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Los vertederos de internet
No son periodistas de investigación, sino actores, artistas, científicos, programadores… Y sin embargo, la investigación de Moritz Riesewieck y el grupo de teatro berlinés Laokoon que él mismo dirige, ha puesto al descubierto un tema hasta ahora prácticamente invisible. Pero que, de una forma o de otra, afecta a todos los usuarios de internet: la basura digital.
¿Qué sería de la red si al abrir nuestra cuenta de Facebook o Twitter apareciesen cuerpos descuartizados, pornografía infantil, violaciones u otras atrocidades? ¿Quién hace posible que las grandes plataformas aparezcan tan limpias? Esas preguntas no se le presentaron a Riesewieck de la nada: a sus manos había llegado un artículo de la investigadora estadounidense Sara T. Roberts, que está escribiendo un libro al respecto. En dicho artículo, Roberts explicaba cómo este tipo de servicios subcontratados se está concentrando en Filipinas.
El grupo Laokoon decidió entonces aprovechar la oportunidad de una beca para investigar sobre el terreno dicha problemática. Lo que encontraron durante el mes que pasaron en Manila les dejó noqueados. De repente, un grupo de actores desvelaba al gran público alemán cómo en el país asiático hay una nueva industria emergente (Roberts la cifra en 100.000 puestos de trabajo a nivel global) que se dedica a hacer de internet un mundo agradable, navegable.
Riesewieck entrevistó a trabajadores de estas empresas y recuerda que “fue extremadamente difícil, porque todos firman un contrato de confidencialidad que les prohíbe hablar de su trabajo incluso con su propia familia”. De ahí que parte del tiempo tuviesen que pasarlo simplemente ganándose su confianza. “No querían hablar por miedo a perder el empleo”, recuerda.
Los investigadores descubrieron la miseria de un trabajo en apariencia limpio y bien remunerado para el nivel salarial del país: entre dos y seis dólares la hora por borrar unas 3.000 imágenes al día, según explica el director.
Las jornadas de diez horas no son especialmente largas en comparación a las condiciones medias de otros filipinos, sin embargo, durante todo ese tiempo el trabajador es expuesto a escenas de sexo explícito, violencia y perversidad. Los problemas psicológicos de estos trabajadores son inmensos: trauma, depresión, impotencia “e incluso síndrome postraumático similar al de los soldados que participan en un conflicto armado”, según dice Riesewieck citando a la psicóloga Patricia Laperal.
También el trabajo en sí, es decir, la clasificación entre imágenes “aceptables” y las que deben ser borradas daría para un largo debate. Una de las empresas, por ejemplo, en un documento al que el director de teatro tuvo acceso y en el que se detallan dichos criterios explica que “cabezas ensangrentadas pueden pasar, siempre que no se vean partes del cerebro”, pero por el contrario se les ordenaba borrar imágenes de “los pechos de las mujeres amamantando”.
Visibilizar la explotación
“No es fácil visibilizar este tipo de fenómenos del mundo digital, ya que no puedes esconder una cámara y grabar el contenido de lo que estas personas tienen que soportar”, explica Riesewieck. “Están convencidos sin embargo de que tienen un buen trabajo, y es que comparado con la miseria que les rodea parece mucho mejor trabajar en una oficina y ganando por encima de la media”, explica el director de teatro. “Lo cierto es que se trata de un tipo de explotación menos visible porque sus consecuencias son psicológicas”.
Para el artista, la elección del país no es ni por asomo casual. “El pathos filipino es profundamente cristiano”. El cristianismo radical forma parte de la cultura, de modo que “la tarea de limpiar la red se convierte además en una misión divina”, explica. El cristianismo es la religión imperante, “una muestra de la colonización española”, recuerda Riesewieck. El fanatismo religioso, según explica, puede sentirse en todas partes, desde la popular marca Team Jesus hasta los espectáculos religiosos en los que los hombres se dan latigazos hasta sangrar o se dejan crucificar.
A partir de la investigación, los actores están preparando una obra que se presentará en el Theater Dortmund, en la ciudad del mismo nombre, en 2017. Después de la expectación que ha despertado su trabajo, que ha aparecido en la práctica totalidad de los medios alemanes, el lleno absoluto está asegurado.
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