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Galicia
Manuel Rivas: “La maquinaria pesada de la manipulación está arrasando con el significado de las palabras”
Manuel Rivas (A Coruña, 1957) es un activista contra el secuestro de las palabras. Contra sus cambios de significado, contra su apropiación por parte de las élites reaccionarias. Pelea para que “nombren y vuelvan a nombrar aquello a lo que están vinculadas por una cuestión sensorial”, para custodiarlas. En el fondo, subyace una cuestión de poder y él dice estar profundamente interesado en esa idea: en cartografiar la caza del hombre por el hombre. Tras do ceo (Xerais, 2024), la novela que acaba de publicar, es parte de ese proyecto literario. Aunque llamada como novela negra, está fuera del canon. Un texto que va hirviendo hasta explotar.
El periodista y escritor hace años que se ha convertido en uno de los autores de la literatura gallega de mayor proyección internacional. Rechaza las etiquetas sobre él y, desde luego, ha roto con el hilo de su obra haciendo algo realmente nuevo si se atiende a su narración y a su estilo. En Tras do ceo están las luchas de la Galicia de este tiempo —y del mundo— con un ojo atento a las zonas de sombra.
Te he leído decir que no tienes inseguridad con este libro, que estás satisfecho y que es algo que no siempre te pasa.
Es una sensación, nada racionalizado. Cuando haces una obra literaria, busca que sea una especie nueva. Acercar una especie de planta nueva a la biodiversidad cultural. Y me parece que sí, tengo la vibración de que esto es algo diferente, por lo menos a lo que yo he hecho.
Hasta cierto punto, salvaje. No engaña la contraportada.
La palabra salvaje, a veces, cuando se repite mucho, queda un poco domesticada. No hay que utilizarla mucho (ríe). Aquí salvaje la entiendo en el sentido de que todo está hecho con mucha libertad. También hay gente que me comentaba que llevaba 90 páginas y que eso de salvaje y de novela negra no lo encontraba por ninguna parte. Yo les voy diciendo que esperen un poco. Dentro de la novela negra hay varias escuelas y a mí la que siempre me ha gustado es la de Hammett, eso que llaman hardboiled. Creo que le pasa un poco de eso al libro: se va endureciendo a medida que hierve, que sería una traducción aproximada.
¿Es una búsqueda consciente?
Yo no son muy de planificar. Ni de planificar sobre el libro ni en general del que voy haciendo. Se comentó algo de si esto era una trilogía. Yo no tengo ni idea de si va a ser trilogía o que va a ser. Lo que sí es que responde a un proyecto literario que tiene que ver mucho con girar alrededor de esa idea de la caza del hombre por el hombre. Más que nada, de una radiología del poder en diferentes épocas. De ese poder depredador que lo entrelaza con la dominación y la codicia. Hay una guerra interna, un debate interno dentro del libro que creo que también es interno dentro de cada uno y, desde luego, dentro de mí cuando lo escribí.
¿De dónde viene esa inquietud?
Cuando escribí Los libros arden mal, una de las pesquisas que hice fue alrededor de Carl Schmitt, el arquitecto jurista del nazismo. Hice esa investigación porque se hablaba mucho de él entre los arietes del neoconservadurismo. Citaban mucho a Carl Schmitt. A mí me producía una gran inquietud que hubiese sido un personaje central en lo que es el pensamiento fascista histórico. Por ejemplo, la consideración de la lucha política como una lucha entre amigo y enemigo, lo que lleva a una confrontación de exterminio. Es la idea del decisionismo: la palabra del jefe se hace ley. La palabra y los actos.
Cuando estaba trabajando alrededor de Tras do ceo escribí mucho, estuve de arresto domiciliario (ríe). En aquel momento, me volvió como un bumerang una idea de Carl Schmitt. La idea de que la historia de la humanidad comienza con un crimen, con Caín. El tipo era un cabrón, pero tenía una cabeza peligrosísima. Hay cosas que escribí que son duras en mis novelas, en El lápiz del carpintero, en La lengua de las mariposas, pero digamos que el optimista que siempre fui llevaba el andar de la literatura. No me salía ser pesimista. Supongo que tiene que ver con el contexto de emergencia en que vivimos, pero esta vez sí que estaba ahí con esa frase el pesimista que, aunque no sea dominante, está ahí dentro. Decía “mira, las cosas son así, deja de pensar en los pájaros preñados. La historia de la humanidad es la que es, una historia de arrase”.
¿Y quién ganó la pelea?
Salió el optimista revirado diciendo “bien, pues no estoy de acuerdo” y comencé a buscar alternativas. Después de llevarme una paliza grande por parte de Carl Schmitt salió la idea de que lo de Caín no deja de ser un cuento. ¿Por qué no iba a comenzar la historia de la humanidad con un cuento? Es esa idea de que a Dios le gusta el ser humano para que le cuente cuentos. No tengo claro quién salió adelante, pero sí que la novela tiene ese convivio. Hay un andar así, simultáneo, que va pisando en la luz y en la oscuridad y va pisando en el pasado y en el presente. Hay una idea de Italo Calvino que es que tenemos que buscar en el infierno lo que no es infierno. En la novela hay ese convivio entre el infierno en la Tierra, en todas sus manifestaciones, y lo que podría ser la comedia, el humor, como resistencia que está clara en la figura del Otro.
“En la depredación del ecosistema también está la de las palabras y tenemos que luchar contra ella”
En la novela vemos el Caso Carioca, el narcotráfico, el capitalismo salvaje entrando en el rural gallego... ¿Cómo conviven en el proceso de escritura el Rivas novelista y el Rivas periodista?
Desde luego no me cambio de uniforme para hacer una cosa u otra (ríe). Conviven muy bien. Fundamentalmente, lo que pienso es que el periodismo puede ser una rama de la literatura dependiendo, claro, de la dimensión que le demos a la literatura. Cuando estudiaba Periodismo en Madrid, estaba contentísimo con uno de los primeros trabajos que hice. Había un profesor que trabajaba en Cambio 16, que era la revista más moderna de entonces. Cuando lo corrigió, me dijo: “No está mal, pero esto es literatura”. Yo me quedé todo contento. ¿Por qué no puede ser literatura un reportaje?
Cuando le dieron el Nobel a Márquez él se preguntaba por qué se lo habían dado. Tú pensabas que iba a hacer una estructuración de una respuesta muy elaborada, pero dijo que por la poesía. La poesía hoy en día equivale para mí a la ecología de las palabras. A hacer que las palabras consigan salvarse de la depredación, custodiar su sentido, que nombren y vuelvan a nombrar aquello que tiene una cuestión sensorial.
Digamos que te aporta otra visión más material en el proceso literario.
Es la toma de tierra, la curiosidad incesante. Es lo que hace mantener la lógica de asombro. Tenía razón Kapuscinski que en este oficio no se puede ser indiferente, no se puede ser un cínico. Lo que pasa es que te encuentras un montón. También me he encontrado con gente buena, pero durante mucho tiempo me crucé con este perfil que creía que el buen periodista era ese que te abordaba diciendo “vas a cambiar tú el mundo, ¿pero tú de qué vas? Cambiar el mundo no, pero si te pudiese cambiar a ti, ya conseguiría algo, pensaba yo. Si pudiese con un cuento parar a un bruto, que decía el Nabokov (ríe). Entonces, claro que el periodismo es útil. Está en la cuestión de la escucha de las voces que a lo mejor no tienen la capacidad para hacerse oír y también ir a las zonas de sombra. Eso está en la naturaleza del periodismo que nos puede interesar. Lo otro no deja de ser propaganda o karaoke. El periodismo que no se cuestione el porqué de las cosas no es periodismo.
Vivimos en un mundo muy atomizado, como si una bola hubiese caído sobre un cristal. Tienes que recomponer las piezas porque lo que te cuentan en la mayoría de los informativos parece una sucesión de azares. Ves a un tipo como Netanyahu que parece que le da un día por asesinar gente en Gaza como le podría dar por ir a jugar al golf. ¿Dónde está el contexto? ¿Qué está pasando ahí? Eso, el lugar de los porqués, es un espacio común de la literatura y el periodismo.
Decías en una entrevista en elDiario.es que habías hecho la novela con libertad y haciendo frente al estupor que te causa el crecimiento del pensamiento ultra. ¿Te atraviesa esta internacional reaccionaria también a la hora de escribir?
Totalmente. Es medio ambiente, es la atmósfera. Los procesos de depredación que se dan con la naturaleza se dan también con el lenguaje, con las palabras. Los procesos de intimidación se dan con el lenguaje. Decía Beckett que el problema es que las palabras ya no quieren decir. Parte de lo que nos pasa en la reacción ante esta expansión acelerada del pensamiento bruto es una incapacidad de reacción, igual que acontece con la naturaleza. A veces viene una maquinaria pesada y, de un día para, arrasa con todo. La máquina pesada de la manipulación también arrasa con la apropiación indebida de las palabras que significaban una cosa y que son secuestradas. Tenemos muchas.
La libertad, ¿no?
Desde luego, la que casi es la madre de las palabras. Entonces, ¿cómo no te va a doler? Trabajamos con palabras, tanto en el periodismo como en la literatura. ¿Cómo no vas a detectar el malestar de las palabras? Evidentemente, es una estrategia del poder y hay que luchar contra ella. Crear zonas de silencio, apropiarse de las palabras. Pero creo que hay otro factor relevante que podríamos definir como un estupor democrático, un estupor paralizante que llega al oír los delirios que se oyen. Creo que deberíamos combatirla de manera más activa, pero a veces es inevitable. Como cuando estás en la barra de un bar y escuchas a un bocazas y te marchas para casa. Dices, “¿qué voy a hacer?”. Entonces la manifestación de este poder bruto funciona así. Es como un tipo que, en medio del espacio público, se ponen a gritar barbaridades. Yo tengo la misma sensación cuando asisto a debates públicos. Cumple con una función muy eficaz porque intimida y causa estupor.
Lo malo es a donde nos lleva.
Claro. A la corrosión. En España todavía vivimos una cierta excepción aunque se pretenda acabar con eso de una manera bastante clara, como hicieron con Europa. Hubo ciertos momentos en que el espacio europeo era un lugar para el debate, para los derechos, solidario... Incluso Angela Merkel tuvo momentos que parecía Rosa Luxemburgo cuando apostó por los refugiados (ríe). De pronto, todo eso se fue achicando y fue quedando el poder bruto o gente acomodada a ese poder bruto. Una derecha que se va metabolizando. Una cosa curiosa es que en la derecha española no hay una sola voz disidente. Me sorprende que no haya algún que coja un día y diga: “Somos unos fachas, ya está bien, yo soy demócrata cristiano, es más, yo soy liberal”.
“La boca de la literatura tiene que atreverse a decir cómo es el infierno sin ser frívolo con la violencia. Ni el agresor ni la agresión deben tener atenuante”
Hay otro foco muy presente también en la novela que es la lucha ecologista. Es el rasgo que la ata más a nuestro presente. Está fundamentalmente en los personajes de India, contra la barbarie de la caza y en la de Chelo, contra la ganadería intensiva. Excepto la niña, son las dos mujeres más jóvenes. No pude evitar asociar esa realidad con lo que está ocurriendo en A Ulloa con el tema de Altri, que también son ellas las que están liderando la contestación social.
Es casualidad causal (ríe). No estuve pensando en ese paralelismo mientras escribía el libro, pero responde a que no es algo ocasional. No es una excepción. Incluso las estadísticas lo dicen, ese contrapunto entre el pensamiento de las mujeres y los hombres en las generaciones jóvenes. Todo contra esta pulsión que existe tan irracional. ¿Quién puede negar el cambio climático si vemos perfectamente como les sale humo por las orejas? (ríe) Pero es que detrás está ese lema de Trump de ataque, contraataque y negar la crítica. No tener fisuras porque si las tienes, puede entrar un poquito de aire, las neuronas pueden pensar y las conciencias pueden abanear.
Es una explicación lógica psicológica que encuentro, ser como un pelouro [una gran piedra] para no permitir ninguna quiebra. La postura del hooligan. Aunque sean corruptos, son de los míos. Luego también está la otra parte, la de creerse a tener el derecho de ser los primeros en la fila porque no sé que menores nos vienen a robar no sé el qué. La mentalidad Securitas Direct. Se habla mucho de los señores de la nube, pero pienso que habría que hablar de estos también. En fin, la explotación del miedo de la gente. Pero claro, cuando hay espacios de escuelas democráticas como asociaciones de vecinos, sindicatos, asociaciones culturales, oenegés o digamos todo el asociacionismo pues se intenta dinamitar y consumir porque son refugios climáticos democráticos.
Te hago la última como lector por el conflicto que sentí en la escena de máxima violencia de la novela, en la que hay un abuso sexual. Desde un marco feminista, ¿por qué consideras necesario narrar la violencia de manera tan explícita para que se vea ese castigo correctivo contra las mujeres?
Pues la verdad es que realmente viví ese conflicto en el momento de escribir que planteas, ya antes, porque la violencia verbal anticipa lo que va a ocurrir, como acontece en las guerras. Tenía esa inquietud. La cosa empezaba a hervir y realmente dudé, incluso racionalmente con ese dilema moral. Pero hubo un momento en que pudo más el impulso de que apareciese la prueba, que creo que está bien que aparezca. El tipo que escribe en las Cantigas de Escarnio tiene un poema que titula contra Dios. Una denuncia de Dios, cuenta: “A mí Dios me desamparó. Dejó que muriese mi gente”. Creo que la boca de la literatura tiene que atreverse a decir cómo es el infierno. Evidentemente, tiene que verse el infierno, pero sin ser frívolo con la violencia. En este sentido, ni el agresor ni la agresión tienen atenuante.
Literatura
Manuel Rivas: “A maquinaria pesada da manipulación está a arrasar co significado das palabras”
Manuel Rivas (A Coruña, 1957) é un activista contra secuestro das palabras. Contra os seus cambios de significado, contra a súa apropiación por parte das elites reaccionarias. Pelexa para que “nomeen e volvan nomear aquilo ao que están vinculadas por unha cuestión sensorial”. No fondo, subxace unha cuestión de poder e el di estar profundamente interesado nesa idea: en cartografar a caza do home polo home. Tras do ceo (Xerais, 2024), a novela que vén de publicar, é parte dese proxecto literario. Disque novela negra, aínda que fóra do canon. Un texto que “vai fervendo” ata estourar.
O xornalista e escritor hai anos que se converteu nun dos autores da literatura galega de maior proxección internacional. Rexeita as etiquetas sobre el e, dende logo, rompeu co fío da súa obra facendo algo realmente novo se se atende á súa narración e ao seu estilo. En Tras do ceo están as loitas da Galiza deste tempo —e do mundo— cun ollo atento ás zonas de sombra.
Linche dicir que non tes inseguridade con este libro, que estás satisfeito e que é algo que non sempre acontece.
É unha sensación, nada racionalizado. Cando fas unha obra literaria, procuras que sexa unha especie nova. Achegar unha especie de planta nova á biodiversidade cultural. E paréceme que si, teño a vibración de que isto é algo diferente, polo menos ao que eu fixen.
Ata certo punto, salvaxe. Non engana a contracapa.
A palabra salvaxe, ás veces, cando se repite moito, queda un pouco domesticada. Non hai que utilizala moito (ri). Aquí salvaxe enténdoo no sentido de que todo está feito con moita liberdade. Tamén hai xente que me comentaba que levaba 90 páxinas é que iso de salvaxe e de novela negra non o atopaba por ningunha parte. Eu voulles dicindo que esperen un pouco. Dentro da novela negra hai varias escolas e a min a que sempre me gustou foi a de Hammett, iso que chaman hardboiled. Penso que lle pasa un pouco diso ao libro: vai endurecendo e a medida que ferve, que sería unha tradución aproximada.
É unha procura consciente?
Eu non son moi de planificar. Nin de planificar sobre o libro nin en xeral do que vou facendo. Comentouse algo de se isto era unha triloxía. Eu non teño nin idea de se vai ser triloxía ou que vai ser. O que si é que responde a un proxecto literario que ten que ver moito con xirar arredor desa idea da caza do home polo home. Máis que nada, dunha radioloxía do poder en diferentes épocas. Dese poder depredador que o entrelaza coa dominación e a cobiza. Hai unha guerra interna, un debate interno dentro do libro que penso que tamén é interno dentro de cadaquén e, dende logo, dentro de min cando o escribín.
De onde vén esa inquedanza?
Cando escribín Os libros arden mal, unha das pescudas que fixen foi arredor de Carl Schmitt, o arquitecto xurista do nazismo. Fixen esa pescuda porque se falaba moito del entre os arietes do neoconservadurismo. Citaban moito a Carl Schmitt. A min producíame unha gran inquedanza que fora un personaxe central no que é o pensamento fascista histórico. Por exemplo, a consideración da loita política como unha loita entre amigo e inimigo, o que leva a unha confrontación de exterminio. É a idea do decisionismo: a palabra do xefe faise lei. A palabra e os actos.
Cando estaba traballando arredor de Tras do ceo escribín moito, estiven de arresto domiciliario. Naquel momento, volveume como un búmerang unha idea de Carl Schmitt. A idea de que a historia da humanidade comeza cun crime, con Caín. O tipo era un cabrón, pero tiña unha cabeza perigosísima. Hai cousas que escribín que son duras nas miñas novelas, en O Lapis do carpinteiro, en A lingua das bolboretas, pero digamos que o optimista que sempre fun levaba o andar da literatura. Non me saía ser pesimista. Supoño que ten que ver co contexto de emerxencia en que vivimos, pero esta vez si que estaba aí con esa frase o pesimista que, aínda que non sexa dominante, si está aí dentro. Dicía “mira machiño, as cousas son así, deixa de pensar nos paxaros preñados. A historia da humanidade é a que é, a historia de arrase”.
E quen gañou a lea?
Saíu o optimista revirado e dicindo “ben, pois non estou de acordo” e comecei a buscar alternativas. Despois de levar unha malleira grande por parte de Carl Schmitt saíu a idea de que o de Caín non deixa de ser un conto. Por que non ía comezar a historia da humanidade cun conto? É esa idea de que a Deus lle gusta o ser humano para que lle conte contos. Non teño claro quen saíu adiante, pero si que a novela ten ese convivio. Hai un andar así, simultáneo, que vai pisando na luz e na escuridade e vai pisando no pasado e no presente. Hai unha idea de Italo Calvino que é que temos que procurar no inferno o que non é inferno. Na novela hai ese convivio entre o inferno na terra, en tódalas súas manifestacións, e o que podería ser a comedia, o humor, como resistencia que está clara na figura do Outro.
“Na depredación do ecosistema tamén está a das palabras e temos que loitar contra ela”
Na novela vemos a Operación Carioca, o narcotráfico, o capitalismo salvaxe entrando no rural galego... Como conviven no proceso de escrita o Rivas novelista e o Rivas xornalista?
Dende logo non me cambio de uniforme para facer unha cousa ou outra (ri). Conviven moi ben. Fundamentalmente, o que penso é que o xornalismo pode ser un póla da literatura dependendo, claro, da dimensión que lle deas á literatura. Cando estudaba Xornalismo en Madrid, estaba contentísimo cun dos primeiros traballos que fixen. Había un profesor que traballaba en Cambio 16, que era a revista máis moderna de entón. Cando o corrixiu, díxome: “no está mal, pero esto es literatura”. Eu quedei todo contento. Por que non pode ser literatura unha reportaxe?
Cando lle deron o Nobel a Márquez el preguntábase por que llo deran. Ti pensabas que ía facer unha estruturación dunha resposta moi elaborada, pero dixo que pola poesía. A poesía hoxe en día equivale para min á ecoloxía das palabras. A facer que as palabras consigan salvarse da depredación, custodiar o seu sentido, que nomeen e volvan nomear aquilo que ten unha cuestión sensorial.
Digamos que che aporta no proceso literario.
É a toma de terra, a curiosidade incesante. É o que fai manter a lóxica de asombro. Tiña razón Kapuscinski que neste oficio non se pode ser indiferente, non se pode ser un cínico. O que pasa é que te atopas unha chea deles. Tamén me atopei xente boa, pero durante moito tempo cruceime con este perfil que cría que o bo xornalista era ese que che abordaba dicindo “vas a cambiar ti o mundo, pero ti de que vas”. Cambiar o mundo non, pero se che puidera cambiar a ti xa conseguiría algo, pensaba eu. Se puidera cun conto parar a un bruto, que dicía o Nabokov (ri). Entón, claro que o xornalismo é útil. Está na cuestión da escoita nas voces que ao mellor non teñen a capacidade para facerse oír e ir ás zonas de sombra. Iso está na natureza do xornalismo que nos pode interesar. O outro non deixa de ser propaganda ou karaoke. O xornalismo que non se cuestione o porqué das cousas non é xornalismo.
Vivimos nun mundo moi escachizado, como se unha bola caera sobre un cristal. Tes que recompoñer as pezas porque o que che contan na maioría dos informativos parece unha sucesión de azares. Ves a un tipo como Netanyahu que parece que lle dá un día por asasinar xente en Gaza como lle podía dar por ir xogar ao golf. Onde está o contexto, que está pasando aí? Iso, o lugar dos porqués, é un espazo común da literatura e o xornalismo.
Dicías nunha entrevista que fixeras a novela con liberdade e facendo fronte ao estupor que che causa o crecemento do pensamento ultra. Atravésache esta internacional reaccionaria tamén á hora de escribir?
Totalmente. É medio ambiente, é a atmosfera. Os procesos de depredación que se dan coa na natureza danse tamén coa linguaxe, coas palabras. Os procesos de intimidación danse coa linguaxe. Dicía Beckett que o problema é que as palabras xa non queren dicir. Parte do que nos pasa na reacción ante esta expansión acelerada do pensamento bruto dunha incapacidade de reacción, igual que acontece coa natureza. Ás veces vén unha maquinaria pesada e, dun día para, outro arrasa con todo. A máquina pesada da manipulación tamén arrasa coa apropiación indebida das palabras que significaban unha cousa e que son secuestradas. Temos moitas.
A liberdade, non?
Dende logo, a que é case a nai das palabras. Entón como non che vai a doer? Traballamos con palabras, tanto no xornalismo como na literatura. Como non vas detectar o malestar das palabras? Evidentemente é unha estratexia do poder e hai que loitar contra ela. Crear zonas de silencio, apropiarse das palabras. Pero creo que hai outro factor relevante que poderiamos definir como un estupor democrático, un estupor paralizante que chega ao oír os delirios que se oen. Creo que deberiamos combatela de xeito máis activo, pero ás veces é inevitable. Como cando estás na barra dun bar e escoitas a un bocazas e marchas para a casa. Dis, “que vou facer?”. Entón a manifestación deste poder bruto funciona así. É como un tipo que no medio do espazo público ponse a berrar barbaridades. Eu teño a mesma sensación cando asisto a debates públicos. Cumpre cunha función moi eficaz porque intimida e causa estupor.
O malo é a onde nos leva.
Claro. Á corrosión. En España aínda vivimos unha certa excepción aínda que se pretenda acabar con iso dun xeito bastante claro, como fixeron con Europa. Houbo certos momentos en que o espazo europeo era un lugar para o debate, para os dereitos, solidario... Mesmo Angela Merkel tivo momentos que parecía Rosa Luxemburgo cando apostou polos refuxiados (ri). De súpeto, todo iso foise achicando e foi quedando o poder bruto ou xente acomodada a ese poder bruto. Unha dereita que se vai metabolizando. Unha cousa curiosa é que na dereita española non hai unha voz disidente. Sorpréndeme que non haxa algún que colla un día e diga “somos uns fachas, xa está ben, eu son demócrata cristiano, é máis, son liberal”.
“A boca da literatura ten que atreverse a dicir como é o inferno sen ser frívolo coa violencia. Nin o agresor nin a agresión deben ter atenuante”
Hai outro foco moi presente tamén na novela que é a loita ecoloxista. É a traza que a ata máis ao noso presente. Está fundamentalmente nas personaxes de India, contra a barbarie da caza e na de Chelo, contra a gandaría intensiva. Agás a crianza, son as dúas mulleres máis novas. Non puiden evitar asociar esa realidade co que está a acontecer na Ulloa co tema de Altri, que tamén son elas as que están a liderar a contestación social.
É casualidade causal (ri). Non estiven pensando nese paralelismo mentres escribía o libro, pero responde a que non é algo ocasional. Non é unha excepción. Mesmo as estatísticas dino, ese contrapunto entre o pensamento das mulleres e os homes nas xeracións novas. Todo contra esta pulsión que existe tan irracional. Quen pode negar o cambio climático se vemos perfectamente como lle saen fume polas orellas? (ri) Pero é que detrás está ese lema de Trump de ataque, contraataque e negar a crítica. Non ter fisuras porque se as tes, pode entrar un pouquiño de aire, as neuronas poden pensar e as conciencias poden abanear.
É unha explicación lóxica psicolóxica que atopo, ser como un pelouro para non permitir ningunha creba. A postura do hooligan. Aínda que sexan corruptos son dos meus. Logo tamén está a outra parte, a de crérense a ter o dereito de ser os primeiros na fila porque non sei que menores veñen roubarnos non sei o que. A mentalidade Securitas Direct. Fálase moito dos señores da nube, pero penso que habería que falar destes tamén. En fin, a explotación do medo da xente. Pero claro, cando hai espazos de escolas democráticas como asociacións de veciños, sindicatos, asociacións culturais, oenegués ou digamos todo o asociacionismo pois inténtase dinamitar e corroer porque son refuxios climáticos democráticos.
Fágoche a última como lector polo conflito que sentín na escena de máxima violencia da novela, na que hai un abuso sexual. Dende un marco feminista, por que consideras necesario narrar a violencia de xeito tan explícito para que se vexa ese castigo correctivo contra as mulleres?
Pois a verdade é que realmente vivín ese conflito no momento de escribir que dis, xa antes, porque a violencia verbal anticipa o que vai ocorrer, como acontece nas guerras. Tiña esa inquedanza. A cousa empezaba a ferver e realmente dubidei, mesmo racionalmente con ese dilema moral. Pero houbo un momento en que puido máis o impulso de que aparecera a proba, que creo que está ben que apareza. O tipo que escribe nas Cantigas de Escarnio ten un poema que titula contra Deus. Unha denuncia de Deus, conta: “A min Deus desamparoume. Deixou que morrera a miña xente”. Penso que a boca da literatura ten que atreverse a dicir como é o inferno. Evidentemente, ten que verse o inferno, pero sen ser frívolo coa violencia. Neste sentido, nin o agresor nin a agresión teñen atenuante.
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