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Miembro de la Asociación de Hombres Por la Igualdad de Género (AHIGE) de Andalucía.
Al hilo de la lectura de un buen artículo sobre la violencia que los hombres ejercemos sobre las mujeres, en el que tras mostrarnos los datos que día tras día nos dicen que somos nosotros los hombres, no mayoritariamente sino en exclusiva, los victimarios, y ellas las mujeres, las víctimas, se plantea la necesidad de una rebelión masculina, y vienen a mí las siguientes reflexiones:
Es posible desde la masculinidad ejercer algún tipo de rebelión que ponga freno a la violencia de género. Los hombres estamos capacitados para asumir ese liderazgo y ser los promotores de esta revolución. Es factible que quienes nos mostramos conformes con el marco normativo que normaliza las desigualdades y genera las violencias, y no renegamos ni renunciamos a él, podamos protagonizar esta lucha que se nos pide. Puede el mundo masculino albergar en su interior un movimiento que cuestione su realidad. No es la sumisión de las mujeres la que hace posible la existencia de una sociedad desigual, donde lo masculino y la heterosexualidad son las estructuras que la fomentan. Podemos los hombres alzarnos contra nosotros mismos, sin renunciar a ser y entendernos como ahora lo hacemos.
No creo que sea factible una rebelión masculina que detenga la violencia género porque, para ello, es necesario tener la voluntad de cuestionar y romper las reglas, no basta solo con reaccionar cuando vemos la punta del iceberg, por muy dolorosa que sea, como son los casos de violencia de género, manifiesta y expresa. Hay que denunciar un sistema que nos coloca a los hombres en la parte favorable de la escena, desde la que ejercemos nuestras jerarquías con agresividad y violencia, aunque estas no sean igual de visibles ni publicitadas. Si no lo hacemos, y por muy buenas intenciones que pensemos tener, estaremos de nuevo ante simple postureo y trampas al solitario para hacernos creer que hacemos algo.
Esta es la mejor revolución que podemos protagonizar si de verdad queremos frenar la violencia
Por eso, si los hombres tenemos alguna revolución pendiente, esta no es otra que la propia, la del día a día, la de nuestro cambio personal. Esta es la mejor revolución que podemos protagonizar si de verdad queremos frenar la violencia. Es desde esta perspectiva desde la que tenemos que ejercer ese liderazgo, y solo podremos hacerlo con la toma de conciencia y la renuncia a un modelo de hombre, que es el responsable de las violencia y desigualdades que se cometen con las mujeres.
Ello nos va a exigir un alto grado de honradez, reflexión, y renuncias. Porque tendremos que desprendernos de nuestros privilegios, y de las principales señas y valores con las que nos identificamos y conformamos nuestra identidad. Estar contra la violencia de género no es solo una cuestión de posicionamiento público, es un compromiso personal y colectivo para erradicar de nuestra sociedad un paradigma de hombre determinado. Solo eliminando las desigualdades podremos terminar con la violencia de género, solo cambiando la forma de entendernos como hombres seremos capaces de edificar una sociedad sin discriminaciones ni violencias. Hasta que esto no suceda, los asesinatos, los abusos, y las desigualdades seguirán destruyendo la ilusión y las vidas.
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Creo que el único liderazgo que podemos ejercer los hombres es frente a otros hombres. Y no es baladí.
Que solo la mujer salva a la mujer como solo el pueblo salva al pueblo,