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Feminismos
'Memoria desde las raíces' para habitar orgullosxs la casa de la diferencia
Un nombre propio
La mujer de piel oscura ha sido silenciada, amordazada, enjaulada, forzada a la servidumbre por medio del matrimonio, apaleada durante trescientos años, esterilizada y castrada en el siglo XX. Durante trescientos años ha sido una esclava, mano de obra barata, colonizada por el español.
Gloria Anzaldúa, La Frontera.
Nací en Fiske Menuco ―“pantano helado” en mapudungun―, nombre originario que fue reemplazado en 1879 por el de “General Roca”, en honor al genocida que comandó la mal llamada “conquista del desierto” y que perpetró la violación originaria, el despojo capitalista, la humillación, el odio racista y un relato eurocentrista que insiste en naturalizar que en Argentina todxs descendemos de inmigrantes blanco-europeos. Este relato se anida en aquel inconsciente colectivo que asocia lo indígena a lo malo, sucio, bárbaro y que legitima prácticas de violencia y exclusión a partir de la degradación social. Estos discursos ideológicos han sido cruciales históricamente para aniquilar y someter a ciertas corporalidades, y tienen un estatuto central para reproducir centrismos excluyentes.
Como afirma Chandra Mohanty, el universalismo etnocéntrico occidental y el racismo global han penetrado a lo largo del tiempo en distintas esferas sociales, incluso en movimientos emancipatorios como el feminista. El feminismo blanco hegemónico reproduce visiones estereotipadas de las mujeres y sexodisidencias racializadas, como en el caso de las mujeres mapuche. Una ilustración de ello es que, después de treinta y tres años de Encuentros Nacionales de Mujeres ―uno de los espacios icónicos de participación política feminista―, se haya puesto fin al etnonacionalismo excluyente para dar lugar a los Encuentros Plurinacionales de mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries, en rechazo también al biologicismo sexogenérico.
El feminismo blanco hegemónico, con variadas estrategias, elude las discusiones y transformaciones profundas contra el racismo que opera en articulación con el sexismo, el colonialismo y el clasismo.
Este sesgo racista y sexista, aun dentro de ciertos sectores autollamados feministas, evoca a aquel relato de Angela Davis en “Las mujeres negras y el movimiento de los clubes”. En dicho texto, Davis ilustra el efecto negativo del carácter universalizante y monolítico de un feminismo liberal como el de la Federación General de Clubes de Mujeres que, en 1900, en vez de posicionarse contra el racismo dentro de sus filas, excluyó a las delegadas negras enviadas por el Club Era de las Mujeres de Boston. Exclusión que se repite cada vez que el feminismo blanco hegemónico, con variadas estrategias, elude las discusiones y transformaciones profundas contra el racismo que opera en articulación con el sexismo, el colonialismo y el clasismo. Puesto que tomar en serio este cuestionamiento implicaría también acabar con el propio privilegio de las mujeres blancas de clase media heterosexuales.
De allí la pertinencia de las palabras de Cherrie Moraga, respecto a que todxs hemos internalizado en alguna media esta imaginaría opresiva, estos discursos ideológicos y prácticas excluyentes que implican “la incorporación de los valores de nuestro opresor en nuestros corazones”. Frente a lo cual cabe preguntarse: ¿es posible descolonizar los feminismos en y desde el sur? ¿Se podrá, en efecto, hacer lugar, no como un mero objeto de estudios y por fuera de cualquier gesto de tokenismo, a la forma en que las mujeres latinoamericanas y del Tercer Mundo experimentamos la colonización y aun sufrimos sus efectos? ¿De qué manera la situación varía de acuerdo con nuestra clase, nuestra sexualidad y nuestra edad?
Filosofía
Bárbara y mestiza: el feminismo de Gloria Anzaldúa
Desarmar la casa del amo
…Cuando se cumplieron 500 años del desencuentro, empezamos a aparecer de entre las matas y cada vez fuimos más regresando a nuestro origen. Haciéndonos visibles. Mapuche ta iñche fuimos diciendo para reconocernos y reparar un poco el daño que nos hicieron…
Liliana Ancalao, El idioma silenciado.
En el marco de un sistema capitalista colonial y patriarcal son las mujeres negras, indias, de color y mestizas, quienes han sido las más perjudicadas durante el proceso de invasión europea. Las mujeres mapuche comprendidas como alteridad radical ―al ser “lo no macho de lo no humano”― sufrieron todo tipo de aberraciones, y fueron apropiadas, penetradas, sometidas y ultrajadas. En “Mujer mapuche: explotación colonial sobre el territorio corporal”, Moira Millán exhibe relatos orales que dan cuenta de cómo las “heridas coloniales” siguen sangrando cada vez que, por ejemplo, se desaloja violentamente a las comunidades mapuche, o incluso cada vez que se rechaza restituir el nombre originario de una comunidad, como pasa con Fiske Menuco. Uno de los relatos que comparte Moira es el siguiente:
“era una mujer mayor de unos 60 años tal vez, estaba cautiva con varias de sus hijas, a su marido lo tenían en otro campo de concentración y ella no sabía nada de él, un soldado le prometió que si ella le tejía un makuñ (poncho) lo iba a poder ver, ella aceptó, pero él le cortó la piel de las yemas de los dedos para que no pueda tejer y se burlaba de ella, aun así, sangrando y en carne viva terminó su trabajo, el soldado trajo al marido y lo degolló delante de ella”.
El término hembras colonizadas permite pensar la situación específica de las mujeres indígenas y personas racializadas quienes sufren los peores efectos de la dominación racista, sexista y capitalista; pero además, aun dentro de ciertos espacios políticos “emancipatorios” como el feminismo, se reproducen jerarquías y se perpetúan desigualdades de clase, sexuales, geopolíticas, etarias y raciales. Lo cual se manifiesta en la subestimación del problema racial y en la ausencia sintomática de una serie de ideas y cuestionamientos vinculados a este problema.
En efecto, la invasión colonizadora en el pueblo mapuche ha generado machismo dentro de las comunidades y ha relegado a las mujeres al estatuto de “hembras mamíferas reproductoras de fuerza de trabajo”. Desde entonces, las mapuche se encuentran oprimidas por su pertenencia racial, sexual y de clase y han sido borradas de la historia oficial en tanto dirigentes políticas; a partir del pacto patriarcal y racista que debía ocultar, ante el resto del mundo, el poder de las weichafes y las zomo ―guerreras y lideresas mapuche― en favor del dominio masculino ―tanto del blanco conquistador (wigka) como de los varones indígenas―. Es así como ellas tienen que luchar contra el sexismo aun dentro de sus comunidades y con el racismo aun dentro de los espacios de organización feminista y del movimiento de mujeres.
Feminismo poscolonial
'Weychafe': María Lugones, la guardiana de la vida
Todo ello se encuentra hilvanado con las historias de luchas, resistencias y opresiones de las mujeres y lesbianas negras de los Estados Unidos nucleadas en la icónica Colectiva Combahee River entre 1974 y 1980, a través del enfrentamiento, desde una práctica feminista, tanto del antirracismo (ninguneado por el feminismo blanco) como del antisexismo (subestimado en el movimiento negro dentro del que ellas se referenciaban). Organizadas en este espacio de Colectiva, discuten en torno a su praxis feminista y afirman que las formas de opresión experimentadas por las mujeres y lesbianas negras tienen una especificidad que se vincula a cómo el género se combina y se entrecruza con la raza y la clase. Así se evidencia en numerosos pasajes del Manifiesto de la Colectiva, fechado en abril de 1977, donde se exhibe la demanda de un abordaje interseccional de la opresión; mucho antes de que la abogada feminista negra Kimberlé Crenshaw (1991) formule explícitamente el concepto. Tal como da cuenta el siguiente fragmento del Manifiesto,
“...creemos que la política sexual bajo el patriarcado es tan penetrante en la vida de las mujeres Negras como lo son las políticas de clase y raza. A menudo nos parece difícil separar opresión racial, opresión de clase y opresión sexual porque en nuestras vidas la mayor parte del tiempo las experimentamos simultáneamente”.
Las mujeres y lesbianas negras de la Colectiva privilegian el entendimiento político de la especificidad de la experiencia de opresión de las mujeres racializadas donde, como ellas mismas expresan, la opresión sexual era constante y cotidiana; y que, al imbricarse con la racial ―que existía de manera omnipresente en la vida de las mujeres negras―, intensifica la situación de vulnerabilidad de estas. Es por ello que una de las primeras cuestiones que aborda el pensamiento feminista descolonial y antirracista es la radicalización de la crítica al universalismo del feminismo eurocéntrico hegemónico, cuyo discurso otorga carácter totalizante y monolítico a la categoría “mujeres”, imposibilitando la inclusión de la diferencia y “posicionándose por encima del resto”, como denuncia bell hooks.
Memorias de luchas y rebeldías
Mi nombre es mío mío mío
y no puedo decirte quién mierda dispuso las cosas de este modo
pero puedo decirte que desde ahora mi resistencia
mi simple y cotidiana y nocturna autodeterminación
puede costarte la vida.
June Jordan, Poema sobre mis derechos.
A partir de las múltiples opresiones y el borramiento de agencia política de las mujeres y sexodisidencias racializadas, el feminismo blanco universalizó la experiencia de la mujer blanca. Frente a lo cual considero que es fundamental construir teoría y praxis feminista enraizada en las experiencias vividas en estas latitudes, haciendo memoria desde nuestras raíces y reivindicando las luchas de nuestras antecesoras contra toda desigualdad. Nuestros feminismos latinoamericanos y diversos, que se construyen desde el Sur, y en Nuestramérica, profundizan su reflexión desde lo concreto, desde las condiciones específicas de vida de las mujeres y las sexodisidencias atravesadas por múltiples opresiones ―en las que se entrecruzan la opresión patriarcal, clasista, racista, heterosexista, entre otras―, pero también atravesada por importantes luchas y resistencias.
Para ello, reconstruir genealogías feministas del sur, como propone la filósofa feminista Alejandra Ciriza, nos permite construir memorias de luchas y rebeldías y reconocer que, en los orígenes complejos de nuestros feminismos del sur, latinoamericanos y diversos, existen múltiples raíces. Una muy importante es la de los feminismos negros y de color que, con su crítica al feminismo blanco eurocentrado, inauguran un abordaje interseccional de las opresiones vividas; y que se traduce en sus luchas antirracistas, anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales.
Se torna indispensable una re-vuelta a las luchas antisexistas, anticapitalistas, antirracistas y anticoloniales de nuestras antecesoras, mujeres y sexodisidencias racializadas, poderosas dirigentes de procesos políticos.
Para finalizar, el hecho de realizar una crítica radical a la opresión de género racializada, colonial y capitalista, implica recuperar perspectivas teóricas y políticas atentas a la historicidad de las relaciones de poder entre raza, género, clase y orientación sexual. En tal dirección, es fundamental el aporte de los feminismos descoloniales que elaboran una genealogía del pensamiento producido desde los márgenes por feministas, mujeres, lesbianas racializadas; y que dialoga con los conocimientos generados por intelectuales y activistas comprometidxs en desmantelar la matriz de opresión múltiple, asumiendo un punto de vista no eurocentrado. Así como se torna indispensable una re-vuelta a las luchas antisexistas, anticapitalistas, antirracistas y anticoloniales de nuestras antecesoras, mujeres y sexodisidencias racializadas, poderosas dirigentes de procesos políticos, y visibilizar sus resistencias. Es aquí donde se anudan tanto las luchas de las mujeres indígenas, como las de las mujeres y lesbianas afroamericanas de la década de los años 70.
En estas historias de luchas y memorias de rebeldías existen enfoques epistémicos que permiten no sólo comprender el carácter situado, co-constitutivo y simultáneo de la opresión, que produce exclusiones y también privilegios; sino que, además, permiten eludir los problemas que acarrea todo centramiento binario y excluyente. Estos enfoques se encuentran entrelazados con una praxis feminista antirracista, anticapitalista, anticolonialista y antisexista que busca abolir toda forma de opresión y de desigualdad. Falta mucho por hacer aún para romper con los binarismos excluyentes y erradicar el sesgo racista que persiste dentro de cierto feminismo occidental hegemónico. Puesto que todo feminismo que no es antirracista, es racista, como afirma la potente tesis descolonial. ¿Podremos llevar la política contra el racismo al centro de la política feminista? Que sea…
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Yo esto no me lo leo, porque el titular me detiene y expulsa con una palabra ilegible.
¡Ya está bien de cursilerías con el lenguaje! No somos tontos, y ya "empieza a oler" que el genérico se use arbitrariamente. Se escribe "políticos corruptos, estafadores, especuladores, defraudadores a hacienda, ladrones" y etc. sin reparo ni queja alguna alguna. ¿Y voy a jugar a esta chorrada de la "@" o la "x"? Aquí alguien está chalao (y quizá sea yo).