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Sistema de salud mental: pastillas y correas
           
        
         
Vencimos  porque, aunque muchas nos miren con rechazo o miedo, seguimos a cara  descubierta diciendo quiénes somos y de dónde venimos.
¡Vencimos! Las locas creamos la primavera
Princesa Inca
Año  2023, en el programa Espejo Público, uno de sus reporteros transmite  desde Galicia el caso de Iván, un joven al que obligan a sufrir  electroshocks y cuyo padre ha iniciado una campaña para evitarlo,  con una huelga de hambre. Susanna Griso pregunta extrañada: “¿Se  puede dar un tratamiento a alguien en contra de su voluntad?”.
Durante  las mismas semanas, James Rhodes da una charla en la unidad de  Psiquiatría del Niño y Adolescente del Hospital Gregorio Marañón.  Cuando en Twitter se le hace saber que en esa misma unidad se ata y  da electroshocks a niños, su respuesta es un tuit en el que lo  niega: “…Esto  es rotundamente falso. Por favor ten cuidado con tuits así”.
¿Qué es lo que hace que la violencia psiquiátrica sea tan poco conocida y tan negada? Hablar de violencias psiquiátricas es tabú. ¿Existe un mayor silencio porque quienes las ejercen son médicos? ¿Tenemos tan asimilada la fe en los médicos que damos por hecho que cualquier cosa que pase en una planta hospitalaria es para curarnos o salvarnos? ¿Se debe esa negatividad a que la sociedad sigue considerando a las personas psiquiatrizadas como personas peligrosas? ¿O, sencillamente, nos da tanto miedo enloquecer que preferimos no saber, mirar a otro lado como si no tuviera nada que ver con nosotros?
Salud mental como promesa electoral
A  raíz de la pandemia, los partidos políticos vieron una oportunidad  al hablar de salud mental. Sin embargo, la mayoría de las  reivindicaciones se quedan en pedir más profesionales, pero jamás  se habla sobre la psiquiatrización y sus violencias. Si el sistema  de salud mental sigue funcionado como funciona, la entrada de más  profesionales se traducirá en: más coerciones, más medicación y,  en resumen, más psiquiatrización. Lo que se convierte en más  dolor, más iatrogenia y más cronificación.
Entre  las medidas políticas que se han llevado a cabo estaría la  aprobación en La Rioja, por iniciativa de Izquierda Unida, de la  primera Ley de Salud Mental de ámbito autonómico. La ley tiene  buenas intenciones, pero se queda sin ningún mecanismo que pueda  impedir las violencias; se sigue dando legalidad a los ingresos  involuntarios, aunque se intenta promocionar el ingreso voluntario.
Por  su parte, el Gobierno PSOE - Unidas Podemos aprobó la Estrategia  Nacional de Salud Mental que no especifica ni concreta las violencias  psiquiátricas. De hecho, cuando menciona las debilidades actuales  del sistema de salud mental utiliza el eufemismo “prácticas poco  garantistas con los derechos humanos”. Menciona como objetivo  reducir al mínimo las intervenciones involuntarias sobre personas  con problemas de salud mental garantizando el respeto a la dignidad  de las personas, pero no se explica ni cómo ni cuándo, ni con qué  medios se va a hacer. Es fácil apoyar los derechos cuando no existe  ninguna intención de velar por su cumplimiento.
Respecto a los partidos de derecha y extrema derecha, los actos sobre salud mental organizados por el Partido Popular y Vox han sido para posicionarse contra la ley trans. Una de las personas que ha acudido en calidad de experto a estos actos ha sido Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón.
Si el sistema de salud mental sigue funcionado como funciona, la entrada de más profesionales se traducirá en más coerciones, más medicación y, en resumen, más psiquiatrización
La  salud mental convertida en promesa electoral. El presidente del  Gobierno afirma que para el Ejecutivo la salud mental es una  prioridad. En  consecuencia, promete, en la última semana de campaña, una  partida  de 38,5 millones de euros para impulsar la atención a la salud  mental, que serán transferidos a las comunidades autónomas. La  salud mental es una prioridad para un ejecutivo que es responsable de  que en las plantas de salud mental de todo el Estado  se vulneren los derechos humanos con prácticas como los ingresos  involuntarios, la medicalización forzosa, las contenciones  mecánicas. Responsable de centros de larga y media estancia donde se  tienen encerradas a las personas. Responsable de un sistema de salud  mental que enferma y cronifica. Garante  de un Ministerio de Sanidad responsable institucional de las  violencias del sistema de salud mental.
Se  agradece que, aunque durante la campaña electoral Más Madrid no  haya mencionado las violencias del sistema de salud mental, al menos  sí las haya nombrado y, por tanto, las visibilice en su programa.  Sin embargo, no llega a cuestionar un sistema que, en vez de sanar,  enferma a las personas. En el programa, defiende una estrategia de 0  Contenciones y propone que las prácticas coercitivas sean  excepcionales, y que sean “sustituidas por otras prácticas de  cuidados en las crisis que no atenten contra la dignidad de la  persona, basadas en los derechos humanos y la vinculación afectiva,  realizadas por personal bien formado”.
Que  quede claro que no queremos una vinculación afectiva con la persona  que, “excepcionalmente”, tendría el poder de someternos a  prácticas coercitivas, como ingresarnos a la fuerza. No queremos un  sistema que consideran humanizado, si, como dice la activista de  Zoroa,  Sabina del Valle: “No  se puede imponer a una persona que la condición para poder gozar de,  por ejemplo, la libertad, un derecho fundamental reconocido, o para  un mayor bienestar o para vivir tranquila sea algo que la institución  impone, por mucho que consideréis que sea por su bien, porque,  insisto, no es en condiciones de igualdad y, por tanto, no es un  pacto, es coacción”.
Los  psiquiatras son médicos, pero los médicos curan a las personas. En  cambio, un alta en salud mental es casi imposible porque los  psiquiatras no sanan, enferman y cronifican. Como certeramente lo  explica Marta Plaza en (h)amor  gordo,  “…en  cualquier especialidad: tomar la medicación imprescindible (si  alguna) el tiempo mínimo posible para estar mejor. La práctica en  psiquiatría es diametralmente opuesta: aumentar las dosis de  psicofármacos a los que se les suma más psicofármacos hasta que  acabamos con unas pautas de medicaciones superpuestas que se  convierten en un problema extra para sentir, para comunicarnos, para  relacionarnos, para tener ganas de hacer algo, para despertarnos,  para hacer tareas básicas, para concentrarnos, para movernos, para  recordar…”.
Un  ejemplo esclarecedor del peligro que suponen los medicamentos se  puede ver en el documental La  belleza y el dolor de  Laura Poitras sobre Nan Goldin, un recorrido sobre todo aquello que  nos causa dolor, todo aquello que se patologiza y que se medicaliza  para acabar produciendo más dinero para uso de pocos y más dolor y  sufrimiento, para aflicción de muchos. Cuenta cómo Arthur Shaker se  hizo millonario a través de la comercialización de un medicamento,  una bendozidacepina totalmente adictiva, cómo creó toda una  estructura dirigida a los médicos para venderlo, cómo ideó un plan  de compensación en el que les pagarían una serie de bonificaciones  progresivas basadas en la cantidad de Valium que vendía. Valium se  convierte en el fármaco más vendido de la historia de la industria  farmacéutica. Los Sacker eran dueños de la farmacéutica Purdue,  que comercializaba el Oxycontin, opiáceo terriblemente adictivo. La  empresa se propuso con toda deliberación conseguir que se recetaran  estos fuertes opioides y, para lograrlo, lo promocionaron como no  adictivos. Se considera que la epidemia resultante ha causado y sigue  causando miles de muertes.
Deliberadamente se anestesió y adormeció a la población con benzodiacepinas y oxicodina para los dolores, para soportar la opresión del sistema, como lo cantaron los Rolling Stones en su Mother's Little Helper:
   “Oigo  a mi madre decir:
 ‘Mamá necesita algo hoy para calmarla’.
 Y  aunque ella no está realmente enferma,
 está la pequeña  píldora amarilla”.
Dolor que se transforma en lucha
¿Vamos  a seguir enloqueciendo en un mundo con mayor incertidumbre, en  tiempos de inteligencia artificial, donde rápidamente cada vez será  más complicado mantener un consenso sobre la realidad? ¿Vamos a  seguir sufriendo en un sistema neoliberal que cada vez va a necesitar  abarcar más mercados –y está claro que el de la sanidad será uno  de ellos? Vamos a seguir sufriendo, y la solución no puede ser  correas y pastillas.
Las  violencias psiquiátricas no pueden seguir ocultándose. No puede ser  que las sigamos permitiendo, como dice la activista Cristina Barcala  de Zoroa:  “¿Cómo he permitido que me hagan esto y cómo lo han permitido  las demás?”. Frente a esta situación, los principales objetivos  del activismo en salud mental son, en primer lugar, mostrarle al  mundo la vulneración de los derechos humanos que se practica  en todos los ámbitos de dicho sistema; concienciar  a las nuestras, las propias personas psiquiatrizadas, para que  entiendan que nadie puede atarlas ni medicarlas a la fuerza por su  bien; que  se pueden y se deben cambiar las lógicas para entender y enfrentarse al  sufrimiento psíquico, para entender que la locura es una experiencia  humana más y que no debemos castigarla.
Nos suelen decir que nuestra militancia es muy radical. ¿Cómo puede ser, cuando en realidad estamos defendiendo algo que tiene tanto consenso como son los derechos humanos? Pero como estamos locas, se creen que nos inventamos las torturas que padecemos en los recursos de salud mental. Es cierto lo que afirma Judi Chamberlin: “La confusión psiquiátrica hace extremadamente difícil reconocer ninguna validez en las protestas de sus víctimas”.
Se pueden y se deben cambiar las lógicas para entender y enfrentarse al sufrimiento psíquico, para entender que la locura es una experiencia humana más y que no debemos castigarla
Nuestra  lucha ya lleva tiempo, el Colectivo Socialista de Pacientes (SPK) ya  afirmaba en los 70: "No bebáis alcohol, no toméis pastillas  tranquilizantes o somníferos. No toméis estimulantes:  tomad  el poder, esto es mejor”. La única forma de llegar a ese poder es  tomar conciencia, entender que lo que sucede no es una cuestión  individual ni cerebral, encontrarte con las tuyas y bailar que  también hace falta.
En  relación con esto, es importante recordar que sin luchas como la  feminista, la antirracista, la obrera y la cuir no existiría la  lucha loca. Sin las enseñanzas y los aprendizajes de otros  movimientos sociales sería imposible estar construyendo el nuestro.  Tenemos una deuda, pero yo creo que en algún momento el resto de los  movimientos sociales tendrán una deuda con nosotras. Porque si no  hablamos de locura y de malestares, no podremos nunca construir del  todo un paraíso social.
El  Día del Orgullo Loco se ha  celebrado  durante el fin de semana del 3 y 4 de junio de 2023, en las siguientes  ciudades: Las Palmas de Gran Canaria, Bilbao, Barcelona, Pamplona,  Oviedo, Palma de Mallorca y València. En Madrid, celebramos una  manifestación el sábado 3 de junio a las 19.00, desde la Cuesta de  Moyano por el Paseo del Prado, terminando con un acto al aire libre  frente al Ministerio de Sanidad. Para este día, en Orgullo Loco  Madrid elegimos  el lema  Las psiquiatrizadas desatamos nuestra voz.
Un aviso a navegantes: no vamos a parar. Y lo vamos a hacer con alegría, con persistencia y sabiendo que tenemos todo en contra. La militancia es una locura en estos tiempos tan individualistas. Pero, por suerte, la locura ya la tenemos.
 
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Orgullo Loco para despatologizar la disidencia, la diferencia y todo lo demás 
        
      
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