Feminismos
4D: Loa a la diversidad de los feminismos y disidencias sexuales andaluzas, de ayer y hoy

En una sociedad de ancestral machismo como la nuestra, aunque no tuvimos movimientos sufragistas al estilo anglosajón, no faltaron en Andalucía, siglo tras siglo, quienes alzaron la voz con fuerza a favor de la igualdad.
Feminismo andaluz 1
Una mujer se pone una peineta con el lema "mujer libre" durante un 8M en Sevilla. Alfonso Torres

Feminista y activista pro Derechos Humanos


Feminista y activista pro DD.HH.
4 dic 2021 06:00

Desde el “Viva la Pepa” de Cádiz, la liberal granaína Mariana Pineda (1804-1831), fue una de ellas, condenada a la horca por pedir “Ley, Libertad, Igualdad” y, tras ella, Soledad Arenales (1850), Carmen de Burgos (1867), Victoria Kent (1898), Maria Zambrano (1904), Maria La libertaria (1917)… Mujeres que encabezaron los primeros debates, las primeras campañas y las primeras organizaciones de mujeres, rompiendo muchos moldes en sus propias vidas. Fue especialmente durante el periodo republicano de los años 30, se sucedieron las reformas legales abriendo el camino a las mujeres, ganando en derechos y libertad. Derechos y libertades con los que acabó de cuajo el golpe de estado fascista, la guerra civil y la larga noche de la Dictadura Franquista. Va mi primera loa a todas aquellas andaluzas que lucharon por todos esos derechos y libertades.

Federico García Lorca plasmó con sabiduría la realidad de aquellas generaciones susurrantes de hombres y mujeres, en la oscuridad de La casa de Bernarda Alba, atrapadas en sus propias pasiones, cual Yerma, o en las desventuras de sus Bodas de sangre. Retrató una sociedad profundamente clasista, injusta y desigual, plagada de prejuicios y violencias contra la libertad sexual, negada a las mujeres y estereotipada de forma brutal en los hombres. Solo cabía una única forma de ser hombre y mujer en la vida y una única forma de relación entre los géneros, desigual, machista y heterosexista. Pero Lorca, además de un gran poeta andaluz, fue un “maricón” disidente, que dio testimonio en primera persona, visibilizando con él a todos los Mariquitas del Sur. Progresista y valiente, su atrevimiento le costó la vida a manos del fascismo y hoy, seguimos tras sus pasos, buscando sus restos. Maricones y transexuales, fueron llevados a campos de concentración, de trabajos forzados, denigración y exterminio. Y a quienes sobrevinieron, se les aplicó, primero la Ley de Vagos y Maleantes y posteriormente la de Peligrosidad Social, a los que resultaban poco hombres y a las malas mujeres, a las prostitutas, que fueron perseguidas, detenidas, golpeadas y encarceladas. Va mi siguiente loa a todas las disidencias sexuales del Sur, que levantaron orgullosas la cabeza.

Y emigramos, para trabajar por ejemplo en el textil catalán o de empleadas de hogar, internas, limpiadoras y porteras en París, enviando los ahorros o reagrupando a sus familias

Tras la guerra, vinieron tiempos difíciles en nuestros pueblos, de pobreza, explotación extrema, autoritarismo político y ultra conservadurismo católico. Y un único modelo de masculinidad machista/feminidad sumisa, en la familia y la escuela, difundido en blanco y negro por el NO-DO en los cines, bajo censura; seriales y consultorios sentimentales de radio y televisión, periódicos y revistas, con consejos prácticos para el hogar y cuidado de los hijos. Benito Zambrano reproduce esos contextos, en los que varias generaciones de hombres y mujeres nos criamos, en varias de sus películas, como Solas (1999) y más recientemente, Intemperie (2019). Durante más de cuarenta años resistimos tejiendo redes de apoyo mutuo y solidaridad entre comares, como señala Mar Gallego en su sugerente libro Como vaya yo y lo encuentre. Feminismo andaluz y otras prendas que tú no veías, evidenciando la sabiduría de los imprescindibles cuidados de las mujeres, para que los suyos pudieran sobrevivir. Trabajando además en la aceituna, cosiendo pa fuera o yéndose a servir, más tarde en las conserveras o de cigarreras. Y emigramos, para trabajar por ejemplo en el textil catalán o de empleadas de hogar, internas, limpiadoras y porteras en París, enviando los ahorros o reagrupando a sus familias. Mujeres que fueron engrosando también las filas del movimiento sindical y vecinal, contra el fascismo, por las libertades y por la igualdad. Va esta otra loa, a tantas y tan invisibles pioneras feministas andaluzas.

En los años 70 soplaron vientos de libertad, las movilizaciones a favor de la democracia eran masivas y el régimen franquista se derrumbaba. Las Ramblas de Barcelona era todo un escaparate contracultural y vanguardista de todo ello, y el  otro, la llamada Movida Madrileña. Ciudades a las que emigraron también buscando un futuro mejor, no pocas transexuales, homosexuales y travestis andaluzas, llenando con su magia y su talento, tanto la Movida Madrileña como la de Barcelona. Ocaña, Bibi Andersen, La Veneno y muchísimas más, salieron del tiempo entre costuras de sus pueblos, de sus cofradías y Semana Santa, sus carnavales y fiestas callejeras —como han investigado los antropólogos P. Cantero, JM. Valcuende y R. Cáceres, entre otros—, hacia la gran ciudad, para hacerse modistas, artistas, cantantes, etc. E. Mendicutti, que en 2017 recibió el Premio Pluma Literaria por su compromiso en la visibilidad de las personas LGTBI, escribió Una mala noche la tiene cualquiera, narrando el terror de dos mujeres trans a volver atrás a los tiempos de Franco si prosperaba el golpe del 23F. En 1977 fue la primera manifestación gay en Barcelona y en 1978 en Madrid y en Sevilla. Paralelamente, en 1975 fue la Primera Jornada de la Mujer en Madrid, en 1976 las Primeras Jornades Catalanes de la Dona y en 1979 las Primeras Jornadas Estatales de Organizaciones Feministas, organizadas por la Asamblea de Mujeres de Granada, que marcarían la historia del Movimiento Feminista de este país. Una loa inmensa al talento vanguardista de nuestras locas y al surgimiento del Movimiento Feminista y LGTBI, de finales de los 70, en nuestra tierra.

Pese el relato elaborado por los feminismos más institucionalizados y situados en los aledaños del poder político, académico y mediático [...] la realidad vivida del movimiento feminista siempre ha sido bastante más diversa y plural

Cincuenta años después de lucha feminista, pese el relato elaborado por los feminismos más institucionalizados y situados en los aledaños del poder político, académico y mediático —especialmente bien situados en Andalucía durante los casi 40 años de gobiernos socialistas—, contemplando el feminismo de forma monolítica, única y excluyente, la realidad vivida del movimiento feminista siempre ha sido bastante más diversa y plural, como explico en este artículo, de RELIES. Una diversidad y pluralidad ya percibida en los años 80, que se hace más relevante a partir de los 90, hasta hoy. Y desde esa pluralidad y diversidad, las ideas feministas han ido ampliando su base social, con distintos grados de identificación en las mismas, a todo tipo de organizaciones e instituciones y en casi todos los ámbitos de trabajo, sectoriales y territoriales (políticos, sindicales, ecologistas, educativos, sanitarios, antifascistas, antimilitaristas, en barrios, pueblos y ciudades…).

Se han conseguido grandes logros en derechos e importantes avances en igualdad en todos ellos, desde aquellos primeros servicios públicos (Centros de Planificación Familiar o guarderías), aún insuficientes para todas; pasando por legalizaciones (como la de los anticonceptivos), despenalizaciones (como la del adulterio) y leyes (como la del divorcio, contra la violencia de género o el aborto), que no resultaron ser los proyectos que nosotras presentamos, sino los que “permitió” el “tablero político” del momento, por lo que ahí seguimos, atentas a avances y retrocesos; hasta llegar a las leyes más recientes (contra la Violencia “solo sí es sí” o la Ley Trans), tampoco los proyectos reivindicados, dada su centralidad punitiva y su déficit de inclusividad, dejando fuera a migrantes, menores y personas no binarias, por lo que se sigue peleando. Esta evolución legislativa precedida de una fuerte presión feminista, dibuja los límites y debilidades de la acción institucional de los gobiernos de centro y de derechas, y más tras el trifachito,  aunque también los de izquierdas han tenido contestación social, especialmente entre los años 80/90 en las lucha por el derecho al aborto o más recientemente por la Ley Trans. Y no siendo poco lo logrado, tampoco es poco lo que falta por conseguir, como ha puesto de relieve la pandemia, con tan desigual impacto, entre áreas geográficas, sectores económicos y amplios sectores sociales, afectando especialmente a Andalucía, a las mujeres y a los sectores más necesitados, excluidos, marginados y estigmatizados.

En el actual feminismo andaluz, de fuerte contenido social desde sus inicios, es muy destacable la presencia, agencia y protagonismo de las demandas LGTBI y del movimiento trans —liderado por ATA-Sylvia Rivera, Federación Plataforma Trans y Portavoz en Europa de RESPETTTRANS—, con una importante organización propia, capacidad de movilización y negociación institucional, en defensa de sus derechos (p.e. Ley Matrimonio Igualitario, Ley Trans). Muchas lesbianas siguen formando parte de asambleas feministas unitarias, como AFUS, y otras, se identifican y definen como feministas desde la autonomía de sus colectivos LGTBI, como DeFrente, Triángulo o Disidencias del Sur, y las relaciones por tanto con los colectivos de lesbianas y trans, siguen siendo muy estrechas, participando activamente en las actividades y movilizaciones feministas. Y desde los años 90 —en 1993 fueron las primeras JJ Estatales Feministas en las que participaron trabajadoras sexuales en una Mesa— ha ido creciendo la organización de las trabajadoras sexuales a lo largo del territorio, creándose el Colectivo de Prostitutas de Sevilla (CPS), que participa con voz propia en asambleas y movilizaciones feministas, perfilando cada vez más sus reivindicaciones y derechos (regularización del trabajo sexual, legalización del Sindicato OTRAS,..) y exigiendo su reconocimiento ante la Administración, reclamando el derecho a tener derechos y ser escuchadas.

A ellas se suman, además de tantas jóvenes de las sucesivas generaciones como ningún otro movimiento ha conseguido incorporar, jornaleras de aquí y marroquíes venidas a las campañas de la fresa, en el colectivo Jornaleras de Huelva en Lucha, las de diversas nacionalidades de la industria agroalimentaria, migrantes con o sin papeles que hacen de cuidadoras y trabajadoras del hogar, como la mayoría del Colectivo de Trabajadores y Trabajadores del Hogar de Sevilla (CTH) o limpiadoras, como las Kellys, creciendo su organización y coordinación, participando igualmente con voz propia en asambleas y movilizaciones feministas, perfilando cada vez más sus derechos y reivindicaciones (como su inclusión en el RG de la SS con derecho a desempleo,..) y exigiendo igualmente su reconocimiento ante la administración pública (negociando pe su acceso a las medidas por la pandemia o exigiendo la aplicación del Convenio 189 y 190 de la OIT…,). Hay también colectivos de africanas, como MAD África, y de latinoamericanas, como Mujeres Supervivientes, con las más diversas reivindicaciones culturales y, en los barrios populares, sumándose a “payas” y gitanas, con demandas de escolarización, guarderías y otros servicios públicos, para todas. Mujeres que hace mucho que están y que ahora, más afirmadas y empoderadas, se reclaman feministas, tienen más presencia directa en jornadas y debates y conforman nuevos ejes de trabajo en cualquier movilización, huelga feminista, 8M o 25N, contra todas las violencias machistas. Y en Sevilla, ha habido también, tras casi 40 años de redes de hombres por la igualdad, la mayor manifestación urgiendo a los hombres a implicarse en la lucha contra la violencia machista y por la igualdad de género. 

¿Cómo no iba a haber una mayor sororidad entre las feministas andaluzas hacia todos esos viejos y nuevos colectivos, si venimos siendo tanto las locas como las Juanis de España, las eternas limpiadoras y sirvientas, a las se nos presupone sumisas; las temporeras de siempre, las migrantes con heridas transfronterizas, por mal hablas si zezeamos, presuponiéndonos también incultas e ignorantes; santurronas, un tanto catetas como Rosa y hasta un poco putas, como reconoció con la cabeza bien alta Lola Flores? Una sororidad que viene poniéndose de relieve, tanto en la convocatoria del último 8M anterior a la pandemia como en esta última del 25N. Lamentablemente, viene repitiéndose la existencia de dos convocatorias en algunas provincias andaluzas. Por un lado, todos esos colectivos que no se quieren reconocer ni escuchar, y por otro, el feminismo más institucionalizado, atrapado en los más viejos planteamientos feministas del PSOE/PCA. En Sevilla, con alcalde socialista y hasta con consejera de Igualdad, de Ciudadanos, a la cabeza. Como si no formara parte de ese gobierno de derechas que, por imperativo de Vox, ha emprendido la guerra a la llamada ideología de género y pretende arrebatarnos todos los derechos conseguidos durante todos estos años de lucha.    

Loa por tanto a todos los feminismos y disidencias sexuales andaluzas, de ayer y de hoy. ¡Y ni un paso atrás!

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