Colombia Enfoques Bonet - 11
Festejos en las calles de Bogotá tras el triunfo del Pacto Histórica de Gustavo Petro y Francia Márquez el pasado 19 de junio. Robert Bonet
Robert Bonet Festejos en las calles de Bogotá tras el triunfo del Pacto Histórica de Gustavo Petro y Francia Márquez el pasado 19 de junio.
2 jul 2022 06:00

No es la primera vez que América y Europa viven procesos semejantes, pero los tiempos casi nunca coinciden. Son historias desacopladas. Mientras que la eterna crisis, la pandemia y la guerra de Ucrania han profundizado la derechización y la militarización en Europa, América Latina experimenta una segunda ola progresista, más amplia que la primera, aunque queda por ver si más transformadora que la protagonizada por Hugo Chávez, Evo Morales, Lula, los Kirchner y Rafael Correa.

Al igual que entonces, esta nueva ola ha venido precedida de gigantescas movilizaciones sociales protagonizadas por jóvenes, mujeres y pueblos indígenas, que marcaron la agenda de los nuevos gobiernos, al menos en sus programas y discursos electorales. Tanto en Chile como en Colombia, la victoria de las coaliciones de izquierda hubiera sido impensable sin los estallidos de 2019 y de 2021. La victoria del Pacto Histórico de Gustavo Petro y Francia Márquez solo puede leerse en términos históricos. “Después de 214 años logramos un Gobierno del pueblo, el Gobierno de la gente de manos callosas, el Gobierno de la gente de a pie, el Gobierno de los nadies y las nadies de Colombia”, decía la próxima vicepresidenta de Colombia.

El histórico triunfo de Andrés Manuel López Obrador (2018) en México, la vuelta al poder del kirchnerismo a manos de Alberto y Cristina Fernández en Argentina (2019), la victoria de Luis Arce en Bolivia (2020), la de Pedro Castillo en Perú (2021), la de Xiomara Castro en Honduras (2022) o la de Gabriel Boric en Chile (2022) son otros ejemplos de una América Latina revuelta, en donde ocurren cosas consideradas hasta hace poco impensables. Pero también son ejemplos, una vez más, de las dificultades de realizar cambios de calado y del peligro de que las grandes expectativas se conviertan en grandes desencantos.

Todas las encuestas muestran que Lula es el futuro de la mayor economía de la región y el ultraderechismo de Jair Bolsonaro —al igual que en Colombia y tantos otros países del continente— ya es parte el pasado. Europa no puede decir, al menos por ahora, lo mismo

El masivo levantamiento indígena en Ecuador —además de Brasil, última reserva de la ultraderecha en Sudamérica— es otra muestra del poder transformador de los movimientos de base. Tras 15 días de movilizaciones, las nacionalidades originarias en alianza con sectores juveniles, populares y campesinos han conseguido arrancar un compromiso del Gobierno para derogar el estado de excepción, bajar 15 centavos el precio de los combustibles subsidiados y terminar con las concesiones mineras en reservas naturales y territorios indígenas.

Pese al cambio de color en los gobiernos latinoamericanos, lejos está la década de oro de los felices dosmil, donde el contexto económico previo a la crisis iniciada en 2008 permitió sacar de la pobreza a millones de latinoamericanos. Los nuevos ejecutivos de izquierda deben enfrentarse a una nueva crisis económica marcada por la inflación y la deuda, a una oposición feroz de los medios y las grandes empresas —como en México—, posiciones parlamentarias débiles —como en Chile o Perú— y al eterno peligro de que, al final, la agenda la terminen marcando los grandes grupos mediáticos en manos de la derecha, como ha ocurrido con la declaración del Estado de excepción en los territorios mapuche de la Patagonia chilena a mediados de mayo. En octubre de este año, le toca decidir a Brasil. Todas las encuestas muestran que Lula es el futuro de la mayor economía de la región y el ultraderechismo de Jair Bolsonaro —al igual que en Colombia y tantos otros países del continente— ya es parte el pasado. Europa no puede decir, al menos por ahora, lo mismo.

Colombia
“El camino hacia la paz es la justicia social”
Francia Márquez será la primera mujer y la primera afrodescendiente en convertirse en vicepresidenta de Colombia. Lo hace como parte del Pacto Histórico liderado por Gustavo Petro, el primer partido de izquierda que gobernará el país. Márquez representa la voz de las mayorías negras, campesinas, populares e indígenas que la política colombiana ha marginado desde hace décadas.
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