Cine
‘El Irlandés’, Scorsese y la condescendencia
La vuelta de Scorsese al cine gángster es como el regreso de Michael Jordan al baloncesto. Es apetecible y no cansa, pero sabes que estás frente a la pantalla por lo que pasó tiempo atrás y no por lo que pueda ocurrir esta vez.

A cierta edad todas las leyendas tienden a hacer una mirada introspectiva de sus carreras y dejan de contar historias para narrarse a sí mismos. Pedro Almódovar dejó patente con la sutil Dolor y gloria lo poco que se quiere y lo mucho que se gusta. Steven Spielberg en Ready Player One quiso aclarar, por si alguien tenía alguna duda, que él es la cultura pop. Martin Scorsese con El Irlandés ha querido reivindicarse ante las nuevas generaciones en una guerra en la que solo lucha él.
El director reconoce en los extras El Irlandés: hablan los protagonistas que las tres horas y media de metraje y el ritmo tenían una intención: hacer ver cómo era el cine antes. Su menosprecio al contemporáneo cine palomitero está del todo equivocado; esas ganas de hacer enfrentar a dos generaciones le han llevado a obviar que la película más taquillera de todos los tiempos [Vengadores: Endgame], estrenada este mismo año, dura tres horas. Su venda en los ojos le impide ver que la taquilla ha abrazado Joker, que con sus más y sus menos, es un 'thriller' psicológico y un homenaje a su El Rey de la Comedia.
Y su mirada nostálgica, con menos amor por el presente que el de Greta Thunberg por una petrolera, le lleva a pasar por alto que él hace con los novatos lo mismo que la vieja guardia hizo con él. ¿O acaso tiene otra explicación que Scorsese solo haya sido reconocido en los Oscars por Infiltrados? Necesitó ser visto como el padre de una generación para alzar una estatuilla. Necesitó que los complejos desaparecieran. Fue un premio condescendiente para el tipo que cambió el cine.
La vuelta a un género
El regreso de Scorsese al cine gángster es como el regreso de Michael Jordan al baloncesto con 38 años. Es apetecible y nunca cansa, pero sabes que estás frente a la pantalla por lo que fue tiempo atrás y no por lo que pueda pasar esa vez. El Irlandés es una revisión a un género que le pertenece pero que ya no le responde con devoción en cada secuencia. Sería como ver a Tarantino rehacer a Reservoir Dogs cuando en realidad el cuerpo le pide hacer Los odiosos ocho. Las leyendas siempre vuelven al escenario del crimen. Es el precio a pagar por la genialidad.
El Irlandés, aun con todo, es una brillante mirada sobre la vejez. El plano largo del inicio, con la cámara caminando lentamente por una residencia de ancianos hasta encontrase con De Niro evoca a ese mismo truco en Uno de los nuestros, cuando Ray Liotta introduce a su pareja en el Club Copacabana en un plano secuencia de casi tres minutos. En El Irlandés la falta de personas alrededor de la lente, la música suave y la parsimonia contrastan con la algarabía y la tensión de Uno de los nuestros. El pijama ha sustituido al esmoquin. El tiempo ha pasado.
Otro de los cambios ha sido en el mensaje. Cuando Scorsese se introducía en la mafia y en los rufianes de medio pelo, siempre fue para contar historias pequeñas, don nadies a los que tratar con estilo casi documental. Esta ha sido la única vez en la que ha querido englobar un contexto político concreto. Los Kennedy, Castro, el sindicalismo; los sesenta. Tal vez por achaques de la edad prefiere construir radiografías generacionales antes que mostrar al espectador pinceladas de vidas insignificantes que sirven de moraleja sobre el total.
Ya con El lobo de Wall Street [historia de una burbuja económica recién explotada], Silencio [historia de una religión en tierras hostiles] o La invención de Hugo [historia de una figura clave en el cine] empezó a ponerse grandilocuente y dejó de lado su esencia; la de De Niro en la piel de miserables cómicos, pistoleros y taxistas. El Irlandés es una mezcla de ambos mundos donde solo los últimos 90 minutos aportan algo nuevo a su filmografía.
Scorsese se acerca a la muerte a través de la soledad y no mediante el bullicio de un tiroteo. Mientras Ray Liotta finaliza Uno de los nuestros mirando a la cámara y riéndose de los espectadores por vivir anclados a un despertador, El Irlandés acaba pidiendo clemencia y cinco minutos más de conversación insustancial. Scorsese siempre fue un revolucionario, un adelantado a su tiempo y nunca rechazó las corrientes 'mainstream', sino que se adueñó de ellas. Ojalá diera un paso al frente y se ofreciera para dirigir una entrega de Thor o de Guardianes de la Galaxia. Él sabe que lo bordaría, como todo.
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