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Francia
Mélenchon contra Macron: la izquierda francesa sueña con una remontada que “lo cambie todo”
Final de ciclo electoral más dulce que agrio para la izquierda en Francia. Después de años de reiteradas teorías sobre la derechización del país y de haber quedado eliminada de la segunda vuelta en las dos últimas presidenciales —en 2017 y abril de este año—, la flamante coalición unitaria de la gauche ha puesto contra las cuerdas al presidente Emmanuel Macron.
La Nueva Unión Popular Ecológica y Social (26,1%) y la coalición macronista Juntos (25,8%) quedaron prácticamente empatadas en la primera vuelta de las elecciones legislativas, con una ligera ventaja para los candidatos de izquierdas. La segunda vuelta de este domingo decidirá la coloración de la futura Asamblea Nacional, unos comicios marcados por el retorno del eje derecha-izquierda: Macron contra el ecosocialista Jean-Luc Mélenchon.
El gobierno macronista puede salir desplumado de estos comicios. Los ministros tendrán que dimitir si no ganan en su circunscripción
Los diputados franceses se escogen en 577 circunscripciones (el mismo número de escaños) y solo salen elegidos el candidato más votado en cada una de ellas. Pese a una igualada correlación de fuerzas en la primera vuelta, los sondeos dan como favoritos a los aspirantes macronistas en la segunda. Pronostican entre 250 y 310 diputados para Juntos, mientras que la NUPES —formada por la Francia Insumisa de Mélenchon, el Partido Socialista, los verdes y los comunistas— obtendría entre 150 y 220. Estos pronósticos, que deben cogerse con pinzas —en 2017 le daban 400 diputados a Macron y al final se quedó en 350—, apuntan a un retorno de una izquierda fuerte en la Asamblea Nacional.
Unas elecciones “que pueden cambiarlo todo”
La Nueva Unión Popular no solo multiplicaría por tres o por cuatro los 57 diputados progresistas de la última legislatura, sino también se convertiría en la principal fuerza de oposición. Sin embargo, parece lejana, pero no imposible, la mayoría absoluta de diputados (289) de izquierdas que obligaría a Macron a nombrar a Mélenchon como primer ministro, según la tradición política.
“La votación que puede cambiarlo todo”, titulaba el viernes en su portada el diario comunista L’Humanité. Clasificados en unas 400 circunscripciones para la segunda vuelta, los aspirantes de izquierdas confían en ganar en la mayoría de ellas. Necesitarán una mayor movilización electoral, sobre todo de los jóvenes —el 75% de los menores de 24 años no fue a votar el 12 de junio—, que deje en papel mojado los sondeos.
La Nueva Unión Popular quiere favorecer la llegada de nuevos rostros en la Asamblea Nacional que rompan con la hegemonía burguesa de un hemiciclo en que apenas había un obrero en la última legislatura
También pende de un hilo la mayoría absoluta de la coalición presidencial. Esto “supondría una locura (…). Representaría un desorden político que se sumaría a la inestabilidad y los peligros del mundo actual”, dijo esta semana el exprimer ministro Édouard Philippe, quien aspira a suceder a Macron en 2027.
El gobierno macronista puede salir desplumado de estos comicios. Los ministros tendrán que dimitir si no ganan en su circunscripción. Tres de ellos (Transición Ecológica, Asuntos Europeos y Función Pública) se encuentran en una posición desfavorable. Sin mayoría parlamentaria, se vería obligado a pactar reformas con Los Republicanos (LR, afines al PP). También quedaría expuesto a eventuales mociones de censura. Un escenario de debilidad del ejecutivo ante el legislativo inédito en las últimas décadas en Francia.
Campaña del miedo de Macron contra la izquierda
Ante este escenario poco propicio, Macron intensificó su campaña del miedo contra la izquierda en los últimos días. Tras su viaje el jueves a Kiev junto con los jefes de gobierno alemán, italiano y rumano, pidió a los franceses “que tengan en cuenta el momento en que nos toca hacer esta elección democrática, a dos horas y media de avión de París hay una guerra”. “Ningún voto debe faltarle a la República”, ya había asegurado el martes antes de volar hacia el este de Europa.
Con esas declaraciones, insinuó que tanto la NUPES como la ultraderecha de Marine Le Pen son fuerzas “antirepublicanas”, un ladrillo retórico que se asemeja al “anticonstitucionalista” lanzado a menudo por la derecha española a sus rivales. Esta equiparación entre la izquierda y la ultraderecha resulta más que discutible desde una perspectiva ideológica e histórica, pero además agrieta el cordón sanitario a la ultraderecha. La Reagrupación Nacional podría beneficiarse de ello y aspira a conseguir entre 20 y 50 diputados, según los sondeos. En el peor de los escenarios —y el mejor para los ultras— dispondría de un 8% de los escaños, pero esto supondría un récord para el lepenismo, que en la última legislatura solo disponía de 8 diputados.
Un ejecutivo de izquierdas “nos llevaría a la ruina, el desorden y supondría un retroceso”, señala a El Salto la ministra de la Transición Ecológica y Cohesión Territorial, Amélie de Montchalin, tras su último mitin de campaña en un parque en Massy, en el sur de la región parisina. Considerada una de las figuras ascendentes del macronismo, De Montchalin, de 36 años y que protagoniza uno de los duelos más mediáticos, ya había suscitado polémica el lunes al declarar que la alianza de izquierdas representa la “anarquía” y son “antisemitas”.
“Que Macron juegue con el miedo de los votantes refleja en el fondo que tiene miedo de lo que está sucediendo”, asegura el sociólogo Éric Fassin
Esas declaraciones sonaron exageradas dado que su rival, que le avanzó con ocho puntos en la primera vuelta, es Jérôme Guedj, un socialista de toda la vida y oriundo de una familia de judíos sefardíes. “Se están tirando una bala en el pie con esta estrategia del miedo y además representa un insulto a la inteligencia”, sostiene este histórico representante del ala izquierda del PS, en la que había militado en el pasado al lado de Mélenchon.
El presidente francés ha aplicado en estas legislativas “la misma estrategia que en las presidenciales”, destaca el politólogo Jean Petaux. No solo afronta el duelo con la NUPES con el mismo dramatismo utilizado cuando se enfrentaba a la ultraderecha, sino que también ha intentó anestesiar la campaña, que no pasara gran cosa y así desmovilizar al electorado.
La letargia predominó en la actividad gubernamental en mayo, puesto que Macron tardó casi un mes en elegir a la nueva primera ministra, Élisabeth Borne, y sus ministros. “Pero en las legislativas esta estrategia resultó bastante incomprensible, ya que Mélenchon y sus nuevos aliados lo aprovecharon para acaparar los focos mediáticos”, destaca Petaux.
Mélenchon sacudió estas legislativas al presentarlas como una “tercera vuelta” de las presidenciales y pidiendo a los franceses que lo “eligieran primer ministro”
Además, los inicios de su segundo mandato se han visto salpicados por una sucesión de polémicas, como el fiasco de la final de la Champions o las acusaciones de violación contra el flamante ministro de Dependencia, Damien Abad. “Usted pone al frente del Estado a hombres acusados de violación. ¿Por qué?”, le preguntó Laura, una joven estudiante de secundaria, a Macron, un reproche que se hizo viral. Todo ello bajo el trasfondo de una situación económica empeorada por la inflación y las consecuencias de la guerra en Ucrania.
Exitosa estrategia de Mélenchon
“Que Macron juegue con el miedo de los votantes refleja en el fondo que tiene miedo de lo que está sucediendo. Le ha sorprendido el éxito de esta coalición de la izquierda, tras haberla ignorado durante los últimos cinco años”, asegura el sociólogo Éric Fassin, autor del libro Populismo de izquierda y neoliberalismo.
Después de una épica campaña presidencial y haber quedado tercero con el 22%, a solo 400.000 votos de adelantar a Le Pen, Mélenchon —se le pueden reprochar muchas cosas, pero hay que reconocerle sus brillantes dotes como estratega— sacudió estas legislativas al presentarlas como una “tercera vuelta” de las presidenciales y pidiendo a los franceses que lo “eligieran primer ministro”. Esta apuesta ambiciosa se vio reforzada por la alianza unitaria de los principales partidos de izquierdas. Así se puso fin a décadas de una fragmentación excesiva.
Opinión
Opinión Mélenchon busca la victoria en unas elecciones clave para la izquierda francesa
La unión sirvió para que la gauche resistiera a la marea abstencionista de la primera vuelta. Solo el 48% de los franceses fue a votar. Los sondeos calculan que los niveles de participación resultarán inferiores en la segunda, un pronóstico que la NUPES pretende contradecir al haber basado la recta final de la campaña en llamadas a la movilización de los jóvenes. La alianza de izquierdas “aún cuenta con reservas de votantes, sobre todo entre los abstencionistas” y algunos electores fachés mais pas fachos (cabreados pero no fachas) de la Reagrupación Nacional, explica el politólogo Simon Persico.
Sin embargo, según recuerda este profesor en Sciences Po Grenoble, “existe un trasvase de votos más natural desde LR —12% en la primera vuelta y que aspira a conseguir entre 40 y 60 diputados— hacia el partido de Macron y eso podría decantar la balanza a favor del presidente”. “Para que la Nueva Unión Popular consiga la mayoría absoluta necesita vencer en el 80% de las circunscripciones en que está en la segunda vuelta, mientras que la coalición macronista en el 72%”, añade Persico.
Un gobierno de Mélenchon solo sería posible si se produce una sorpresa histórica. Pero una oposición fuerte de la NUPES resultaría un premio de consolación que muchos izquierdistas franceses hubieran firmado a principios de año. Entonces, la gauche parecía condenada a un destino parecido de sus fuerzas hermanas en Italia y el debate monopolizado por la falsa rivalidad entre el capitalismo neoliberal y el capitalismo nacionalista y racista. Al final, este ciclo electoral ha concluido con una izquierda no solo competitiva a nivel electoral, sino también partidaria de un programa transformador.
Una izquierda más popular y ambiciosa
Con la NUPES, la izquierda mélenchonista ha logrado una preponderancia política (podría disponer de más de cien diputados) y programática en la gauche. Socialistas y verdes renunciaron a sus titubeos neoliberales y apostaron por disminuir la edad de jubilación a los 60 años, aumentar el salario mínimo a 1.500 euros netos, bloquear los precios de los productos de primera necesidad o invertir 200.000 millones de euros para hacer frente a la urgencia climática, evidenciada por la ola de calor que sacude Europa en estos momentos.
Francia
Elecciones legislativas Macron en apuros de cara a la segunda vuelta de las elecciones francesas
Además, la Nueva Unión Popular quiere favorecer la llegada de nuevos rostros en la Asamblea Nacional, que rompan con la hegemonía burguesa de un hemiciclo en que apenas había un obrero en la última legislatura. Quiere reducir la desconfianza de muchos franceses respecto a la clase política llevando al hemiciclo a activistas como Rachel Kéké, una limpiadora que lideró la más longeva (y exitosa) lucha laboral en el sector de la hostelería; Stéphane Ravacley, un panadero que hizo conocido al haber hecho una huelga de hambre para evitar la deportación de su aprendiz; la profesora Nathalie Culell, militante de los chalecos amarillos; el cartero sindicalista Youenn Le Flao; o la activista climática Alma Dufor, conocida por su lucha contra los almacenes de Amazon.
“En la próxima asamblea, puede haber un número considerable de diputados mucho más sensibles a las condiciones de vida difíciles de la gente”, destaca el sociólogo Albert Ogien, autor del libro Politique de l’activisme. “Actualmente, en la izquierda francesa el activismo define mucho más la actividad política que los partidos, que cuentan con un número reducido de militantes”, sostiene este investigador en el CNRS. Tras haber liderado en los últimos cinco años la lucha contra las (contra)reformas de Macron, una izquierda más popular y ambiciosa que la vieja socialdemocracia se ha convertido en su principal oposición.