Opinión
Charlie Kirk y el espectáculo hecho carne
Últimamente he estado dándole vueltas a la idea de espectáculo de Guy Debord en relación a nuestra sociedad psicótica de 'influencers'. Justo había escrito sobre ello un texto, y, cuando iba a darle al botón de publicar, vi que Charlie Kirk, un joven y destacado 'influencer' de la derecha, había sido asesinado. Tengo que decir que no estoy muy sorprendido. Podía sentir la tensión en el ambiente. Y estoy seguro de que no era el único. El espectáculo se ha vuelto demasiado denso, demasiado saturado, las oscuras energías psíquicas que circulan a través suyo se han vuelto demasiado poderosas y circulan a demasiada velocidad. Llegado a un cierto punto había de producirse una descarga, como ocurre con los relámpagos en una tormenta. No es que lo sucedido vaya a ser de ayuda, y no hará más que alimentar al espectáculo incluso más y hacer enloquecer aún más a todo el mundo. No importa lo que ocurra, el espectáculo siempre gana. Para ganar hay que abandonar el espectáculo. ¿Pero podemos salir de él?
Aún no sabemos quién llevó a cabo el asesinato. En realidad podría haber sido cualquiera. Podría haber sido un veterano 'boomer' descontento. Podría haber sido un 'zoomer' militante. Podría haber sido un nazi de verdad, enfadado por cómo Kirk se había vendido a Israel. Podría haber sido un tercero —los federales, un operador privado, un tipo de los Navy Seal de ideología MAGA— que lo hizo para caldear el ambiente, sacrificando a Kirk para darle a Trump su propio incendio del Reichstag / Franz Ferdinand.
La verdad es que no quiero gastar demasiado tiempo en esto. Ahora mismo hay unos cuantos 'influencers' con todo tipo de teorías alineadas con sus marcas políticas particulares, todos ellos contribuyendo a que el espectáculo continúe, inyectándole energías psíquicas oscuras. Prefiero mantenerme al nivel del análisis filosófico, del análisis del espectáculo en el que habitamos.
Asesinar a un presidente, por horrible que fuese, era algo visto como dentro de las “reglas del juego”. ¿Pero 'influencers'? ¿Comentaristas políticos? Eran, supuestamente, una clase protegida
Hemos visto unos cuantos asesinatos en cine y televisión. Siempre me ha sorprendido la precisión con la que estos asesinatos han sido presentados en la ficción... y éste parecía uno como el que hemos visto en las pantallas tantas veces. El espectáculo y el realidad son ya una y la misma cosa. Todos nos hemos convertido en expertos forenses.
Pero prefiero hablar más aún sobre la reacción al asesinato. Este asesinato ha hecho algo que no habíamos visto antes. Ha espantado a los 'influencers' políticos. Están aterrorizados. Muchos de ellos se han pasado la noche emitiendo extensos y serios comunicados en redes sociales sobre la gravedad de la situación. Algunos de ellos lo están comparando al 11 de septiembre de 2001, un 11 de septiembre de 2001 para los 'influencers'.
Los asesinatos políticos son una cosa. Asesinar a un presidente, por horrible que fuese, era algo visto como dentro de las “reglas del juego”. ¿Pero 'influencers'? ¿Comentaristas políticos? Eran, supuestamente, una clase protegida. Su libertad de expresión supuestamente importaba. Supuestamente estaban protegidos por las “reglas del juego”. Muchos de ellos se ven ahora reflejados en Charlie Kirk. Y temen claramente por sus vidas. El mundo, su mundo, se ha visto puesto patas arriba. Nada volverá a ser lo mismo para ellos. Y no se trata sólo de los 'influencers' de la misma cuerda que Charlie Kirk: la clase de 'influencers' de izquierda y de centro también ha entrado en pánico. Si un 'influencer' de derechas puede ser abatido, también lo pueden ser ellos. Las reglas han cambiado.
Son los reyes y las reinas del espectáculo actual, agitando la psicosis de masas, explotando la alienación, el dolor y la rabia que se acumula y atraviesa a la población
Leyendo sus reacciones uno no puede sino pensar, ¿qué es exactamente lo que esperaban? ¿Realmente pensaban que nunca iban a ser tocados por la realidad? ¿Que esto es como un videojuego al que juegan en su PS5? Los 'influencers' son hoy el núcleo de nuestra cultura política. Muchos de los temas de actualidad se canalizan a través suyo. Son los actores centrales del espectáculo. Muchos de ellos están conectados todos los días, todo el día, agitando el caos psíquico, reflejando y distorsionando los miedos, los odios y las quejas insignificantes de la gente, y dándoles fuerza moral. Todo se reduce a incitar al conflicto: avivar el tribalismo, la hostilidad intragrupal y contra otros grupos, a dibujar dianas en las espaldas de otras personas. Ni siquiera importan sus preferencias políticas o si estás de acuerdo o no con sus posiciones. El patrón general del 'influencer' político es casi siempre el mismo: vive del conflicto, el conflicto es lo que genera 'engagement', clics, es lo que hace que la gente vuelva, que se conecte al espectáculo.
El 'influencer' político es un fenómeno relativamente nuevo. Son muchos más, más importantes y más visibles como grupo de lo que lo fueron los locutores radiofónicos y mucho más desequilibrados que los presentados de la televisión por cable. Han ascendido a lo más alto del espectáculo, un ascenso que ha sido posible por las tecnologías de la comunicación monopólicas en las que todos vivimos ahora. Muchos de ellos son hechos a sí mismos, tienen talento, vienen “desde abajo” y poseen la habilidad para intuir lo que su público quiere oír y proyectar una conexión emocional. Son los reyes y las reinas del espectáculo actual, agitando la psicosis de masas, explotando la alienación, el dolor y la rabia que se acumula y atraviesa a la población. Han estado agitando los océanos psíquicos, produciendo tormentas y tempestades, y luego surfeando esas mismas olas para conseguir fama, dinero y poder político.
En su corta existencia, los 'influencers' habían logrado aislarse de la locura psíquica que habían inyectado en el espectáculo. Vivían seguros en sus barrios de postal, en sus cómodas casas y apartamentos e instituciones elitistas, convencidos de que la gente a la que habían atrapado en el espectáculo estaban demasiado distraídas, demasiado embrujadas, demasiado zombificadas... Pero el asesinato de Charlie Kirk ha cambiado algo en ellos. Es la revelación de que el espectáculo no es una entidad abstracta. Se están dando cuenta de que el espectáculo puede convertirse en carne. Y que la carne puede ser asesinada. Y que esa carne puede ser la suya.
Y, con todo, hay poca cosa que puedan hacer. Están en la cima del espectáculo, pero a pesar de ello son sus esclavos, atados a él más estrechamente que cualquiera de nosotros. No pueden salir. Están atrapados en él. De este modo, el espectáculo se ha vuelto real para ellos, ni que sea por un momento. La muerte de Charlie Kirk ya ha sido espectacularizada: se ha desvinculado de lo real, ha sido subida al 'feed' de las redes sociales, abstraída y refractada y reflejada a través de millones de prismas y espejos. Que nadie lo dude: el espectáculo volverá a colapsar otra vez, otra vez se convertirá en carne, y el ciclo comenzará una vez y otra. Por eso mismo: no te suscribas al canal, no compartas. Abandona la máquina.
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