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El PSOE gallego ha disfrutado del verano luciendo los efectos de su operación bikini ideológica. Consiguió lo que parecía imposible en las elecciones a la Xunta de febrero. Cayó más profundo todavía del suelo electoral en el que ya se encontraba: nueve diputados y diputadas de los 75 que se reparten, apenas dos coches a medio llenar. Sin embargo, tras esa debacle, la posición oficial de las y los socialistas gallegos sobre la planta de celulosa que la Xunta quiere construir en el corazón de Galicia nos ha enseñado que todavía no han tocado fondo, que todavía les puede ir peor y que, con su irresponsabilidad, seguirán alejando más un potencial cambio de gobierno en Galicia. Llegue cuando llegue.
Alguien les ha recomendado alimentar sus argumentarios con uno de esos batidos detox cuyas recetas y promesas adulteran el tráfico web de los periódicos y la salud mental de las personas que las leen. El PSdeG ha perdido cualquier capacidad de escucha social, cegados y cegadas por un desarrollismo, en esencia, indistinguible del que aplica el Partido Popular de Galicia. La equidistancia hablando de medio ambiente se les ha vuelto indigesta.
Las personas que dirigen el PSdeG han estado haciendo las piruetas más inverosímiles para tratar de no posicionarse firmemente ante los planes que la Xunta y la multinacional portuguesa Altri tienen para abrir esa fábrica. Un planta que absorberá 46 millones de litros de agua al día y ocupará el espacio de 500 campos de fútbol de terrenos forestales y agrícolas. “No se trata de decir si nos gusta o no, es necesario ir más allá”, llegó a decir su líder José Ramón Gómez Besteiro horas antes de que la presión social y mediática le obligase a contradecirse con un aséptico “no me gusta”.
En las últimas semanas, la prensa gallega más afín al PSOE ha patinado bastante sobre la postura oficial de los de Besteiro a propósito de Altri. En una entrevista cómoda en la Cadena Ser, el portavoz del PSdeG dijo exactamente: “Al margen de que el proyecto no nos guste, a mí me parece que la solución de la financiación pública va a ser imposible por los parámetros de descarbonización, innovación y de las ayudas europeas”. Esas declaraciones, en la misma línea tibia que las realizadas en los meses anteriores, le han servido a la prensa gallega para llenar titulares con la idea de que Besteiro rechaza el proyecto de Altri.
No sabemos si por incomprensión lectora o porque el rechazo social al proyecto también ha distorsionado el buen hacer de los y las periodistas. El caso es que, a los dos días, el PSOE salió a desmentir esos titulares y su líder en el Parlamento gallego fue al diario de más tirada y más posicionado a favor de la celulosa —de esta y de la de Pontevedra— a volver con sus frases de argumentario equidistante y a negarse a responder si estaba a favor o en contra.
Más allá de esas escuetas palabras, nada. Ni el PSOE ni sus cabezas visibles acudieron a la histórica manifestación que desbordó el pequeño ayuntamiento de Palas de Rei. Tampoco asistieron a la llegada de más de 300 barcos a la ría de Arousa capitaneados por Greenpeace para protestar por el mismo motivo. Y mucho menos fueron el último domingo de junio a rodear la sede del Gobierno gallego por el mismo motivo.
En 2017, este mismo PSOE que se pone de perfil ante la llegada de una celulosa que consumirá 1,2 millones de toneladas de eucalipto al año se alió con PP y Ciudadanos para no catalogarla como especie invasora
Entre sus bases y hasta entre las secciones locales del partido, la gente se frustra, pero tampoco se sorprende. En el verano de 2017, este mismo PSOE que ahora se pone de perfil ante la llegada de una celulosa que consumirá 1,2 millones de toneladas de eucalipto al año se alió con PP y Ciudadanos para no incluir a esta especie en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras y tratar de frenar así su avance descontrolado por la geografía gallega, algo que había propuesto en su momento En Marea.
Ahora, siete años más tarde, asistimos a un espectáculo de mediocridad política sonrojante. Altos cargos reuniéndose de tapadillo con la plataforma vecinal Ulloa Viva —que lidera la contestación social— por miedo a represalias en la interna; todos los concejales y concejalas de la comarca manifestándose sin poder llevar pancartas con la identidad de su organización; las Xuventudes Socialistas tratando de presionar públicamente al partido sin mucho éxito; asesores furibundos soltando soflamas capitalistas en la barra de bar de X (Twitter); y en el despacho de la consultora que está detrás del desatino, Acento Public Affairs, el exministro de Fomento con Zapatero y natural de la comarca de A Ulloa, José Blanco, haciendo caja. Menudo sapo se ha librado de tragar Garzón.
Míster Blanco lleva meses con un perfil bajo por miedo al clamor social, pero poco antes de que explotase la lucha ecologista y vecinal, el alarde de negacionismo climático era preocupante. Esto dijo en una de las presentaciones no oficiales del proyecto ante las quejas sobre el consumo desproporcionado de recursos hídricos —consumirá al día tanta agua como los habitantes de la provincia de Lugo—: “Que yo sepa, por el momento Galicia no tiene escasez de agua. Hay que recordar que el agua no saldrá del río Ulla, como he oído decir en alguna ocasión, sino del embalse de Portodemouros. No se puede beber el agua que cogerá la planta de ese embalse, pero la que devuelva al embalse, sin embargo, estará más limpia y sí se podrá beber”. Además de forrarse ayudando a una multinacional a arrasar el ecosistema de la comarca donde nació, Blanco, con sus investigaciones, ha revolucionado la ciencia. No solo ha descubierto el único embalse del mundo que se llena sin agua de ríos, también el extraño caso de la celulosa que depurará agua para consumo humano.
Los próximos meses serán decisivos en esta lucha ecologista liderada por una generación que vivió de lleno en su infancia el desastre del Prestige. Al otro lado, en realidad, el escenario no ha cambiado tanto: las multinacionales ponen el dinero y el bipartidismo su brazo político. Igual que ocurrió con Ence o con lo que pasó con el accidente del Alvia –recuerden el papel de Blanco en aquella tragedia–. El Partido Popular en el Gobierno de la Xunta, el Partido Socialista en el del Estado, Teresa Ribera desde la Comisión Europea y Altri desde sus despachos harán lo imposible para que el proyecto salga adelante y encaje en las exigencias ambientales europeas –¿quién prevaricaría si no para aprobar un proyecto que las incumpla?–. Mientras tanto, en la calles de las ciudades y en los caminos de los pueblos, el activismo medioambiental seguirá marcando el camino. No queda otra, nos va la vida en ello.
Medio ambiente
O PSOE galego e a dieta do eucalipto
O PSOE galego gozou do verán lucindo os efectos da súa operación bikini ideolóxica. Conseguiu o que parecía imposible nas eleccións á Xunta de febreiro. Caeu máis fondo aínda do chan electoral no que xa se atopaba: nove deputados e deputadas dos 75 que se reparten, apenas dous coches a medio encher. Con todo, tras ese desastre, a posición oficial das e dos socialistas galegos sobre a planta de celulosa que a Xunta quere construír no corazón de Galiza aprendeunos que aínda non tocaron fondo, que aínda lles pode ir peor e que, coa súa irresponsabilidade, seguirán afastando máis un potencial cambio de goberno no país. Chegue cando chegue.
Alguén lles recomendou alimentar os seus argumentarios cun deses batidos detox cuxas receitas e promesas adulteran o tráfico web dos xornais e a saúde mental das persoas que as len. O PSdeG perdeu calquera capacidade de escoita social, cegados e cegadas por un desenvolvismo, en esencia, indistinguible do que aplica o Partido Popular. A equidistancia falando de medio ambiente volvéuselles indixesta.
As persoas que dirixen o PSdeG estiveron facendo as reviravoltas máis inverosímiles para tratar de non situarse firmemente ante os plans que a Xunta e a multinacional portuguesa Altri teñen para abrir esa fábrica. Unha planta que absorberá 46 millóns de litros de auga ao día e ocupará o espazo de 500 campos de fútbol de terreos forestais e agrícolas. “Non se trata de dicir se nos gusta ou non, é necesario ir máis aló”, chegou a dicir o seu líder José Ramón Gómez Besteiro horas antes de que a presión social e mediática o obrigara a contradicirse cun aséptico “non me gusta”.
Nas últimas semanas, a prensa galega máis afín ao PSOE enlamouse bastante sobre a postura oficial dos de Besteiro sobre de Altri. Nunha entrevista cómoda na Cadena Ser, o portavoz do PSdeG dixo exactamente: “Á marxe de que o proxecto non nos guste, a min paréceme que a solución do financiamento público vai ser imposible polos parámetros de descarbonización, innovación e das axudas europeas”. Esas declaracións, na mesma liña morna que as realizadas nos meses anteriores, servíronlle á prensa galega para encher titulares coa idea de que Besteiro rexeita o proxecto de Altri.
Non sabemos se por incomprensión lectora ou porque o rexeitamento social ao proxecto tamén distorsionou o bo facer dos e das xornalistas. O caso é que, aos dous días, o PSOE saíu a desmentir eses titulares e o seu líder no Parlamento galego foi ao diario de máis tirada e máis situado a favor da celulosa –desta e da de Pontevedra– a volver coas súas frases de argumentario equidistante e a negarse a responder se estaba a favor ou en contra.
Máis aló desas concisas palabras, nada. Nin o PSOE nin as súas cabezas visibles acudiron á histórica manifestación que desbordou o pequeno concello de Palas de Rei. Tampouco asistiron á chegada de máis de 300 barcos á ría de Arousa capitaneados por Greenpeace para protestar polo mesmo motivo. E moito menos foron o último domingo de xuño a rodear a sede do Goberno galego polo mesmo motivo.
En 2017, este mesmo PSOE que se pon de perfil ante a chegada dunha celulosa que consumirá 1,2 millóns de toneladas de eucalipto ao ano aliouse con PP e Ciudadanos para non catalogala como especie invasora
Entre as súas bases e até entre as seccións locais do partido, a xente frústrase, pero tampouco se sorprende. No verán de 2017, este mesmo PSOE que agora se pon de perfil ante a chegada dunha celulosa que consumirá 1,2 millóns de toneladas de eucalipto ao ano aliouse con PP e Ciudadanos para non incluír a esta especie no Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras e tratar de frear así o seu avance descontrolado pola xeografía galega, algo que propuxera no seu momento En Marea.
Agora, sete anos máis tarde, asistimos a un espectáculo de mediocridade política vergoñenta. Altos cargos reuníndose ás agachadas coa plataforma veciñal Ulloa Viva –que lidera a contestación social– por medo a represalias na interna; todos os concelleiros e concelleiras da comarca manifestándose sen poder levar faixas coa identidade da súa organización; as Xuventudes Socialistas tratando de presionar publicamente ao partido sen moito éxito; asesores furibundos soltando soflamas capitalistas na barra de bar de X (Twitter); e no despacho da consultora que está detrás do desatino, Acento Public Affairs, o exministro de Fomento con Zapatero e natural da comarca da Ulloa, José Blanco, facendo caixa. O sapo que se librou de tragar Garzón.
Míster Blanco leva meses cun perfil baixo por medo ao clamor social, pero pouco antes de que explotase a loita ecoloxista e veciñal, o alarde de negacionismo climático era preocupante. Isto dixo nunha das presentacións non oficiais do proxecto ante as queixas sobre o consumo desproporcionado de recursos hídricos –consumirá ao día tanta auga como os habitantes da provincia de Lugo–: “Que eu saiba, polo momento Galiza non ten escaseza de auga. Hai que lembrar que a auga non sairá do río Ulla, como ouvín dicir nalgunha ocasión, senón do encoro de Portodemouros. Non se pode beber a auga que collerá a planta dese encoro, pero a que devolva ao encoro, con todo, estará máis limpa e si se poderá beber”. Ademais de forrarse axudando a unha multinacional a arrasar o ecosistema da comarca onde naceu, Blanco, coas súas investigacións, revolucionou a ciencia. Non só descubriu o único encoro do mundo que se enche sen auga de ríos, tamén o estraño caso da celulosa que depurará auga para consumo humano.
Os próximos meses serán decisivos nesta loita ecoloxista liderada por unha xeración que viviu de cheo na súa infancia o desastre do Prestige. Do outro lado, en realidade, o escenario non cambiou tanto: as multinacionais poñen o diñeiro e o bipartidismo o seu brazo político. Igual que ocorreu con Ence ou co que pasou co accidente do Alvia –lembren o papel de Blanco naquela traxedia–. O Partido Popular no Goberno da Xunta, o Partido Socialista no do Estado, Teresa Ribera desde a Comisión Europea e Altri desde os seus despachos farán o imposible para que o proxecto vaia adiante e encaixe nas esixencias ambientais europeas –quen prevaricaría se non para aprobar un proxecto que as incumpra?–. Mentres, nas rúas das cidades e nos camiños dos pobos, o activismo medioambiental seguirá marcando o camiño. Non queda outra, vainos a vida niso.
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Cierto Javier, muy cierto.
Has venido a demostrar, en tu artículo, algo que en Galicia ya sabíamos, al menos algunos, y no es otra cosa que los gallegos somos nuestros peores enemigos.
Franco, el gran gallego, fue el primer gran reforestador de Galicia, llenándola de eucaliptos y pinos, sobre todo los primeros. Primero Fraga y luego Feijóo (con la inestimable ayuda de Rajoy aumentando en 75 años la concesión a Ence, estando su gobierno en funciones) auparon a Ence y le permitieron emponzoñar la ría y el aire de Pontevedra.
Ahora le llega el turno a Lugo y "como no podía ser de otra manera" que repiten los políticos sin recursos argumentales, sobran sustitutos siguiendo la línea de los ya mencionados. A Rueda, actual presidente de la Xunta, se le cae la baba diciendo insensateces y mentiras sobre la proyectada celulosa de Altri (diez veces más grande que la de Ence, no lo olvidemos), ayudado por algunos, como Blanco, que otrora se definieron como progresistas y hoy hacen caja como cualquier corrupto del PP, disfrutando de los contactos, las puertas giratorias y la falta de escrúpulos como muy bien has ilustrado, Javier, en tu artículo.
Lo dicho, los gallegos somos nuestros peores enemigos... y nos empeñamos en demostrarlo continuamente.