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No recuerdo donde leí aquella especie de microcuento que hablaba de un mono, no muy inteligente pero de buen corazón, que con toda la buena intención del mundo sacó a un pez del río y, al ser preguntado por el porqué de su acción, respondió que lo había salvado de morir ahogado.
Cabe plantearse si está sucediendo algo similar con una parte importante del profesorado.
Es razonable pensar que el sistema educativo no está pensado para formar personas críticas con el poder, que sean inquietas, curiosas, que levanten la voz ante una injusticia o que cuestionen la autoridad que no tiene razón de ser. El modelo de “chapar” sin reflexionar y escupirlo en el examen, de callar y obedecer sin rechistar al profesor, de la jerarquía profesor-alumno, de la naturalidad con la que se imponen las normas al alumnado sin que estos se planteen si están de acuerdo o no... Este modelo, que muy pocos cuestionan, va creando el perfil del futuro ciudadano-trabajador que no tendrá más conocimientos que los estrictamente necesarios para desenvolverse en su jornada laboral, que callará y obedecerá sin rechistar al jefe sean cuales sean las circunstancias, que tendrá totalmente interiorizada su posición en la jerarquía (la cual se percibirá como natural) y que cumplirá las leyes que otros redacten sin plantearse si está de acuerdo o no. Y desde luego, si no está de acuerdo no se moverá.
El realismo miserable debe cuestionarse en cada centro educativo para que la realidad cambie
Y no se moverá porque “es lo que hay”. Porque “qué se la va a hacer”. Repetirá todas esas expresiones que ha escuchado en su infancia y juventud en la boca de padres y profesores que, estando en contra de la realidad en la que viven, enseñan (voluntariamente o no) que esta no se puede cambiar. Y nada más lejos de la realidad. El profesor de historia bien debe saber, atendiendo a lo sucedido hasta nuestros días, que el hecho de que la realidad cambie no es solo posible, sino probable.
El que escribe estas líneas ha oído a un profesor pedir a sus alumnos, lleno de una sincera preocupación por su futuro, que no se tatúen por si luego no les dejan trabajar en tal o cual empresa. A una profesora recomendar a las mujeres ir bien arregladas y maquilladas a las entrevistas de trabajo porque no se iban a fijar solamente en sus aptitudes. A otro dar por hecho que el trabajo estable desaparecería y que había que acostumbrarse a la temporalidad. Y todos ellos coincidían, además de en su preocupación por el futuro del alumnado, en que eran “realistas”. No creen estar adoptando una posición política; ellos son neutrales, como si eso fuera posible o beneficioso. Y también son realistas. Como si la realidad viniese dada por alguna divinidad de tal forma que fuese inmutable. Flaco favor el ser neutral y realista.
El profesorado debe cuestionar la realidad, debe dejar a un lado la falsa neutralidad del sistema educativo y concienciar a sus alumnos sobre los problemas de la sociedad en lugar de limitarse a preparar y corregir exámenes y crear trabajadores obedientes
El realismo miserable debe cuestionarse en cada centro educativo para que la realidad cambie. El profesorado debe cuestionar la realidad, debe dejar a un lado la falsa neutralidad del sistema educativo y concienciar a sus alumnos sobre los problemas de la sociedad en lugar de limitarse a preparar y corregir exámenes y crear trabajadores obedientes. El profesor debe ser el primero que cuestione una norma cuando crea que es injusta. La profesora debe ser la primera que anime a las jóvenes a no contentarse con hacer sombra a sus compañeros varones y a protestar ante el más mínimo micromachismo. Los profesores deben ser los que animen a los alumnos a luchar por mejorar sus condiciones como estudiantes, como deportistas, como músicos, como trabajadores, como artistas, como personas que por haber nacido en familias humildes no merecen salir en desventaja con respecto a aquellas que nacen con la vida resuelta. Deben hacer pedagogía crítica. Y deben hacerlo desde la escuela infantil hasta la universidad, pasando por el bachillerato y la formación profesional.
Porque la educación que reciban hoy los jóvenes por parte, entre otros, de sus profesores, será clave en su carácter en el futuro. Los jóvenes son, somos, el futuro. Y la realidad del futuro dependerá de nosotros.
Profesor@s, dejad de ser realistas, el futuro depende de lo que nos enseñéis vosotros.
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Soy profesor. Mis colegas y yo estamos sometidos a control, supervisados y encauzados; no solo por la estructura de los centros, que -sobre todo- por la vigilancia e injerencia continua de padres “realistas”.
Sí: a veces da la sensación de trabajar en el cultivo de tont@s. Es agobiante, pero necesito el sueldo.
Pido perdón públicamente porque es verdad: moldeamos a petición del sistema. Fue por vocación, es por dinero.
(...Y a ver las “instrucciones” de la nueva ley educativa... ¿Creen vds. que mejorará la cosa? Yo intento mantener la esperanza).
Eso no es cierto. Yo llevo a mis hijos a un colegio público. Te garantizo que ningún docente jamás se ha metido a valorar ciertas cosas. Creo que hay una línea clara. La docencia en el colegio, los valores y las ideas en mi casa. Preparé oposiciones a secundaria, pero lo dejé. En ningún punto del temario venía la desfachatez de enseñar eso a los niños. Como siempre. Depende del ojo que lo lea. Y me parece que, como siempre, no hay que minusvalurar a colectivo por cuatro...
Quieres quieran un modelo auténtico de educación les recomiendo visitar o ver la web de la Escuela Paideia en Mérida.
La función educativa hace tiempo que no está en las aulas. Hoy el cuerpo docente no representa ninguna autoridad, estando a un paso de ser agredido por cualquier estudiante. Y que tenga cuidado el profe crítico al que sus propios estudiantes denunciarán e insultarán por no ser "neutral" y "objetivo".
Y es que la enseñanza no puede ser un acto continuo de heroísmo individual.
Quizá deberíamos empezar el curso leyendo Juan Salvador Gaviota.