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The Weather Underground: “Compartimos un plan con vosotros”

Bernardine Dohrn y Bill Ayers formaron parte de la banda armada The Weather Underground, la respuesta de estudiantes de clase media blanca al imperialismo estadounidense de los años 60.
Bernardine y Bill Weathermen
Bill Ayers y Bernardine Dohrn, fugitivos del FBI durante 11 años por sus actividades dentro de la organización norteamericana "The Weather Underground", visitaron Madrid en 2014. Álvaro Minguito

Entre el 8 y el 11 de octubre de 1969, tuvieron lugar los 'Días de la ira' en la ciudad de Chicago. Los disturbios generados en aquel entonces, que ya habían sido anunciados por los Weathermen, facción del sindicato estudiantil SDS que no rechazaba la acción violenta, señalaron los límites del propio SDS y prefiguraron el paso a la clandestinidad de los Wheathermen.

45 años después nos encontramos con dos de aquellos jóvenes revolucionarios airados. Bernardine Dohrn y Bill Ayers han estado en Madrid para presentar la edición en español de Días de fuga, la versión de Ayers de la historia de The Weather Underground, un movimiento que durante una década atentó contra puntos vitales del imperio: el Capitolio, el Pentágono o el Departamento de Estado. La memoria de este grupo es excesiva, como casi todo lo que sucedió entre 1965 hasta la salida de EE UU de Vietnam una década después. Acotamos la entrevista a unas cuantas preguntas sobre su pasado, su presente y nuestro futuro.

Entre el año 68 y el 69 pasan muchas cosas, muchas de ellas en Chicago, ¿Cómo recordáis lo que pasa en ese periodo, un poco antes, un poco después?
Bill Ayers: Recuerdo dos dimensiones con mucha claridad. Una de ellas es que éramos jóvenes, estábamos abriendo los ojos, y allí donde mirábamos había mucha violencia contra la liberación nacional, contra el movimiento de libertad negro, etc. En los años 67, 68 y 69 se aceleró esa matanza, la matanza de líderes de los panteras negras; la violencia en Vietnam, donde morían 6.000 personas a la semana, también iba acelerando. Y, al mismo tiempo, se aceleraba la resistencia, la consciencia, y fuimos parte de eso.

Bernardine Dohrn: A principios del 68, Martin Luther King es asesinado. Hubo disturbios y levantamientos en 130 ciudades de EE UU y se envió al ejército a estas ciudades. A día de hoy es difícil acordarse de que eso sucedió. Las tropas ocuparon gran parte de la ciudad y miles de personas, personas negras, fueron detenidas en Chicago y se les metió en la cárcel. Y luego en primavera, hubo una ocupación estudiantil de las universidades, los días de mayo en Francia, y cada vez más bajas entre los soldados estadounidenses en Vietnam. Los soldados volvían a casa y lanzaban sus condecoraciones contra la Casa Blanca y los generales que les habían enviado a Vietnam y exigían que se dijese la verdad sobre la guerra. Esto fue marcando el camino de la convención demócrata del verano del 68. Y cuando empezaban las clases, a finales de agosto, el SDS se había convertido en una gran organización de masas, como el resto del movimiento contra la guerra, porque los estudiantes querían participar y ser parte de lo que estaba pasando.

Nos identificamos no sólo con la lucha para liberar Vietnam, sino con todos los movimientos revolucionarios: la revolución cubana, la lucha contra el colonialismo portugués en África, etc.

Así que durante el resto del 68 y el 69 el SDS no estuvo en 30 o 40 campus, sino en cientos de campus en EE UU, presionando a las universidades por investigaciones sobre la guerra e intentando trabajar con los estudiantes negros en los campus durante el cierre universitario [Durante unas semanas el campus de Columbia fue ocupado por los estudiantes para protestar contra la guerra n. del Ed]. Y creo que en esa marea de levantamiento de acciones populares durante el 69 pasó a ser más y más militante: las manifestaciones eran más grandes y no se dejaba que la policía acorralase en una esquina, se insistía en que se rompiese el reclutamiento. Y había muchas más fuerzas implicadas, no sólo nosotros: los católicos, los curas activistas entraban en centros de reclutamiento, destruían registros de jóvenes a los que se podía obligar a alistarse en el ejército. Entonces, cuando Nixon fue elegido presidente, él había prometido poner fin a la guerra y tener un plan secreto. Pero comenzó la segunda mitad de la guerra y otros nueve millones de personas serían asesinadas. Parecía que no tenía fin la guerra criminal en Vietnam y que el asesinato de líderes negros era infinito, que iba a continuar por siempre. Y eso llevó a que la gente pensase qué hacer después.

Nosotros tenemos que confrontar una elección: queremos liberar al mundo y acabar con el capitalismo o queremos liberar al capitalismo y acabar con el mundo
Bill y Bernardine acto teatro
Bill y Bernardine durante la charla organizada en el Teatro del Barrio. Álvaro Minguito

Fue cuando decidisteis dar otro paso, luchar con otros ejércitos, ¿qué piensas que fue lo bueno lo malo de la lucha armada?
Bill Ayers:
Desde mi punto de vista, empezamos la oposición a la guerra de Vietnam en el 65 y la guerra se siguió incrementando. La mayoría de los estadounidenses respaldaban la guerra en el 65; en el 68, debido a acontecimientos sobre el terreno, al activismo, y a los veteranos que volvían a casa y decían la verdad, la mayor parte de los estadounidense se oponían a la guerra y la guerra seguía creciendo. Así que nos planteamos la pregunta cómo parar esta guerra, cómo nos responsabilizamos de lo que hace el Gobierno en nuestro nombre. No teníamos una respuesta sencilla, no la había. En nuestras familias, en nuestro movimiento, la gente tomó distintos caminos.

Algunos se unieron al partido demócrata e intentaron crear el ala pacífica dentro del partido; otros se fueron a las fábricas, como mi hermana, a intentar organizar a la clase obrera industrial; otros, como uno de mis hermanos, se fueron a Canadá como parte del movimiento de emigración contra la guerra; y nosotros decidimos crear una organización clandestina que pudiese sobrevivir a la represión en aumento y que también, simbólicamente, llevase la guerra a los que hacían la guerra o, dicho en otras palabras, alzar una respuesta en grito al genocidio y el horror que se estaba produciendo en Vietnam. Seguimos pensando en nosotros mismos como una fuerza de paz, pero también como revolucionarios. Queríamos desesperadamente parar la guerra, pero no sólo eso: queríamos poner fin a las condiciones subyacente que habían hecho que la guerra fuera inevitable para nuestro país. Había muchos aspectos problemáticos en ello, y no reclamamos mucho por ese papel, pero pensamos que fue legítimo, que era el contexto de un movimiento de masas que crecía para parar la guerra y que éramos parte de ese movimiento.

Estuvimos en clandestinidad durante once años y en esos once años aprendimos cosas, como que aunque se nos reconociese en la calle, casi cada mes, nadie nos delató, porque estábamos en el movimiento, no separados. También aprendimos lo que para nuestros supervivientes fue una lección política: que el Gobierno más poderoso del mundo, que creía tener mano en todos lados, no pudo vencer en Vietnam y no pudo atrapar a sus radicales nacionales en casa, eso mostró la debilidad de esta fuerza tan poderosa.

Bernardine Dohrn: Nos identificamos no sólo con la lucha para liberar Vietnam, sino con todos los movimientos revolucionarios: la revolución cubana, la lucha contra el colonialismo portugués en África, el movimiento antiapartheid en Sudáfrica, y también en América Latina, donde crecían las fuerzas y los levantamientos populares en la mayoría de los países. A nosotros nos parecía que estos movimientos revolucionarios de liberación se dirigían en todos los casos contra el imperialismo y el control, y vivíamos en el piso más alto del imperialismo, así que sentimos que era esencial nuestra responsabilidad de actuar en solidaridad con el resto de movimientos del mundo y tener una función en el corazón del imperialismo para oponernos a lo que el ejército estadounidense estaba haciendo en nuestro nombre. Creo que, por supuesto, estábamos limitados. Se dice que Weather Underground y otras organizaciones eran muy extremistas, cuando pienso en el número de personas que el Gobierno de EE UU estaba matando cada día, y en que nosotros no matábamos a nadie, creo que estábamos limitábamos como movimiento de oposición revolucionaria, porque WU se dirigía contra la propiedad, no contra las personas.

Bill Ayers: Por supuesto que cruzamos las líneas de la legalidad, de la tradición, y estábamos intentando encontrar otra manera de incrementar la resistencia a la guerra y al genocidio. Era lo que había, pero mi historia está volcada en el libro que se publica, e intento explicar en él cómo chicos como nosotros pueden acabar en un sitio así.

Son momentos peligrosos para ser más débil en términos económicos pero muy fuertes en términos militares

Teniendo en cuenta el poder que tuvo el movimiento estudiantil en EE UU, ¿cómo ha evolucionado?
Bill Ayers:
 Nuestra visión es que todo movimiento social en cualquier punto de la tierra tiene épocas de pico y épocas de valle; momentos de claridad y unidad en la acción y hay otros momentos en los que no se ve en la superficie que el movimiento está activo, pero según nuestra experiencia, a día de hoy en EE UU, la juventud tiene cientos de proyectos que son importantes y que podrían desatar otra búsqueda, pero quién sabe cuándo y cómo, nadie. Occupy sorprendió a todo el mundo, era algo nuevo en el mundo. Lo inventaron personas que estaban hartas de las injusticias que veían a su alrededor. Vemos los movimientos de jóvenes en Chicago por los derechos de los inmigrantes como una fuerza poderosa; jóvenes que luchan por una justicia ambiental, de género, por los derechos queer... Surgen en todos lados. Y según el mundo se ha globalizado, se habla de lo negativo, del imperialismo, del neoliberalismo; lo positivo es que los jóvenes en España y en EE UU y en China y en todos lados, que luchan por diversos temas pueden encontrar que no están solos en momentos decisivos, así que tenemos la esperanza de que los jóvenes de hoy sean más inteligentes de lo que fuimos nosotros, para ver un mundo global en el que están comprometidos y profundizar en esos aspectos. Y según se conectan esos aspectos, según continúan las crisis y avanzan –las crisis que perpetúan la guerra, la supremacía blanca en EE UU con esta encarcelación masiva y el asesinato en serie de jóvenes negros por parte de la policía, como la supresión del voto a las personas negras en EE UU–, mientras esto persiste, nos confronta el clima global de crisis y nosotros tenemos que confrontar una elección: queremos liberar al mundo y acabar con el capitalismo o queremos liberar al capitalismo y acabar con el mundo. Este tipo de cosas son las que debaten los jóvenes y nos sentimos muy en contacto con ellos. No nos sentimos como personas de los 60, somos personas de los 40, los 50, los 60 y los 70, de hoy en día y compartimos un plan con vosotros y también somos parte de este movimiento. Y lo vemos como algo muy emocionante, una agitación llena de vida.

Una de las partes más importantes es la guerra contra el imperialismo, ¿cómo veis ese imperialismo ahora?
Bernardine Dohrn: 
Ahora mismo EE UU está en guerra, guerra abierta, en al menos ocho países del mundo, bombardeando a la población. No una guerra declarada, sino la asunción de que EE UU puede ir a donde quiera y, en nombre de luchar contra el terrorismo, matar a quien sea. No obstante, creo que EE UU es un poder en declive, que va perdiendo fuerza, que ha dejado de ser el único poder del mundo, también en términos de influencia política. Vemos que EE UU va a la UE para encontrar aliados e ir en coalición a Siria y a Iraq. Creo que eso refleja una nueva fragilidad política y un declive económico; sin embargo, lo más peligroso es el apabullante poder militar que tiene EE UU, desde las armas nucleares que son muy peligrosas para las personas de todo el mundo y también para EE UU. Un ejemplo diminuto: las armas militares que utiliza EE UU en una guerra, ¿a dónde van? De un sitio, al siguiente y al siguiente. Así, todo el armamento estadounidense de Libia se ha ido al sur de África, crea su propia contradicción, y mucho armamento vuelve a EE UU y lo usa la policía, en lugares como Ferguson, Missouri, donde de repente la policía no solo tiene sus armas sino también armamento militar enorme en una ciudad diminuta, que la estructura política puede usar contra la población negra. Creo que EE UU es un poder muy peligroso, pero también es más débil de lo que era. Son momentos peligrosos para ser más débil en términos económicos pero muy fuertes en términos militares. Por otro lado creo que el capitalismo no puede resolver ningún de estos problemas. La razón está en la raíz de la crisis climática mundial, y no puede frenarse antes de extraer la última gota de petróleo o de carbón de la tierra, así que está en nuestros manos. Creo que la marcha del clima global en Nueva York reflejó la organización entre los trabajadores, las mujeres, la comunidad gay, jóvenes de todos lados, y cada vez más necesitamos unir nuestras luchas, conectar temas. Creo que hay mucha resistencia popular a lo que están haciendo los gobiernos, desde luego en EE UU.

Bill Ayers: En este declive del poder de EE UU en algunos aspectos y el aumento de poder militar, que es una combinación traicionera, para nosotros es un momento de unir fuerzas, de agitar, de seguirnos organizando. Y una de las ocasiones en las que Bernardine tuvo un gran protagonismo fue al evitar que la OTAN se reuniese en Chicago hace un par de años. Había una reunión de la OTAN en Chicago y creamos una movilización enorme contra la OTAN y el G8. Los poderes del G8 no se presentaron porque era demasiado peligroso, pero la OTAN sí. La manifestación, que incluía a -en realidad, eran quienes la lideraban- veteranos estadounidenses que habían combatido en Iraq y en Afganistán y que habían vuelto a casa y contaban la verdad, algo que los soldados pueden hacer, y cuando lo hacen remueven el terreno. Pero sólo con educar a la población estadounidense sobre la OTAN, que tiene este nombre que parece tan neutral cuando en realidad es una organización militar extragubernamental, que no rinde cuentas ni es transparente, dirigida por EE UU y que rompe todas las normas internacionales. Entonces, según Naciones Unidas los ingleses no pueden tener armas nucleares, pero la OTAN tiene armas nucleares en Inglaterra. Eso es un juego de manos bastante interesante. Se debe exponer lo que es la OTAN, también en Europa. En España, el movimiento español tiene el deber de exponer lo que es la OTAN y luchar para que España salga de la OTAN, para que Europa salga de la OTAN. Eso es lo que podría llevar por caminos impredecibles para, en algún momento, construir una resistencia masiva. Creo que es un momento muy traicionero y urgente.

Atocha Bill Bernardine
Bill Ayers y Bernardine Dohrn en Madrid. Álvaro Minguito

Chicago tiene una larga historia de luchas. ¿Cómo os influyó?
Bernardine Dohrn: Vamos a empezar con Haymarket, que ya lo hemos mencionado. Hace 140 años, en 1886, los anarquistas, los trabajadores y los migrantes, que funcionaban como una única persona, iniciaron manifestaciones de huelga, primero en la fábrica de Pullman y luego en el centro de Chicago, por los derechos de los trabajadores, la jornada de ocho horas y justicia para los trabajadores. Hubo un disparo, seguramente por parte de la policía y se lanzó una bomba sobre la multitud. Hubo muchos muertos –policía, trabajadores– y a algunos de los líderes del movimiento, que estaban dando discursos y no lanzando bombas, se les detuvo, se les juzgó y se les ahorcó como a terroristas. Y ese recuerdo de la revuelta de Haymarket tiene esta historia potente en la ciudad. Hace siete años fue el primer movimiento masivo de migrantes y unas cien mil personas marcharon desde la parte oeste de Chicago –sobre todo migrantes, mexicoamericanos con trabajadores y estudiantes– pasaron por Haymarket en su marcha y luego siguieron por los parques del centro de Chicago. Así se levantaba a esos fantasmas de Haymarket, con un nueva generación de trabajadores, migrantes, anarquistas y jóvenes que de nuevo pedían igualdad de derechos y justicia. Esa fue una de las chispas.

Bill Ayers: Pero te pregunta qué es lo que te influyó a ti.

Bernardine Dohrn: MLK vino en el año 65 a Chicago. Yo estaba estudiando en Derecho y fui a trabajar con él. Pensé que el doctor King venía al norte a mostrar que el racismo no estaba solo integrado en el sur de EE UU, que no se reducía a la segregación legal, sino que había viviendas segregadas, sanidad segregada, colegios segregados, y que los afroamericanos eran ciudadanos de segunda, que no tenían los mismos derechos. Para mí eso fue la chispa que me empujó a los movimientos y me enseñó todo lo que sé de organizarse de ese año y medio de experiencia en 1968.

Bill Ayers: Martin Luther King en Chicago fue tremendo para Bernardine por todo lo que aprendió.

Bernardine Dohrn: Es interesante porque cuando dejó Chicago, en agosto del 66, como estudiante de Derecho, cada vez me pedían más que mantuviese a jóvenes fuera de la leva, en los barrios pobres de Chicago, no solo en las universidades, porque el movimiento contra la guerra se había extendido tanto de aquella que los temas de justicia racial y económica, y la guerra, se iban uniendo.

Bill Ayers: Entonces, como estudiante de Derecho que trabajaba para MLK en Chicago, llevaba un brazalete que decía “jurídico” y descubre que los jóvenes piden asesoramiento para evitar ir al ejército. Y eso es algo que la lleva al SDS. Para mí, cuando me radicalicé, estaba en Ann Arbor, no fue por la historia de Chicago. Una de las cosas que caracteriza a EE UU es la amnesia porque nos olvidamos de todo; y hay una política tras eso: no mires atrás, solo al ahora, esa es la cultura en la que hemos crecido. Para mí, como un chaval que estaba abriendo los ojos y viendo el mundo en llamas, opresión y violencia por todos lados, guerra por todos lados, y que mi propio Gobierno era la sede de la contrarrevolución, fue algo muy perturbador que me hizo reaccionar. Y volví a Chicago en el 68-69.

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