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Forma de Estado
La manoseada plurinacionalidad
En la resaca del 4D andaluz, el autor reflexiona sobre cómo la manoseada palabra "plurinacionalidad" está lejos de tener un significado único y puede conducir el debate territorial por diferentes fórmulas.
¿Se puede responder al centralismo en España sin ser independentista? Al hacer esta pregunta hace unos años surgían de detrás de las esquinas y debajo de las piedras militantes socialistas enarbolando el federalismo con fervor. No obstante, el federalismo en el PSOE fue siempre una apuesta verbal que nunca se llevó a la práctica ni se dieron pasos para alcanzarlo. Más bien lo utilizaron como un truco de magia, de escapismo para ser más concretos, que les permitía escabullirse del debate territorial, tema siempre incómodo entre las izquierdas.
El independentismo catalán prendió la llama del debate territorial y al reavivarse el fuego surgió un nuevo término creando así una alternativa en la construcción de la identidad nacional española: el Estado Plurinacional. Este concepto supone, a diferencia de las anteriores propuestas de federalismo que se habían escuchado, que las definidas por la Constitución Española como "nacionalidades históricas" no solo son naciones (tradicionalmente se ha acusado al término "nacionalidad histórica" de ser una idea ambigua y eufemismo de nación) sino que además son sujetos políticos.
El federalismo en el PSOE fue siempre una apuesta verbal que nunca se llevó a la práctica ni se dieron pasos para alcanzarlo
Las autonomías de por sí no son sujetos políticos si se las entiende como subordinadas al Estado en régimen de obediencia. Ser sujeto político dentro de un estado significa tener derecho a discrepar del gobierno y a condicionar en parte el rumbo que tome el país. Pero sobretodo es una forma distinta de construir el contenido de la identidad española, aunque, dependiendo de cómo se haga, puede dar resultados muy diferentes:
España como el resultado de una suma
En este modelo la identidad estatal es el resultado de la conjunción de las identidades nacionales diversas en su naturaleza íntegra. No quedan difusas para conformar una identidad estatal que las englobe y sea el sujeto político principal, sino que se trata de un marco político con múltiples sujetos que actúan conjuntamente. Para crear una identidad nacional se necesitan una serie de valores esencialistas, un cúmulo de características que definen lo que es pertenecer a esa nación. En este caso, se trataría de una identidad estatal débil, con poco contenido esencialista puesto que no lo necesita. Sería una España concebida como una convención creada por los pueblos que la conforman. Un nuevo contrato social interterritorial.
España como una supraidentidad estatal
Un estado que se alimenta de las diferentes identidades nacionales haciendo de superior jerárquico y sujeto político. Si bien es uno de los posibles resultados de la aplicación de la plurinacionalidad en un Estado, en este caso no tendría nada que ver con la idea inicial ni con los principios democráticos del Estado plurinacional. Consistiría en una supraidentidad con un gran número de valores esencialistas ya que los absorbe de las demás identidades nacionales. Esto podría recordar a Susana Díaz empuñando el patrimonio constitucional andaluz para defender las instituciones centralizadoras del Gobierno en Cataluña cuando precisamente ese patrimonio se creó para enfrentarse al centralismo que quiso dejar a Andalucía en un segundo lugar durante la Transición. En la práctica, sirve para blanquear un tipo de nacionalismo español de nuevo cuño ante una parte de la población que no lo acepta como opción política válida al tiempo que hace llegar su mensaje a otra parte que recela de esa izquierda a la que se le atraganta la palabra España.
Una plurinacionalidad pragmática
Sus valores dependerán de la fuerza de las identidades a aglutinar. La identidad estatal tendría diferentes valores esencialistas de cada nación integrante. Esto dependerá de la aceptación por parte de la población de la apropiación de valores. Un ejemplo de esto sería que como la identidad andaluza es débil en su carácter más político (actualmente es una idea más cultural que política) sus valores serían asimilables mientras que pasaría lo contrario en el caso de Cataluña. Dos valores esencialistas fundantes del mito nacional que pueden parecer equivalentes como Blas Infante y Lluis Companys serían tratados de forma desigual. Uno se puede apropiar de Infante para la identidad española pero sería impensable y causaría gran rechazo llamar a Companys “héroe de España”.
Podemos tiene una gran carencia al obviar a la periferia para dar respuesta al conflicto catalán, en el que prácticamente solo hemos escuchado a representantes de Madrid
Hasta aquí la teoría. En la práctica hemos podido escuchar el término plurinacionalidad de la boca de dos partidos. Si bien el PSOE lo utilizó durante un cierto periodo de tiempo, señalando como naciones dentro de España a las “nacionalidades históricas” (dejando fuera a Andalucía), rápidamente renunció a ello para seguir la estela centralizadora del Gobierno y apoyar el 155. Por otro lado está Podemos que, siendo el actor que trajo la plurinacionalidad al tablero político, aun está por ver si la desarrolla y elabora una propuesta seria o si se queda en apuesta verbal repitiendo el espectáculo del PSOE con el federalismo. Hasta ahora han trasladado al parlamento una forma confederal de hacer un grupo parlamentario repartiendo los turnos de palabra entre los territorios pero tienen una gran carencia al obviar a la periferia para dar respuesta al conflicto catalán, en el que prácticamente solo hemos escuchado a representantes de Podemos de Madrid. Demostrar que realmente creen en el Estado plurinacional como salida a las deficiencias del autonomismo es aún la asignatura pendiente de Podemos.
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Buen artículo. La definición de nacionalismo está cambiando últimamente, sería bueno estudiarla desde diferentes ángulos.