En el margen
“Hay muchos menores LGTBIQ en la calle en Guinea Ecuatorial porque sus familias les han expulsado”

Gonzalo Abaha forma parte del colectivo de defensa de los derechos LGTBIQ Somos parte del mundo. Este activista, autor de una novela sobre la trata de niñas en Guinea Ecuatorial, denuncia las consecuencias de la homofobia y el machismo en su país.
Gonzalo Abaha
Gonzalo Abaha. Foto: Raquel Monteagudo
4 may 2023 06:00

Nacido en Evinayong, en la parte continental de Guinea Ecuatorial, Gonzalo Abaha es, a pesar de su juventud, un importante activista por los derechos LGTBIQ en su país. Licenciado en Humanidades, es el coordinador continental y responsable de las relaciones institucionales de Somos parte del mundo, un colectivo por la defensa de los derechos LGTBIQ en Guinea Ecuatorial que publicó el año pasado un informe sobre la trata y explotación sexual de las personas LGTIBQ en el país, el cual hizo llegar a todos los estamentos del Gobierno para visibilizar la situación de injusticia a la que se enfrentan estas personas.

Autor del libro Las ratas también se enamoran, en el que habla de la trata a la que se ven sometidas las niñas cis-hetero fang por parte de sus familias, se encuentra en estos momentos en España con una beca de la AECID trabajando para la asociación LGTBIQ Acción Triángulo, en Madrid.

¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
Los recuerdos que tengo son un poco drásticos, con normas muy estrictas. Debías mostrar las 24 horas del día que eras hombre, lo cual es muy cansado. Debías hablar y caminar como un hombre, tomar decisiones, no estar en la cocina...

También tengo recuerdos buenos de mi infancia en la finca con los amigos, como hacer cocer los melongo para construir cestas. Desgraciadamente, había algunas tareas que me gustaban y que concernían sólo a las mujeres. Si yo quería hacerlas, algunos parientes míos se molestaban.

¿Cuáles eran esas cosas que concernían sólo a las mujeres?
Ir a la finca, hacer las cestas para las mujeres, que se llaman miyeng. También la pesca femenina llamada molok. Eran cosas que me gustaban, pero no eran bien vistas por algunos de mis parientes.

Comportarme como un niño, como un hombre, las 24 horas  del día era algo que me asfixiaba. Había tareas masculinas que detestaba, por lo que me escapaba y me inventaba que estaba enfermo

O sea, que estaban muy marcados los roles de género.
Sí, totalmente. Para mí era muy injusto porque yo no podía hacer las cosas que quería. Comportarme como un niño, como un hombre, las 24 horas  del día no me gustaba, era algo que me asfixiaba. Tampoco me gustaba la violencia, lo mío era el diálogo, hablar, y a veces se requería fuerza para ciertas cosas. De hecho, había tareas masculinas que detestaba, por lo que me escapaba y me inventaba que estaba enfermo.

¿Cuáles eran las tareas masculinas?
Limpiar el patio con la pala, ir a cargar unos troncos de árboles muy pesados o limpiar el bosque. Esas cosas no me gustaban porque yo pensaba que torturaban mi cuerpo.

Había también que imponerse. Cuando tenías algún conflicto con alguien, no podías no enfrentarte, porque los hombres no huyen de los problemas. Todo esto me cansaba y me parecía injusto. En ocasiones pensaba que las niñas se llevaban la parte más humana de la gente.

¿Cómo tomaba tu familia que no quisieras hacer estas labores de hombre?
Como tampoco tienen mucha conciencia de los roles de género, más bien lo veían como que me escaqueaba de mis tareas y que era un vago, algo que no está bien visto dentro de nuestra cultura. Por eso, mi tío me pegaba cuando me dejaba alguna tarea. Al final tenía que hacerlas, pero de manera incómoda, porque eran cosas que no quería.

¿A qué edad saliste del armario?
En principio no les dije nada, mi salida del armario no fue voluntaria, sino más bien un cúmulo de cosas que sucedieron. Se dieron cuenta por ciertas fotos que hice en ciertos lugares con ciertas personas. En Guinea todo el mundo es familiar de todo el mundo y si tu tío de cuarta línea está ahí, se acababa enterando y lo comenta cuando va a casa. En ningún momento yo pensé decírselo a nadie, de hecho, tenía miedo porque sabía lo que me esperaba.

¿Y qué es lo que te esperaba?
Salir de casa, ir a las terapias de conversión, que son varias y frecuentes en todas las personas LGTIBQ, ya que el tema de la homosexualidad es un tema en principio exclusivo de la familia, porque se cree que atenta contra el honor de la tribu y del clan. Las terapias suelen ser exorcismo en las iglesias, pasas días sin comer ni beber, y también en las curanderías, donde te hacen rituales de sangre de animales porque piensan que así se te quita el espíritu.

Las mismas familias te imponen protocolos de prevención porque piensan que es una enfermedad contagiosa y puedes acabar contaminando a todos los demás miembros. A veces te llevan a las comisarias para que te peguen porque piensan que el hecho de ser homosexual es algo que has decidido y puedes cambiar en cualquier momento y, al ver que no lo haces, piensan que te estás comportando de manera rebelde. En el centro escolar es peor, a veces los padres piden que controlen al niño por si habla como niña o a la niña por si habla como niño. Es una violencia tremenda. A veces tus compañeros te dan una paliza al salir del centro y los profesores hacen comentarios de odio, alentando el que te hagan daño. En ocasiones te dejan solo en el pupitre, no puedes compartirlo con nadie para no contaminarle.

¿A ti finalmente, cuando vieron que tu homosexualidad no revertía, te echaron de casa?
Sí, es la medida final. Cuando notan que no estás cambiando, como ellos han puesto todos los recursos que tienen para curarte, piensan que no estás ayudando y el día menos pensado te dicen que salgas de la casa. De hecho, hay muchos menores LGTBIQ en la calle en Guinea Ecuatorial porque sus familias les han expulsado. Desde el colectivo al que pertenezco, Somos parte del mundo, hicimos un estudio llamado “Trata de personas con fines de explotación sexual y laboral en la República de Guinea Ecuatorial: el caso de las minorías sexuales”, y detectamos que es una de las principales causas por las que se expulsa a la gente de sus casas. Es lo que se hizo conmigo y con mucha gente.

¿Cuánto tiempo hace que te echaron a ti de casa?
Va ya para siete años.

¿Y cómo viviste todo ese proceso?
De manera muy dolorosa, sinceramente. Ojalá no le pasase a nadie. Es muy duro que toda la gente con la que has compartido tu vida, que te han dado comida y educación, de repente decidan no hablarte o te digan cosas tan fuertes que te marcan.

Yo no tenía prácticamente nada cuando me echaron de casa, iba a casa de amigos y amigas, sobre todo personas trans que vivían de la prostitución y, cuando esa persona se iba a su trabajo, yo hacía las tareas domésticas y me quedaba allí.

Más tarde contacté con el colectivo y es por eso que pude seguir con mis estudios. Anteriormente no podía porque no tenía dinero ni para comer, ni para vestir, ni para materiales. Todo lo que me preocupaba era comer, no estudiar o hacer nada. Lo demás era un lujo.

¿Cómo descubriste el colectivo Somos parte del mundo y de qué manera te apoyaron?
Lo descubrí a través de un amigo que lo conocía. Fui un sábado que se hacía reunión y me sentí tranquilo, porque era un lugar donde podía hablar, expresarme, gesticular como yo quería sin que nadie me dijese: “Uy, ¿qué es eso que estás haciendo?”. Me sentí libre.

Más tarde fui integrándome, me apoyaron para volver a retomar las clases en la universidad con unas mini-becas que se hacían y que me permitieron comprar algunos materiales y continuar mi formación.

¿Qué es Somos parte del mundo y a qué se dedica?
Es como la nueva familia de la gente LGTBIQ+, la elegida. Es un colectivo LGTIBQ que defiende nuestros derechos. También es un colectivo feminista porque vimos que el modelo hombre-mujer que hay en Guinea es patriarcal y muy machista. Incluimos la vertiente feminista para eliminar también esta situación.

Apoyamos a las personas con VIH o con ITS [Infecciones de Transmisión Sexual], así como en la educación de las personas que han abandonado los estudios porque les han echado de casa. También realizamos asesoramiento jurídico de los que no tienen documentos.

No tenemos muchos recursos, pero intentamos hacer lo que podemos con donaciones o subvenciones que a veces pedimos. De hecho, tuvimos un proyecto sobre salud con la AECID porque la situación era ya insostenible. También hicimos un informe sobre educación porque vimos que mucha gente no estaba yendo a clase, incluso personas que habíamos matriculado, porque recibían mucha violencia en los centros.

¿Cuántas personas conforman el colectivo en estos momentos?
De manera visible seremos 15, aunque a las personas que más se nos ve es a cuatro. Hemos sido las cuatro personas más, por así decirlo, descerebradas. Luego está la gente que pertenece al colectivo, pero no quiere dar la cara. Y les entendemos, sabemos lo duro que es estar fuera del armario en Guinea Ecuatorial.

Empezamos a trabajar en 2016 cuando el gobierno sostenía que no hay maricones ni lesbianas en Guinea, a pesar de estar llenas las curanderías y las iglesias con personas homosexuales por el tema de las terapias de conversión.

Yo soy el coordinador del colectivo en la región continental y el encargado de las relaciones institucionales.

Hay muchas ITS que vienen porque, cuando se te echa a la calle, lo único que piensas es en comer ese día y al siguiente y eres capaz de hacer todo lo que se te proponga por tener un pan

¿Cuál es tu relación con Melibea Obono, que ha sido durante mucho tiempo la coordinadora?
Melibea es una lideresa, por describirlo en una sola palabra. Porque, a pesar de las dificultades que supone, desde el 2016 siempre ha estado ahí, trabajando. Es una de las personas que más admiro en esta vida porque da esperanza a mucha gente, yo no estaría ahora aquí si no fuera por sus consejos, por su ayuda y por sus ánimos y eso es algo que hace con todas las personas del colectivo. Merece algo más que premios y un mayor reconocimiento por parte de la sociedad, de las instituciones e, incluso, a nivel internacional. Porque ella ha visibilizado una realidad y visibilizar un asunto de Guinea Ecuatorial, es hacerlo también de Camerún, de Gabón o de Chad, donde se vive de la misma manera. Antes de que nosotros fuéramos integrantes del colectivo, ella ya estaba sola trabajando. El tener un referente como ella te da fuerza y ayuda.

¿En el informe que mencionabas antes qué otras cosas pudisteis ver que sucedían?
Hay mucha trata y la familia es la principal estructura tratante. Hay muchas ITS que vienen porque, cuando se te echa a la calle, lo único que piensas es en comer ese día y al siguiente y eres capaz de hacer todo lo que se te proponga por tener un pan.

La situación reflejada en el informe es alarmante. Las instituciones competentes no tienen ninguna voluntad política para cambiar esa situación porque hay mucho pensamiento cultural ancestral sobre el tema y nadie quiere hablar de ello, es algo que no entienden pese a que hay gente LGTBIQ que están pasando condiciones inhumanas.

Gente homosexual con poder adquisitivo que están en el armario casados con dos o tres mujeres sólo para afirmar frente al público su heterosexualidad, abusan de menores LGTIBQ a cambio de accesorios caros

También en el informe se desveló que hay mucha gente LGTBIQ sin documentación, porque cuando salen de la casa la familia confisca todo lo que tienen o sin formación, porque no les queda ni para matricularse.

Por otra parte, hay mucha gente con recursos económicos que están explotando a niñas trans. En el informe se desveló que hay mucho traslado de niñas entre Bata, Malabo y la nueva ciudad de Oyala. Gente homosexual con poder adquisitivo que están en el armario casados con dos o tres mujeres, sólo para afirmar frente al público su heterosexualidad, abusan de menores LGTIBQ a cambio de accesorios caros. También hay gente con poder en el Gobierno que lo hace para rituales, porque hay un pensamiento de que si penetras a otro hombre estás cogiendo su fuerza y su poder viril. Estos rituales se llevan a cabo sin preservativo y no sabes qué tipo de enfermedades tiene esa persona, pero como te paga y tú necesitas comer, no pones muchas trabas. Hay también una elevada tasa de desempleo, sobre todo entre las personas trans, porque no te dan trabajo en ningún sitio. Además, a muchas personas se las droga para mantener relaciones, eso tanto en menores trans como en menores cis-hetero.

¿Cuál es la influencia de la Iglesia en estos abusos?
La Iglesia en Guinea tiene mucho poder y hace todo lo posible para que no se proteja a las personas LGTIBQ, más bien al contrario, se han detectado discursos de odio contra ellas. De hecho, en algunas iglesias que aparecieron en el informe la gente denunciaba haber sido violada. Algunas de las que salieron son la Iglesia Parroquia Santuario Claret, la Iglesia Epi, el Santuario de San José, la Iglesia Protestante del Monte de Sión, Asamblea de Dios o testigos de Jehová. En todas ellas la gente reconocía haber sido abusada por parte de los dirigentes de esas congregaciones.

¿Cuál es entonces el valor de las vidas de las personas LGTBIQ en Guinea Ecuatorial?
Las personas LGTIBQ no son personas en Guinea. Para ser persona, tu deber es pertenecer a la comunidad y cumplir las normas, pero si no lo haces no eres persona. Es una educación que se ha inculcado y está interiorizada. Si la comunidad te expulsa, ya no eres persona. Si muere un homosexual en Guinea Ecuatorial, no muere una persona, ha muerto un homosexual.

Las subvenciones que buscáis son siempre de terceros países, entiendo, porque el Gobierno guineano no os dará subvenciones, ¿o sí?
No, no las da. Todas las subvenciones las recibimos del exterior o de las Embajadas. Hemos pedido subvenciones al Gobierno, pero no las han dado. De todas formas, todos los informes que hacemos los enviamos a todos los departamentos y ministerios para que les conste la situación y no puedan decir que la desconocen. Los imprimimos y los dejamos en cada uno de esos estamentos. Si el director no quiere recogerlo, lo dejamos en secretaría.

Esperamos que tomen conciencia y puedan resolver los problemas, porque en ocasiones lo toman como un ataque y actúan de manera inadecuada. Pero, realmente, creo que las personas que exponemos estas situaciones lo hacemos por el bien del país, porque es un asunto de Estado del que el Gobierno tiene que encargarse.

Si la comunidad te expulsa, ya no eres persona. Si muere un homosexual en Guinea Ecuatorial, no muere una persona, ha muerto un homosexual

Por lo que me dices, la situación de las personas trans en el país es todavía más complicada.
Sí, las personas trans son las víctimas directas de toda esa transfobia y homofobia que hay, son las principales agredidas, de hecho, se las tortura. Ir travestido o expresarte como quieras es un problema. En Malabo la situación es un poco mejor, por las sedes diplomáticas, pero en Bata no puedes ver a ninguna persona trans de día, solo salen a deshoras. Hay muchísima violencia y nadie hace nada para protegerles.

Este abuso también se produce con las niñas cis-hetero. Hay tanta pobreza, aunque no se dice, que muchas niñas son empujadas por las familias a prostituirse, porque les exigen traer recursos a la casa. Sufren una presión muy fuerte y se les obliga a contraer matrimonio para tener una boca menos que alimentar, al mismo tiempo se les exige que ayuden y apoyen a la familia.

Esta es la segunda vez que estás en España, ¿cuál es la diferencia que has apreciado sobre cómo es percibida la homosexualidad aquí?
Sinceramente, hay mucha diferencia en cuanto a la legislación, porque España ha mejorado en ese aspecto. Hay una buena legislación de protección y eliminación de la discriminación y la gente es más libre de poder ser como quiera ser. En Guinea no hay voluntad política de cambiar la situación. Pero no puedo evitar decir que, si la gente se relaja, todos esos avances pueden retroceder y volver a la caverna. Ahora le toca a España mantener lo conseguido.

Ahora has escrito tu primer libro, Las ratas también se enamoran, ¿qué has querido contar en él?
El proceso de la trata de las niñas cis-hetero, que es la misma que sufren las personas LGTBIQ+ en la sociedad guineana. A muchas de ellas, a pesar de ser valientes y querer seguir adelante, no las dejan. La familia es la primera institución tratante, porque cuando una niña llega a cierta edad la familia empieza a exigir que traiga dinero. Pero son niñas.

También la falta de protección del menor, no existe una protección adecuada de los y las menores en Guinea Ecuatorial. A veces una madre dice a su hija de 14 años: “Cuando yo tenía tu edad, ya aportaba en casa y traía cosas para mis hermanos”. Así están incitando a la niña a la prostitución, si a la niña se le dice eso, se va a la calle y encuentra un señor mayor con dinero que la viola. A menudo este hombre mayor llega a su casa y se presenta, entonces la familia, al ver que el señor tiene dinero, hace todo lo posible para que contraigan matrimonio. Ahí la opinión de la niña no cuenta, sino la de la persona mayor que quiere satisfacer sus apetitos malignos de violador y la de la familia que piensa en los recursos que va a tener. Es una prostitución a cuenta ajena. Hay muchos matrimonios infantiles forzados.

La familia es la primera institución tratante, porque cuando una niña llega a cierta edad la familia empieza a exigir que traiga dinero. Pero son niñas

Abordo, de igual forma, el periodo reciente de la Independencia. Cuando llega al poder el primer presidente Francisco Macías, la hambruna que vivió el país y que les hizo migrar a Gabón, en donde muchos y muchas se formaron y pudieron tener acceso a estudios superiores. Los que se iban a Gabón eran considerados traidores de la patria. No muy diferente a la actualidad.

¿Qué consecuencias tiene todo eso para la vida de las niñas?
La falta de protección de las menores, ya sea a nivel interno o en el proceso migratorio, deteriora el derecho a la infancia. Muchas a nivel emocional lo llevan muy mal. He tenido amistades que no lo soportaban, pero, como no pueden manifestar su opinión porque está mal visto, se callan. Y cuando te callas las cosas, te frustras porque te ahogas. Deberían tener un apoyo psicológico seguro, pero en Guinea los psicólogos son las curanderías y las iglesias. Luego, cuando son madres, también sufren mucho stress post-parto que no es tenido en cuenta. Además, hay mucho abandono escolar porque cuando se casan no pueden seguir con sus estudios ya que el señor mayor se lo impide. Ellas no pueden sentirse libres, su cuerpo está capitalizado porque cada uno quiere sacar su parte.

Hay mucha diferencia todavía en Guinea Ecuatorial entonces, por lo que dices, entre nacer niño o niña.
Sí, los niños son más apoyados en cuanto a los estudios, porque supuestamente el estudio de las niñas no sirve para nada, porque se van a casar e irse con su marido, que es quien se va a ocupar de ellas. Se nota simplemente al despertar, el niño se baña y se va a clase, pero la niña tiene antes que hacer las tareas domésticas. Además, si vives en la casa de unos parientes de tercera o cuarta línea, te explotan: haces todo el trabajo de la casa porque no les interesa si apruebas, si estudias, nada. Los estudios de las niñas no progresan. Una vez que están casadas tampoco pueden continuar porque su esposo piensa que se van a encamar con cualquiera o que las van a conquistar.

¿Te costó mucho ponerte en el lugar de una niña fang para escribir el libro?
Fue complicadísimo. Yo no soy una niña, no sé del todo el dolor que tienen y qué es lo que sienten o tienen que soportar, pero intenté acercarme a ello, empatizar. Hubo momentos en los que cuando terminaba de redactar algo me daba mucha pena. De hecho, no he vuelto a leer la obra porque se me hace muy duro. En el libro no se maquilla nada y se cuentan las situaciones que se viven tal y como son.

Al público mayor de Guinea le ha caído muy mal el libro, porque dicen que hay cosas que no se cuentan así. Al público más joven que lo ha leído sí le ha gustado, pero en ocasiones se han fijado más en la parte sexual, cosa que no debería ser así, porque la obra habla de la trata y temas que afectan directamente a la juventud.

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Guinea es uno de los países del mundo donde el sida tiene más incidencia, ¿por qué es así?
Sí, el año pasado la OMS publicó un informe y Guinea era uno de los países con el índice más alto de África central. Esto es porque no se está trabajando tal como se debe y porque se ha demonizado el VIH. El gobierno ha puesto medicación, pero esa medicación no sirve si no hay una conciencia. Se ha identificado el VIH con la muerte y eso no es realmente así. Puedes tener VIH, pero, si sigues tu tratamiento, estás bien. En Guinea hay mucho mito en cuanto a eso, se piensa que si tienes VIH es porque alguien ha ido a la brujería y te ha lanzado un maleficio, es la enfermedad entre comillas “de mala suerte”.

Debería haber una sensibilización mayor. El ministerio de Sanidad, que tiene relación con la asociación de curanderos, debería hablar con ellos y explicarles que no pueden tratar el VIH en las curanderías ni las iglesias, que es más bien una cuestión sanitaria y científica. Hay mucha gente que se muere porque ha ido a la curandería y le han dicho que le van a curar.

También debería actualizar la información de los sanitarios porque aún a día de hoy se te exige la CD4, que es una analítica para medir las defensas, y, si no la tienen, no pueden acceder al tratamiento. Pero en el tiempo que pasa hasta que haces la analítica, la enfermedad te consume. Ya que la analítica es muy costosa.

Es habitual ver en Guinea una pancarta en la que pone “VIH” acompañado de la imagen de un ataúd. Eso se le queda a la gente en la memoria y llegan a pensar que no hay solución.

Por otra parte, la sociedad civil debería implicarse y hacer lo posible para que la gente se haga un seguimiento. Una sensibilización potente que se podría hacer en Guinea es la que podrían realizar un pastor, un sacerdote y un curandero diciendo que el VIH se trata en el hospital, no en las curanderías o las iglesias.

Me gustaría encontrarme en el futuro con una Guinea que respete los derechos de todas las personas, que fomente una conciencia más sana de humanidad, que asegure la educación, la sanidad y el alimento

Dentro de poco vuelves a Guinea Ecuatorial porque se acaba tu beca, ¿qué te gustaría que cambiara en el país a tu vuelta?
Te puedo decir que estoy viviendo en Guinea estando aquí, porque de todo lo que sucede me entero gracias al móvil.

Me gustaría encontrarme en el futuro con una Guinea que respete los derechos de todas las personas, que fomente una conciencia más sana de humanidad, que asegure la educación, la sanidad y el alimento. Una Guinea más justa, sin corrupción, sin gente que se aferre al poder sin saber hacer política. Una Guinea más segura, evolucionada al nivel de las cosas básicas que todo el mundo necesita. La gente que hace política debería sentir la responsabilidad de saber que están trabajando para el pueblo, no trabajar para el pueblo, pero sin el pueblo.

¿Las vidas de las personas que conformáis el colectivo Somos parte del mundo dirías que se encuentran amenazadas?
Todas las personas activistas de Derechos Humanos estamos en el punto de mira. Hemos sido tan suicidas de decir: “Esto lo vamos a hacer”, pero en cualquier momento no estás. Puedes aparecer muerto por, como se dice allí, “una enfermedad que venía padeciendo”, que nunca se dice cuál es.

Realmente no debería existir esa necesidad de denunciar porque los supuestos encargados de adoptar medidas para que la vida sea más fácil deberían hacer su trabajo. A veces se nos dice que hemos ido al exterior a acusar a Guinea de cosas, cuando en realidad lo que hacemos es luchar por ella e intentar mejorar las cosas. Si miras las consecuencias, dices: “pues mejor me callo”, pero la realidad es que hay gente que tiene que hacer avanzar al país.

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