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Feminismos
Paul B. Preciado, Gucci y las miserias del capitalismo
Analizando de manera crítica la participación de Paul B. Preciado en el Gucci Fest, reivindicamos la necesidad de buscar puntos de encuentro entre las distintas alternativas que se plantean al sistema capitalista.
El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.
Marx, Tesis sobre Feuerbach.
Hace unas semanas tuvo lugar el lanzamiento del Gucci Fest, un ciclo de cortometrajes concebido para, según la marca de lujo, llevar la moda más allá de su “zona de confort”. En palabras del director creativo de la firma, Alessandro Michel, en este caso en particular se trataba de explorar, a través del formato audiovisual, las posibilidades de la moda en el ámbito de los cuerpos no normativos y de las sexualidades disidentes.
En este contexto —y para sorpresa de muchas y muchos—, la primera entrega del festival contó entre sus protagonistas con Paul B. Preciado, sin duda un referente, desde la reivindicación de posiciones divergentes y no binarias, para muchos colectivos de carácter transformador. Se podría considerar, en este sentido, que con su participación en el corto Preciado busca ganar una visibilidad aún mayor para un tipo de discurso y de prácticas que tratan, precisamente, de subvertir o de sacar de quicio los parámetros en los que se sostiene el normal funcionamiento del sistema político, social y económico; acentuando, en paralelo, las tensiones y la conflictividad que de manera estructural atraviesan y definen al modo de producción capitalista.
Se podría considerar que, con su participación en el corto, Preciado busca ganar visibilidad para un tipo de discurso y de prácticas que tratan de subvertir el normal funcionamiento del sistema.
Y, sin embargo, no podemos dejar de plantearnos una serie de preguntas al respecto: ¿ha reparado Preciado en las relaciones de dominio y explotación en las que descansará, empezando por los procesos de producción en fábricas deslocalizadas, el éxito comercial de la marca para la que ha aceptado trabajar? ¿Se ha preocupado en saber que Gucci forma parte de un gran conglomerado —el grupo Kering— al que pertenecen un alto número de empresas transnacionales y que, como tal, representa el culmen del modelo capitalista y de la lógica neoliberal? ¿Qué hay, entonces, de los procesos vinculados a la economía social y solidaria, al cooperativismo que se reivindican desde los movimientos sociales y que, sin duda, forman parte de la mejor tradición de luchas del movimiento obrero? ¿Tiene el autor algo que decir sobre las relaciones de asimetría, en sentido neocolonial, que este tipo de gigantes empresariales suele establecer con los países en los que asienta su producción, con el fin de sacar el mayor rédito posible? ¿Y de los efectos devastadores sobre el territorio y el medio ambiente asociados a la actividad de este tipo de empresas? ¿O, simplemente, lo que supone promocionar una marca de artículos de lujo en un momento en el que, de nuevo, el capitalismo muestra su cara más amarga sobre la población en su conjunto y, en particular, sobre las clases subalternas, populares y trabajadoras? ¿Habrá tenido en cuenta, en fin, que en este modelo productivo la pobreza y la precariedad se encuentran altamente feminizadas y, por tanto, el cómputo final de beneficios de la empresa depende de un conjunto de relaciones con un fuerte sesgo no solo clasista sino también de carácter sexista? ¿No trataba precisamente Preciado de analizar, empezando por el Manifiesto contrasexual, los procesos de producción de la subjetividad para ir más allá de los poderes patriarcal, racista y colonial? ¿No se trataba de denunciar, como se puede observar en Testo yonqui o Pornotopía, el carácter necropolítico del capitalismo y, en este sentido, la gestión que se hace de aquellas vidas que no importan desde un prisma productivo?
Parecen cuestiones elementales. Casi obvias. Y, sin embargo, nos parece que encierran una reflexión urgente, en la medida que atañen directamente a las luchas de carácter anticapitalista con las que, a buen seguro, pretende contribuir la obra de Preciado. Pues no se trata, en este caso, de reivindicar un posicionamiento puritano, austero en la esfera de lo moral, de lo político o lo económico; sino de plantear de manera crítica las relaciones que establecemos con el Poder, así como de analizar las posibilidades de llevar a buen término los contrapoderes que somos capaces de segregar cuando nos encontramos y nos articulamos en colectivo. Se trata, por decirlo con Foucault, de evaluar las estrategias que rodean y, en este sentido, orientan la construcción de nuestros discursos y nuestras relaciones en el campo de la subjetividad.
Filosofía
Paul B. Preciado: una entrevista desde Urano. Parte I
Sobre las condiciones de la visibilización y la subversión
La importancia que desde los principales referentes de una posmodernidad fuerte —comprometida con la creación de alternativas consistentes y en clave colectiva al sistema capitalista— se ha atribuido al campo de la subjetividad no implica, en ningún caso, que debamos abandonar el análisis acerca de las condiciones materiales, objetivas dentro de las que se dan los procesos de producción y, por tanto, de explotación de la fuerza de trabajo. Para empezar, porque la fase postindustrial o biopolítica del capitalismo —por decirlo con una corriente de autores que va de Foucault a Toni Negri—, es posible, en el llamado primer mundo, como resultado de desplazar la producción industrial y de materias primas a los países históricamente subordinados. Asimismo, en un contexto en que el capitalismo deviene cada vez más versátil y flexible en su aplicación —y no por ello más suave—, no solo es necesaria la creación de un sujeto proclive a aceptar y propagar un discurso y unos valores determinados. Además, resulta necesario deducir un (plus)valor de cada una de las acciones que este sujeto lleva a cabo, incluso más allá de su jornada laboral formalmente establecida. La absorción y, en consecuencia, la domesticación de las formas de vida que en un principio podrían escapar de las redes del poder constituyen, de esta manera, elementos de primera magnitud para el mantenimiento de la base productiva del sistema. Si se quiere decir de esta manera, los mecanismos de integración y producción de la subjetividad pasan a formar parte, en la actualidad, de la infraestructura económica en que se sostiene el modo de producción capitalista.
En este sentido, nos parece que la participación de Preciado en el corto muestra un alcance limitado. En efecto, pretender que una acción de este tipo puede resultar útil para dar visibilidad a discursos y a prácticas subjetivas disidentes implica una perspectiva tan reduccionista como la que, a la inversa, manifiestan el economicismo y el mecanicismo que tradicionalmente se han atribuido al marxismo en su versión más ortodoxa. Pues, al fin y al cabo, como apunta Deleuze a través de su lectura materialista de Spinoza, toda posibilidad de experimentar con nuevas expresiones subjetivas está vinculada a una composición de cuerpos y, por tanto, a una configuración concreta de la realidad en términos tanto materiales como simbólicos.
Unos minutos de teoría queer en un corto de Gucci solo servirán para alimentar a la hidra capitalista, facilitando que el dispositivo neoliberal aparezca con un cierto rostro humano
De la misma manera, tampoco nos parece válido el argumento según el cual con una acción de este tipo se trataría de provocar tensiones en el interior del sistema. No hay subversión ni grieta posibles cuando nuestras acciones se dan dentro de una lógica y en un medio previamente delimitados para dirigir cada gesto, cada movimiento hacia un orden determinado. Así pues, cuando en textos como Un apartamento en Urano Preciado nos habla de la noción de fuga, invocando la producción de Deleuze y Guattari y en alusión a la creación de formas de vida que no habiten los espacios marcados por el poder, habría que recordarle que la posibilidad de escapar solo se da cuando no media ningún pacto, explícito o implícito, con el sistema dominante; dicho de otro modo: cuando la subversión forma parte de un proceso de ruptura y de transformación reales, y no de un decorado dispuesto para el disfrute de las élites.
No resulta complicado, por tanto, imaginar que unos minutos de teoría queer en un corto de Gucci solo servirán para alimentar a la hidra capitalista, facilitando que el dispositivo neoliberal, puesto en marcha para controlar la vida en su conjunto, aparezca con un cierto rostro humano, respetuoso ante (casi) cualquier expresión en el terreno de la sexualidad y, en definitiva, tolerante ante el valor de la diversidad. Esta conclusión es mucho más humilde, pero también más honesta con la realidad concreta que definir una acción de este tipo en términos de visibilización o subversión desde el interior del sistema; y necesaria, en todo caso, si se trata de sostener una perspectiva materialista como la que, en múltiples ocasiones, ha reivindicado Preciado para su obra.
Filosofía
La 'parresía' o “el discurso valiente”. De Michel Foucault a Judith Butler
De la correlación de vulnerabilidades a la intersección radical
Incluso en el contexto actual, desde la asunción crítica de todas las contradicciones que nos atraviesan, podemos, quizá, invocar un par de precauciones elementales. Para empezar, que nuestro campo de relaciones no se defina en base a lo que podríamos llamar una correlación de vulnerabilidades. Cuando por reivindicar nuestros intereses acabamos defendiendo la perspectiva limitada de una identidad concreta (y esto aunque tal propuesta se realice desde la teoría queer), llevando —por decirlo con Judith Butler— hasta el terreno de lo desechable al resto de cuerpos violentados y explotados, no debemos albergar ninguna duda de que nuestras acciones se insertan perfectamente en el modo de producción dominante. Cuando, aunque sea de manera indirecta, construimos nuestra apuesta de defensa y creación de alternativas alrededor de un cúmulo de desigualdades y jerarquías —de carácter clasista, racista, sexista— más o menos enmascaradas, no nos debería quedar ninguna duda de que estamos haciendo el juego a los señores del capital global y a sus intereses. Paco Vidarte, al que debemos los primeros contactos con la teoría queer en el Estado español, lo expresa con claridad diáfana en su libro Ética marica:
“Todos somos a la vez marginados y opresores […] Lo único que quiere el poder es que nos pisemos el cuello unos a otros por distintos motivos. Establece diferenciales entre individuos y grupos en lo que a derechos y posición social se refiere y deja que todo fluya. Cuando se alcanza cierto equilibrio entre los fluidos, eleva a unos de nuevo por encima de otros y rebaja a otros para que vuelva a haber diferencias y sea posible un ejercicio interno de la opresión y la marginación entre los grupos. Éstos, de suyo, forman parte todos del gran grupo de los excluidos sociales, frente a la clase poderosa que nunca o rara vez entra en estos jueguecitos de ponerse la zancadilla”.
Igualmente, debemos tener en cuenta, como principio elemental para la acción, que nuestras luchas se articulen en base a una intersección planteada en términos de enfrentamiento radical con el modo de producción dominante. Se trataría, en este sentido, de bloquear o, en todo caso, de alejarnos de los circuitos que traza el sistema para apropiarse, dentro de unos límites previamente establecidos, de nuestras creaciones en el ámbito material y simbólico; habilitando, al mismo tiempo, nuevos espacios en los que la atribución de valor sobre nuestras acciones no se deduzca de la lógica neoliberal. De esta manera, con el fin de evitar los numerosos aparatos de captura propios del sistema capitalista, nuestras luchas se deben encontrar siempre desde la singularidad y, a la vez y por ello mismo, en el punto en común en que se anudan las opresiones y las resistencias. Como apunta Foucault en el diálogo que mantiene con Deleuze acerca del poder:
“Si es contra el poder que se lucha, entonces todos aquellos sobre los que se ejerce el poder como abuso, todos aquellos que lo reconocen como intolerable, pueden iniciar la lucha en el punto en que se encuentran y a partir de su actividad (o pasividad) propia. Iniciando, comprometiéndose con esta lucha que es la suya, cuyo objetivo conocen perfectamente y cuyo método pueden determinar, entran en el proceso revolucionario. Como aliados, está claro, del proletariado, puesto que si el poder se ejerce como se ejerce, es sin ningún tipo de duda para mantener la explotación capitalista. [...] Las mujeres, los reclusos, los enfermos en los hospitales, los homosexuales han comenzado en este momento una lucha específica contra la forma particular de poder, de coacción, de control que se ejerce contra ellos. Estas luchas forman parte del movimiento revolucionario, con la condición de que sean radicales, sin compromiso ni reformismo, sin la tentativa de hacer un lavado de cara al poder mismo con, como mucho, un cambio de titular”.
En definitiva, nuestros anhelos para las luchas que han de venir se podrían resumir en la consigna deleuziana según la cual “la vida activa el pensamiento y el pensamiento, a su vez, afirma la vida”. Que nuestros discursos, así como nuestras prácticas, nuestros saberes y nuestras acciones individuales y colectivas, nuestras estrategias y nuestras incursiones tácticas, en los múltiples campos de batalla en que se juegan las condiciones de vida para la mayoría de la población, sirvan siempre para denunciar —nunca para justificar, aunque sea de manera indirecta— las miserias del capitalismo.
Filosofía
Invitación a Pornotopía, de Paul B. Preciado
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Bien Miquel. Porque además estamos cansades del eslógan de la sobreidentificación con el Sistema para derrocarlo, años llevan muchos en la institución Arte, por ejemplo, buscando coartadas para su propio beneficio, unos bien queda que van de guays y tienen un ego como si fuera un gigantesco agujero negro. Hartes de celebrities.
Ya estamos con las etiquetitas, no se puede vivir sin ellas... Si no se puede observar que un star quiere estar con otras estrellas pensando que así se logra más influencia y visibilidad propia y ajena, entonces es que de la sociedad del espectáculo no hemos aprendido nada; y no hace falta recurrir a las identidades. Siempre simplificando para descalificar al otre.
Por si llega alguna vez a leerse por la persona que ha escrito el artículo: Creo que si escuchas con atención el discurso, que si en vez de evocar tus anhelos en su gesto estas atentx a lo que sucede, igual y sólo igual no lo verás tan negro. En el discurso de Preciado en la Gucci Fest no escucho crítica alguna al sistema económico. Igual no era el espacio, igual no era ese el gesto. Es fácil criticar y poner la zancadilla, como mencionas. Y a pesar de que creo que tu crítica puede enriquecer cerebros, pienso que te has equivocado de pleno. Me llega ese olor a rancio del romanticismo del revolucionario que sólo toma por buena la acción que es "totalmente coherente" con la revolución, cayendo una y otra vez en el fracaso, eso sí, íntegro (como si realmente eso fuera cierto y posible). El gesto de Preciado en la Gucci Fest era para con lxs disidentes del género binario. Nos lo dice el Monstruo: se trata de cambiar el deseo. Creo que hablamos de normatividad (no de sistemas económicos). Hay muchas luchas, mucho por hacer. Muchos espacios y pocos altavoces. Agradezco tu crítica, realmente, pero no puedo evitar sentir la necesidad de transmitirte esto. No puedo evitar enrabiarme un poco al percibir esos aires de persona "moralmente superior", "coherente todo el rato", que desde esa "posición de superioridad" critica un gesto que acciona, que crea, que juega y transmite una idea subversiva a un alcance con el que sólo puedes soñar. Para terminar...¿qué papel tiene la industria de la moda en la creación de subjetividad? ¿a caso no ves la potencia?
En primer lugar, muchas gracias por leer el texto y por el comentario. Siempre es estimulante que se abra el diálogo acerca de estas cuestiones y, de hecho, por eso en buena medida puede tener sentido escribir textos como este. He escuchado y atendido con especial atención el mensaje de Preciado en el corto. Es una de las cosas que hago siempre antes de escribir: documentarme todo lo que puedo sobre las cuestiones que abordaré. En este caso, además, me interesaba especialmente saber de qué manera había tratado de aprovechar Preciado, como tú dices, un altavoz como el que prestaba su participación en el corto.
Con todo, en primer lugar debo decir que preferiría no haber escrito un texto de estas características; preferiría que las acciones públicas, mediáticas de un autor como Preciado, cuya obra inspira a colectivos transformadores, lectoras, lectores de una punta a la otra del mundo, fueran en una dirección distinta. Como digo en el texto: en la dirección de denunciar las condiciones de miseria que el sistema capitalista esparce por el mundo y que cristalizan en empresas como Gucci y en actividades productivas como las que lleva a cabo esta marca. Eso sí que sería un altavoz potente para amplificar las demandas de todas las expresiones subjetivas menores, disidentes, explotadas, relegadas, por múltiples cuestiones, de género, de origen, de clase... Por lo demás, en las condiciones en que se da el mensaje creo que no deja de ser un altavoz afónico el que presta el corto y que no contribuye, por tanto, al objetivo que se busca: la emancipación de las expresiones somáticas disidentes. De hecho, y con esto atiendo otra de las cuestiones que apuntas, en el mensaje de Preciado se habla no solo de las expresiones subjetivas disidentes en el campo de las sexualidades, sino también de cómo la introducción de una lógica binaria contribuye a establecer un discurso y unas prácticas de carácter racistas. Y la pregunta es: ¿acaso se puede separar esta división social de carácter racista -como, por lo demás, toda división sexista o genérica- de las políticas de expolio, explotación (también y sobre todo) económica en las que Occidente ha asentado su poder, su hegemonía durante los últimos años? Lo que me llama la atención, hasta la estupefacción, es que este mensaje se pueda emitir sin sonrojo en las condiciones en que se hace, precisamente en el corazón de la bestia (que no del Monstruo) y sin posibilidad alguna de evitar el dispositivo propagandístico (no solo publicitario) dispuesto por la marca en beneficio propio.
Que hablamos de deseo. Por supuesto. Antes que Preciado lo hicieron Deleuze y Guattari, notablemente en El Anti-Edipo. Bien lo sabe Preciado y, por eso, los cita de manera profusa. Para Deleuze y Guattari hablar de deseo es hablar de producción de flujos, de producción de movimientos tanto en el campo social como en el subjetivo, tanto en sentido semiótico o simbólico como en clave material. De hecho, lo que tratan de apuntar es que toda producción deseante, subjetiva, incluso semiótica no tiene sentido si se desliga de las condiciones materiales que la atraviesan. Que la subjetividad y todos los movimientos, gestos -por tomarte la palabra- en que se asienta el espacio de la subjetividad se manifiestan y se entienden en relación a lo que el "viejo" lenguaje del materialismo reservaba para la infraestructura económica -y que si el "viejo" lenguaje materialista se quedó corto, según los autores, fue en aquellas ocasiones en que no incluyó tales aspectos en el corazón de su análisis-; y que no se trata, por tanto, de eludir tal espacio, el de las condiciones materiales de existencia, sino de ampliarlo hasta llegar a abarcar (también) todas las políticas que se incluyen en los procesos de producción de subjetividad. Nada distinto apunta Foucault. Desde Vigilar y castigar, en que habla de la necesidad de producir una "ergonomía" concreta, de producir una disposición corporal concreta susceptible de ser funcional para el modo de producción dominante en cada momento; y hasta llegar a los últimos cursos del Collège de France, en que se detiene en el concepto de biopolítica y apunta las condiciones espaciales -el medio, el territorio-, las condiciones de carácter empresarial en las que la subjetividad deviene la imagen fiel del "homo oeconomicus" en cuya realización ha dispuesto el capitalismo sus mayores esfuerzos. Hablar, pues, de expresiones subjetivas disidentes, no binarias, no normativas, dejando de lado todas las demás condiciones que dan sentido a la producción de la subjetividad por parte del poder resulta, pues, un tanto pobre. Aunque sea Preciado quien lo haga. Y aunque lo haga vestido de etiqueta en un anuncio de Gucci.
Asimismo, no estaba en mi intención caer en el romanticismo revolucionario y menos aún en posiciones de superioridad moral. Pero si un referente como Preciado lleva a cabo una acción de este tipo, debe estar dispuesto a enfrentar el debate que pueda generar -lo cual, dicho sea de paso, aún no he visto que haya hecho en relación a las críticas que ha suscitado su acción. Por otra parte, mi texto responde, quizá, mucho más a un lamento que a una crítica: a mí también me da rabia ver que alguien como Preciado lleva a cabo, si despeinarse lo más mínimo. un acción que manda a tomar viento cualquier propuesta basada en la intersección entre los distintos movimientos alternativos al capitalismo y, claro, a la organización social basada en divisiones binarias de todo tipo. Cierto que todas y todos nos conformamos alrededor de múltiples contradicciones por el simple hecho de vivir en un sistema biopolítico como el capitalismo en la actualidad; que no podemos abandonar, por decirlo con la teología de la liberación -y espero que esto no se me tenga por rancio-, el pecado estructural al que nos somete el sistema capitalista. Por eso, precisamente, debemos extremar las precauciones y hacer sonar las alarmas cuando el grado de colaboracionismo resulta a todas luces excesivo; cuando roza, como diría Foucault, lo intolerable.
Y por lo que comentas de la moda y la subjetividad: en efecto, el potencial es enorme. Y, en ese sentido, fíjate que además de la intervención de Preciado y de un cierto gesto huidizo con las asignaciones sexo-genéricas por parte del protagoniste del corto, no veo que nada más aluda a todo el conjunto, muy amplio, de problemas que la moda -más aún la moda de marcas como Gucci, que no pone en cuestión los cánones de belleza o de funcionalidad establecidos- puede provocar en las personas (sobre todo adolescentes, pero no solo) con cuerpos y, en general, subjetividades no normativas. Y no me refiero solo a aquellas personas que no entran en el patrón de medida de la moda por cuestiones de asignación sexo-genérica, sino también a aquellas que, pongamos por caso, sufren discriminaciones y violencias de carácter gordófobo, capacitista, etc.
Solo una cosa más para acabar: ¿un gesto que podría haber llevado a cabo Preciado, en lugar de su colaboración con Gucci, y que hubiera constituido un altavoz para la transformación muy, muy potente y dirigido en todas direcciones? Haber grabado un corto, o participado en un vídeo, del colectivo Top Manta, que nació hace un tiempo en Barcelona y que hace poco llegó a Zaragoza. Y no lo digo por romanticismo revolucionario rancio, sino por denunciar las condiciones de precariedad que el modo de producción capitalista, el sistema económico, político y social, mediante dispositivos como la división binaria de las subjetividades, mediante medidas de carácter necropolítico (también denunciadas por Preciado), inocula en la sociedad en su conjunto. Qué feliz noticia si Preciado se mostrara, de manera convencida, como un aliadx en este sentido. Qué feliz noticia si, como mínimo, publicara un texto sobre la cuestión, aceptando el diálogo que ha generado su acción... ya ni digamos si lo hiciera en un medio alternativo y no en el boletín informativo del Grupo Prisa, en el que suele escribir sus tribunas.
Como digo, muchas gracias por la lectura y por abrir el diálogo.
Un saludo.
Ninguna potencia de cambio de la realidad. Se queda en lo que es: pura estética. Brillante y epatante, claro, pero cero subversión. Total domesticación.