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Hemeroteca Diagonal
Feminismo y antiespecismo: dos luchas con mucho en común
Desde las sufragistas hasta Angela Davis, existe toda una historia de interseccionalidad entre los feminismos y la lucha por la liberación animal.
En un mundo en el que las opresiones están interconectadas, la solidaridad y las luchas deben también converger, o eso afirmaba Angela Davis a su paso por Euskal Herria hace unas semanas: "Creo que la cuestión de la comida es la próxima cuestión sobre la que el feminismo tiene que trabajar". Vegana desde hace tiempo, Davis ha conectado ya en otras ocasiones la liberación humana y la animal. Tal y como publicaba Píkara: "Dice que dejó de comer carne en la cárcel, y que -desde entonces- es vegana. De hecho, cree que la conciencia sobre las condiciones de producción de los alimentos es el próximo espacio de lucha de la izquierda".
En 2004, hablaba así en la 27º Conferencia de Empoderamiento de Mujeres de Color: "No solía mencionar que soy vegana, pero eso ha evolucionado. Creo que es el momento adecuado para hablar de ello porque es parte de una perspectiva revolucionaria. Cómo podemos, no sólo descubrir relaciones más compasivas con los seres humanos, sino también cómo es posible desarrollar relaciones más compasivas con las otras criaturas con las que compartimos este planeta, y que podrían suponer desafiar la producción capitalista de alimentos al completo". Davis añadía: "La mayoría de las personas no piensa acerca del hecho de que están comiendo animales. Cuando se comen un filete o pollo, la mayor parte de la gente no piensa acerca del tremendo sufrimiento que esos animales tienen que aguantar simplemente para convertirse en productos para ser consumidos por los seres humanos".
Angela Davis: "Existe una conexión entre la forma en que tratamos a los animales y la forma en que tratamos a las personas que están debajo del todo en la escala jerárquica"
Para Davis, esta ceguera estaría conectada con el concepto de mercancía. "El hecho de que podamos sentarnos a comer un trozo de pollo sin pensar sobre las condiciones horribles bajo las que los pollos son criados industrialmente en este país es un signo de los peligros del capitalismo; cómo el capitalismo ha colonizado nuestras mentes. El hecho de que no miremos más allá de la mercancía en sí misma, el hecho de que nos neguemos a comprender las relaciones que subyacen los productos que utilizamos de forma cotidiana. Como hacemos con la comida [...]. Creo que existe una conexión en la forma en que tratamos a los animales y la forma en que tratamos a las personas que están debajo del todo en la escala jerárquica". "Mira las formas en que las personas que cometen ese tipo de violencia hacia otros humanos: a menudo lo han aprendido de la violencia hacia los animales".
Interseccionalidad de las luchas
En los años 70, las feministas negras que trabajaban tanto por los derechos de las mujeres como por los derechos civiles comenzaron a observar género y raza como cuestiones interconectadas. El movimiento feminista de aquel momento no hablaba de raza, y el movimiento por los derechos civiles no hablaba de género. Así, desarrollaron una teoría y práctica llamada interseccionalidad, término que no era nuevo pero que obtuvo reconocimiento formal cuando Kimberle Crenshaw lo acuñó en 1989.
Al rechazar la idea de que las opresiones son independientes entre ellas se sugiere que los modelos clásicos de opresión, basados en raza, lugar de origen, género, orientación sexual, religión, clase, capacidad (o especie), no actúan independientemente unos de los otros, sino más bien al contrario: estas formas de discriminación se interrelacionan y se solapan en un mismo sistema de opresión.
Del mismo modo que Kimberle Crenshaw acuñó el término interseccionalidad al ver que el aspecto de género estaba muy poco tratado dentro del aspecto de la raza, Carol J. Adams comenzó a hablar en 1990 de la interconexión entre feminismo y antiespecismo en su libro The sexual politics of meat (publicación traducida al español por Ochodoscuatro Ediciones).
En su libro, Adams descubre la intersección entre la explotación de las mujeres y de los animales, haciendo una conexión entre los valores patriarcales y el consumo de carne, por medio del concepto del “referente ausente”. Según Carol J. Adams, el referente ausente funciona para esconder la violencia inherente del consumo de carne al separar el producto o mercancía final (la carne como alimento) de su referente ausente: el animal del que se extrae dicho producto final. La política sexual de la carne argumenta que la dominación patriarcal y la opresión de los animales están vinculados, de modo que tanto las mujeres como los animales funcionan como referentes ausentes, en un proceso que permite al opresor ver a otros seres como objetos. Una vez objetificados, los seres pueden ser fragmentados. Una vez fragmentados, se da el consumo. Carol Adams hace un paralelismo entre los animales que son usados para alimento y las mujeres, utilizadas como reclamo sexual.
Suffragettes vegetarianas en prisión
Angela Davis no es la única que dejó de comer carne en prisión. De hecho, parece lógico que las luchas por los derechos humanos y los animales confluyan en más de un punto. Tanto en el libro de Adams como en otros artículos, entre los que destaca el de la doctora en Historia Leah Leneman "The Awakened Instinct: vegetarianism and the women's suffrage movement in Britain", se relata la relación del movimiento sufragista británico con el movimiento vegetariano y antiviviseccionista. Así, la sufragista Maud Joachim, miembro de la Unión Social y Política de Mujeres Women Social & Political Union (WSPU), al narrar sus vivencias durante las seis semanas que permaneció en la prisión de Holloway (Londres) tras ser detenida en una manifestación, afirmaba que “es curioso que las filas de las militantes sufragistas son mayormente reclutadas de entre las vegetarianas, y las autoridades nos ha concedido una dieta vegetariana especial”.
Efectivamente, el vegetarianismo fue un componente importante del feminismo en aquella época, aunque estos datos se hayan difuminado con el paso del tiempo. No sólo la presidenta de la Liga por la Libertad de las Mujeres (Women's Freedom League -WFL-), Charlotte Despart, era vegetariana; hay muchos más testimonios de mujeres vegetarianas entre las militantes y líderes del movimiento sufragista. Continuamente se celebraban comidas vegetarianas y demostraciones de este tipo de cocina, e incluso las militantes abrieron varios restaurantes vegetarianos en distintas partes del país.
Según los estudios de Leneman y Adams, no se trataba de simples casos aislados, el vegetarianismo se enmarcaba dentro del carácter distintivo de WFL, organización que continuó su actividad mucho después de que el voto para las mujeres fuese conseguido.
En algunos casos, las militantes vegetarianas de aquella época, al igual que Juan Manuel, Borja y los activistas de Equanimal, tuvieron dificultades para nutrirse de forma adecuada en prisión: “Victoria Lidiard, que pasó dos meses en Holloway tras romper ventanas en el acto de la WSPU en marzo de 1912, recordaba después la ignorancia total de las autoridades de la prisión de una dieta vegetariana, que le dieron la cantidad absurda de 'media libra' (unos 225 gramos) de alubias”.
Otra famosa sufragista, Lady Constance Lytton, que menciona el vegetarianismo más de una vez en su libro Prisons and Prisoners, escribió cómo en 1909 durante una de sus estancia en prisión solicitó “poder tener ropa interior de franela y comida vegetariana”. La comida de mediodía, según contaba en su libro, consistía en “pescado frito, patatas, col, pan, mantequilla y pudding de arroz o natillas... yo, siendo vegetariana, no comía pescado”. Anna Gvinter, encarcelada con otras sufragistas en 1917, también escribió desde prisión su negativa a comer carne. Margaret C. Clayton, escribió: “La cena se sirve en dos latas: en la más profunda se esconden dos patatas con piel; en la más plana, que encaja en la otra, hay un huevo y algo de coliflor y otros vegetales. Muchas de nosotras somos vegetarianas siempre”.