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Capitalismo
Poner fin al capitalismo, no reformarlo
Si perdemos tiempo escuchando al PP y a la extrema derecha, no nos queda más remedio que escondernos en una cueva de algún sitio remoto antes de desaparecer involuntariamente tragados por la grieta ocasionada por la política del gobierno socialo-comunista-terrorista. Si escuchamos a los adeptos sin o con reservas del Gobierno más progresista desde que acabó la dictadura, dentro de lo que cabe, todo va bien. Y si escuchamos a los timoratos que ofrecen “mejor lo que tenemos que lo que no tendremos”, podemos comprender por qué la clase trabajadora está sufriendo despidos, precariedad e inseguridad en cuanto a su futuro.
No se puede decir que la brecha entre una docena de multimillonarios y la mayoría de la población trabajadora es cada vez mayor… no se puede… no se puede decir porque tanto los adeptos como los timoratos te acusan, como mínimo de ignorantes y como máximo de hacer el juego de los reaccionarios. Tampoco se puede decir que el Gobierno es impotente frente al calentamiento global o a la contaminación global, o a la futura guerra generalizada a nivel mundial, porque según los mismos, dicho Gobierno no puede hacer lo que quieren puesto que los que tienen realmente el poder —y por los que nadie ha votado— se lo impiden. Y sí, este argumento se lo compro, lo que realmente nos están diciendo es que ni siquiera pueden reformar la sociedad desde el propio sistema, objetivo por el cual nos piden cada elección de votar por ellos, pero eso ¿no tendrían que decírnoslo durante sus campañas electorales?
Ya empiezan a decirnos, más o menos claramente, que tendremos que ser carne de cañón instaurando el servicio militar obligatorio
No hay suficiente dinero, incluso en los países más ricos, para la sanidad ni la escuela pública; tampoco para los niños y niñas víctimas de la pobreza infantil. Sin embargo, para la industria armamentística, para el ejército, el dinero fluye, y como aún les parece poco, quieren que los gobiernos, sean del color que sean, incrementen la parte del presupuesto destinado a este efecto. Y como si fuera poco, ya empiezan a decirnos, más o menos claramente, que tendremos que ser carne de cañón instaurando el servicio militar obligatorio. No, esto tampoco se puede decir; los medios, los adeptos y los timoratos afines al Gobierno más progresista desde que acabó la dictadura franquista claman que decirlo es populismo.
Sin embargo, la burguesía capitalista y los gobiernos quienes la representa, tanto los que se encuentran muy bien dentro del sistema, o los que lo quieren reformarlo sin ponerlo en cuestión, están llevando una guerra social sin cuartel contra la clase trabajadora, los unos claramente los otros de manera larvada, desde hace dos décadas, acentuándola estos últimos años: incrementan la jornada de trabajo, aumentan los años para poder jubilarse y cuando las empresas no congelan los salarios, la subida de estos no cubren el costo de la vida.
La causa principal de esta situación, a pesar de ser mucho los años que intentan convencernos de que vivimos en una democracia —y además, ejemplar— en realidad nunca hemos dejado de vivir en una dictadura: la dictadura impuesta por la burguesía capitalista. Es decir, por una minoría de poderosos, dispuestos a llevar nuestra sociedad hasta su destrucción con tal de que sus beneficios no cesen de crecer.
Su capital, del que tanto presumen, lo han obtenido estrujando y robando a la clase trabajadora del mundo entero apropiándose de la riqueza que esta ha producido
Su capital, del que tanto presumen, lo han obtenido estrujando y robando a la clase trabajadora del mundo entero apropiándose de la riqueza que esta ha producido. Una manera de controlar hasta el más mínimo detalle nuestras vidas: cuando tenemos que levantarnos para ir al trabajo, a que hora tenemos que comer, cuando tenemos que quedarnos en casa, cuando nos vamos al paro y cuando, si no tenemos suerte tenemos que irnos a vivir debajo de un puente.
Es hora ya de poner un término a esta situación, la clase trabajadora no es únicamente la más capacitada para parar esto, sino la única capaz de transformar esta sociedad que propiamente hace funcionar. Y es nuestro papel de hacerle tomar consciencia de su fuerza.