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Elecciones generales del 28 de abril
Catalunya como objeto arrojadizo de la derecha española
Los ecos del otoño de 2017 están marcando la campaña electoral de los partidos neoconservadores y neoliberales. PP, Vox y Ciudadanos apuestan por la eliminación del autogobierno de Catalunya mientras gobiernen los partidos independentistas y por la recentralización de competencias autonómicas.
La gama va desde la reclamación de un referéndum hasta la supresión de los Mossos d’Esquadra y el fin del autogobierno. Catalunya es el foco, lógicamente, para los partidos que únicamente se presentan en las cuatro provincias de la comunidad autónoma: Catalunya en Comú, Junts per Catalunya, Esquerra Republicana de Catalunya y Front Republicà. Pero también lo está siendo para los tres principales partidos de la derecha liberal y neoconservadora española.
PP, Ciudadanos y Vox dedican gran parte de su tiempo en los medios de comunicación a reclamar un voto contra lo que ellos consideran la intención de Sánchez de otorgar más poder a los “separatistas”. Catalunya se ha convertido en un objeto arrojadizo con el que los tres partidos quieren hacerse con la victoria en el resto del Estado, incluso a costa de la realidad sociológica, que señala que una abrumadora mayoría de la población (64%) no apoya una reducción del grado de autogobierno actual.
Los tres partidos de la manifestación de Colón, PP, Ciudadanos y Vox, introducen propuestas de recentralización de las competencias autonómicas que superarían el límite de actuación de la aplicación “inmediata” del artículo 155 que, cuando fue aplicado supuso la primera suspensión de la autonomía de Catalunya en democracia. Los tres llevan en sus programas como reclamo el 155, y añaden propuestas que van desde lo folclórico —llevar por decreto a la selección de fútbol a Catalunya— hasta lo tenebroso —prohibición de partidos que no tengan como objetivo la unidad de España.
Ciudadanos es el partido más tímido en cuanto a esa limitación de transferencias a las autonomías, ya que en su programa solo especifica su apuesta por “reforzar las competencias del Estado para garantizar la igualdad y fijar la distribución de competencias entre el Estado y las comunidades, sin posibilidad de transferencia”.
El Partido Popular, bajo cuyos gobiernos se profundizó en el modelo territorial actual, pretende, no obstante, revertir algunos de los avances en cuanto a transferencia de competencias mediante una moratoria que paralizará la cesión de nuevas transferencias a las comunidades. Vox es más extremo en su “propuesta tras el quinto gin-tonic”, como la definió el 22 de abril el exportavoz popular Rafael Hernando, ya que piden “un solo gobierno y un solo parlamento para toda España”, desandando el camino de la Constitución de 1978 y su título octavo sobre organización territorial.
Los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas indican que el modelo autonómico de organización es el más valorado por la sociedad española. El porcentaje de personas que se muestran a favor del sistema vigente es el más alto desde que el CIS estableció la pregunta en los términos actuales. Mientras, el porcentaje de personas que reclaman un “Estado con un único Gobierno central sin autonomías” se ha reducido casi un 6% desde 2012, si bien se ha reducido también el de quienes creen que el Estado debe reconocer “a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en Estados independientes”.
Después del otoño catalán
“Creo que la sociedad española, y también la catalana, aún está asimilando lo que pasó entre septiembre y diciembre de 2017”, explica el iberista Andrew Dowling. “Todo el mundo está intentando descifrar lo que ha sucedido. Desde la Transición democrática, la sociedad española no había pasado por nada así. No es comparable al ‘tejerazo’ o al caso de ETA, porque entiendo que la cuestión catalana parte de un movimiento no violento”.
De este modo, para Dowling, el shock se ha convertido en una vía que la derecha está empleando para sacar partido del “sentimiento ofendido” de la derecha nacionalista española. Catalunya ha sido “la gran manera de unificar a la derecha española”, para este iberista, que habla de un resurgimiento del nacionalismo que “no quiere entender las demandas de la sociedad catalana, solo piensa en ganar contra ellos”. Como indica refiriéndose al caso de los tories y el Brexit, es una tendencia que no se circunscribe al panorama español, y que está afectando a los ‘partidos normales’ por la presencia “de irresponsables dispuestos a sacar provecho” de las disputas políticas.
El filólogo y escritor Jordi Amat coincide en que Catalunya es el “motor de la campaña” para lo que define como el “constitucionalismo reseco —de PP y Ciudadanos— y los nacionalpopulistas de Vox”. Según Amat, que colabora con La Vanguardia y es autor del libro La conjura de los irresponsables, estos tres partidos “niegan la existencia de un problema político pero centran toda su retórica política en el caso catalán sin aportar otra solución que no sea la polarización”.
Para Amat, se trata de una expresión de “nacionalismo puro y duro que, con el maquillaje del Estado de Derecho, esconde el rostro de una ofensiva nacionalista española que cabalga como lo hace en demasiadas partes de un Occidente que no ha sabido responder políticamente a la globalización y que ante ese desconcierto retorna al vientre materno de la viejísima nación”.
Una encuesta de noviembre de 2018 del Centre d’Estudis d’Opinió situaba en el 47,2% el porcentaje de población de Catalunya que apoyan la independencia. En los últimos años, la cifra ha seguido aumentando, aunque está tocando techo, como advierte Andrew Dowling “es poco probable que baje y también creo que es poco probable que crezca”, señala cuando habla de una situación de parálisis, de un “shock” que va a permanecer muchos años.
Pragmáticos contra unilateralistas
Para los partidos independentistas, el shock se ha traducido en una “fase de transición”, señala Dowling mientras se asimila que lo que pasó en el 17 “fue una derrota”. El modo de asimilar esa derrota, señala, ha dirigido a ERC hacia posiciones moderadas o pragmáticas, frente al “fundamentalismo”, de Quim Torra y Carles Puigdemont, que sigue apostando por la vía unilateral. A raíz del proceso sobre los hechos del 1 de octubre y de la estrategia de ERC de centrarse en los presos juzgados en el Supremo, opina Dowling, “es bastante probable que Esquerra esté en posición de ventaja a partir del 28 de abril, y después de eso ya veremos qué pasa en la batalla entre Junqueras y Puigdemont para las europeas y en las municipales”.
“Si miramos el panorama de 2005 y lo comparamos con el de ahora, vemos que todos los partidos han sufrido escisiones, facciones, divisiones internas, y los comunes no han sido una excepción”, dice Dowling
Jordi Amat califica la elección del 28 de abril como un termómetro necesario después del año 2017: “Se trata de contabilizar qué parte de la ciudadanía integrada en el enorme movimiento soberanista asume que la ‘batalla de octubre’ se resolvió con una derrota —extraña, pero derrota— y qué parte de la ciudadanía independentista aún sigue instalada en el espejismo de una República que sólo existe como utopía consoladora porque existe la causa general contra los líderes del Procés. Saber qué apoyo tienen unos y otros posibilitará que el independentismo empiece a desbrozar una nueva vía o seguirá empantanado en la que quedó obturada hace ya más de año y medio. Esa cifra determinará si se consolida o no un liderazgo claro”.
Los comunes y el PSC resucitado
El espacio de los Comunes, que se presenta con la marca Catalunya en Comú, quiere consolidar un espacio por el que pasó el PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) —partido que llegó al 18% de los votos en las generales de 1977— y que dio en 2016 a En Comú Podem los mejores resultados de la izquierda —al margen del PSOE— en Catalunya. Aquel 24,5% de los votos obtenidos en las elecciones de junio del 16 será, tres años después, disputado por el PSC, un partido que ha oscilado entre el 15,70 % que obtuvo en 2008 y el 45,83 %, su mejor resultado histórico, en 1982.
Pese a que los socialistas apoyaron la aplicación del artículo 155 en 2017, parten con ventaja en los sondeos y parecen capacitados para disputar el primer puesto a ERC, una vez que la apuesta “dura” de Ciudadanos parece haber terminado con sus opciones de repetir como primera fuerza no independentista tras los resultados de las autonómicas del 155.
Dowling recuerda que el proceso vivido en Catalunya ha sido una trituradora de partidos, “si miramos el panorama de 2005 y lo comparamos con el de ahora, vemos que todos los partidos han sufrido escisiones, facciones, divisiones internas, y los comunes no han sido una excepción”. En tiempos “de debate nacional”, explica este iberista, “para ellos es muy difícil hacer oír la batalla social”, reconoce Dowling, quien cree que el PSC ha recuperado terreno también por la menor coherencia de su mensaje: “Su candidato Asens es más cercano al independentismo que el 80% de sus votantes, que no son independentistas”.
La salida con portazo incluido de Óscar Guardingo, de Podem Catalunya, reforzó la idea de que En Comú puede ver reducido su espacio entre los no independentistas el próximo 28 de abril. En todo caso, apunta Andrew Dowling, los votantes van a dudar hasta el último momento entre los comunes y los socialistas: “Creo que la batalla es muy interesante, hace tres años veía al PSC en vías de extinción y han vuelto de la muerte”.
La principal prueba para los comunes, no obstante, se producirá unas semanas después, en las elecciones del 26 de mayo, tras las que Ada Colau espera reeditar su apuesta de Gobierno en Barcelona. En cualquier caso, un buen resultado de Jaume Asens el 28 de abril será la mejor noticia para la siguiente campaña, la de las locales, que en Catalunya seguirá marcada por los ecos de 2017.Relacionadas
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