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África
“La historia de Burundi es la de todas las guerras”
El rapero Gäel Faye publica su primera novela, 'Pequeño país', en la que cuenta la guerra en Burundi de la que huyó cuando era un niño a través de un personaje ficticio. La presentó hace unos días ante un teatro lleno de adolescentes en el centro de Barcelona.
“Toda esa educación en el odio forma parte de un programa político”, contaba Faye hace unos días ante un público formado por seis colegios catalanes en el Teatro del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Trataba así de explicar cómo en un país tan pequeño como Burundi, que tiene el tamaño de Bélgica, los genocidas y las víctimas se veían obligados a convivir después de la guerra.
Al principio, el rapero tenía un pensamiento muy negativo de la situación: “no era capaz de ver la realidad, pero después descubrí la resiliencia de nuestro pueblo y su capacidad de reencontrar la fuerza para creer en el futuro”. Por eso en su novela la historia de Burundi acaba siendo la de todas las guerras y la del comportamiento humano. “Los sentimientos son universales”, resume.
“Cada día hacemos un esfuerzo por convivir con quien nos hizo daño”, explica Faye. Aunque sea un sentimiento cotidiano, recomienda visitar Burundi en abril, el mes en el que se celebra el aniversario del fin de la guerra (2005). Es entonces cuando se produce una catarsis colectiva para exteriorizar el dolor de las heridas que siguen cerrándose.
Fue entrelazando retazos de sus recuerdos con su experiencia como artista. Contaba a los chavales que empezó a escribir antes que a leer porque es difícil amar la lectura en un mundo donde la televisión e internet son acciones mucho más fáciles que abrir un libro. Luego sonreía para decir que a pesar de huir de su país por la guerra en 1995, cuando sólo tenía 13 años, recordaba su infancia con una sonrisa.
Pero el momento más bonito de la charla se produjo cuando empezaron las preguntas y una joven rumana que no tendría más de 15 le preguntó por la identidad. “Yo soy rumana pero he crecido en Catalunya”, le explicaba en perfecto catalán, “y veía a mis padres como lo más parecido a mí, pero cuando viajé a Rumanía me sentí extraña de nuevo, ¿a ti también te pasa que no eres de aquí ni de allí?” Mientras se erizaba la piel del auditorio, Faye rizó el rizo: “He crecido pensando que era 50% burundés y 50% francés. Para mí era natural vivir en la mezcla. Pero después me he dado cuenta de que yo soy 100% las dos cosas. Esto, que a veces se vive como un hándicap, permite en realidad aceptarse a uno mismo”.
En un mundo donde la identidad cada vez es más líquida, pero al mismo tiempo se realza con el auge de los nacionalismos, Faye le estaba diciendo al conjunto de jóvenes que allí se reunían que “los otros te definen y para ellos siempre eres el otro”, pero que “la identidad está siempre en movimiento y en plural, no en singular”. Que al ser de más de un lugar se tienen más puntos de vista, más culturas y se puede mirar mejor el mundo, porque se puede salir de él.
No fue ese, en realidad, el momento más bonito de la charla. Tras una de las últimas preguntas, una chica le pidió que cantara algo. Faye accedió, pero sólo si alguien más cantaba. Una chica con velo se subió al escenario y se marcó una canción de soul en francés que dejó a todos, casi más a los adultos que a los chavales, boquiabiertos. Él aprovechó su voz para empezar una improvisación rapeada sobre la charla después. Si alguien conoce un antídoto más potente contra el racismo en las escuelas, que venga y lo cante.