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Manuel Gerena tiene 72 años y su piel apenas está arrugada. Como él dice, cuenta más de 3.000 conciertos en el pellejo y los que le quedan. Los ojos miran desde detrás de sus gafas, a ratos directamente y a ratos hacia otra parte, como recordando. El pelo es blanco y apenas tiene entradas. Las manos, gesticulantes y la nariz grande. Hablar de Gerena es hablar de cante y de lucha, de poesía y calabozos, de un pasado en blanco y negro y de un presente al que algún color le falta.
Niñez y despertar
Nace en la Puebla de Cazalla, en la campiña sevillana en 1945. Analfabeto como tantos otros niños de aquella Andalucía, a los diez años abandonó el colegio para entrar en las grandes cuadrillas de niños y mujeres que trabajaban en el campo. En aquel entonces, compaginaba escaldar algodón y maíz con ser portero del equipo de fútbol de su pueblo. Pasaron varios años y, como su padre sabía algo de electricidad, se fue con 13 a trabajar a Sevilla. Y allí comenzó todo.
Su inquietud por lo que vivía y veía pronto le hizo escribir. Todo lo que le faltaba sobre gramática y reglas ortográficas lo compensaba con un deseo cada vez mayor de luchar contra el régimen. Al principio, antes de leer ningún libro de poesía, escribía los versos seguidos, sin espacios. Todos en la misma línea hasta el borde de la hoja, unos tras otros. Aún recuerda, con una sonrisa, el momento en el que leyendo por primera vez un libro de versos, se dio cuenta de cómo se estructuran las estrofas.
De la Puebla a Orihuela
Dice que solo lee prensa y poesía, las novelas no le gustan. Con 14 años, ya en Sevilla, cae en sus manos un libro que le cambiaría para siempre: Vientos del pueblo, de Miguel Hernández. En concreto fue "El Niño Yuntero" el poema que más le influyó, ese niño que empezaba a vivir entre estiércol puro y vivo.
Como él dice, su maestro en verso es el de Orihuela al que le ha cantado en muchas ocasiones, llegando incluso a grabar un homenaje con sus poesías y a entablar amistad con sus descendientes. El álbum, grabado en 2001, se llamó Manuel Gerena canta con Miguel Hernández.
El 29 de septiembre se reeditó el disco con dos temas nuevos, "Escríbeme a la Tierra" y "Las Nanas de la cebolla". Las Nanas es uno de los temas más especiales que ha grabado. Con la música de Alberto Cortéz, la guitarra por cabales de Juan Ignacio González y el espíritu flamenco de Manuel, el poema más representativo de Miguel Hernández cobra una nueva entidad en este álbum. La escarcha de la cebolla suena distinta en la garganta de Gerena.
Pero la idea original era hacer un disco doble, uno cantando versos de Miguel y otro con versos de Manuel. La falta de tiempo hizo que solo se grabara la mitad, la parte con los poemas de Hernández.
En cualquier caso, la espina de ese disco sigue clavada y aunque aún no hay fecha concreta, está planteado para 2018, año del 75 aniversario de la muerte del poeta. Amalgama Poética de Miguel y Manuel será el nombre y la intención es incluir nuevas canciones que nunca han sido cantadas por el flamenco, como "Andaluces de Jaén".
Prohibido y respetado
Con 19 años dejó el mono y los alicates de electricista para dedicarse de lleno al flamenco, allá por 1964. Manuel lo dice con mucha seguridad: “En el flamenco siempre hubo mucho facha”.
Tan solo una vez acudió a una fiesta privada. Una de esas veladas ya casi extintas en las que los llamados señoritos o gente de dinero, se iban con los cantaores, tocaores y bailaores después de terminar en los tablaos. Allí, a cambio de una suma, la fiesta continuaba, en muchas ocasiones, hasta el día siguiente. Manuel lo recuerda entre risas. A las dos primeras letras le hicieron parar y le echaron de la fiesta.
Nunca se llevó muy bien con las instituciones flamencas hasta hace relativamente poco. Alguna vez se presentó a festivales y concursos pero nunca pasó de las primeras fases, algo que reconoce que sabía de antemano porque ya estaba prohibido.
Muy pronto en su carrera se aventuró por otro camino, el de la canción de autor pero siempre conservando el aire flamenco. Las malagueñas, tarantos o soleares eran el vehículo pero el contenido dejaron de ser letras populares.
Desde el principio, cantó lo que escribía y escribía lo que vivía. Precisamente por eso conoce casi todas las comisarías españolas y las 72 horas de cautiverio. Eso sí, nunca lo torturaron porque siempre que lo detenían se formaban alborotos de cientos de personas pidiendo su liberación.
Un flamenco en el Palau
A mediados de los años 70, en Badalona, Santa Coloma y demás ciudades periféricas de Barcelona, la mayoría de los inmigrantes andaluces nunca habían pisado el Palau. Y era lógico que los andaluces no tuvieran en aquellos años un interés particular por la música clásica, único género que allí podía escucharse.
Sin embargo, en 1974 y gracias a la presión de la discográfica, Manuel Gerena se convirtió en el primer flamenco que pisó el escenario más exclusivo de Catalunya. Al parecer, horas antes del concierto pudieron verse a muchas personas por los alrededores –y con marcado acento del sur– preguntando que dónde estaba eso del Palau.
Aquel día, el teatro se llenó para escuchar a Gerena cantar las letras de su nuevo disco, Cantes del pueblo para el pueblo.
Tiene muchos recuerdos de Catalunya, vivió allí de 1970 a 1974. Fue allí donde conoció y se hizo amigo de los referentes de la Nova Cancó catalana como Raimon o Lluís Llach, entre muchos otros. El sentido y el contenido de la canción de autor le atrajeron de tal forma que Manuel se hace llamar cantautor flamenco. Y no es por capricho sino porque todas sus letras y todos sus cantes tienen dos cosas en común, la denuncia social y la búsqueda de la libertad. De todas formas, él lo resume de otra manera y con cierta ironía: “A mí me gustaría cantar sobre las flores, lo que pasa es que no puedo”.
Aunque para cualquier artista es difícil destacar una obra sobre las demás, Manuel tiene preferencia por una en concreto. La escribió hace mucho y la grabó por primera vez en el disco Cantando a la Libertad en 1976. Ahora la canta por tarantos y dice así:
“Vergüenza debe de darte,
si eres patrón de estas tierras,
vergüenza debe de darte
que esté tan alta la hierba,
y el pueblo muerto de hambre,
o las labras o las dejas”
Los melones que nunca llegaron
Ya la ha contado muchas veces pero la anécdota de los melones de Picasso es imprescindible. Diciembre de 1971. Manuel hizo un viaje en coche desde Barcelona hasta Roma, invitado por Rafael Alberti. Como estaba de camino, se le ocurrió pasar por Vallauri, muy cerca de Cannes, con la idea de ver al malagueño universal. Pero no tuvo suerte porque aquel día Picasso estaba en su estudio trabajando y no atendía a nadie.
Manuel pudo haberse quedado una noche y estar con él pero tenía prisa y finalmente siguió con su viaje. Sin embargo, a través de un tercero, Picasso le dio un recado a Manuel antes de encender el motor. Tres melones y una bandera republicana para Alberti. La bandera llegó sin problemas pero los melones se quedaron en la aduana, rajados por los guardias en busca, especula, de alguna sustancia ilegal.
Como recuerdo del viaje y de su estancia en Roma, aparte de la experiencia, Alberti le regaló un poema:
“Escribir para cantar
cuando se canta,
lo escrito
ya pertenece a la mar.
Te llamas Manuel Gerena,
¡qué bien consuena tu nombre
con la pena!
La pena que es valentía
cuando no dejan al pueblo
más que pena y agonía.
Pena grande que quebranta
los huesos si al pueblo ponen
una soga en la garganta”
La lucha interior
Manuel conoce a mucha gente. Y es que 72 años de una vida dedicada a la lucha por la libertad a través del cante dan para mucho. Paco Ibáñez, Lluís Llach, Raimon, Pablo Neruda, Carlos Cano, Manuel Vázquez Montalbán y un largo etcétera.
Pero, aunque su agenda y su memoria estén llenas de nombres y de experiencias, Manuel también se ha llegado a sentir cansado. Él siempre dice que su estado de ánimo es positivo, que mira hacia el futuro con ojos serios y con una sonrisa amplia.
Sin embargo, esto no evita que haya habido momentos en su vida en los que se haya cuestionado su papel en lo que él resume como “la lucha”; momentos en los que se ha rebelado contra sí mismo.
Yo, Manuel Gerena, tan rojo, tan detenido, después de todo este camino, con 3.000 conciertos a la espalda y sin un duro porque lo di todo para la lucha, ¿de qué ha servido?
Con mucha gravedad, dice que él no es más valiente que nadie, que le tocó serlo a la fuerza. Y es que, después de tantos años y sacrificios se pregunta: “Yo, Manuel Gerena, tan rojo, tan detenido, después de todo este camino, con 3.000 conciertos a la espalda y sin un duro porque lo di todo para la lucha, ¿de qué ha servido?”.
Acto seguido, asegura que él no se arrepiente de nada que simplemente está en su derecho de criticar. Se refiere aquí a todas las personas que traicionan los valores de la democracia, que se corrompen al llegar al poder, que no se acuerdan de nadie. Sobre todo le duele haber comprobado estos comportamientos en compañeros suyos, en personas que él confiaba y que acabaron siendo desleales.
Sobre hoy
Manuel dice que es de su pueblo y de todos los pueblos a la vez. Bromeando, asegura que él vive en la carretera, al volante de su Chrysler Voyager, de una punta a otra de España: “Yo soy de La Puebla, de Cádiz, de Barcelona, de Burgos, de todas partes”. Consecuentemente, sobre la independencia de Catalunya tiene una visión muy concreta. Él no quiere nada con la derecha corrupta de España ni con la corrupta burguesía catalana. Y concluye: “Como dice el refrán: quien se pica ajos come y no será por los ajos si le dan retortijones”.
Pero esto no quita que no sienta pena al comprobar la fractura social que el independentismo y la ausencia de diálogo del gobierno central están causando en la tierra que tanto le dio.
Hoy, Manuel sigue activo, siempre en movimiento. Por culpa de irregularidades con sus contratantes y por su falta de atención a los detalles no tiene la cotización mínima para conseguir su pensión. Sin embargo, esto no le frena ni le disgusta. Cantará hasta el fin, hasta que no le queden fuerzas y este morisco –gentilicio de los de la Puebla– tiene de sobra.
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Referente de lucha incansable, Manuel. Muchos lo hemos visto prestándose a poner su voz y su cuerpo cada vez que un colectivo quería cargar de lírica la protesta. Y aunque nunca sirva del todo, hay que decirle a Manuel que ha servido de mucho. Al país y al Flamenco.
Un saludo afectuoso, la lucha es permanente Manuel. T Deseo lo mejor ahora que eres hombre de cabello blanco. SALUD