Franquismo
Las rapadas, el cuerpo de la mujer como fosa invisible del franquismo

Las hermanas Mónica y Gema del Rey, artistas plásticas, y la antropóloga María Dolores Martín-Consuegra, han dirigido el documental 'Sacar a la luz. La memoria de las rapadas', presentado en Sagunto el pasado fin de semana
documental las rapadas
Fotograma del documental 'Sacar a la luz. La memoria de las rapadas, de María Dolores Martín-Consuegra y las hermanas Mónica y Gema del Rey
11 nov 2021 07:00

Borrar a las víctimas fue uno de los peajes que el franquismo impuso para abrir el paso a la democracia. Con ello se facilitaba el travestismo democrático que permitió a los responsables de la dictadura continuar en sus cargos. Pero también permitía desdibujar a unos victimarios, bien protegidos además por una ley de amnistía convertida de facto en ley de punto final. Invisibilizar a las víctimas para invisibilizar a sus verdugos. Fue necesario que pasaran muchos años desde la muerte de Franco para que en España comenzará a hablarse de memoria democrática. Ese cambio fue posible en gran medida por la presión de muchos de los hijos y nietos que exigían saber en qué cuneta estaba el cuerpo de sus padres y abuelo. Un movimiento que en muchos casos reivindicaba la memoria desde el ámbito privado, familiar, pero que indirectamente generaba una consciencia colectiva crítica: el pasado se materializaba así con toda crudeza en esos restos sepultados sin nombre en alguna fosa común.

Pero hay dolores que no se pueden materializar porque no existe esa fosa que exhumar o donde llevar unas flores. El verdugo logró eliminar todas sus huellas. Y lo consiguió dando una última y perversa vuelta de tuerca: haciendo que la víctima, sepultada por la losa del silencio, se transforme en su propia fosa anónima. Es lo que ha caracterizado la violencia que se ejerció contra las mujeres en su vulnerabilidad más íntima. Una violencia que les dejó marcadas de por vida, sin el desahogo de un grito. Son las mujeres rapadas, las mujeres violadas, las mujeres a las que se obliga a tomar aceite de ricino, mujeres a las que se roba sus hijos. Una represión implacable, brutal, despiadada. Un dolor que las víctimas y sus familas callan. Y sobre el que la sociedad, incluidos los sectores más progresistas, sigue pasando de puntillas, cuando no directamente ignora como parte de esa memoria común y democrática.

Bebés robados
Memoria histórica El robo de niños y niñas en el proyecto de memoria democrática
Hay tres aspectos clave que no han sido incluidos: la consideración de víctimas a los familiares hasta cuarto grado, no hay mención explícita de la intervención del Estado en todo el “fenómeno” y debe contemplarse que en esas apropiaciones no había en absoluto conocimiento, por parte de los progenitores, de que se podría estar produciendo un hecho ilegal.

Romper esta condena de silencios es el objetivo que se han marcado las hermanas Mónica y Gema del Rey, dos artistas plásticas que, junto con la antropóloga María Dolores Martín-Consuegra, han dirigido el documental Sacar a la luz. La memoria de las rapadas (2021). La película se estrenó la pasada semana en Sagunto, y ya ha sido seleccionada por varios festivales en Suiza, Colombia, Venezuela o Uruguay. Pero, paradójicamente, su distribución en España está resultando más complicada y marcada por el voluntarismo, evidenciando así las fuertes resistencias que impone el silencio.

Las tres se dieron de bruces con el fenómeno por casualidad; Martin-Consuegra mientras realizaba una investigación sobre el hambre y las hermanas Del Rey, que forman el grupo Art al Quadrat, cuando escucharon por su tía la historia de una vecina que había sido rapada al acabar la guerra. Y las tres coincidieron en la necesidad de profundizar en un asunto sobre el que todo el mundo prefería callar. ¿Pero quiénes eran estas rapadas? Los perfiles son variados. En unos casos fueron milicianas o militantes de partidos de izquierdas. Pero en otros casos solo fueron esposas o hijas de comprometidos con la causa republicana, o mujeres liberales que distorsionaban en la nueva moral nacionalcatolicista, o simples mujeres que buscaban con el estraperlo sortear el hambre de la posguerra. Todas, en cualquier caso, tenían un rasgo en común: formaban parte de los derrotados. Y los vencedores fueron sus verdugos.

“Se trataba de humillar a los vencidos a través del cuerpo de sus mujeres”, señala María Dolores Martín-Consuegra; “en ellas su cuerpo fue el campo de batalla”

“Se trataba de humillar a los vencidos a través del cuerpo de sus mujeres”, señala María Dolores Martín-Consuegra; “en ellas su cuerpo fue el campo de batalla”. Para la antropóloga, es preciso tomar consciencia del intenso grado de violencia que se ejerció contra ellas. “Se les rapa el pelo, se les da ricino para que se caguen encima, y así se las pasea por las calles donde se les pregunta por qué están así y ellas tienen que responder que por putas y por rojas. Se las degrada como personas y en ese estado son vistas por sus madres, sus hermanos, sus hijos”, afirma. Muchas de ellas, además, tuvieron que sufrir la agresión sexual, la violación, palabra tabú que la mayoría de ellas prefiere sustituir por eufemísticas alusiones a cuando “les subieron el mandil”. “Fueron muchas las mujeres que tuvieron hijos de aquellas violaciones. Y no solo tuvieron que criarlos, si no que tenían que convivir con sus violadores porque eran sus vecinos”.

Martín-Consuegra es muy crítica con la insensibilidad social hacía estas víctimas del franquismo, que sufrieron una violencia sistémica y dirigida expresamente contra la mujer durante la guerra y buena parte de la posguerra. La última rapada de la que se tiene constancia fue Tina Pérez, castigada con este escarnio en 1962 por su apoyo a la huelga minera asturiana. “Sorprende que una sociedad que, con razón, es capaz de dar tantas muestras de solidaridad con víctimas de casos como los de la Manada, sin embargo mantenga en el olvido el sufrimiento de las rapadas”, afirma. Sin duda, una injusticia colectiva hacía unas mujeres que tuvieron que sacar adelante a sus familias marcadas para siempre por ese dolor.

Frente a ese olvido, Sacar a la luz busca dignificar la memoria de estas mujeres. Este es el motivo por el que el documental evita conscientemente rescatar imágenes de la época. “Hay muy pocas fotografías de rapadas, pero nosotras no quisimos usarlas en la película, no queríamos mostrarlas de nuevo humilladas”, señala Mónica del Rey. Por eso, el documental opta por presentar su sufrimiento mediante la performance artística. Y sobre todo a través de una cascada de voces. De las hijas, de las sobrinas, de las nietas de aquellas mujeres. También de algunas de ellas. “Nos interesaba rescatar el relato, las voces. Ha sido un trabajo complejo porque ante la dificultad de tener testimonios directos, hemos tenido que reconstruir el relato desde los otros, los familiares y sus recuerdos, sus sentimientos sobre cómo vivieron y sufrieron aquellos hechos. El relato aparece así hilvanando todas esas voces”, comenta.

No ha sido una tarea fácil porque las resistencias siguen vivas. En algún pueblo de Castilla La Mancha la Guardia Civil incluso les puso trabas

No ha sido una tarea fácil porque las resistencias siguen vivas. En algún pueblo de Castilla La Mancha la Guardia Civil incluso les puso trabas, justificadas surrealistamente desde aquella Delegación del Gobierno afirmando que investigar estas historia podía vulnerar la Ley de Protección de Datos. Pero quizá la mayor resistencia ha seguido estando en las propias víctimas y sus descendientes. “Los códigos de honra y honor, depositados en la sexualidad de las mujeres, siguen vigentes”, subraya la antropóloga. Por ello la víctima se impregna íntimamente de una vergüenza que interioriza y le acompaña toda la vida imponiéndole ese silencio. A ella y a sus familiares. Incluso a los partidos de izquierda donde militaron, especialmente cuando se trata de agrupaciones de pequeñas localidades rurales con mentalidades más conservadoras. Tal vez uno de los momentos más desoladores del documental sea la respuesta que da un militante de izquierdas a la pregunta de si no han pensado en rendir un homenaje a tres hermanas fusiladas junto a su hermano varón en la localidad de Manzanares. Tras pensarlo un instante, el hombre responde: “Al Lisandro, sí; a las Lisandras, no”.

Y, sin embargo, romper el silencio no solo es un ejercicio de reparación histórica, sino que para las víctimas resulta liberador “Para ellas hablar después de tanto tiempo es sanador. Yo recuerdo especialmente a una mujer de 106 años que después de acompañarnos varios días recogiendo testimonios, acabó admitiendo que a ella también le había pasado. Y tuvo problemas con la familia por ello”, señala Martín-Consuegra.

Sacar a la luz rescata de este modo la voz de las víctimas más olvidadas del franquismo. Para enterrar esa vergüenza, esa humillación que marcó sus vidas. Y para devolverles una dignidad que, en realidad, nunca deberían haber perdido. De hecho, algunas de ellas supieron mantener su rebeldía e integridad incluso en los momentos más duros. Como Elsa Omil, que tras ser rapada lo primero que hizo fue hacerse una fotografía, la única que se muestra en el documental, afirmando que así se sentía todavía más guapa y negándoles a sus victimarios la satisfacción de humillarla. O como Lola, una saguntina que cuando sus torturadores le obligaron a gritar soflamas falangistas, no dudó en proclamar con altivez “¡Arriba España, y estos tres pelos que me quedan para Azaña!

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Memoria histórica
Memoria histórica Las familias de Francisco y Marcelino, ejecutados en Granada, recuperan sus restos
Francisco del Águila Domínguez, mecánico tornero del antiguo Tranvía de Sierra Nevada y Marcelino Gámiz Garzón, maestro, fueron asesinados y enterrados ilegalmente, con 24 y 35 años respectivamente, hace 89 años en las fosas del Barranco de Víznar
Crímenes del franquismo
Víctimas de la dictadura Admitida a trámite otra querella por los crímenes del franquismo en Madrid
Carlos Serrano Suarez denuncia que fue sometido a torturas por parte de cinco policías de la Brigada Político Social. El juzgado número 41 ha decidido abrir el caso, algo que desde CEAQUA califican como “excepcional”.
Crímenes del franquismo
Isabel Alonso Dávila “El franquismo fue una máquina de fabricar miedo y dolor hasta el final”
Detenida en Granada en 1974 y 1975 por su vinculación con el movimiento estudiantil antifascista de la época ha presentado la primera querella en Andalucía por Crímenes contra la Humanidad en la dictadura franquista
Tribuna
Tribuna Ladróns de luva branca no Parlamento
As traballadoras e traballadores da CRTVG pagaremos os efectos dunha lei antidemocrática que nos retira algunhas das poucas ferramentas que tiñamos para defendérmonos e esixir respecto pola misión de servizo público que a corporación ten encomendada.
Historia
Descifrando a historia As 4.000 cigarreiras da Coruña: a primeira folga de mulleres na historia de Galiza
O 7 de decembro de 1857, as mulleres da Real Fábrica de Tabacos iniciaron unha revolta polos seus dereitos que fixo historia no imaxinario do sindicalismo galego.

Últimas

Música
Vivir Quintana “Desde la alegría resignificamos la tristeza y la violencia que nos ha estado machacando”
La artista mexicana se encuentra en Madrid, donde marchó junto a miles en la manifestación del sábado 8 de marzo por la mañana. El martes 11 ofrece un concierto en la Sala Villanos presentando canciones de un álbum que estrena en abril.
Rusia
Guerra en Ucrania Kagarlitsky, desde la cárcel, sobre las negociaciones de alto el fuego: “Sin liberación de presos no hay paz”
Borís Kagarlitsky es una de las figuras más reputadas de la izquierda rusa. Desde 2023 escribe desde la cárcel. El Salto publica dos cartas recientes ante la perspectiva de un alto el fuego en la guerra que Rusia sostiene con Ucrania.
Análisis
Análisis La izquierda y la política de rearme de la Unión Europea
El aumento en defensa pondrá en marcha una nueva carrera armamentística que no puede resultar más que en un mayor empobrecimiento de las clases populares.
Opinión
Opinión Sean Baker y el realismo social
En sus películas, Sean Baker enseña que aún podemos observar los lazos históricos, mirar aquellas identidades estigmatizadas, humanizarlas, comprenderlas y entender que el enemigo real no está en esa figura extraña que siempre ha sido odiada.

Recomendadas

Culturas
Cultura ‘O minuto heroico’ racha co silencio sobre o Opus: “É un documental sobre a vulneración sistemática de dereito
Dirixido pola prestixiosa xornalista Mònica Terribas, o documental destaca os testemuños de 13 mulleres que relatan os malos tratos e coaccións sufridos no seo da organización. Falamos con Terribas e Marina Pereda, antiga membro do Obra.
Sergas
Sanidade O Sergas dificulta o acceso a máis de 8.500 contratos que suman 57 millóns de gastos
A Axencia de Doazón de Órganos e Sangue indexa miles de pagos sen concepto e imposibilita a súa auditoría. A Xunta de Alfonso Rueda sostén que a opacidade débese a “un erro de codificación”. Porén, esta práctica repítese desde 2018.
Urbanismo
Urbanismo salvaxe Un pobo contra o asfalto: Bembrive e Mos rebélanse contra unha autovía que arrasará o seu pulmón verde
Veciñas e veciños conseguen presentar 25.000 alegacións contra unha estrutura de dez quilómetros, defendida xa só polo PSOE en Madrid e en Galiza, que partirá en dous unha poboación enteira e forzará a expropiación de decenas de vivendas.
Islamofobia
Religión El aumento de vetos al hiyab en escuelas reaviva el debate sobre la islamofobia en España
Cada vez son más los centros educativos que están vetando estas prendas propias de la cultura musulmana a través de disposiciones en sus protocolos internos.