Fútbol a este lado
Cromos del futuro

En la memoria oficial convenientemente construida a base de melancolía, los cromos juegan un papel importante. El suspiro que se nos escapa pensando en aquellos antiguos es inevitable.

Cromos, figuritas, estampitas. A veces han servido incluso para propósitos arqueológicos, como cuando el hallazgo de uno del delantero Chaves, del Salamanca, permitió datar de forma muy detallada lo encontrado en una excavación en Entrevías, barrio del Puente de Vallecas, Madrid. Temporada 1974-75: junto al cromo, vinilos de flamenco, leche Clesa en bolsa, Madelman, yoyó Russell, chapas, canicas, tebeos y hasta un balón de fútbol. Aquel año fue el de la última liga que terminó mientras vivía el dictador.

Iba a haber otras tres campañas enteras sin Constitución. Hasta una Eurocopa en un país que ya no existe y un Mundial en uno en el que por entonces te desexistían. Sirva para poner en perspectiva lo rápido que nos parece que ocurrió la Transición. Nos olvidamos de que se está escribiendo la Historia en este mismo momento. Es natural, vivir es raro y quita tiempo. La memoria luego va y nos planta el frame que quiere, a su aire. En este país el lema nostálgico de mayor calado se verbaliza como “yo fui a EGB”. Circunstancia obligatoria, meramente descriptiva, en singular. Con menos potencialidad de cambio, y no mucho más cierta, que “acabamos con el servicio militar”, “recuperamos las calles de racistas” o “hicimos huelgas generales por nuestros derechos”.

En esa memoria oficial convenientemente construida a base de melancolía, los cromos juegan un papel importante. El suspiro que se nos escapa pensando en aquellos antiguos es inevitable: al fin y al cabo, nos hablan en gran parte de los casos de ese lugar seguro, sin prisas y a salvo de la productividad insaciable al que llamamos infancia.

Uno deja de coleccionar cromos en la adolescencia o incluso antes. Justo en ese momento en que a los juguetes les sustituyen otras cuestiones: los deberes, las chicas, la política. Mis recuerdos personales de ese momento vital podrían estar ilustrados por cintas. Mi generación creció haciendo de algo contrario a las leyes del mercado, como grabarle una a alguien a quien aprecias, uno de los mayores actos de amistad y amor.

1987, 2000, 2014, 2023: todas las generaciones han tenido su propio momento de sensibilización en torno a Palestina. Es un detalle que nos habla del dolor sostenido en el tiempo que soporta esa tierra

Pero también en esa memoria aparece una kufiya. Lo llamábamos “el palestino”. No era solo un pañuelo, sino un símbolo de identificación cómplice entre gente muy joven que trataba de encontrar explicaciones a un mundo injusto. Más que complemento resultón, una autoafirmación colectiva que construyó lo que somos. Esa prenda ha unido a generaciones. Quizá a cada una de las del último medio siglo de nuestro país. 1987, 2000, 2014, 2023: todas han tenido su propio momento de sensibilización en torno a Palestina. Es un detalle que nos habla del dolor sostenido en el tiempo que soporta esa tierra.

La kufiya ayudaba a conectar a quien quería entender un mundo cuya imagen habían construido en parte los cromos, y especialmente los de Mundiales y Eurocopas. ¿Por qué cuando empecé a coleccionarlos las selecciones de África, Asia y Centroamérica tenían la mitad de espacio en el álbum que el resto? ¿Por qué los de Suecia 92, donde no estuvo España, fueron menos populares en la calle; por qué estaba Yugoslavia y finalmente no jugó el torneo? ¿Por qué ya no salían la RDA, Checoslovaquia? ¿Por qué sí la ciudad de Washington? ¿Por qué nunca tuve cromos de sedes latinoamericanas? ¿Por qué parecía no faltar mucho para que un día apareciera en el álbum la selección de Israel y por qué esta jugaba la fase de clasificación en el grupo europeo? ¿Por qué la de Palestina no existía nunca, ni siquiera en la calificación asiática, con menos plazas para un Mundial? ¿Veremos a esta selección en un Mundial? ¿Qué supondría que miles de niños aquí y allí, en todo el planeta, se intercambiasen y pegasen cromos de futbolistas palestinos aprendiéndose sus nombres? ¿Algo parecido a lo que ha ocurrido con el fútbol femenino? ¿Cómo de importante sería eso para, al menos, agregar una mirada de esperanza a un conflicto dramáticamente desnivelado?

Chuck D dijo en una vieja canción que la mayoría de sus héroes no salían en los sellos postales. Mientras llega ese momento, seguimos con el nudo en la garganta, entre obligaciones y distracciones, los dos modos favoritos del sistema, fingiendo no pensar cada poco en Gaza.

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