nuestra madre Naturaleza. Me encanta escuchar a mis abuelos hablar sobre ello. Reviven bellas aunque dolorosas luchas pasadas. Es tanto por lo que pasaron y tanto lo que consiguieron.

Y de allí hasta acá, del pasado al presente, seguía recorriendo mi querida dehesa. Querida que nos provees de alimentos, medicinas y alegrías. El sendero me llevó hasta una zona húmeda, cercana al arroyo, donde se encuentra el cultivo de setas shiitake. Al acercarme saltaron las alarmas, me puse tensa, había allí un cuerpo tendido en el suelo a la sombra de un roble. Parecía un cuerpo de hombre y estaba tapado hasta arriba. Llevaba unas telas anchas y finas que estaban en parte rasgadas y llenas de polvo y arena. Entre los rasguños se podían ver heridas leves y su piel oscura. ¿Qué hacía esa persona allí? Habían llegado rumores de que las caravanas migrantes desde el sur se habían incrementado, pero solían ir por los territorios del este. Además… nunca habían entrado en la segunda fase.

¡Eh! ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? - grité desde lejos. Sin respuesta.

No sabía si acercarme. Nuestra bioregión está clasificada como zona de seguridad sanitaria, pero sé que en otras regiones aún sobrevuelan restos de pandemias pasadas. ¿Será seguro acercarme?

Por favor, ayúdame… me duele mucho la barriga – un hilo de voz salió desde las entrañas de ese cuerpo.

No pude resistirme. Me acerqué y detecté rápidamente que se había atascado a setas. Tenía una intoxicación leve, nada que no pudiera remediar con mi kit de medicina básica. Al girar su cuerpo pude intuir como venía de un largo viaje, debilitado, fatigado, pero sin síntomas de enfermedad. Hice fuego y preparé comida e infusiones con hierbas para ayudarle a recuperarse.

“Vengo huyendo desde la costa con una caravana migrante, llevamos 6 días de camino a pie” - me contó una vez se recuperó. Se asustó de primeras, pero su estado le permitía apenas moverse. Así que empezamos a hablar. Sentía una enorme curiosidad por saber más. Mis sospechas no eran infundadas, tantos comités de crisis estaban significando algo y la información no estaba llegando hasta nosotras. Aún no había avisado a mis compañeras del encuentro, sabía que a partir de entonces se activarían protocolos para el proceso de cuarentena y, seguramente, no le volvería a ver.

Me contó que se había dedicado durante los últimos años a desmantelar ciudades abandonadas. Sus antepasados llegaron a las costas de la península desde el continente africano a finales del siglo XX y trabajaron en la agricultura industrial hasta el período de la transición, donde los terratenientes se fueron porque habían secado los acuíferos y les dejaron abandonados y sin recursos. Sigue viviendo gente en las ciudades allá, sobreviviendo en comunidad, viviendo al día - su acento era especial, diferente, nuevo para mí. No sabía que en el desierto seguía viviendo gente … ¿Dónde quedó la solidaridad? ¿Por qué nadie me había contado estas historias sobre el sur? Su poblado fue tomado por una facción autónoma, independiente de la República, que les obligó a trabajar en el sector del reciclaje de edificios a cambio de arroz con frijoles y techo bajo chabola. La facción sobrevivía vendiendo materiales a la República a cambio de no ser molestados en sus actividades ilegales.

Decidimos escapar. Siempre estaban peleándose entre ellos y, cuando vimos la oportunidad, robamos algo de comida y marchamos — seguía contándome su camino mientras se recuperaba poco a poco. Se encontraron con otros grupos de personas a las que se unieron mientras tomaban rutas alternativas, formando una pequeña caravana migrante. Según nos informan en la asamblea, estas caravanas tienen que ser atendidas por obligación, pero… “Anoche nos atacaron, fue un auténtico caos. No sé qué querían o a quién buscaban. Salí corriendo como pude sin mirar atrás...” - su voz entrecortada me quebró el alma. Le agarré la mano y en ese momento lo vi claro, sabía lo que tenía que hacer.

Te vienes conmigo. Vamos a tambalear los cimientos de la asamblea. Les vas a contar todo de primera mano a todas las personas, sin filtros, sin más sombras en la información. La solidaridad es la ternura de los pueblos. Tenemos que dejar de preocuparnos por proteger nuestras fronteras, cuando lo que hacen es limitar nuestra humanidad. Tenemos que retomar la articulación desde abajo, desde el pueblo para el pueblo, y ayudarnos entre territorios para evitar la desgracia. Ven conmigo.

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