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Orgullo Loco para despatologizar la disidencia, la diferencia y todo lo demás 
           
        
         
Llega el V aniversario del Día del Orgullo Loco en Madrid y, como decía el lema de Radio Prometea, la radio gallega pionera en salud mental crítica, “está todo por facer”.
Vamos al Orgullo Loco a denunciar las violencias en el sistema de salud mental
Lo primero que está  por hacer es que la gente sepa lo que sucede en el sistema de salud  mental. La mayoría de la población piensa que prácticas como el  electroshock y el atar a las personas son algo del pasado y, sobre  todo, piensan que a ellos no les va a suceder, que perder la cabeza  es de personas que nacen con un cerebro enfermo, no una experiencia  humana que le puede pasar a cualquiera.
Está por hacer que  en nuestro país se dejen de vulnerar los derechos humanos en las  plantas y otros recursos de salud mental con prácticas como el  ingreso involuntario, las contenciones mecánicas y químicas, la  medicación forzosa, los aislamientos y muchas más practicas  coercitivas. Por ejemplo, permiten recibir visitas, pero solo de las  personas que el psiquiatra decide. Es un sistema con una lógica  represiva en el que, según cómo te comportes, recibirás más o  menos violencia. Un sistema que es legal bajo el supuesto de que te  puedes hacer daño o hacer daño a los demás. Te encierran antes de  que cometas un delito para prevenirlo y nunca sabes cuanto tiempo  durará la condena.
Está por hacer que la violencia psiquiátrica deje de existir. La violencia psiquiátrica es violencia institucional. Estas prácticas no son excepcionales, al revés, son la norma y forman parte de los protocolos dentro del sistema de salud mental, un sistema represivo en el que, si no te tomas la medicación, la amenaza es que te aten a la cama. El sistema de salud mental es el sucesor del manicomio, disfrazado de espacio esterilizado de hospital. Desde nuestro colectivo, Orgullo Loco Madrid, recopilamos en nuestro blog, Orgullo Loco Denuncia, alrededor de 70 testimonios sobre violencias psiquiátricas. En muchos de ellos se denunciaban también abusos sexuales y otras formas de tortura, como permanecer encerrado dentro de la planta de Salud Mental horas y horas sin hacer absolutamente nada.
La violencia psiquiátrica es violencia institucional. Estas prácticas no son excepcionales, al revés, son la norma y forman parte de los protocolos dentro del sistema de salud mental
En los medios de comunicación, últimamente se habla sin cesar de salud mental, de cuestiones como el estigma o la necesidad de más psicólogos, pero de lo que sucede dentro de los dispositivos, desde las plantas en los hospitales hasta los centros de larga estancia, no se dice ni una palabra. Ese tema no está de moda.
A nivel político  está también todo por hacer. Ha habido avances respecto a la  eliminación de las tutelas, la prohibición de esterilizaciones  forzosas o el derecho a voto pero, desgraciadamente, no se están  cumpliendo. Desde  el Gobierno han anunciado la intención de impulsar una reforma legal  para evitar los internamientos forzosos en el sistema de salud  mental, junto con otras prácticas que vulneran los derechos humanos.  Desafortunadamente, el punto común con el proyecto de ley de salud  mental de Unidas Podemos es que ambos contemplan las excepciones.  Desde nuestro colectivo defendemos que en la tortura no cabe la  excepción, y que esa excepción se convertiría en norma.
Como decíamos, está todo por hacer. Queda visibilizar las violencias, queda impedirlas y queda construir alternativas a este sistema. Por este lado, encontramos ejemplos como las casas de crisis, el modelo de diálogo abierto, los grupos de apoyo mutuo o las redes de apoyo en crisis.
Vamos Al Orgullo Loco a denunciar el negocio de la industria farmacéutica
No fallan nuestros  cerebros; falla el sistema. Los datos sobre el consumo de  psicofármacos ya nos indican que algo está fallando: en nuestro  país, más de 2,5 millones de personas los consumen. Durante la  pandemia, la venta de antidepresivos y ansiolíticos creció un 6% y  un 4% respectivamente.
La utilización de  psicofármacos se fundamenta y justifica en el modelo biomédico en  salud mental, que defiende un origen biológico para los trastornos  mentales. Pero en realidad, como explica Joanna Moncrieff en Hablando  Claro, “ningún trastorno psiquiátrico ha sido  indiscutiblemente vinculado a una alteración bioquímica concreta”.  No se ha conseguido asociar ni un solo marcador biológico a los  trastornos mentales, a diferencia de las enfermedades cerebrales,  como el alzheimer o el parkinson, que sí tienen marcadores  biológicos. Cuando hablamos de marcador biológico nos referimos, en  este caso, a una molécula  biológica que se encuentra en la sangre o  en  otros líquidos o tejidos del cuerpo, y cuya presencia es un signo de  un proceso normal o anormal, de una afección o de una enfermedad.
Cuando te  diagnostican, no lo hacen a través de pruebas, sino por medio de un  manual cuya interpretación es subjetiva y con un diagnóstico que  imprime carácter y altera la narrativa personal. En cuanto lo  recibes te priva de derechos para el resto de tu vida. El resultado  del modelo biomédico y sus prácticas con psicofármacos es la  patologización y subsecuente medicalización de la sociedad, que  consiste en el proceso de convertir situaciones  que han sido siempre cotidianas en cuadros patológicos, con  los que se  pretende resolver, mediante la medicina,  situaciones que no son médicas sino sociales, laborales o vinculadas  a las relaciones interpersonales, y que  nacen producto de un sistema  capitalista, patriarcal y colonialista.
“El DSM (Manual  diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) y el CIE  (Clasificación Internacional de Enfermedades) refuerzan la idea de  que los problemas de salud mental son trastornos biomédicos, a pesar  de que no existe evidencia científica acerca del origen  neurobiólogico de ningún trastorno mental”. Este argumento no  pertenece a ninguna asociación de activismo en salud mental, sino al  gobierno de Bélgica que, en 2019, se posicionó en contra del DSM  debido a la falta de evidencia científica de los trastornos y los  pocos beneficios que ofrece este modelo basado en diagnósticos.
La forma de tratar  estos diagnósticos es la medicación. Todas las personas que alguna  vez han ido al psiquiatra han vivido ese: vamos a probar ahora  con… Las personas psiquiatrizadas acabamos convertidas en  conejillos de indias de la industria farmacéutica probando  diferentes marcas y distintas generaciones de neurolépticos,  antidepresivos, estabilizadores de ánimo, etc. En la mayoría de los  casos, también desarrollando dependencia a las benzodiacepinas. Es  un hecho que la medicación provoca una discapacidad iatrogénica,  pues los años de consumo y de cronificación causan daños orgánicos  y perdida cognitiva.
Nuestra esperanza de  vida es veinte años menor que la media. Esto no se debe al deterioro  provocado por los supuestos trastornos sino a la medicación, a la  cronificación y a la institucionalización. Es muy fácil para los  profesionales recetar medicamentos y muy grande su incapacidad y  desconocimiento para poder retirarlos. Resumiendo: “la medicación  no cura porque no hay nada que curar, lo que hace es cronificarte y  te lo dan para ponerte en marcha y volver a participar en el  sistema”, como explica Heiko Elbira, activista del colectivo Zoroa.
Normalmente se medicaliza la desigualdad. Por ello, las benzodiacepinas son la única droga en la que las mujeres superan en consumo a los hombres. Recuerden la escena de la película Trainspotting, en la que Renton comentaba que su madre tomaba psicofármacos y era una adicta aceptada y respetada socialmente.
La promesa de la salud mental, parafraseando La promesa de la felicidad de Sara Ahmed, tal como la concibe el sistema, es un ideal al que parece ser imposible llegar y que una industria de psicólogos, coachs, psiquiatras, libros de autoayuda y hasta influencers nos vende como un horizonte deseable, dentro de lo que López Petit denomina “estar condenados a trabajar la propia vida, una vida que tenemos que gestionar y que convertir en proyecto”.
Al igual que el  colectivo LGTBQ tuvo que luchar por la despatologización de su  sexualidad y a día de hoy esa lucha sigue en muchos países, por eso  y por la despatologización de la identidad de género, nosotras  queremos que a las que no encajamos o no quieren encajar, a las que  no nos adaptamos y no queremos hacerlo, a las que resistimos al poder  normalizador del capital, del patriarcado y del capitalismo, no nos  patologicen y no nos violenten. Que se deje de patologizar, de  medicar y de violentar a las que se consideran diferentes. En  palabras de Fran Castignani, de Orgullo Loco Buenos Aires, la  conclusión es clara: “despatologizar todo”.
Vamos al Orgullo Loco para que el apoyo mutuo sea la norma y la excepción sea estar sola
Nos enseñan a temer la locura o a romantizarla, a considerarla peligrosa y una enfermedad. Nosotras tenemos claro que no hay que patologizarla ni castigarla. Además, estamos de acuerdo en que “La locura nos habla de eso que se escapa de nuestro control, de eso que no acabamos de comprender. Y la forma en la que, como sociedad, la enfrentamos, nos habla de nosotros, de quiénes somos, y de un mundo que lamentablemente no acepta la diferencia”, como apunta Marcos Obregón, activista de Radio Nikosia, autor de Contra el diagnóstico psiquiátrico.
Y ya que a las personas psiquiatrizadas nos han negado y nos siguen negando nuestra propia voz, nosotras queremos reivindicar esa voz propia, ser el sujeto político de nuestra propia lucha; que ya nadie hable por nosotras ni en nuestro nombre. Por tanto, queremos convertirnos en movimiento social que lo arrase todo mientras lo despatologiza, en Orgullo Loco. Pero tenemos claro que: “nuestra fortaleza no es individual, es siempre como grupo. Eso nos permite acoger, compensar y proteger debilidades o fragilidades individuales. El más débil no es el físicamente frágil o el que está enfermo, sino el que está solo”, como declaraba en una entrevista hace poco la paleoantropóloga María Martinón-Torres.
Así se entiende que los psiquiatras nos digan que no nos juntemos entre nosotras con la excusa de que nos pondremos peor. Quizá lo que temen es que nos juntemos, hablemos de las violencias y nos dé por celebrar el Día del Orgullo Loco
Así  que, si estás sola, es muy fácil que te institucionalicen. Cuanto  menos dinero tengas y menor sea tu red, más posibilidades tienes de  acabar en un recurso de por vida.  Así se entiende que los psiquiatras nos  digan que no nos juntemos entre nosotras con la excusa de que nos  pondremos peor. Quizá  lo que temen es que nos juntemos, hablemos de las violencias y nos dé  por celebrar el Día del Orgullo Loco.
Desgraciadamente, muchas de las personas que están en los centros de larga estancia o de media estancia lo están porque están solas, porque la psiquiatrización y la cronificación no les ha dado otra salida que la de permanecer durante años encerradas en recursos de salud mental. Muchas de estas personas no podrán venir al Orgullo Loco en 2022, no porque no quieran, sino porque no las dejarán salir.
Si asumimos que la lucha del Orgullo Loco es la lucha de todas las personas por un mundo más justo, por una vida fuera del dispositivo de salud mental, debemos empezar a plantear los malestares desde una perspectiva de clase, feminista, antirracista e interseccional. Por ello, tenemos muy claras las razones para celebrar el Orgullo Loco: las reivindicaciones de los Derechos Humanos y la absoluta negación de la tortura, porque tenemos fuerza para ir contra la psiquiatrización que nos ha robado la vida. “Una fuerza que invita a dejarnos de sentir víctimas, a abandonar el lugar del enfermo. Aunque sin olvidar que solo cuando el dolor da una tregua, se puede transformar la ira en descontento politizado”, como dice Alfredo Aracil en Apuntes para una psiquiatría destructiva.
 
Las primeras en  celebrar el Día del Orgullo Loco, este año, han sido las compañeras  de Gran Canaria, que lo celebraron el pasado domingo 20 de mayo en  Las Palmas de Gran Canaria.
En el resto de territorios se celebrará en las fechas siguientes.
En  Barcelona, el Orgull Boig tendrá lugar el domingo 29 de mayo, con  una manifestación desde la Plaza Comercial hasta la Plaza de Palau.
En Bilbao, el Zoroa  Harro tendrá lugar el sábado 11 de junio, en Karmela (Santutxu).
En Santiago de  Compostela, el Orgullo Tolo  se celebrará el domingo 29 de mayo en el Parque de Bonaval.
En Pamplona, el  domingo 29 de mayo tendrá lugar la concentración frente al  Parlamento de Navarra.
En València, se  celebrará el domingo 29 de mayo en la CASA de Patraix.
Se están  organizando, también, actos en Asturias y Andalucía.
Y en Madrid, tendrá  lugar el sábado 28 de mayo a las 18.00, en la Glorieta de Carlos V  en Atocha, con la manifestación y la celebración del acto.
Habrá lugares del  Estado donde quien lo celebre lo hará a través de la pantalla del  móvil, sabiendo que las suyas ya están luchando, poniendo nombre a  la tortura y haciendo de la palabra loca bandera de orgullo.
Psiquiatría
        
            
        
        
Frente a la psiquiatrización, Orgullo Loco
        
      
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