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Entre trenes con destino Sevilla, Madrid, Huelva y La Habana, charlamos con Rocío Márquez (Huelva, 1985) sobre la universidad, la mujer, el feminismo, la estética, la prensa, el sempiterno debate de lo ortodoxo/heterodoxo en el flamenco… Sobre uno de sus últimos proyectos, el álbum Firmamento (Universal, 2017), debe de estar hastiada de hablar, así que abordamos el reverso. Desde su reciente doctorado hasta la necesidad —o no— del componente social y político en el artista.
Quería preguntarte por tu doble faceta como artista e investigadora.
Para mí ha sido un trabajo precioso. Es cierto que me ha costado mucho marcar la diferencia entre lo artístico y la investigación, porque estaban muy vinculados a nivel práctico. Como lo iba haciendo todo a la vez, está muy conectada una cosa con otra. Lo vivo como una experiencia de aprendizaje. Los plazos institucionales han sido la parte más difícil, siempre me ha costado muchísimo encajar en la norma… Todo lo demás ha sido un regalo, porque he podido conocer la perspectiva de mis compañeros, combinarla con la mía, conocerme mucho mejor. La hipótesis que defendía [tesis La técnica vocal en el flamenco: fisionomía y tipología] era que tenemos muchos más recursos de los que utilizamos. Es decir, cada uno de nosotros, aunque tengamos un solo timbre, tenemos distintas cavidades resonantes y en función de cuáles empleemos variará totalmente el sonido y el efecto que vamos a producir.
Uno de los capítulos es cómo afecta la menstruación en el cante. Analizo las cuatro fases del ciclo, qué consecuencias tienen en el estado físico y anímico. Es de las pocas cosas que me criticaron en la tesis, un profesor del tribunal lo consideró demasiado esencialista. Me pareció curioso, porque realmente es un tema del que nunca se habla, incluso entre mujeres; por supuesto, entre hombres esa es la parte que no quieren ver de nosotras. Me ayudó mucho a profundizar en este tabú el libro Diario de un cuerpo (2016), de Erika Irusta.
Para nosotras, sin embargo, es muy positivo ser conscientes de, según qué momento, qué actividades nos vienen mejor. Está claro que no siempre se puede adaptar el calendario en función del ciclo menstrual. En mi caso, con el nivel de contratos es muy difícil, pero lo que sí que puedo hacer es tomarlo como punto de partida: si sé que voy a tener la zona diafragmática inflamada, puedo, de momento, bajar la cejilla un traste o simplemente ser consciente de que hay más probabilidades de desafinación.
"Cuando dicen 'el flamenco es machista', realmente sería un reflejo de la sociedad, no dista de lo que está pasando en la calle"
¿Cómo consigues, en una institución tan anclada como la universidad, hacer confluir ramas tan aparentemente dispares entre sí?
Me han ayudado muchísimo, especialmente mi tutor Paco Escobar, músico también [guitarrista]. Yo le decía que era mi traductor. Había momentos en que me interesaba el contenido, pero la forma me despegaba tanto que me entraban ganas de irme. Gracias a él mantuve las ganas hasta el final.
Es uno de los heterodoxos, entonces...
Sí, conoce muy bien el lenguaje artístico, que es mucho más flexible que el académico. En este llega un momento en que es como “con la Iglesia hemos topado”, y da igual todo porque el texto tiene que ser así. En el tribunal había también gente muy diversa: Cristina Cruces, Luis García Montero, Joaquín Mora… gente con la que yo ya me había encontrado en mi carrera. Por un lado, he podido aportar cosas desde dentro, cosas que no son fáciles de conseguir y, por otro, ellos han sido muy generosos ayudándome a traducir todo eso en datos. He tenido la suerte de encontrar personas que, por encima del funcionamiento del sistema, han sido muy comprensivas y les interesaba lo que estábamos haciendo.
En tu experiencia en la universidad, ¿has trabajado conjuntamente con muchas mujeres?
Hay más mujeres que hombres, no mandando, pero sí estudiando. En lo que respecta a la jerarquía, como en cualquier ámbito, los puestos altos siempre están ocupados por hombres. Esta es una característica más del sistema patriarcal en el que vivimos, igual que con el tema del flamenco: cuando dicen “el flamenco es machista”, realmente el flamenco sería un reflejo de la sociedad. También es cierto que, al ser grupos endógenos y cerrados, en algunos casos se puede intensificar; pero no dista de lo que está pasando en la calle.
Recuerdo una conversación con Pedro G. Romero porque me hicieron una entrevista y, como hay que buscar titulares potentes, pusieron algo así como “el flamenco es muy machista”. ¡No te imaginas Pedro la que me echó! Me ayudó mucho su visión, es verdad que siempre aprendo mucho con él, pero me resonó mucho esa parte patriarcal que tiene el hombre.
"No digo que sea una responsabilidad de las cantaoras y cantaores hacer un posicionamiento social o político, pero para mí es una necesidad"
¿Y eso lo has notado también cuando te has subido a otros escenarios fuera de Andalucía o de España?
Yo creo que es bastante general, porque además el heteropatriarcado es un rasgo del sistema capitalista. Hemos naturalizado demasiado esta cuestión. Recuerdo la primera vez que di clases en el curso de estudios avanzados en el Rectorado de Sevilla en la asignatura Sexuación en el arte, y el primer día me dije, ¡qué ganas de buscarle los tres pies al gato! Es decir, no siempre he pensado como pienso hoy.
Después de tres clases fue como abrir de repente la caja de Pandora; como llevaba tantos años tocando en peñas, hay muchas cosas que he normalizado hasta tal punto que ni siquiera era consciente. Uno de los ejercicios que hicimos fue subrayar los adjetivos en críticas musicales: las mujeres eran la sensualidad, la fragilidad, la belleza; los hombres, la fuerza, el desgarro… Otro caso: en una peña había una charla y después cantábamos una compañera y yo. El director de la peña nos dijo: “Oye, como ya estáis arregladas, ¿por qué no salís ahí durante la conferencia y así adornáis el escenario?”. Palabras textuales.
Tenemos que empezar a tomar conciencia y es cierto que no debemos intensificar un mito que ya hay, que el flamenco es machista… Mi intención no está nunca en ofender al flamenco porque lo adoro. Ahora bien, que esa no sea mi intención no quiere decir que no pueda contar mi experiencia personal y que no pueda visibilizar algo que es necesario exponer. Para él [Pedro] quizás no sea necesario, para mí sí lo es, porque creo que realmente estamos todavía muy lejos. Él me dice que igual que en la sociedad, no solo en el flamenco; y bueno, yo el mundo que vivo es el mundo del flamenco, entonces lo hablo desde mi experiencia.
Hay una serie de reportajes que te incluyen, junto a otras artistas, dentro de una heterodoxia flamenca protagonizada por la mujer, ¿te sientes identificada con eso?
Mmm… A ver cómo empiezo. Mi sensación general con el feminismo es que está muy de moda y todo el mundo es muy feminista y habla mucho de la igualdad, la discriminación positiva… El sistema capitalista se ha dado cuenta de que eso va con fuerza y entonces dice: vamos a dominarlo para tener el control, vamos a hacerlo a nuestra manera para, en el fondo, dejarlo todo igual; ponemos a tres o cuatro de cara a la galería que puedan defender de esta manera los cánones que nosotros queremos de mujeres sumisas, sensuales, dulces… Realmente ellas creen que están aportando algo y no sé yo hasta qué punto se puede aportar desde ahí. Me encantaría pensar que esa “vanguardia” fuera unida a la manera de pensar, a la defensa de la igualdad, pero creo que todo está muy controlado.
También estás vinculada a múltiples proyectos solidarios y educacionales…
El año pasado, en el Instituto Carmen Laffón, en San José de la Rinconada, participé en la asignatura de flamenco (guitarra, cante, baile e historia del flamenco) del bachillerato artístico. También estuve un tiempo en la Fundación Cristina Heeren, en la escuela de Esperanza Fernández y dando clases particulares. No digo que sea una responsabilidad de las cantaoras y cantaores hacer un posicionamiento social o político, pero para mí es una necesidad. Siempre que tengo oportunidad le doy cabida. Hace poco tiempo estuvimos en Lesbos, con Jorge Martínez. Es tan duro y tan cruel que te corta el cuerpo, pero la solución no es mirar para otro lado y hacer como que no existe.
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Bueno, en realidad lo que yo dije fue lo contrario que hay que denunciar con nombres y apellidos, diciendo el presidente tal, en la Peña cuál. El problema de estás generalizaciones es que pierden fuerza política y son el adorno de cada época. Uno de los problemas de la lucha contra el capitalismo es pensar que depende del heteropatriarcado, otra palabra de moda, me temo que la estrategia capitalista incluye el heteromatriarcado y también el campo de dominio de homosexuales y otras figuras de género. Se puede acusar al flamenco de capitalista por vender discos y entradas de concierto, por sumarse al marqueting o a cualquier otra campaña liberal? Claro que no. Con el machismo pasa igual, hay que ser claro, directo y consecuente, relacionarlo con el flamenco es un estereotipo demasiado confortable. Sirve para subvenciones, campañas institucionales y otros soufles pero no para luchar contra la discriminacion de género.
No creo que sea necesario volver a explicar lo que ella misma ha dicho en la entrevista. Ella da su punto de vista y cuenta su experiencia, que para eso es a quien le están preguntando, ¿No? Tú seguro que tienes otra perspectiva basada en unas vivencias diferentes, pero venir a una entrevista a cuestionar a la protagonista de esta como si las suyas no fuesen válidas me parece que sobra bastante.
Bueno, seguro que me excedido en el comentario, seguro. Se me alude en un par de ocasiones de manera inesacta y como me parece un debate interesante y sí que me parece pertinente e importante, quería dejar claro mi punto de vista. Claro, podía optar por poner un "me gusta" o un "no me gusta", pero entiendo que estos espacios de libre acceso tienen la posibilidad también de ampliar contenido, no solo de repetir obviedades. Pero sí, uno mismo, como lector feminista, se siente invitado a dar su opción y más cuando se le cita en un medio de comunicación. Todas las opiniones merecen ser tenidas en cuenta. Abrir debates pensaba que era eso.
Repito que lo digital, no sé si mi dedo o el teclado, juega malas pasadas: me he excedido e inexacto; perdón