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Flamenco
Morente y Sonic Youth: cómo el Flamenco se hizo Fluxus
Para escribir de Enrique Morente hay que detenerse un poco, tomarse un tiempo, hacer un ejercicio de memoria. No sirven los torrentes, ni juntar palabras una detrás de otra, como sentencias, algo así como: Morente-hizo-lo-que-le-dio-la gana; o como: Morente-fue-un-artista-flamenco-completo. Y fue verdad. Pero Morente escapaba de la norma, de cualquier norma, y resulta casi imposible ajustarlo a alguna etiqueta: ni tradicional ni nuevo flamenco, ni puro ni impuro, ni tantas cosas. Punki y anarquista, si quieren. Comprometido con las causas justas. Libre, por encima de todo. Y flamenquísimo.
Un artista conceptual. Quiero decir: Morente-hizo-lo-que-le-dio-la-gana, pero siempre bajo una voluntad creadora, bajo un vasto conocimiento de las nuevas tendencias artísticas y de las formas híbridas que venían del contexto cultural de los sesenta y setenta. Quiero decir que el cantaor no daba puntada sin hilo, y siempre tuvo presente la interrelación de las artes.
Mairena le dijo a Alfredo Grimaldos en una entrevista: “Morente hace un cante futurista”. Y fue verdad.
Ejemplo de interrelación de artes fueron las veladas celebradas en 1952 en el 'Black Mountain College' (Carolina del Norte), de la mano de John Cage y otros artistas, donde música, pintura, baile y proyección de imágenes sucedían al mismo tiempo. Esto antecedió el 'happening', forma en la que se desarrollaban varias prácticas artísticas de manera simultánea; y, más tarde, la performance, acontecimiento inmediato que se manifiesta en un espacio y tiempo determinados y para un público partícipe de un mismo discurso social y cultural, ya dentro del movimiento Fluxus, que tuvo su momento álgido en las décadas de 1960 y 1970.
Por aquel entonces el flamenco ya se fusionaba con otras músicas, al amparo de la hibridación transcultural y según el cambio de comportamiento musical del mercado y el gusto del público: Miles Davis y Gil Evans (1956 y 1957), Sabicas y Joe Beck en Rock Encounter (1966), y Spanish Caravan de The Doors (1968), fueron algunos ejemplos. Luego llegó la proliferación de fusiones de los setenta y ochenta en España: Camarón, Lole y Manuel, Las Grecas, el Rock Andaluz, y tantas otras, a la par que Antonio Mairena decía esto es puro y esto no. Mairena le dijo a Alfredo Grimaldos en una entrevista: “Morente hace un cante futurista”. Y fue verdad.
El granadino había cantado letras de poetas represaliados, participado en jornadas universitarias, se movía entre lo tradicional y lo vanguardista, hizo de Tijeretas en 7000 gallinas y un camello (1976) del dramaturgo Jesús Campos García y, entre otras muchas cosas, defendió Andalucía a favor de la Autonomía en su álbum Despegando (1977). Morente-actor-cantaor-puro-impuro-comprometido-vanguardista-tradicional-andaluz-universal. En fin, Morente siendo Morente: arrojando luz a los nuevos caminos que tomaba el flamenco, que fueron similares a las nuevas formas y narrativas del arte en el contexto de la globalización cultural.
Fluxus, arte conceptual y Nuevo Flamenco sucedieron al mismo tiempo, todo híbrido, nada puro. Dentro de Fluxus, Nam June Paik hizo añicos un violín golpeándolo contra una mesa en una performance de 1962, antes de que Jimi Hendrix le prendiera fuego a la guitarra, y antes de que a The Who le diese por destrozar todos los instrumentos al acabar los conciertos. En Fluxus la música tenía un papel fundamental, tanto en forma como en significado, y por ello influyó en bandas de música urbana ligadas al 'underground'. The Velvet Underground y Sonic Youth, por ejemplo. Los primeros recogían las ideas de John Cage, Duchamp y Warhol en los sesenta. Los segundos, nacidos en Nueva York en 1981 y venidos del mundo del comisariado y las artes plásticas, abogaban por la hibridación de las artes. Ambos grupos buscaban la experimentación musical. Y esa experimentación siempre estuvo presente, también, en Morente. Para muestra, el trabajo conjunto con Lagartija Nick Omega (1996), que supuso una absoluta revolución en el flamenco y acaparó escenarios propios de otras músicas.
Flamenco
Música Enrique Morente, la metamorfosis continua
En 2005 Morente participa, junto a Juan Goytisolo y José María Sicilia, en Las mil y una noches, un proyecto multidisciplinar celebrado en el Centro Atlántico de Arte Moderno, donde se producía cante y pintura al mismo tiempo, muy ligado a las propuestas de John Cage y Fluxus. Ese mismo año Enrique Morente y Sonic Youth coinciden en el Primavera Sound, y Morente, roquero desde Omega, propone una colaboración conjunta. Poco tiempo después actúan juntos en el Heinenken Greenspace y surge la canción “Oriente y Occidente” de la reedición de Omega (2008).
Las dos masas musicales mantienen un diálogo diferenciado, pero a partir de la combinación integral de ambas.
En febrero de 2010 Morente y dos componentes de Sonic Youth se reúnen en el Centro de Arte 2 de Mayo, con motivo de la exposición itinerante retrospectiva SONIC YOUTH, etc.: SENSATIONAL FIX. La exposición abordaba la escena experimental, Fluxus, el 'underground' y una reflexión sobre la música y los nuevos medios en la órbita de John Cage y de la propia idiosincrasia de la banda. El 2 de febrero se inauguró con una performance sonora realizada por Lee Ranaldo y Shelley, de Sonic Youth, y Morente, que venía acompañado de Isaac de los Reyes y Pedro y Ángel Gabarre.
En la performance Morente canta un martinete, de naturaleza purista, pero adaptado a otro contexto musical; Isaac de los Reyes baila, Pedro y Ángel Gabarre acompañan con palmas; Shelley toca la batería; y Ranaldo entrechoca dos baquetas y golpea con las mismas una guitarra que pende del techo, haciéndola mover como un péndulo para después frotar el mástil con un arco de violín. Se diferencian dos elementos sonoros: el flamenco, representado por el martinete, las palmas y el baile que se ejecutan de manera ortodoxa; y el rock, que aparece bajo un concepto experimental y noise, representado por elementos descontextualizados. Así la guitarra funciona como medio para producir distorsión en una búsqueda sonora alternativa y Ranaldo deja de ser guitarrista para ser performer. Todo termina con Ranaldo golpeando el mástil contra el suelo, como Nam June Paik y como The Who. Aquí el rock solo es reconocible por sus signos visuales, mientras que el flamenco se desarrolla bajo sus signos tradicionales. Las dos masas musicales mantienen un diálogo diferenciado, pero a partir de la combinación integral de ambas.
Y, entonces, ¿qué hay de novedoso en la parte flamenca si no es más que Morente cantando un martinete acompañado de palmas y baile? El cantaor fue partícipe de discursos alternativos, cambios semióticos y fusiones durante toda su trayectoria. También fue partícipe de discursos políticos y homenajes a poetas en el contexto de la España posfranquista. Su trabajo con Sonic Youth lo concibió como una prolongación de Omega en una constante fuerza creadora que partía de lo jondo y se alejaba, que partía del Nuevo Flamenco y lo sobrepasaba. En este sentido, no hubo nadie más punk que Enrique Morente, ni nadie más flamenco, ni tampoco nadie más artista, porque, si me lo permiten, Morente-fue-por-encima-de-todo-un-artista-conceptual.
Lo que viene después ya se sabe. En diciembre del mismo año Enrique muere. Pero un artista así, un flamenco así, nunca muere del todo: está en todas las propuestas experimentales flamencas de hoy, en las propuestas que no le ponen puertas al campo, en las comprometidas, en las justas, en las tradicionales, en tantas y tantas que siguen como un río, buscando nuevos discursos artísticos representativos del contexto actual.