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Elecciones
Elecciones y cambio climático
¿Quién va a hablar en esta campaña del mayor reto humano y global al que nos enfrentamos?
¿Quién va a hablar en esta campaña del mayor reto humano y global al que nos enfrentamos? ¿Quién va a presentar propuestas para un nuevo modelo de sociedad que nos permita configurar un horizonte de esperanza ante ese reto? ¿Quién va a dar voz a las generaciones que aún no han nacido pero que heredarán las consecuencias de nuestras decisiones? ¿Quién hablará por los derechos de nuestras hijas y de nuestras nietas? La crisis a la que nos enfrentamos no es un cajón de crisis separadas: económica, social, política, ambiental. Es una única crisis, una crisis integral y compleja en la que los derechos civiles y sociales, las libertades fundamentales y la dignidad de las personas están entrelazadas con un modelo económico, social, ambiental y político que continúa hacia la destrucción de la vida y de las personas o asume la responsabilidad de reconstruir un humanismo que recupere lo mejor de nosotros mismos.
La lucha contra el cambio climático es una lucha por la democracia y la libertad. La crisis de recursos y los retos de la vida en un Planeta en que la existencia misma se pone en peligro tendrán una salida por la vía de la libertad, la solidaridad y la esperanza o por la de la tiranía, la opresión y la violencia. Eso es la democracia. Y eso lo decidiremos nosotros, todos juntos, por acción o por omisión.
Es la vida, no como supervivencia sino como vida digna y buena, la que se juega en ese reto
Es la vida, no como supervivencia sino como vida digna y buena, la que se juega en ese reto. Vida que es más que la supervivencia de los salvados o los hundidos. No es una elección entre el empleo actual o el cuidado de unos árboles, unos pájaros o un río. No es una dicotomía entre nosotros y la naturaleza para el placer estético o sibarita de unos pocos. Es una elección entre nosotros o nosotros. Entre vivir esclavos de otros y sus decisiones, de su avaricia a costa de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, de nuestras vidas y nuestras familias, de nuestra salud, nuestro tiempo y nuestro entorno o vivir como seres humanos plenos, libres, dignos. No somos mercancía ni engranaje sustituible del sistema, ni nosotros, ni nuestras hijas, ni nuestras tierras, ríos, mares y aire. Somos personas únicas, intransferibles con un legado que dejar.
La lucha contra el cambio climático no es una lucha por la salvación, es una lucha por una vida humana que dé ejemplo de los mejores valores y virtudes del género humano. Es una batalla contra los apocalípticos y el miedo para la creación de una sociedad de la que sentirnos orgullosos porque encarna lo mejor de nosotros mismos y crea las condiciones no solo presentes sino futuras de una vida buena.
¿Quién pone en la agenda política el tema del que nadie habla, el verdadero asunto de nuestro tiempo escondido bajo las consignas, las banderas, las patrias y los odios de otros siglos?
Pero ¿quién da voz a eso en unas elecciones? ¿Quién pone en la agenda política el tema del que nadie habla, el verdadero asunto de nuestro tiempo escondido bajo las consignas, las banderas, las patrias y los odios de otros siglos? ¿Quién será capaz de poner el cambio climático en el centro del tablero o ascenderlo como verdadero anatema hasta tomar los cielos?
En una época en que las elecciones se parecen cada vez más a una casa de apuestas, a un casino de encuestas y escaños, y en la que a pesar de sus mediocridades particulares y partidistas todos parecen correr en busca de épicas pasadas, de grandes gestas de otros tiempos, de palabras y símbolos de otras épocas, ¿quién enarbola la auténtica bandera de nuestro tiempo? Lo hacen los adolescentes sin derecho a voto en el corazón de Europa, quizás un hombre o una mujer en un pequeño partido que se desgañita el alma en un parlamento para que esa voz se oiga, el movimiento feminista que sabe que sus luchas y las del Planeta son las mismas, una congresista americana frente al infame de los muros y sus hooligans del Ku Klux Klan, el susurro de un ministro o ministra que aspira a que algo de esto suene sin que la supuesta realpolitik de los estrategas electorales y sus asesores la arrincone al ostracismo de los soñadores o los ingenuos. Y ellas y ellos en mitad de la selva, los locos en el océano, los mestizos, los indígenas, los ecologistas que se juegan la vida.
Quizás a muchos les parezca simplemente demasiado abstracto porque viven ajenos a la tierra, al agua, a la preclara necesidad de cambiar de rumbo y de destino
Quizás a muchos les parezca simplemente demasiado abstracto porque viven ajenos a la tierra, al agua, a la preclara necesidad de cambiar de rumbo y de destino porque ya el sustrato que te da de comer a ti y a los tuyos languidece. No hay otro mundo posible sin contacto con él y ese contacto es tan lejano, tan rural, tan de otro tiempo, de otra geografía.
La vida hoy se configura no con un déficit de naturaleza, sino con un déficit de vida. Pero no hay nadie todavía que coma ni respire tweets, vídeos de redes sociales, tablets o iphones. El mar está emplasticado, quién lo desemplasticará. El desemplasticador que lo desemplastique buen desemplasticador será.
¿Quién se atreverá a desarrollar el populismo de los impopulares? Combatir este modelo de violencia contra todo y contra todos, en el que el único dios divino y carnal es el poder para nada y el dinero para todo; traerá medidas aparentemente impopulares que se convertirán en una auténtica fiesta de las mayorías, una democracia de vida. Pero todavía no lo saben porque hay que hacerlo y hacerlo entre todas y todos, siendo conscientes del reto y de la pasión colectiva que tenemos que aglutinar y agrandar, para enarbolar esta esperanza. La esperanza de las grandes gestas, la esperanza de la mayor gesta de todas: seguir en este Planeta y hacerlo juntas, vivas, construyendo un legado de vida buena, próxima y compartida, del que hablarán cuando nos hayamos ido. Esta es nuestra épica. Si alguien la andaba buscando que no mire atrás, que mire de frente y a todos lados porque nos está llamando y no parece escuchar respuesta. Necesitamos personas comprometidas con esta gesta colectiva, global, interdependiente y humana.
Necesitamos personas que la encarnen como candidatas en las instituciones públicas de todo el país, de todos los países, de todas las regiones y todos los pueblos. Y necesitamos una papeleta, muchas papeletas de papel reciclado de bosques sostenibles para inundar cada elección con un mensaje claro de esperanza. Y después, necesitamos seguir. Y plantar árboles, cientos de árboles, miles de árboles que inunden nuestro mundo y nuestro espíritu para que recordemos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
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En el futuro se estudiará esta locura colectiva, esta disonancia cognitiva o alienación generalizada y suicida, que hace que la gran mayoría de la sociedad no sólo se desentienda de la trágica disrupción climática sino que colabore y lo aliente. Es como la ceguera autoinducida en el lll Reich respecto al exterminio de los judíos pero ahora a nivel globalizado... Si hay futuro habrá un nüremberg ecológico y los banquillos de acusados serán masivos.