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Hostelería
Al límite en Girona tras el cierre de bares
Propietarios de bares, trabajadores y proveedores de Girona explican las repercusiones económicas del cierre de la hostelería decretado por la Generalitat para contener los contagios. La ciudad de Girona tiene 612 bares y restaurantes con licencia activa, según datos del Ayuntamiento. El plan de desescalada del Govern permitirá la apertura de los locales de restauración, con un 30% de aforo en el interior, a partir del lunes 23 de noviembre.
Cuando Paco Martínez cogió el bar Sant Narcís, sede de la peña barcelonista, no imaginaba que aquel pequeño local de jugadores de cartas se convertiría en un templo de las bravas en Girona. Era el año 2000, y pronto el bar comenzaría a llamarse popularmente Can Paco, local que atraería “de todo, desde gente que ya me conocía de cuando trabajaba en la cafetería de la antigua estación de autobuses, hasta clientela chunga como los ultras, los Boixos”, comenta este camarero de 51 años convertido en propietario. Hoy, una casa de comidas en el barrio de Montilivi es la que permite que Can Paco continúe en pie, aunque con la persiana bajada desde finales de octubre.
“El bar lo llevan dos chicas que ahora están en ERTE. Abrimos unos días pero hacíamos cuatro o cinco cafés y poco más, así que cerramos. ¿Quién vendrá al bar si no puede sentarse a hablar, si no puede hacer vida? El barrio de Sant Narcís no es un sitio de paso, tienes que ir a propósito”, explica Paco en el negocio que regenta con su pareja en Montilivi.
Como Can Paco, gran parte de los establecimientos de Girona permanecen cerrados desde el 16 de octubre, después de que la Generalitat anunciase el cierre de hostelería, a excepción del servicio de recogida, y la limitación del aforo en comercios durante quince días, que al final fue un mes, para reducir los contagios de Covid-19. Unas restricciones que el Departament de Salut prorrogó hasta el lunes 23 de noviembre, cuando está previsto que se flexibilicen las medidas sobre la interacción social, permitiendo un 30% de aforo en bares y restaurantes. Sin embargo continuará el confinamiento perimetral en fin de semana y el toque de queda.
“Quizás estoy ganando 300 euros al mes y pagando 300 de autónomos y 400 euros de luz”, explica Elena
El pasado 12 de noviembre, la consellera de Salut, Alba Vergés, recordó que Catalunya sigue “en un riesgo de rebrote muy alto”, superando los 400 puntos. “Necesitamos doblar la curva del incremento de ingresos y bajar la presión asistencial”, señaló en rueda de prensa. Pese a que comienza a reducirse la velocidad de contagio, el martes se registraron 2.051 nuevos casos, alcanzando una cifra de 283.937 casos acumulados, con 2.485 personas ingresadas y 596 en cuidados intensivos. El riesgo de rebrote en la provincia de Girona oscila por encima de los 700 puntos, aunque hace subir la media el pueblo de Palafrugell, uno de los municipios catalanes con los indicadores más altos.
La ciudad de Girona, de poco más de cien mil habitantes y 39 km de superficie, tiene 612 establecimientos con licencia activa de bar o restaurante, y 399 terrazas autorizadas, según los datos proporcionados por el Ayuntamiento. En estos momentos, 79 locales hacen pedidos para llevar, aunque apenas una decena son bares y cafeterías. Los bares pequeños de una ciudad conocida mundialmente en el ámbito gastronómico por el Celler de Can Roca son los principales afectados por las restricciones. “Traspasar es complicadísimo, por no decir imposible”, señala Paco Martínez.
Elena es la propietaria del bar Derma del barrio de la Rodona de Girona. Desde que se decretó el cierre le han bajado los ingresos un 70%, estima, mientras atiende unos pocos cafés a través de una barra improvisada en la ventana del bar. “Quizás estoy ganando 300 euros al mes y pagando 300 de autónomos y 400 euros de luz”, explica Elena. Y añade: “tener abierto no me sale a cuenta, pero el servicio lo tengo que dar. Si la gente me ve cerrada, pierdo los clientes”.
Tampoco se libra del impacto el centro de Girona, diseñado para ser un reclamo para el turismo con recursos. Delphine, copropietaria del bar Jorbel del barrio de Sant Pere, asegura: “Hemos tenido que poner en ERTE a dos trabajadoras y echar a dos más, porque no aguantábamos. Antes hacíamos 500 euros al día y ahora prácticamente nada, hacemos cafés para pagar alguna factura”. Después del primer confinamiento, en el Jorbel estuvieron trabajando “siete días a la semana para tener un poco de colchón”, afirma Delphine.
En la puerta del bar Undarius de la calle de la Rutlla, Francesc ha montado una paradita, donde vende cafés y bocadillos. No hace más comida. “Nosotros no tenemos la infraestructura para hacer el take away. Muchos bares ni siquiera tienen cocina. Ya hay casas de comidas a precios asequibles, ya hay cadenas de restaurantes”, considera Francesc, quien valora que la medida de reducción de los alquileres de locales cerrados al 50%, decretada por la Generalitat el 22 de octubre, “es insuficiente y llega tarde, yo he pagado el alquiler entero durante toda la primera oleada”.
En Girona se han presentado 628 nuevos ERTE a raíz del cierre de la hostelería y la restricción en comercios, que afectan a 3.603 trabajadores
Said trabaja desde hace cinco años como cocinero en un restaurante del Barri Vell, el casco histórico de la ciudad. Él y siete trabajadores más están en ERTE desde el inicio de la pandemia, ya que la falta de turistas hizo que el propietario no viera viable abrir en verano. “A veces pienso en buscar otro trabajo porque tengo una familia, tengo que ganarme la vida, ¿pero a dónde voy si está todo cerrado?”, comenta Said. Una visión que comparte Pau (nombre ficticio), camarero de la misma zona: “Profesionalmente es angustioso: o cambias de profesión o no tienes demasiada salida para planificar tu futuro ni siquiera a corto plazo”.
Datos del Departament de Treball indican que entre el 16 y el 22 de octubre se tramitaron 4.871 ERTE más en Catalunya, con 41.000 trabajadores afectados. En Girona se han presentado 628 nuevos expedientes a raíz del cierre de la hostelería y la restricción en comercios, que afectan a 3.603 trabajadores.
Según Josep Carreres, presidente de la Associació d'Hostaleria de Girona, “hay 180 empresas de Girona y alrededores asociadas, que dan trabajo a cinco mil personas, y no son el número total. Únicamente el Grupo König tiene 450 empleados. Si esto se alarga, los ERTE se convertirán en expedientes de regulación”. La Federació Catalana d’Associacions d’Activitats de Restauració i Musicals (Fecasarm), que presentó un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia el 16 de octubre, finalmente desestimado, anunció la semana pasada que impugnará las medidas. La entidad considera que “las ayudas aprobadas por la Generalitat no cubren ni un 3% de los perjuicios económicos”, que estima que llegarán a los 2.500 millones de euros en treinta ocho días. Antes de la prórroga de las restricciones, el Departament d’Empresa i Coneixement, en manos de JxCat, propuso a Salut que los bares y restaurantes pudieran abrir las terrazas de las 13 a las 16 horas.
Para Carreres, “hay una incapacidad surrealista para gestionar la situación con equilibrio, a pesar de los esfuerzos que hicimos para adaptar los establecimientos a las fases 1 y 2. Tenemos que intentar buscar un punto de acuerdo”. Una concentración de restauradores y autónomos delante del Ayuntamiento de Girona el pasado 12 de noviembre reclamó a la alcaldesa Marta Madrenas (JxCat) que presionara al Govern para reabrir totalmente los locales, y criticó que la ayuda de la Generalitat a los autónomos haya beneficiado únicamente a 10.000 autónomos de los 500.000 que hay en Catalunya.
Pese a ser la cara más visible, los bares y restaurantes no son los únicos afectados por el cierre. Adrià Villalón es comercial de una empresa de alimentación de la provincia de Girona. Asegura que el 85% de los clientes de la empresa son del sector de la hostelería. “Todavía nos salvamos por las panaderías y las pizzerías, pero si tengo 200 clientes en mi ruta, quizás estoy haciendo diez a la semana”, explica. Según Adrià, en la forma de anunciar restricciones “no se ha tenido en cuenta a los proveedores, que trabajamos con género que caduca. Por ejemplo, hemos tenido que tirar casi 500 kilos de nata”.
Sobre las previsiones de futuro, Villalón sostiene que “la empresa tiene recursos para asegurar los trabajos, pero no sé qué pasará si esto continúa así. Yo he perdido muchos ingresos en comisiones”. Elena, del bar Derma, apunta: “lo que me salva es que es un bar familiar y no tengo que pagar alquiler”. Para Paco Martínez, “si no nos dejan abrir con todas las precauciones, respetando el toque de queda, muchos de los bares acabarán cerrando. ¿Quién aguantará esto? ¿Quién podrá asumir las deudas?”.
El Pla de Protecció Civil a Catalunya (Procicat) ha aprobado que el lunes 23 de noviembre los bares y restaurantes puedan abrir las terrazas manteniendo dos metros de distancia entre las mesas, y el interior de los establecimientos al 30% de aforo, de las 6 a las 21:30 horas. Se inicia así la primera fase de un plan de desescalada que provisionalmente durará dos meses. El vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, ha apuntado en rueda de prensa: “no es un plan de desescalada como el de primavera. No es un plan para recuperar la normalidad o nuestra actividad cotidiana. Aún no”.
Hoy, en la Plaza del Barco de Santa Eugènia, epicentro de la vida del barrio y ahora en lapidario silencio, todos los bares siguen cerrados. Como la persiana del ya mítico Can Paco de Sant Narcís.
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