Europa
El ‘no’ de Bruselas a los presupuestos italianos multiplica las opciones electorales de Salvini

La negativa de Bruselas al “incongruente” presupuesto italiano impulsa a Matteo Salvini en la política interior y se contrarresta con una aceptación de las cuentas presentadas por el Gobierno de Pedro Sánchez.

Salvini -Juncker.
Mateo Salvini (primer ministro de Italia). Jean Claude Juncker (presidente de la Comisión Europea). Foto de Marco Verch.
25 oct 2018 07:00

Ni en Bruselas ni en Roma: en Facebook. La primera respuesta oficial de un alto cargo del Gobierno transalpino, el vicepresidente Luigi Di Maio, a la negativa de la Comisión Europea al proyecto de presupuestos italiano apareció en primer lugar en esa red social. El mensaje, acompañado de la bandera italiana, un brazo sacando músculo y una cara sonriente (💪😀), celebraba los presupuestos enviados a la Comisión Europea como “la primera maniobra italiana que no le gusta a la UE”. Di Maio añadía: “No me extraña: ¡es la primera maniobra italiana que se escribe en Roma y no en Bruselas!”. Menos fresh, algo más hot, Angelo Ciocca, eurodiputado de la Lega la emprendía a zapatazos contra la carta de la Comisión con sus suelas made in Italy.

Convertida desde los tiempos de Silvio Berlusconi en una suerte de espectáculo permanente, la política italiana ha derivado en el imperio del meme —la unidad mínima de sentido que puede extenderse rápidamente y que no requiere de sofisticación argumentativa—. Y en ese reino, Matteo Salvini tiene estrella.

El pulso con Bruselas lleva el sello Salvini —rabia del italiano común contra unas instituciones europeas en las que el ciudadano Salvini estuvo nada menos que 14 años— y el mensaje lanzado al pueblo italiano es un pandemonio que no se entiende sin bajar al nivel de la política interna de aquel país.

Un presupuesto incongruente

Al otro lado del hilo telefónico, el periodista de El Economista Giovanni Vegezzi cataloga como “incongruente” el plan presupuestario enviado por las instituciones italianas a Bruselas. Un pacto que, el 23 de octubre, la Comisión Europea devolvió con calificación “necesita mejorar” al Gobierno de Di Maio, Salvini y el primer ministro, Giuseppe Conte.

¿Es compatible la bajada de impuestos con la puesta en marcha de medidas sociales? La respuesta corta es no, la larga requiere una explicación de cómo se ha llegado al presupuesto actual. La unión coyuntural del Movimiento Cinco Estrellas —un partido con recetas tan simples en términos de anticorrupción como difusas en lo económico— y la ultraconservadora Liga de Salvini ha dado lugar a una propuesta que, explica Vegezzi, “no encaja en términos políticos” con nada de lo anterior. Tras la recomposición tecnocrática de 2012, el Gobierno italiano intenta contentar a los tres sectores que lo forman a través de un siempre complicado “juego de la gallina” (el que se tire antes del coche en marcha, pierde) con Bruselas.

Con una Lega desbocada en las expectativas de voto, Salvini plantea la tensión con Bruselas como una campaña permanente de cara a las elecciones de mayo

Así, tal y como se ha celebrado por parte de la izquierda española representada por Julio Anguita o Manuel Monereo, la propuesta incluye una renta de ciudadanía —en todo caso no incondicionada y que funcionará simplemente “como un subsidio de desempleo”, destaca Vegezzi—, y una restitución del poder adquisitivo de las pensiones al nivel previo a la fiebre tecnócrata de 2012. Magras medidas para un acuerdo que incluye también una amnistía fiscal y separa radicalmente los derechos de los ciudadanos entre quienes llevan diez años en el país y quienes no. 

El principal problema, no obstante, es que se trata de “presupuestos sin financiación”, señala este corresponsal de El Economista en Milán. Una parte de los 37.000 millones de euros con los que quiere contar Italia —la que ha erizado el vello del comisario económico Pierre Moscovici y del vicepresidente de la Comisión Valdis Dombrovskis— se obtendría de la desviación del déficit propuesta por Italia, del 2,4%. La otra, de 15.000 millones de euros, se sacarían de una amnistía fiscal que ha tensado al movimiento Cinco Estrellas, nacido con la divida “contra la corrupción” en su escudo de armas. 

La carambola es que la propuesta de desviación del 2,4% remitida por el Ejecutivo italiano se hace sobre una previsión de crecimiento del 1,5% cuando el BCE y las instituciones financieras sitúan este por debajo del 1,1%. De cumplirse estas cifras, y con la bajada de la recaudación ordinaria que acarreará la amnistía fiscal, la desviación por parte de Roma puede dispararse incluso por encima del 3%.

Se une el riesgo de que la crisis por goteo de los bancos italianos —hasta ahora “consentidos” por la gobernanza financiera europea pese a las exigencias del Bundesbank— desemboque en un aumento del coste de financiación de la deuda, un aumento del capítulo de pago de los intereses de la deuda, y la inminencia de un ataque financiero sobre el bono italiano. En la actualidad, Moody's —una de las tres principales agencias de calificación de riesgos— ya ha situado el bono italiano a un solo escalón del bono basura. Eso haría inviable, fuera de normativa, la compra de bonos por parte del BCE.

Y aunque Italia cuenta con algunas bazas —el endeudamiento privado es menor y el conjunto de la deuda externa no se corresponde con la de Irlanda, España y Portugal—, la batalla política estará perdida si se inician los ataques financieros al spread —prima de riesgo— y cuando termine el programa de Expansión Cuantitativa (QE) del Banco Central Europeo.

Pero el juego de la gallina no consiste en tirarse por el barranco, sino en abandonar el coche un momento antes. 

Los planes B

“Creo que el rechazo frontal de la Comisión a la Ley de Presupuestos del Gobierno Conte-Salvini tiene que ver con lo que representa Italia —arranca Raúl Sánchez Cedillo, investigador de la Fundación de los comunes— desde el punto de vista de que es un país fundador, de que es firmatario del Tratado de Roma, de su peso económico, de su carácter sistémico y de que justamente es una fuerza relativamente fuera del establishment”. Sin embargo, puntualiza, “hay que ver hasta qué punto esto no es tanto un enfrentamiento entre la Comisión —un sistema supranacional— y los representantes de un Estado como, más bien, es un enfrentamiento dentro de la propia Italia”.

Tanto la Comisión Europea como Italia son conscientes de que los plazos se pueden dilatar: ya ha pasado con las sanciones a Francia o con las multas, finalmente retiradas, a España y Portugal

Con una Lega desbocada en las expectativas de voto, Salvini plantea la tensión con Bruselas como una campaña permanente de cara a las elecciones de mayo, coincide Vegezzi. La actual composición del Gobierno, en el que coexisten tres tecnócratas —el propio Conte, el ministro de Economía y el de Asuntos Exteriores— con Cinco Estrellas como el ala “social” y con la Lega ganando posiciones con medidas de corte xenófobo —y sin coste aparente para los contribuyentes—, indica un equilibrio que, según los analistas consultados, se puede romper a favor de Salvini.

“Hay que ver si el Gobierno y estos tres sectores aguantan hasta mayo”, explica Vegezzi. La opción B, si la Comisión se mantiene en sus trece son elecciones plebiscitarias, en los que la Lega se presentará como un bastión patriótico-“soberanista” contra “la clase política vendida a Soros”, explica Sánchez Cedillo.

Tanto la Comisión Europea como Italia son conscientes de que los plazos se pueden dilatar —ya ha pasado con las sanciones a Francia o con las multas, finalmente retiradas, a España y Portugal—. Y no pocos en Italia especulan con un nuevo abrazo entre Salvini y el ex primer ministro Silvio Berlusconi —actualmente en un 10% del voto— que deje fuera a Cinco Estrellas. Paradójicamente, como señala Vegezzi, la Gobernanza europea confía en Berlusconi pese a que este siga denunciando el, en sus palabras, “golpe de Estado” que le apartó del poder a favor de los tecnócratas en 2012. 

Así, Sánchez Cedillo ve una jugada “muy inteligente” de Salvini: en clave interna de su partido —contra el clan que representa Umberto Bossi— en el escenario de las elecciones europeas —a las que se presenta como capitán del equipo del apartheid— y ante unas elecciones generales en Italia, “que antes o después llegarán, en las que la Lega se convertirá en el actor fundamental y agregador de todo el espacio político, llevando al cinco estrellas ante una crisis grave”.

Al mismo tiempo, señala Vegezzi, no faltan quienes en Italia se preparan para las consecuencias reales del “juego de la gallina” en que se ha situado el Gobierno. Paolo Savona, el ministro de Asuntos Europeos ya ha dicho que “hay que estar preparado para todo” y que cuenta con un plan para sacar a Europa del euro. 

Que se ponga Bruselas

Matteo Salvini, Viktor Orban, Marine Le Pen. La Unión Europea ve cómo el rumbo hacia las elecciones de mayo es difícil de enderezar. La extrema derecha, agrupada contra el sistema de libre circulación y los reglamentos de Dublín y a favor de mayor desfederalización monetaria y fiscal, se presentará a las Europeas como una alternativa a los partidos de la socialdemocracia y a la derecha liberal-conservadora clásica, hasta ahora mayoritaria en el Partido Popular Europeo y representada casi en exclusiva por Angela Merkel y, en menor medida, Jean Claude Juncker.

“Es un momento crítico”, explica Idoia Villanueva, senadora de Podemos especialista en política exterior y asuntos europeos. “Estamos ante la creación de un nuevo orden a nivel mundial —con el auge de Rusia, de China y con Trump en Estados Unidos— y Europa ha perdido la brújula. En la interna, hemos visto cómo, cuando ha tenido que resolver sus problemas, ha habido un Gobierno tecnocrático al servicio de las finanzas y dejando aparte los intereses de las mayorías sociales. Y cuando abandonas a la gente en la crisis se da un crecimiento de los monstruos, en movimientos autoritarios y xenófobos que estamos viendo en toda Europa”. Desde este punto de vista, denuncia Villanueva, “Salvini es un hijo de Juncker”, en referencia al presidente de la Comisión Europea.

Así, mientras desde Podemos se señala que las alternativas son “Salvini o [Pablo] Iglesias” y se presenta esta como una alternativa a las políticas de autoritarismo y xenofobia, como indica Sánchez Cedillo, la Comisión se plantea este debate no tanto como una oportunidad sino como una elección “entre dos males”. 

El desembarco de Steve Bannon en Europa, que amenaza con lanzar una OPA sobre líderes de los partidos del PPE, es solo el último dolor de cabeza de la Comisión Europea en un año marcado por las endiabladas negociaciones del Brexit y por los ecos del golpe palaciego que tuvo lugar en febrero en el seno de la propia Comisión.

El alejamiento de la doctrina de Maastrich por parte de Italia, el tercer pilar de la Unión junto al eje francoalemán, coincide con unos presupuestos “tímidos” por parte de España “con respecto a las necesidades sociales”, señala Sánchez Cedillo, pero que son vistos como una forma de salvar los muebles por parte de la gobernanza europea. Poderes, además, asesorados “por toda la eurocracia socialista —los Josep Borrell, Joaquín Almunia, etcétera— que está ahí para tranquilizar en el sentido de que ‘no se va a ir más allá’ y porque si no ‘llegará Podemos y sí que será la hidra de mil cabezas’”.

“Es un primer paso, no es un final”, subraya Idoia Villanueva, que ve en los presupuestos españoles una vía para recuperar “un horizonte de bienestar” para el proyecto europeo en un momento en el que las recetas de la actual Comisión se muestran agotadas por el fin de los programas de liquidez e impotentes ante el auge de las políticas de apartheid.

La correlación de gobiernos y poderes en un tiempo de debilidad extrema, el auge de discursos xenófobos —que ha vivido en las elecciones de Brasil un clímax— y mensajes-chicle que solo aguantan el test de las redes sociales. ¿Quién dijo que la política europea era aburrida? Ahora viene con emoticonos.

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