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Feminismos
Nuestra lucha: mujeres migrantes negras en España
El feminismo negro migrante encontró en el asociacionismo un espacio de encuentro desde donde tejer la diversidad desde su diferenciación frente al feminismo hegemónico occidental. Remei Sipi nos lo explica desde su propia lucha como mujer migrante negra en España.
Hablar de la migración de las mujeres negras en España puede ser un tanto pretencioso si lo que intentamos, como es el caso de este artículo, es esbozar una ligera aproximación a lo que son vivencias personales a lo largo de un continuo espacio-temporal que podemos situar entre los años 70 de la últimas década del pasado milenio y los años 20 del actual siglo XXI.
Y para poder subjetivizar esta narrativa es obligado remitirnos a las diversidades de mujeres que hemos poblado la diáspora desde los diversos lugares y continentes de procedencia, así como por los diversos motivos de nuestros desplazamientos. Dejando de lado estas especificidades, vamos a plasmar en este artículo nuestras luchas, que si bien son iguales en cuanto a contenido, no lo son en cuanto a las formas que adoptan.
Muchas de nosotras venimos de países lejanos y otras ya han nacido en España: las que venimos de lejos hemos llegado con maletas y mochilas cargadas de sueños e ilusiones, mientras que las nacidas aquí están mirando nuestras maletas y mochilas, a las que van añadiendo ilusiones y más sueños generados por sus vivencias y nuestras presencias.
Así podemos situar nuestra presencia visible aquí desde hace ya más de cuarenta años. Y desde entonces hemos luchado, hemos trabajado, hemos vivido, hemos sufrido y hemos amado.
Asociacionismo: construyendo espacios propios
Las mujeres migrantes tenemos una trayectoria que en un primer momento podemos situar en la creación de asociaciones de grupos de mujeres (años 70-90 del siglo pasado). En estos espacios hemos compartido nuestras historias, nuestras vivencias y todo ello nos ha llevado a luchar por nuestros derechos. Juntas en este camino, nos dimos cuenta de cuántas cosas nos unían, a la vez que compartíamos nuestra diferencias. Diferencias, por lo tanto, que también supusieron un enriquecimiento mutuo en cuanto a la necesaria complementariedad y generación ―en algunos casos― de cosmovisiones capaces de abrir mentes e incorporar nuevas perspectivas.
Nos costó mucho, tanto la necesaria diferenciación respecto a las asociaciones mixtas existentes, como hacernos un hueco entre las asociaciones feministas de la época.
Desde estas asociaciones de mujeres iniciamos todas las luchas que, en aquel momento, pasaban por tener un espacio propio. Cuestión que nos costó mucho, tanto en la necesaria diferenciación respecto a las asociaciones mixtas existentes, como para hacernos un hueco en las específicas asociaciones feministas de la época. También formó parte de estas luchas iniciales la diferenciación jurídica y ciudadana de las mujeres que llegaban por “reagrupación familiar”, a las que se les impedía tener documentación propia, ya que estaban incluidas en la documentación del marido, con las nefastas consecuencias de dependencia marital que implicaba el hecho de “o te portas como yo quiero, o te devuelvo al país de origen”, para explicarlo de forma gráfica y sintética.
De la “no folklorización” a la interculturalidad
En un segundo momento, establecimos como objetivos y prioridades la inclusión en el material curricular cuestiones de calado como, por ejemplo, la revisión de los libros de texto para incorporar nuestra propia historia a la vez que visibilizarnos de forma real y consistente.
En cuanto al tratamiento que se hacía en los medios de comunicación de nuestras luchas y vivencias pudimos incidir en el hecho, por ejemplo, de no utilizar la procedencia étnico-social en aquellas noticias que sólo buscaban el impacto negativo de nuestras variopintas realidades, no alejadas ni diferentes, por cierto, a las del propio contexto en que vivíamos.
También tuvimos que trabajar el hecho de la “no folklorización” de nuestras culturas de origen en todos los eventos “interculturales” que se montaban en las escuelas, centros cívicos y ferias y fiestas varias de la diversidad, que en un momento dado empezaron a ponerse tan de moda y que intentamos se llenaran de contenido en cuanto al necesario conocimiento mutuo y la no estigmatización de nuestras realidades.
Es en todos estos contextos que pusimos en marcha las diferentes asociaciones: E’Waiso Ipola, asociación de mujeres Guineanas; Musa Kafo de mujeres gambianas y senegalesas; asociaciones de mujeres Filipinas, varias asociaciones de mujeres latinoamericanas, etcétera. En un inicio trabajábamos de forma aislada, tanto a nivel de asociaciones, como de grupos étnico-geográficos de procedencia. Por lo que en un momento dado, vimos la necesidad de aunar nuestros esfuerzos para conseguir aquellos objetivos comunes en los que era evidente que no avanzaríamos de forma aislada. Así llegamos a crear la Federación de Colectivos de Inmigrantes de Catalunya (FCIC), que aglutinaba tanto asociaciones específicas de mujeres, como asociaciones mixtas.
Una de las herramientas que utilizamos para potenciar recursos y trabajo en común fue crear espacios específicamente de mujeres como la asociación Yemanjá, que aglutinaba a mujeres de diferentes procedencias: África, América Latina y sudeste asiático, básicamente.
Llegados a este punto creo importante resaltar el hecho de la conciencia que tenemos como mujeres migrantes y de la responsabilidad que implica el trabajo para conseguir la mejor integración posible en la sociedad receptora, buscando herramientas y mecanismos que posibiliten que esa “integración” se produzca de la forma menos lesiva posible. Y la forma de conseguirlo pasa por ser permeables a otros sentires, entre ellos algunos de la sociedad receptora, que faciliten que esa integración sea posible, confluyendo con movimientos plurales, sólidos y con la necesaria complicidad de la sociedad receptora, en un plano de igualdad sin fisuras.
Contra la hegemonía de los feminismos occidentales
Por lo que se refiere a nuestras relaciones con las organizaciones feministas en occidente, me gustaría destacar dos cuestiones importantes y que revierten en conceptos y prácticas que tienen que ver con cómo nos situamos en relación al discurso feminista y dónde y cómo ubicar nuestros feminismos de militantes negras. Y es en este contexto que quiero señalar que, en el ámbito de la militancia personal, participo de forma activa en espacios feministas ya desde los años 70, en los que aporto y recibo toda una serie de información y formación, que me ayudan a modular y construir todo el entramado de feminismos occidentales y su diferenciación con los feminismos negros en todas sus acepciones: negroafricanos, afroamericanos, afrodescendientes. Me gustaría enfatizar que en el momento actual creo que nos encontramos al inicio del debate y la controversia respecto a la no hegemonía de los discursos feministas occidentales, en todo lo que se refiere al amplio movimiento de los feminismos de las mujeres negras.
Siendo así por lo tanto que a nivel individual, así como en los espacios de relación con las organizaciones feministas occidentales, he comprobado que no se nos reconoce, a la vez que se nos excluye de determinados espacios de debate, no teniendo en cuenta nuestras aportaciones cuando se distancian de lo establecido por el feminismo hegemónico occidental.
En los espacios de relación con las organizaciones feministas occidentales, he comprobado que no se nos reconoce, a la vez que se nos excluye de determinados espacios de debate, no teniendo en cuenta nuestras aportaciones.
Nuevos espacios afrodescendientes
Las nuevas generaciones de afrodescendientes, ya sean nacidas o criadas en la sociedad receptora, han crecido con la seguridad de que han de pelear en igualdad de condiciones con sus coetáneos occidentales. Han formado nuevos espacios de reivindicaciones y propuestas, muy válidas en tanto que son producto de su propia experiencia, a la que en algunos casos se puede sumar la aportación de sus referentes, que han transmutado en otros contextos lejanos pero tan válidos como los más próximos a ellas.
Así quiero referirme a espacios propios de afrodescendientes. En el año 2016, se constituye en Barcelona la Asociación Hibiscus de Afro-Españolas y Afrodescendientes con el fin de dar visibilidad a lo afro. La asociación sirve de paraguas para varios proyectos, entre otros: Black Barcelona Encuentro, donde se debaten, exponen, comparten y reivindican sus vivencias como forma de colectivizarlas y hacerlas públicas; la compañía de teatro No somos Whoopi Goldberg, así como el Proyecto Erasmus + juventud afro.
En Madrid se ha creado el espacio Conciencia Afro, que con objetivos similares a los de Black Barcelona, también busca generar empatía y cercanía entre afrodescendientes y jóvenes activistas a los que invitan a participar y exponer las situaciones sociales y políticas de los países africanos.
Estos dos encuentros se dirigen al conjunto de hijos e hijas de la diáspora, pero a la vez también hay espacios específicos por origen y procedencia, como por ejemplo el que se da anualmente en Fuenlabrada (Madrid) y que es un Encuentro de la juventud Bubi (Guinea Ecuatorial) de la Diáspora que ya lleva tres ediciones.
Estos acontecimientos de lucha y reivindicación ayudan a su vez a visibilizar el trabajo que se desarrolla en los diferentes campos de la cultura, la sociedad, la política, etc. y cuyos resultados podemos constatar en el campo de la cultura con actrices como Silvia Albert con su obra No es país para negras; Magda Mbande, actriz y monologuista; Montserrat Anguiano, body painting. La escritora y periodista Lucía Mbomío, con títulos como Las que se atrevieron o Hija del camino; Desirée Bela con su libro Ser mujer negra en España; la librería valenciana United Minds, con Deborah Ekoka. Políticas como Rita Bosaho, que fue diputada al Congreso en el 2015, siendo la primera mujer negra en obtener representación en el Congreso de los Diputados y que en la actualidad ostenta el cargo de Directora General de Igualdad de Trato y Diversidad. También podemos mencionar a la periodista y presentadora de televisión Tania Adams. Y las cineastas Aïda Bueno Sarduy y Sally Fenaux Barleycorn.
Es una evidencia que la lucha por nuestra propia identidad como mujeres negras continúa en todos los frentes: sociales, políticos y culturales, desde allá donde estamos y donde se nos espera ―o no―, pero donde sin duda ya nadie nos podrá obviar y desde donde es imprescindible generar todas las sinergias para ahondar en nuestras reivindicaciones en la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria.
Que todos los esfuerzos pasados, presentes y venideros nos ayuden a generar nuevos espacios propios, donde se constaten los frutos de nuestras luchas.