Vigo lucha por salvar su última carballeira urbana que Abel Caballero quiere convertir en un estadio

El nutrido grupo Salvemos a Barroca, con miles de vecinos y vecinas, académicos, sociedades científicas y ecologistas detrás, se opone a lo que considera un “atentado ecológico” contra una reserva de carballos y humedales en el corazón de la ciudad.
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Brais Lorenzo Vista aérea de la Carballeira da Barroca con el PAU de Navia al fondo.

Son exactamente 43.652 metros cuadrados. Están ubicados a medio camino entre el centro de la ciudad de Vigo y la tan icónica como gentrificada playa de Samil. En la mayor parte de su superficie hay una mezcla de vegetación baja y, sobre todo, altos y estirados carballos (Quercus robur), ejes del bosque atlántico. Un paseo a través de sus pequeños claros resulta revelador.

A un lado, hacia el este, la vista se cruza con el ejemplo práctico del urbanismo vertical contemporáneo: unos 720.000 metros cuadrados de fincas y casas unifamiliares que, con el aval de la Xunta de Manuel Fraga, fueron expropiados para construir casi 4.000 viviendas a partir del año 2000: el PAU de Navia. Al oeste, sin embargo, la mirada se encuentra con el Parque Nacional al que pertenecen las Illas Cíes.

En ese justo centro está la Carballeira da Barroca, un espacio natural que resiste desde hace años a los envites del urbanismo salvaje, pero sobre el que ha puesto sus planos el alcalde viral de Vigo, Abel Caballero, para crear su última obra en la recta final de su carrera política: el Vigo Arena, un estadio que, en teoría, pretendería albergar grandes conciertos.

No hay un solo dato técnico al respecto, ni pliegos ni licitaciones, pero las promesas políticas del PSOE hablan de una capacidad potencial hábil para “17.000 personas”. El Wizink Center de Madrid tiene un aforo máximo de 17.453 personas dispuestas en un formato no habitual en 360º: “Ya arrancó porque el primer paso es que yo tome la decisión y ya la he tomado”, sentenció hacia el final del verano Caballero.

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Vista a pie de bosque dentro de la carballeira. Brais Lorenzo

Ni vecinos y vecinas afectadas, ni académicos, ni sociedades científicas, ni tampoco grupos ecologistas pudieron verlo venir en el Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM) aprobado hace apenas dos meses. Tampoco pudieron alegar como partes interesadas y afectadas. ¿El truco del Gobierno local? Modificar los planos una vez terminado el proceso de exposición pública, “algo insólito en urbanismo”, según explicó en una ponencia magistral dirigida a los vecinos y vecinas el geógrafo y catedrático de la Universitat de València, Xosé Manuel Souto González, miembro también del Instituto de Estudos Vigueses. El lugar donde durante la exposición pública del PXOM ponía “zona verde”, una vez terminada pasó a ser destinada a “equipamiento”.

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Imagen de los planos del Plan Xeral de Ordenación Municipal antes y después de la exposición pública.

“Hablamos del último bosque aluvial de la zona, que aloja a más de 40 tipos de aves, mamíferos como los tejones o los erizos, e infinidad de plantas silvestres, entre otras muchas especies”, denuncian las vecinas de Salvemos a Barroca, la plataforma que lidera esta lucha vecinal, pero que está apoyada por miles de vecinos y vecinas y organizaciones como Ecoloxistas en Acción, Adega, Verdegaia, Amigas da Terra, Greenpeace o la prestigiosa Sociedade Galega de Historia Natural, entre otros muchos actores sociales de la ciudad.

A esto se suma la inmensa glorieta elevada de 80 metros de diámetro que se ha previsto para dar facilidad a los vehículos que pretendan acceder al multiusos y que atravesará la avenida de Europa desviando todo el tráfico del Polígono de Actuación Urbanística (PAU de Navia) por el barrio de San Paio, también para canalizar el tráfico del llamado Vigo Arena: “Un impacto paisajístico, visual y sonoro, salvaje que también afectará al humedal de Pertegueiras, el último que queda en la zona”, inciden desde la asociación vecinal. El barrio, de facto, quedará “atrapado” entre dos vías de alta capacidad, la mencionada avenida y la VG-20.

“Si el expresidente de la Xunta, Manuel Fraga, pudo tener su propio mausoleo en forma de Cidade da Cultura, Abel Caballero, parece buscar ahora también su epitafio urbanístico”, resume Xabier Pérez Igrexas, concelleiro y portavoz del BNG de Vigo, partido que se ha mostrado profundamente contrario a “los ya habituales delirios de grandeza” del alcalde de la mayor ciudad de Galicia. Desde julio de 2023, el Ayuntamiento de Vigo no convoca ruedas de prensa en la que los y las periodistas puedan hacer preguntas acerca de sus proyectos. Este caso no es una excepción.

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Vista de las Illas Cíes desde la Carballeira da Barroca. Brais Lorenzo

¿Necesidad, estrategia electoral o megalomanía?

Es la pregunta que se hacen buena parte de las personas consultadas por El Salto, pero también las que cogen turnos de palabra en las asambleas y charlas de Salvemos a Barroca: “¿Es necesario un espacio de esas dimensiones?”. El consenso de quien se opone es un ‘no’. Los argumentos materiales, al margen de los ambientales, son varios. Vigo ya cuenta con un enorme auditorio público al aire libre en el parque de Castrelos con un aforo máximo, en sus cálculos más optimistas, de 33.000 personas, a pesar de que los titulares de la prensa afín al PSOE de Caballero reproduzcan sin escrúpulos cantidades cifradas por el consistorio como 100.000 asistentes a los conciertos más multitudinarios, un tercio de los habitantes de la ciudad. 

Por otro lado, a las afueras de la ciudad, con la mejor conexión con carreteras y un gran espacio de aparcamiento, se encuentra ya el Instituto Ferial (Ifevi), controlado en última instancia por la Xunta de Galicia —aquí otra de las claves políticas— y que tiene un aforo para conciertos de 11.000 personas. Un repaso histórico: a la ciudad apenas asisten conciertos de esa envergadura durante el año. Son la excepción y no la norma. Como también lo son los eventos no futbolísticos en el Estadio Municipal de Balaídos, de titularidad pública y que cuenta con un aforo de alrededor de 30.000 personas entre bancada y pista. Por ahí han pasado hace no mucho Muse o Guns N' Roses.

Por último, otra de las grandes obras reivindicadas por el PSOE de Abel Caballero también es el síntoma de una política cultural en horas bajas. El Auditorio y Palacio de Congresos Mar de Vigo, que en teoría alberga, junto al Ifevi, los grandes conciertos de la ciudad, apenas consigue llenar sus escasas 1.500 plazas cuando asisten artistas de la talla de Gilberto Gil o Silvia Pérez Cruz por elevado coste de sus entradas en una ciudad postindustrial. No en balde, Vigo, junto a Ourense, cierran la lista de municipios gallegos con menos inversión en cultura por habitante, según el informe  O gasto en cultura na Administración local en Galicia, que el Consello da Cultura Galega ha publicado este otoño. Apenas 49 euros. 

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