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Ibex 35
Cuando el Ibex 35 sucumbió a Silicon Valley y el Estado perdió la soberanía digital
Imagínense que uno de los capitalistas españoles más temidos tanto dentro como fuera del país, Florentino Pérez, encarga a uno de sus secuaces montar un operativo para contactar al hombre más ricos del mundo, Jeff Bezos, y fomentar una “colaboración estratégica” entre dos líderes mundiales en sus respectivos mercados: el club blanco debía encargarse de poner la marca deportiva, una de las más reconocidas del planeta, y el gigante del comercio electrónico sus ingentes cantidades de datos y los más desarrollados canales de comercio electrónico. Como publicó la periodista Begoña P. Ramírez, el director general del club puso en papel de regalo la información de los más de 600 millones de seguidores del Real Madrid y explicó al magnate estadounidense que querían “captar datos valiosos” de “la mayor base de aficionados del mundo” para “activarla en el desarrollo de su negocio”.
Ibex 35
Historia de un club selecto El Ibex cumple 30 años y los fondos de inversión soplan las velas
Catorce años después del nacimiento del Ibex 35, las tecnologías han roturado la estructura económica en España. Los datos han adquirido un rol central a la hora de que las grandes empresas patrias realicen sus operaciones empresariales de manera eficiente, es decir, reducir los costes al tiempo que aumentan la rentabilidad. El cercamiento corporativo de las innovaciones digitales, desde el cloud computing hasta el machine learning y la inteligencia artificial, han sido justificadas a capa y espada desde los más altos cargos políticos, renovando las promesas del neoliberalismo y convirtiendo las privatizaciones iniciadas por Felipe González en un juego de niños. Al parecer, bastaría unos cuantos sensores en ciudades y pueblos inteligentes para devolver a la economía española a una senda de crecimiento y especialización en manufactura avanzada. Nada más lejos de la realidad.
El Ibex 35 está tratando de unir fuerzas con Silicon Valley para mantener su posición de clase dominante en España, aunque sea a riesgo de entregar cualquier atisbo posible de soberanía digital e incluso monetaria al altar de las finanzas
Ciertamente, el Ibex 35 está tratando de unir fuerzas con Silicon Valley para mantener su posición de clase dominante en España, aunque sea a riesgo de entregar cualquier atisbo posible de soberanía digital e incluso monetaria al altar de las finanzas. Miguel Álava, responsable de Amazon Web Services (AWS) para el Sur de Europa, reconoció que dos tercios del Ibex 35 tienen sus servidores alojados en AWS, la nube de la empresa de Bezos, que tiene una cuota de mercado del 47,8% (casi la mitad del planeta se aloja en esta plataforma). Por ejemplo, OpenBank migró toda la información a la nube de esta empresa hace años, el fabricante de ferrocarriles vasco CAF lleva a cabo el mantenimiento predictivo de su flota con estas soluciones y Meliá ha dado un paso más en la eficiencia de la gestión de reservas a través de esta empresa.
Este es el resultado de la ausencia de una política industrial nacional y la falta de infraestructuras públicas debido a su externalización a empresas como Telefónica. En la actualidad, si bien esta empresa tiene la capacidad de extraer datos de los consumidores de una manera similar a Google o Facebook, aunque no tan salvaje, es incapaz de ofrecer servicios de computación propios porque los costes de mantener centros de datos, torres o cables submarinos supone un lastre enorme para sus ganancias. Más aún cuando su deuda rondaba los 25.000 millones de euros a finales de 2021, frente a los 35.228 millones registrados a principios de dicho año. ¿Tiene algo que ver la autonomía digital de España con que Telefónica necesite mejorar el perfil de su pasivo mediante una política de desinversión de activos no estratégicos?
La renuncia a la soberanía digital de Telefónica
Incluso antes de nacer, el Ibex 35 había perdido en la lucha intercapitalista mundial. En efecto, debido a la fuerte competencia con Silicon Valley, Telefónica suscribió un acuerdo para la venta de 11 de los 23 centros de datos con los que cuenta la compañía en América a Asterion Industrial Partners, un fondo de inversión, por un importe total de 550 millones de euros. La teleco también ha acelerado la venta de 2.029 torres en Ecuador y Colombia por un importe total de aproximadamente 290 millones de euros. Al mismo tiempo, esta firma ha encargado a Société Générale y a Greenhill explorar la venta del negocio de 100.000 metros de cable submarino de fibra óptica procedente de su filial Telxius.
La cuestión no es baladí. Este cableado conecta España con EE UU, principalmente a través de varias playas de Euskal Herria. Concretamente, MAREA (participada por Facebook, Microsoft y Telxius) es el cable transatlántico de mayor capacidad construido nunca: tiene ocho pares de fibra y un ancho de banda inicial estimado de 160 Tbps por segundo. Gracias a un negocio que también involucra a Amancio Ortega, pues tiene un 9,99% de Telxius, hasta Amazon Web Services (AWS) utilizará esta fibra para proveer de servicios en la nube estadounidense a países europeos.
Empresas de telecomunicaciones
Reportaje Telefónica, el arte del gobierno neoliberal
Digamos que la importancia de los cables submarinos para la soberanía digital de un país es capital debido a que transportan el 99,5% del tráfico transoceánico de todo el mundo. Google, Facebook o Microsoft están involucrados en una buena cantidad de los nuevos cables desplegados en el mundo. De hecho, uno de los cables que llegará a España el próximo año es Dunant de Google, y cuenta con la participación en el proyecto de Orangey Telxius (Telefónica).
Telefónica ha pasado de ser un actor que abría los mercados extranjeros gracias al apoyo diplomático de las élites españolas a convertirse en una suerte de intermediario comercial de las empresas más poderosas de Estados Unidos
Movimientos como estos revelan una estrategia del todo paradójica: la firma de telecomunicaciones ha pasado de ser un actor que abría los mercados extranjeros gracias al apoyo diplomático de las élites españolas a convertirse en una suerte de intermediario comercial de las empresas más poderosas de Estados Unidos. En otras palabras: Telefónica ejerce como la embajadora española del imperio estadounidense mientras vende al mejor postor la infraestructura material que sostiene la economía digital, y con ello la soberanía digital de un país que a finales de los 80 delegó en la firma de telecomunicaciones la gestión de la política industrial en el área tecnológica.
No obstante, si algo queda en evidencia es que la compañía ha pasado de una estrategia colonial en América Latina a una posición de tremenda dependencia extranjera. En palabras de Álvarez-Pallete, no se puede competir con Google, Facebook o Amazon sin buscar acuerdos. “[Ofrecemos] los mejores servicios para nuestros clientes, sin importar si no los realizamos nosotros en solitario”.
Durante los peores momentos de la primera ola de la pandemia de coronavirus, cuando los servicios cloud fueron fundamentales para el teletrabajo y el uso de los servicios públicos de manera remota, Google y Telefónica firmaron un acuerdo para utilizar Google Cloud a fin de impulsar sus propias capacidades tecnológicos, es decir, utilizar los bienes de equipo ajenos para operar y ofrecer dicha posibilidades a empresas pequeñas y medianas españolas en áreas como el machine learning, la inteligencia artificial o el análisis de big data para ofrecer a sus clientes una solución integral en una nube ajena.
Pocos meses después, en abril, ambas anunciaron un acuerdo entre ElevenPaths y Chronicle (filial de ciberseguridad de Google) para ofrecer servicios de análisis de seguridad más potentes y flexibles a las empresas de Europa y América Latina. El negocio cloud de Telefónica Tech se reforzaba, pero el partenariado no llegaba a coste cero para la soberanía tecnológica, sino todo lo contrario. Google penetró materialmente en el país, construyendo tres centros de datos en Madrid de la mano de Telefónica en el marco del acuerdo. Apenas un mes antes, Telefónica Infra había vendido cuatro centros de datos a cambio del 20% de Nabiax, controlada en su 80% por la firma de gestión de inversiones en infraestructuras Asterion Industrial. Hace dos años, una de sus filiales compró once centros de datos a la teleco española por 550 millones. Hace unos días, Telefónica también extendió su red de alianzas con el capital riesgo al vender el 60% de su filial de fibra óptica en Colombia a KKR por 200 millones. Al mismo tiempo, ampliaba su alianza con IBM en el sector negocios.
Después de recibir el apoyo del Estado —mediante privatizaciones y liberalizaciones de las telecomunicaciones, cuantiosas subvenciones y miles de millones en contratos públicos—, Telefónica pone la soberanía sobre la infraestructura digital a la venta para quedarse algunos dividendos a largo plazo. ¿Alguien recuerda aquella frase de Carlos Solchaga como ministro de Industria del primer Gobierno de Felipe González: “La mejor política industrial es la que no existe?”.
A estos movimientos debe añadirse que, a través de Telefónica, Amazon Web Services comenzó la construcción en agosto de 2020 del centro de datos de Aragón con una inversión aproximada de 2.000 millones de euros. La idea es que Telefónica también sirva como embajador del colonialismo yanqui en América Latina y lleve los servicios cloud de Amazon a Brasil, Argentina y Perú.
El círculo lo cierra el acuerdo con Microsoft para “ofrecer nuevos servicios que requieren baja latencia, seguridad y ancho de banda garantizado, abriendo nuevos escenarios en torno a 5G, edge computing e industria. 4.0.” Evidentemente, el partenariado también incluye la construcción de un centro de datos de Microsoft en Madrid.
No es sólo que la extraña alianza entre Telefónica y los dueños de la nube sólo haya servido como ariete para privatizar la nueva infraestructura digital antes siquiera de que pueda imaginarse una alternativa pública, sino que la estrategia empresarial de la teleco ha generado un efecto dominó en el resto de sectores estratégicos.
Automatizar el cambio climático
Desde las energéticas hasta las grandes entidades bancarias, ahora todas dependen de Silicon Valley. El abanico de servicios externalizados es amplio, pero destacan algunas dinámicas. Por ejemplo, los capitalistas fósiles españoles han seguido el ejemplo de grandes contaminantes como Shell, BP, Chevron o ExxonMobil y han recurrido a los gigantes de la nube, así como sus capacidades informáticas de alta potencia, para encontrar y extraer más petróleo o gas y reducir así los costos de producción. Parafraseando un informe de Greenpeace, “las empresas tecnológicas están ayudando a las grandes petroleras a beneficiarse de la destrucción del clima.”
Por ejemplo, Repsol aplica la meteorología y el big data para mejorar la gestión de la energía mediante una alianza estratégica con la multinacional Microsoft que incluye el alojamiento de su plataforma de Data & Analytics en Azure. Recientemente también se conocía que AWS proveerá a Repsol con nuevos servicios en la nube para acelerar su transformación digital y Repsol suministrará energía renovable para abastecer las operaciones de Amazon.
¿Cómo hacer greenwashing a los viejos modelos contaminantes españoles y administrar de manera capitalista el colapso ambiental de las sociedades modernas? En primer lugar, Naturgy aloja sus datos en la nube de IBM para crear aplicaciones de inteligencia artificial que le permitan monitorizar sus sistemas. A su vez, la antaño Gas Natural Fenosa se ha abocado a Microsoft 365 para la transformación digital del puesto de trabajo de sus casi 11.000 empleados con el objetivo de fomentar hábitos colaborativos, modelos de relación más flexibles dando vida al proyecto digitalteam. Más bien, suena a “uberización verde”, en lugar de potenciar los empleos de calidad en los nuevos sectores.
Vanguard y BlackRock son los inversores principales de Google, Facebook, Amazon, Apple y Microsoft. Al mismo tiempo, ambos fondos de inversión extranjeros son los principales dueños del mercado español
Por otro lado, la buena sintonía entre Naturgy y Silicon Valley le ha llevado a aliarse con Amazon para ganar terreno en la batalla comercial por la luz. Así, la empresa estadounidense ofrece a los clientes de la compañía energética descuentos de hasta el 10% en sus compras. También la petrolera Cepsa ha encontrado en la empresa de Jeff Bezos un socio para impulsar una aplicación de voz que permita localizar sus gasolineras. “¿Hola Amazon, cuál es el precio medio de la electricidad?”. La respuesta para el resto de mortales es que en septiembre alcanzó los 154,16 euros por megavatio hora (MWh), el más elevado de toda la historia.
De fondo, el capital global
El problema principal para la soberanía digital y la política industrial es la financiarización de la economía digital. Los estudios sobre cómo Silicon Valley ha arrinconado a sus competidores señalan que los grandes fondos han permitido el desarrollo y dominio de las principales plataformas digitales, una imagen mixta donde “los regímenes de gobierno corporativo de Amazon, Facebook y Google está más cerca del gerencialismo de los conglomerados de la posguerra y Apple y Microsoft más cerca de la empresa centrada en los accionistas que caracteriza al capitalismo financiero”.
Concretamente, los fondos Vanguard y BlackRock tienen una enorme responsabilidad en el éxito de las cinco grandes firmas. Ambas son los inversores principales de Google (3% y 2,7% de acciones con derecho a voto respectivamente), Facebook (2,7% y 2,3%), Amazon (6,4% y 5,5%), así como Apple (7,8% y 6,6%) y Microsoft (8,2% y 6,8%). Al mismo tiempo, ambos fondos de inversión extranjeros son “los principales dueños del mercado español”, en palabras de El País. Por su lado, Vanguard ostenta acciones en 27 de las 35 empresas más importantes de la Bolsa española. Concretamente, 2,57 en Telefónica y 3,38 en el Banco Sabadell. Respecto a Blackrock, tiene presencia en 22 empresas. Destacan los 4,83 en Telefónica o los 6,15 en Amadeus.
Las implicaciones de estos datos no son menores. Hablamos de que dos fondos de inversión se lucran con el poder que han alcanzado las grandes tecnológicas en el mundo, así como de los resultados empresariales de las firmas del Ibex 35 que utilizan sus plataformas para exprimir los grandes beneficios que puedan arañarse en los mercados locales que se pueda explotar gracias a las infraestructuras de Silicon Valley. ¿Cómo puede ser que la soberanía tecnológica de un país sea determinada por Blackrock y Vanguard? Ahora bien, y visto de manera dialéctica, nunca fue más sencillo matar tres pájaros de un tiro.