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Hemeroteca Diagonal
Los palestinos, entre la ocupación y una nueva intifada
Al menos ocho israelíes y 45 palestinos –más de una decena de ellos menores– han muerto desde comienzos de la escalada de violencia el jueves 1 de octubre, y varias decenas de israelíes y 1.500 palestinos han resultado heridos. Mientras que hay quien remonta la explicación de lo sucedido al asesinato de una pareja de colonos en esa fecha, o a las intenciones políticas de algunos israelíes de cambiar el statu quo de la mezquita de Al-Aqsa, los enfrentamientos se enmarcan en una lucha de liberación que ha sido criminalizada desde el comienzo del proyecto colonial del sionismo. Como afirma la periodista israelí Amira Hass, “la guerra no comenzó el jueves”. Por parte de Israel las muertes de la población judía son más bien excepcionales, mientras que “los palestinos están siendo asesinados todo el tiempo”. “Ellos están luchando por sus vidas –afirma Hass–; nosotros, los judíos israelíes, estamos luchando por nuestro privilegio como una nación de amos”.
Para cuando sucedió el asesinato de la pareja de colonos en presencia de sus hijos, los ataques a palestinos por parte de éstos llevaban ya meses en aumento. Al día siguiente del asesinato, Israel desplegó cientos de tropas militares como forma de búsqueda del responsable, acorralando zonas de Cisjordania y disparando balas de acero cubiertas de goma, y bombas lacrimógenas contra los manifestantes (AIC). Según la Media Luna Roja Palestina diez personas resultaron heridas por disparos y cuatro más por palizas en la incursión entre el 2 y el 3 de octubre en la ciudad palestina de Nablús, localizada al norte de Cisjordania.
Durante el despliegue y en presencia de las tropas de defensa israelíes en el checkpoint de Zatara, al sur de la ciudad, tuvo lugar una protesta de colonos que gritaban “muerte a los árabes” mientras tiraban piedras a vehículos y personas palestinas. Los colonos presentes en la zona son de carácter fundamentalista, se conciben como pioneros de la expansión legítima del dominio sionista, y tienen como objetivo forzar el desplazamiento de la población palestina. Por su parte, las fuerzas militares israelíes defienden las actuaciones de los colonos y han aumentado su presencia en Cisjordania, desplegándose miles de soldados y policía fronteriza en los últimos días, asediando barrios enteros e impidiendo la circulación de la población de una ciudad a otra (Democracy Now).
En cuanto al statu quo de la mezquita de Al-Aqsa, se han sostenido acusaciones de que el Gobierno israelí financia la organización colona Monte del Templo, que aboga por la construcción de un Tercer Templo donde yace ahora la mezquita de Al-Aqsa (Al-Jazeera). El statu quo hasta el momento respeta la condición de la mezquita como un monumento histórico musulmán, y por lo tanto defiende su conservación como tal, y su uso para prácticas religiosas musulmanas. A principios de octubre, Kairós, una organización de líderes cristianos palestinos, hizo público un comunicado donde exigían al Gobierno israelí que respetara no sólo el statu quo de la mezquita, sino también el de Jerusalén, entendiéndose como un lugar con una identidad de carácter internacional y multirreligioso, donde cada grupo tiene el deber de respetar las creencias del resto, y donde éste deber no se está cumpliendo (Alternative News).
En los tres días precedentes al viernes 16 los ataques por parte de las fuerzas de ocupación israelíes a la mezquita han ido en aumento, hiriendo a al menos 12 palestinos, quienes se han enfrentado con palos y piedras a las granadas aturdidoras, bombas lacrimógenas y balas de acero cubiertas de goma.
Un vídeo publicado por la agencia de noticias Electronic Intifada muestra claramente la dramática desigualdad de condiciones en los enfrentamientos.
Castigo colectivo
Israel está empleando prácticas de castigo colectivo, y asesinatos indiscriminados, al igual que arrestos extrajudiciales tanto de manifestantes como de personas acusadas de intentos de acuchillamiento. También se están entregando órdenes de desalojo para demoler las casas de aquellas familias con un miembro o más que sea sospechoso de haber participado en los enfrentamientos (Electronic Intifada).
La violencia no se está limitando a la Cisjordania ocupada, sino que se está manifestando en todo el territorio de la Palestina histórica, incluyendo Israel y Gaza. El viernes pasado se manifestaron unos mil gazatíes en la frontera entre Gaza e Israel como muestra de solidaridad con las víctimas palestinas en Cisjordania, a lo que Israel respondió violentamente dejando un total de siete muertos y 145 heridos en cuestión de unas horas. Ese mismo día, Amnistía Internacional publicó un informe denunciando el uso masivo de violencia por parte de Israel, y la organización Human RightsWatch denunciaba sus ataques contra civiles en las afueras de Ramala, en los cuales hirieron a un asistente de la organización de derechos humanos (HRW).
Hasta la fecha ha habido varios acuchillamientos en los que en la mayoría de los casos las fuerzas israelíes han respondido con disparos letales, incluso cuando la persona no había llegado a acuchillar a nadie, sino que se la acusaba de tener la intención de hacerlo. Uno de los primeros incidentes de este tipo ocurrió en Hebrón a finales de septiembre, cuando una estudiante universitaria de 19 años recibió diez disparos sin haber siquiera herido a nadie (Al-Jazeera). Unas tres semanas más tarde se capturó en vídeo un caso parecido en Afula, al norte de Israel, donde se ve a Israa Abed aterrorizada por los soldados que la acorralaban apuntaban hacia ella. Abed recibió varios disparos sin suponer amenaza alguna, como puede verse en el vídeo de “su ejecución”, tal y como lo denominan varios medios palestinos (Ma'an News Agency).
La serie de acuchillamientos e intentos de acuchillamiento durante las últimas semanas manifiesta el grado de desesperación a la que ha llegado el pueblo palestino tras más de 60 años de ocupación, y a más de 20 años de los Acuerdos de Oslo, donde supuestamente se acordó la creación de dos Estados, uno al lado del otro. La realidad sobre el terreno desde hace años deja prácticamente nula la posibilidad de que tal objetivo se cumpla, debido a la constante colonización de más y más terreno y a la agudización de la violencia hacia los palestinos en Gaza, Israel y Cisjordania.
Esta desesperación es fruto de las políticas israelíes combinada con la inacción internacional y la coordinación y colaboración de la Autoridad Nacional Palestina con el Gobierno israelí, que ha presionado para hacer a ésta cómplice de sus crímenes. Por un lado, la acción de la comunidad internacional se ha limitado —en el mejor de los casos— a enumerar las violaciones de derechos humanos del pueblo palestino, sin llevar a cabo ninguna política que haga efectivas las sentencias que defienden sus derechos. Tal y como ha ocurrido con la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Derechos Humanos, que en 2004 ya afirmó que el muro del apartheid israelí “tenía que ser desmantelado”, y que a día de hoy, más de diez años después, el muro sigue creciendo. El líder de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa pidió explícitamente que la Autoridad Palestina parase la coordinación con la ocupación israelí, y que, de no ser así, aquellos miembros de las fuerzas de seguridad a quien se les ordenara reprimir las manifestaciones desobedecieran (M.E.M.).
Varios medios están sacando a la luz una realidad que viene siendo invisibilizada desde hace años: la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha abandonado –por ineficiencia o negligencia- su deber de defender a su propio pueblo. Así lo explica un artículo de la prensa palestina Ma'an News publicado estos últimos días: “Para muchos palestinos, la ANP no es sólo infectiva, sino un cuerpo que busca activamente impedir el cambio. Mientras que el presidente Mahmoud Abbas está apelando por una solución pacífica, una encuesta del mes pasado mostró que la mayoría de palestinos ve una intifada armada, o levantamiento, como la única vía de cambio”. Al ser preguntado sobre la opinión de los líderes acerca de los levantamientos, un manifestante contestó preguntando: “¿Líderes? A nosotros no nos importan los líderes. Nosotros seremos los nuevos líderes”. A lo que otro añadió: “La paz no tiene esperanza”.
Como explica la activista Budour Hassan, “los palestinos están hartos de que se les diga que han de mantenerse en la línea de la no violencia, cuando todo lo que nos ha traído la actitud de lo que llaman no violencia y acuerdos de paz es más colonización, no sólo a Jerusalén, sino también a Cisjordania, más destrucción a Gaza, y más intentos de borrar la identidad Palestina en Jerusalén”.