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Flamenco
‘Cantes Malditos’, magia negra para unir lo jondo con el blues del pantano
El flamenco es una cuestión seria. No en la acepción de adustez y de algo desabrido, claro que no; de hecho, triunfan por lo general los palos que se basan en los sonidos y gestos más alegres de la expresión humana, pero la seriedad ya sea un cante solemne o de jolgorio se manifiesta en su entidad, en la manera que entronca con el sentimiento. O lo que es lo mismo, el sufrimiento, ya que como dijo el poeta Manuel Alcántara a este arte no viene uno a pasárselo bien sino a sobreponerse a la vida. Por algo se le llama jondo, una cualidad también identificable en otras músicas de raíz. De rigor, entrega, respeto y, en definitiva, de toda esa dignidad conceptual se encuentra repleto Cantes Malditos (Everlasting Records, 2024), el rotundo proyecto que aúna magistralmente la tradición flamenca con la ciénaga del blues del delta de la mano del cantaor granadino Antonio Fernández y el guitarrista ubetense Pedro de Dios (alma de Guadalupe Plata y Pelomono).
“La música si es buena, pega siempre”, resume el cantaor en esta tarde noche de ensayo previa a los conciertos que darán en la Cochera Cabaret de Málaga y el Planta Baja de Granada este 11 y 12 de septiembre respectivamente. En el Bar los Cazadores de Peligros, frente al mítico local de Producciones Peligrosas, refrescan el gaznate en esta penúltima noche de agosto antes de meterse a la cueva para esta relajada entrevista en la que salta a la vista la complicidad musical y personal, el acierto que ha sido para ambos cruzar sus caminos, esa expresión tan propia del blues.
Fue una casualidad como tantas veces sucede con los grandes acontecimientos en la vida. Hay plantones que pueden convertirse en una bendición: Antonio Fernández se quedó tirado por su guitarrista a las puertas de grabar su segundo disco de estudio y el productor José Sánchez —apodado ‘la Josefa’ en el mundillo musical de la ciudad de la Alhambra— tuvo la genial idea de conectarlo con la guitarra eléctrica con slide de Pedro de Dios. Y en un subterráneo del municipio granadino de Peligros empezó a generarse el milagro a base de magia negra.
Dos músicos que viven a pocas calles, dos vecinos que no tenían el gusto de saber el uno del otro y que han abierto una puerta a un sonido distinto con estos ocho cortes de Cantes Malditos de los que sacan pecho. Como también está orgulloso el propio José Sánchez, que además de apuntarse el tanto de ‘celestino’ entre lo jondo de Andalucía y los pozos del Misisipi ejerce de productor del álbum y bajista, y a la batería destaca el crudo sello rítmico de Antonio Pelomono.
“La verdad que era un reto porque, aunque me gusta y alguna cosilla ligera sabía tocar, nunca había profundizado en la guitarra flamenca en cuestiones como acompañar a un cantaor o saber bien los palos”, explica Perico como conocen a este infinito guitarrista en la escena local granadina, quien viste enlutado como de costumbre. “Mi armario lo abres y parece un agujero negro”, bromea el jienense sobre su estilismo blusero que casa también con lo sombrío del flamenco. “No sabía mucho salvo mi prima que me había enseñado algún toquecillo por soleá y ella sí ha tirado adelante y es una gran guitarrista, pero acompañar a un cantaor me daba mucho morbo y también cierto respeto”, detalla sobre los albores de Cantes Malditos. Tras pensarse un poco la propuesta, quedó cautivado al escuchar por primera vez la voz de Antonio Fernández y no pudo reprimir sus ganas de hacer brujería.
Es cierto que tanto con Guadalupe Plata como con Pelomono, sus dos bandas de largo recorrido, ya había indagado en el folklore en general y en el andaluz en particular, se intuía la querencia, “la inquietud estaba en el aire”. Sin embargo, para el vocalista del barrio de Haza Grande, esta noche de ensayo ataviado con festiva camisa de flores reservando el negro para las tablas, todo esto era nuevo por completo. “No lo había escuchado, pero es curioso porque cuando empezamos a montar esto a mí se me ponían los vellos de punta con su música y me daba pie a sacar lo mejor de mí”, señala el experimentado cantaor con más de un tiro ‘dao’ en el complejo mundo del flamenco: “Es un proyecto de mucho corazón y lo que hemos hecho ha sido desde el corazón porque la música de Perico se me ha clavado en el alma”, enfatiza Antonio Fernández.
Es muy difícil que escucharlos en directo no suscite emociones en el espectador, y en la píldora del ensayo que abren al entrevistador y al fotógrafo demuestran con hechos las palabras. Ya lo han probado en Alemania, en un festival donde diluvió y tuvieron una experiencia inolvidable recluidos en un granero, además de en el Café Berlín de Madrid y en algún escenario local. “El disco en directo se crece todavía más”, resalta el guitarrista, que ve con buenos ojos la posibilidad de grabarlo en vivo. “Han salido fenomenal, la gente muy receptiva y atenta”, replica el que pone su trabajada voz a los Cantes Malditos, quien eso sí cree que la transgresión de lo eléctrico sería demasiado llevarlo a un público ortodoxo como el de las peñas.
Un homenaje al legado de los viejos
“Hay guitarras flamencos que me encantan como el Niño Miguel al que le he cogido parte de la introducción de la ‘Zambra’ con cosas de mi cosecha, también Sabicas o Diego del Gastor que se ciñe muy bien al acompañamiento y al tiempo, igual no es un virtuoso pero era sobrenatural a su manera. Últimamente me ha volado la sesera el Niño Jero que me he puesto a escucharle y a robarle historias”, destaca el instrumentista sobre lo que le llama la atención de un género que ha preferido afrontar con la eléctrica y no con la española porque considera que “tenía más margen” para crear sonoridades diferentes, añadir más capas de distorsión o el slide (deslizar un cilindro metálico sobre las cuerdas para sacar un sonido punzante como hace habitualmente en sus otros proyectos).
Lo pantanoso de las cuerdas empasta con la voz laína de Antonio Fernández, otro estudioso al igual que su acompañante al toque, que cuando entra con la voz a la guitarra genera el contrapunto idóneo gracias a su afinación, vibración y clasicismo tras muchos años en el oficio. “Como cualquier cantaor que quiere aprender empecé con los más antiguos como don Antonio Chacón, Manuel Torre, la Niña de los Peines o Tomás Pavón”, enumera el artista granadino, que a nivel local tuvo la suerte de aprender de cerca de una leyenda. “Enrique (Morente) fue el mejor ejecutor de Chacón, él me dio muchos consejos, para mí ha sido un gran referente”.
Lo de Cantes Malditos viene por lo jondísimo del proyecto, de irse a por cantes condenados y trágicos, con letrillas funestas de coplillas ancestrales algunas muy remotas en el tiempo y sin artificios como suscriben el decálogo creado para la ocasión. La portada es el cuadro El velatorio del pintor granadino José María López-Mezquita, una obra expuesta en el Museo de Bellas Artes que hay en la Alhambra y que representa el rito funerario por la muerte de un infante.
Arrancan con “La zambra”, palo muy próximo a los gitanos de Granada que hizo con elegancia Manolo Caracol o más actual El Pele y lo cristalizan con una hondura del blues afroamericano en forma de falseta que se crece; siguen por Huelva con el “Fandango del coche fúnebre” cogiendo el “Pa ese coche funeral” del genio José Cepero y que Morente le dedicó en el Johnny de Madrid a Carrero Blanco el día que lo asesinaron, con chirona posterior según reza la leyenda; reivindican un mundo nuevo afrentando a la superstición con el palo de peor bajío en la preciosa petenera de “Yo quisiera renegar”, icónica en la voz de Pastora Pavón, la Niña de los Peines, aunque su origen se pierde en los tiempos y, antes del parón en forma de instrumental con la bajañí electrificada sacando el compás andaluz del “Vito”, invocan a la parca con su guadaña en “La muerte no me quiere”.
“Es respetuoso, no nos hemos salido de los cánones del flamenco, simplemente nos hemos adaptado”
De nuevo alcanzan vuelos morentianos con “Soy un pozo de fatigas” en un martinete que evoca lo que el Ronco del Albaicín plasmó con Sonic Youth encima de un escenario, pero apuntando a lo tenebroso siempre y no tanto al ruido en este corte. Igual de oscura es la soleá de “Al infierno que te vayas”, que han interpretado Perrate o Antonio Farina y es la antesala perfecta de la milonga popular “La hija de Juan Simón”, copla trágica y reconocible cantada por Antonio Molina, Juanito Valderrama o más recientemente por Rosalía. En las brillantes cuerdas vocales de Antonio Fernández y con los arreglos de Pedro de Dios a la guitarra y el redoble de Pelomono a la batería dejan un gran sabor de boca, ganas de mucho más en la que es la canción más luminosa de este sobrio álbum pese a la tragedia incorporada de la letra.
“Hemos querido hacer lo más antiguo del flamenco y letras que ya algunas se hacen, cantes que estaban olvidados mientras ahora se tira más por lo comercial, se está olvidando la esencia y la escuela que nos dejaron los viejos. Hemos querido darle nuestro pequeño homenaje”, dice Antonio Fernández, para quien la clave del disco es que además “es respetuoso, no nos hemos salido de los cánones del flamenco, cantamos por seguiriyas o por peteneras, pero adaptándolo”.
Un terreno por explorar
“No estamos inventando nada, pero sí pienso que hay matices que encuentro en este disco que no están en otros al ser acompañamiento al flamenco”, señala Perico sobre el avance que él observa en ‘Cantes Malditos’ respecto a referencias anteriores de electrificar lo jondo como Smash, Pata Negra, la unión de BB King con Raimundo Amador, Joe Beck con Sabicas o el Omega de Lagartija Nick y Morente por mentar algunas. “La fusión del flamenco con otras músicas se ha hecho, pero con este marco yo creo que no y que por lo menos hay un terreno bastante interesante por explorar”, añade.
Según el polivalente músico de Úbeda “el folklore, la raíz en general conectan en lo subterráneo a través del sufrimiento”, ya que son músicas con diferentes escalas o compases, pero cuya esencia es que nacen de la “necesidad” cuando no existían las discográficas o las radios y la gente se aferraba la música para reunirse en una fiesta o cantar sus penas.
Para el cantaor todo funcionó cuando se pusieron al tajo porque “la música es música y cuando es buena de corazón si es sincera y no vas a engañar al público tiene que congeniar”. No obstante, y pese a la comunión y la suerte de caminar juntos cada uno lo ve a su manera: Perico tiene la ilusión de abordar una música que considera “universal y extraterrestre” aunque proceda del blues y el rock and roll por “esas pedrás que te dan cuando tienes 14 o 15 años”, mientras que Antonio Fernández, metido de lleno en este mundo, cree que “el flamenco está difícil para los que no tenemos ayuda de nadie ni venimos de familia. Lo tenemos mucho más complicado que otros con ascendencia flamenca, que lo mismo es más fácil que es un arma de doble filo por la exigencia que le imponen”.
Por ello, agradece a José Sánchez la inspiración que tuvo a la hora de invocarlos, el abrir una puerta nueva a un sonido distinto, pero siempre desde las tripas del arte. Por su parte, el productor que pergeñó la ‘maldición’ está “muy contento cuando ves una cosa que ha surgido por la casualidad funciona, esos encontronazos siempre son positivos porque se han juntado dos artistas muy buenos de ámbitos muy diferentes y el haber podido fusionarlos es muy bonito” mientras que Antonio Pelomono valora lo ideal de este viaje es que “uno no llega a la raíz de la música que le gusta desde el principio, tienes que pasar por fases y habrá quien profundice en el flamenco o en el blues después de esto”.
Cantes Malditos es, en resumidas cuentas, un prodigio musical para contrarrestar este tiempo abocado al ocio sin ton ni son en el que influye la técnica, “siempre necesaria para eliminar las barreras”, pero que no sirve para nada si no hay emoción, el quid de cualquier palo y cualquier proyecto por sobrio que sea: “Se nos está olvidando el corazón para cantar y que llegue al público, si tú mismo no te emocionas es difícil llegar al público, esto no es un karaoke”, recuerda Antonio Fernández, el flamenco que acabó atrapado en un pantano del Misisipi.