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Elecciones
Elogio del camino largo
A la inmensa mayoría de la población no se le deja decidir sobre nada importante en su vida, por mucho que las decisiones les afecten. Hay un camino que arranca desde el combate contra esta injusticia básica: personas y colectivos que deciden horizontalmente, en proyectos vitales compartidos, que se sustentan en valores y actitudes antagónicos a los predominantes.
Hay un camino corto. Comienza por plantearse, de entrada, la ocupación de las instituciones, especialmente las del estado central. El camino corto consiste en jugar a su juego, confiando en las propias habilidades, en la propia genialidad (un líder atractivo y bien construido, un discurso amplio, abierto y fácilmente asimilable, la presencia en los medios conseguida mediante actuaciones y espectáculos sorprendentes, ventanas de oportunidad, asaltar los cielos, máquinas de guerra electoral…). Aunque estoy hablando del camino electoral, el camino insurreccional corto comparte muchos de sus inconvenientes y añade algunos específicos.
Quienes abrazan este camino pretenden, creo, poner el carro delante de los bueyes. Realmente no ven (o no tratan) a los bueyes como protagonistas y terminan tratando como protagonista… al carro. Los bueyes sólo son votantes, que deben permitir, con su voto, el asalto al carro. Luego, desde el carro, ya nos ocuparemos de convertir a los bueyes en protagonistas. En la medida de lo posible.
Es, en definitiva, jugar a un juego ajeno, con reglas desfavorables, con multitud de hándicaps, con el árbitro en contra. Jugar a lo electoral es eso. Hay una estrecha correlación entre los resultados y la disponibilidad (y el gasto efectivo) de recursos, no sólo por la mayor presencia de la publicidad en sentido estricto, su mejor diseño, su mayor calidad… sino porque hay diseñadores de campaña superespecializados, con nuevas estrategias y tácticas, con infinidad de recursos y sin trabas morales y porque la presencia y la potencia de sus medios de comunicación es terrible.
Hay diseñadores de campaña superespecializados, con nuevas estrategias y tácticas, con infinidad de recursos y sin trabas moralesEsto hace que ese supuesto camino corto ni siquiera sea factible. Habría que arrancarse los dientes previamente para que te permitieran sentarte a la mesa. Los medios son ajenos y están al servicio de otros. Sólo te darán presencia si les interesa y en la medida y durante el tiempo que les interese. Tu imagen puede ser muy hábilmente distorsionada, basándose en elementos que el propio líder proporciona: una persona recta puede ser presentada como fanática y soberbia, una persona bondadosa como floja e incapaz, etc. ¡Es tan fácil!
Pero no es sólo eso, ni eso es siquiera lo más importante. Lo más importante es que el conjunto de las personas potencialmente votantes está siendo continuamente preparado para ser manipulado, para ser heterónomo, para estar confuso, desilusionado… Y no sólo, ni principalmente, por los propios medios, sino por la propia vida real. Sólo se aprende a ser autónomo siendo autónomo. Sólo se madura tomando decisiones autónomas, actuando autónomamente y valorando autónomamente los procesos y sus resultados. Y a la inmensa mayoría de la población no se le deja decidir sobre nada importante en su vida, por mucho que las decisiones le afecten. Esa es la verdadera madre del cordero: una vida no sólo discriminada, sino subordinada, subalterna.
Hay un camino largo, que arranca, precisamente, desde el combate contra esta injusticia básica: personas y colectivos que deciden igualitaria y horizontalmente en proyectos vitales compartidos, que se sustentan en valores y actitudes antagónicos a los predominantes. Cuando se organizan colectivos transformadores de modo jerárquico se está construyendo sistema, por muy antisistema que sean las ideas y las intenciones. Y se está potenciando el sistema precisamente en su punto nodal: quitar o dificultar a las personas la capacidad de analizar, proponer, decidir, actuar y valorar por sí mismas.
Cuando se organizan colectivos transformadores de modo jerárquico se está construyendo sistema, por muy antisistema que sean las ideas y las intencionesSólo pugnan con el sistema los colectivos y proyectos en los que cada persona es parte activa y responsable, donde crece la iniciativa, la implicación consciente y creativa, del todo y de las partes. Cuando se genere una cultura realmente antagónica, resistente y creativa, cuando ésta vaya extendiéndose entre los y las de abajo, como la fusión de miles de manchas de aceite, mediante la lucha, y cuando esa cultura llegue a ser predominante entre ellas, las últimas vueltas de tuerca de la transformación podrían adoptar muchas formas y muchos tiempos ahora imprevisibles.
¿Esto significa que no hay que participar jamás en procesos electorales? Creo que esa cuestión merecería un tratamiento más detenido. Baste ahora decir que hay que poner el carro detrás de los bueyes y que hay que vestirse despacio si uno tiene prisa. Y, lo más importante, que lo electoral es muy peligroso. No sólo porque sea tóxico, sino porque es cancerígeno y tiende inexorablemente a la metástasis. En cuanto parpadeamos, ya ha ocupado no sólo el centro, sino el todo.
Sólo pugnan con el sistema los colectivos y proyectos en los que cada persona es parte activa y responsable, donde crece la iniciativa, la implicación consciente y creativa, del todo y de las partes¡Hay tantas historias tristes de personas y colectivos que entraron en lo electoral para cambiar las cosas y lo electoral los cambió a ellos! ¿Habéis conocido alguna revolución desde arriba que se haya convertido en una revolución desde abajo? No parece teóricamente imposible, en principio, aunque yo no recuerdo ninguna. No quiero simplificar excesivamente, así que admitamos al menos que debe ser muy difícil, que debe darse una conjunción de circunstancias previas y presentes y que no es fácil que esa conversión se dé.
Por si a alguien se le ocurre, no creo que el zapatismo sea una revolución desde arriba, ni creo que opte por el camino corto, sino más bien todo lo contrario.